En las efemérides de Historia Urbana de Madrid van cobrando protagonismo acontecimientos ya olvidados que llevaron a la transformación y remodelación del Madrid que hoy conocemos gracias a la intervención de la piqueta.
El día 18 de abril de 1913 hicimos referencia a un especial que publicaríamos sobre el tapón del Rastro y la plaza de Salmerón; hoy cumplimos con lo anunciado.
El día 18 de abril de 1913 hicimos referencia a un especial que publicaríamos sobre el tapón del Rastro y la plaza de Salmerón; hoy cumplimos con lo anunciado.
Los derribos, que daban paso a los ensanches -grandes proyectos urbanísticos de aquellos tiempos- moldearon la ciudad a veces al antojo del alcalde de turno y los intereses de algún que otro pez gordo (entiéndase por pez a los concejales y por gordo a los besugos).
A principios del siglo XX, más allá del gran "Proyecto de reforma de la prolongación de la calle Preciados y enlace de la Plaza del Callao con la calle de Alcalá", y otros que se estaban llevando a la práctica, uno de los más sonados y necesarios fue el que afectaba al Rastro madrileño. Este proyecto de reforma ponía fin a una zona congestionada, incómoda e insalubre conocida como "El tapón del Rastro".
De él, y de la posterior plaza de Salmerón, hablamos en este especial.
El tapón del Rastro. Antecedentes
En 1913, gracias a las obras de reforma realizadas durante el mandato del alcalde más madrileñista, D. Alberto Aguilera, el tapón había desaparecido casi por completo.
Mesonero Romanos pedía ya en "El Antiguo Madrid" la desaparición del tapón del Rastro y la unión con la Ronda de la espaciosa Ribera de Curtidores. Fernández de los Ríos señalaba la necesidad de la reforma, D. Alberto Aguilera conseguía realizarla, y cuantos vieron la diferencia de entonces y después, les parecía mentira que una mejora urbana tan sencilla hubiese costado más de medio siglo de esfuerzos de los amantes de Madrid.
En 1919, como muestran las fotografías, aún quedaba una zona del tapón conocida como "Las Américas" que será expropiada y derribada por el Ayuntamiento para prolongar la calle Ribera de Curtidores hasta el nuevo Matadero.
"Las Américas", "el patio de la Casiana" y la calle Ribera de Curtidores, eran los espacios donde los comerciantes del Rastro hacían verdadero negocio. Centro neurálgico del chamarilero, en aquellos reductos hizo gran fortuna el tío Carmona; aquel que tenía veinte casas en la zona y sólo almorzaba pan y cebolla, y cenaba verdura cocida... pero esa es otra historia.
Geografía del tapón
Entre las calles de los Estudios, Duque de Alba, Juanelo, Embajadores, Ribera de Curtidores, Amazonas, Ruda, Maldonadas y San Mlllán, situamos la zona que es donde estaba ubicado "el tapón del Rastro".
El tapón estaba comprendido entre el final de la calle de los Estudios, parte que en el siglo XVIII se llamó plazuela del Duque de Alba; las antiguas calles del Cuervo y de San Dámaso*, la manzana de casas entre ellas comprimidas y la vieja plaza del Rastro.
Donde estuvo la cruz del Rastro se encuentra hoy la estatua de Eloy Gonzalo García, el héroe de Cascorro. En sesión municipal de 20 de Octubre de 1897 el Ayuntamiento determinó dedicar un homenaje al soldado recogido y criado en la Inclusa de Madrid. El monumento será inaugurado el 7 de Junio de 1902 por el rey Alfonso XIII.
Todos los habitantes de la zona y también casi todos los madrileños, llaman Cascorro a aquel lugar otrora centro de majos y truhanes que, al expandirse la Villa y Corte, se convertirá en una de las sucursales de las grandes plazas madrileñas, como la Puerta del Sol.
Para muchos madrileños de 1917, el derribo del tapón del Rastro y ensanche de las calles aledañas representaba una de las mejores reformas de Madrid de los últimos veinticinco años.
Para otros no había sido tan acertada la idea.
Siete fueron las casas que se expropiaron para ampliar y sanear aquella zona del Rastro. Interesante negocio que propició grandes beneficios al Ayuntamiento, que pagó entre 27 y 66 pesetas por cada pie de superficie.
Así, por la casa número 2 de la calle de San Dámaso, que tenía una superficie de 1.500 pies (116,50 metros), el Ayuntamiento pagó 99.044,13 pesetas. Por la casa número 4, que contaba con una superficie de 100,80 metros, se pagaron 55.911,24 pesetas (43,10 pesetas el pie). Y un poco más, un poco menos, con las casas restantes.
En total se expropiaron 1.164,91 metros cuadrados de casas por un importe total de 611.923,54 pesetas; una cifra insignificante si se compara con las mejoras que por ello recibió la populosa barriada.
Vamos a destacar una de las casas, la más emblemática por su historia, la número 8. Estaba en aquella casa, que pertenecía a D. Rafael González Ferrer, el celebrado cafetín del Manco por donde pasó toda la cohorte de maleantes y haraganes de Madrid. Allí nacieron burlescas frases como "al del hongo, ¿qué le pongo?", "uno de diez, y pan traigo, otro de cinco con rebaba", "cobrando cinco al del pelo largo".
El cafetín estaba ubicado en la "cabecera" del Rastro, frente a la estatua de Cascorro, que hacía esquina con la calle de San Dámaso. Cuna del Sainete, quedará inmortalizado en "El chico del cafetín", obra de Torres del Álamo y Asenjo que se estrenó en el Teatro Apolo de Madrid en 1911.
Así era el tapón del Rastro
Y así lo que hoy no conocemos de lo que era el Rastro
Radiografía del tapón
Mucha era la falta de limpieza en las calles colindantes y en el propio tapón. Vicio, vandalismo, trapicheo, miserias y todo lo que se pueda imaginar abundaba en el antiguo Rastro madrileño.
El "balcón del Rastro"
Como hemos dicho, no todos estaban conformes con el derribo... o el descorche del tapón, que parece la acción más apropiada.
Dice el columnista Plácido Soria en "El País" del 24 de junio de 1914:
*Recordando las calles del Cuervo y San Dámaso
La calle de San Dámaso, como la del Cuervo, empezaba a la altura de la calle de Juanelo. Se llamaba así porque en ella había una capilla dedicada a aquel santo pontífice, que era considerado como natural de Madrid. En esa capilla tuvo su origen la congregación de los ministros de los enfermos Agonizantes de San Camilo de Lelis, en 1639, que luego se trasladaron a la calle de Fuencarral, en 1643.
La calle del Cuervo, que era la que se encontraba a la derecha entrando por la calle de los Estudios, tenia dos tradiciones, la primera decía que su nombre provenía de un mantero que tenía en su casa un cuervo famoso por su larga vida.
La segunda, más verosímil, que se refiere al corralón que en este lugar, a espaldas de la ermita de San Millán, tenía D. Juan González de Almunia, regidor de la villa, y en el que criaba gran número de aves, que luego este piadoso caballero daba de limosna para el sustento de los enfermos en los hospitales.
Pero llegaba un cuervo que destrozaba las palomas y sus crías, por lo que el regidor anunció un premio para el que cazase "el pájaro dañino, que solfa burlar a sus perseguidores".
Unos muchachos, codiciosos de lo ofrecido, pidieron licencia para quedarse en la torrecilla del palomar, donde esperaron la llegada del ave rapaz, y cuando la vieron entrar taparon las ventanas para impedir su huida y le acosaron con palos, consiguiendo quebrar sus alas, aunque no sin que el cuervo acometiese a uno de los mancebos arrancándole los ojos. A los alaridos de los muchachos acudieron los mozos del corral, y, apresado el siniestro pájaro, fue clavado en la puerta, donde permaneció hasta que el tiempo lo convirtió en polvo.
Otros desaparecidos
Desaparece con la reforma también la plaza de los Estudios, que se llamó algún tiempo del Duque de Alba. Al feroz virrey de Flandes, que hizo odiosa la dominación española, sucede el nombre del austero filósofo que dejó la presidencia de la República por no querer firmar una sentencia de muerte.
En la calle inmediata del Duque de Alba tenía éste un palacio, que desapareció a mediados del siglo XIX, y en él habitó Calamarde, el del terror fernandino.
La plaza de Nicolás Salmerón
Por acuerdo municipal de 16 de Agosto de 1913 se dispuso que la plaza del Rastro, ampliada con el derribo de la manzana que durante tanto tiempo se llamó "el tapón", que como hemos dicho estaba ubicada entre las calles del Cuervo y de San Dámaso, recibiese el nombre de Nicolás Salmerón.
Días antes, el 8 de agosto, con motivo de los festejos de la verbena de San Cayetano, anuncian que se quemarán fuegos artificiales en el aún llamado "tapón del Rastro".
La costumbre madrileña de conservar las tradiciones, harán que la voz popular continúe llamando por un tiempo "tapón del Rastro" a la recién bautizada plaza de Salmerón.
Según la noticia de "El Imparcial" del 27 de mayo de 1914, en el Pleno del Ayuntamiento de ese día se decide que:
La fotografía, publicada el 22 de junio de 1914 en "El País", nos muestra los primeros tiempos de la plaza de Salmerón. Está tomada el día siguiente al de su inauguración, que se verificó el 21 de junio.
La plaza de Salmerón, antes plazuela del duque de Alba, y también plaza del Rastro, en 1941 adquirirá oficialmente el nombre de la voz popular de plaza de Cascorro.
Inauguración
Las fiestas de inauguración fueron organizadas por el Centro de Hijos de Madrid, los concejales y ex concejales del distrito y el teniente alcalde, Sr. Millán.
Desde las primeras horas de la mañana estuvo la plaza engalanada con guirnaldas de flores y gallardetes. Los balcones lucían colgaduras y mantones de Manila.
En los gallardetes se habían colocado dos medallones con las siguientes inscripciones: "El Centro de Hijos de Madrid a
estos clásicos barrios», y "El mismo Centro a D. Alberto Aguilera, iniciador de esta reforma."
A las siete de la mañana hubo diana, por la banda de cornetas de la Cruz Roja y a las once, la música del Colegio de Nuestra Señora de la Paloma dio un concierto en presencia de numeroso público.
Por la tarde el vizconde de Eza hizo un reparto de 1.100 bonos de comestibles para los pobres.
La banda municipal dio después un concierto con un escogido y popular programa.
Por la noche la banda del Hospicio dio un concierto, al que asistió enorme concurrencia, y se elevaron globos grotescos que asombraron y regocijaron a cuantos estuvieron allí.
Rendimos homenaje a las jóvenes madrileñas que repartieron los bonos a los pobres y, por qué no, al público asistente a aquella inauguración que nos sonríen desde un pasado para ellos presente.
Biografía de Nicolás Salmerón:
Wikipedia
Filosofía.org
Premio Nicolás Salmerón de Derechos Humanos
De él, y de la posterior plaza de Salmerón, hablamos en este especial.
El tapón del Rastro. Antecedentes
En 1913, gracias a las obras de reforma realizadas durante el mandato del alcalde más madrileñista, D. Alberto Aguilera, el tapón había desaparecido casi por completo.
Mesonero Romanos pedía ya en "El Antiguo Madrid" la desaparición del tapón del Rastro y la unión con la Ronda de la espaciosa Ribera de Curtidores. Fernández de los Ríos señalaba la necesidad de la reforma, D. Alberto Aguilera conseguía realizarla, y cuantos vieron la diferencia de entonces y después, les parecía mentira que una mejora urbana tan sencilla hubiese costado más de medio siglo de esfuerzos de los amantes de Madrid.
En 1919, como muestran las fotografías, aún quedaba una zona del tapón conocida como "Las Américas" que será expropiada y derribada por el Ayuntamiento para prolongar la calle Ribera de Curtidores hasta el nuevo Matadero.
"Las Américas", "el patio de la Casiana" y la calle Ribera de Curtidores, eran los espacios donde los comerciantes del Rastro hacían verdadero negocio. Centro neurálgico del chamarilero, en aquellos reductos hizo gran fortuna el tío Carmona; aquel que tenía veinte casas en la zona y sólo almorzaba pan y cebolla, y cenaba verdura cocida... pero esa es otra historia.
Geografía del tapón
Entre las calles de los Estudios, Duque de Alba, Juanelo, Embajadores, Ribera de Curtidores, Amazonas, Ruda, Maldonadas y San Mlllán, situamos la zona que es donde estaba ubicado "el tapón del Rastro".
El tapón estaba comprendido entre el final de la calle de los Estudios, parte que en el siglo XVIII se llamó plazuela del Duque de Alba; las antiguas calles del Cuervo y de San Dámaso*, la manzana de casas entre ellas comprimidas y la vieja plaza del Rastro.
Donde estuvo la cruz del Rastro se encuentra hoy la estatua de Eloy Gonzalo García, el héroe de Cascorro. En sesión municipal de 20 de Octubre de 1897 el Ayuntamiento determinó dedicar un homenaje al soldado recogido y criado en la Inclusa de Madrid. El monumento será inaugurado el 7 de Junio de 1902 por el rey Alfonso XIII.
Plano de Texeira - 1656 30 - Rastro 66 - Fuente del Rastro |
Nueva Guía de Madrid - 1909 |
Todos los habitantes de la zona y también casi todos los madrileños, llaman Cascorro a aquel lugar otrora centro de majos y truhanes que, al expandirse la Villa y Corte, se convertirá en una de las sucursales de las grandes plazas madrileñas, como la Puerta del Sol.
Para muchos madrileños de 1917, el derribo del tapón del Rastro y ensanche de las calles aledañas representaba una de las mejores reformas de Madrid de los últimos veinticinco años.
Para otros no había sido tan acertada la idea.
Siete fueron las casas que se expropiaron para ampliar y sanear aquella zona del Rastro. Interesante negocio que propició grandes beneficios al Ayuntamiento, que pagó entre 27 y 66 pesetas por cada pie de superficie.
Así, por la casa número 2 de la calle de San Dámaso, que tenía una superficie de 1.500 pies (116,50 metros), el Ayuntamiento pagó 99.044,13 pesetas. Por la casa número 4, que contaba con una superficie de 100,80 metros, se pagaron 55.911,24 pesetas (43,10 pesetas el pie). Y un poco más, un poco menos, con las casas restantes.
En total se expropiaron 1.164,91 metros cuadrados de casas por un importe total de 611.923,54 pesetas; una cifra insignificante si se compara con las mejoras que por ello recibió la populosa barriada.
Vamos a destacar una de las casas, la más emblemática por su historia, la número 8. Estaba en aquella casa, que pertenecía a D. Rafael González Ferrer, el celebrado cafetín del Manco por donde pasó toda la cohorte de maleantes y haraganes de Madrid. Allí nacieron burlescas frases como "al del hongo, ¿qué le pongo?", "uno de diez, y pan traigo, otro de cinco con rebaba", "cobrando cinco al del pelo largo".
El cafetín estaba ubicado en la "cabecera" del Rastro, frente a la estatua de Cascorro, que hacía esquina con la calle de San Dámaso. Cuna del Sainete, quedará inmortalizado en "El chico del cafetín", obra de Torres del Álamo y Asenjo que se estrenó en el Teatro Apolo de Madrid en 1911.
Así era el tapón del Rastro
Y así lo que hoy no conocemos de lo que era el Rastro
Vista de la Ribera de Curtidores |
Radiografía del tapón
Mucha era la falta de limpieza en las calles colindantes y en el propio tapón. Vicio, vandalismo, trapicheo, miserias y todo lo que se pueda imaginar abundaba en el antiguo Rastro madrileño.
Fechada el 5 de febrero de 1913 |
Fechada el 6 de septiembre de 1913 |
El "balcón del Rastro"
Como hemos dicho, no todos estaban conformes con el derribo... o el descorche del tapón, que parece la acción más apropiada.
Dice el columnista Plácido Soria en "El País" del 24 de junio de 1914:
*Recordando las calles del Cuervo y San Dámaso
La calle de San Dámaso, como la del Cuervo, empezaba a la altura de la calle de Juanelo. Se llamaba así porque en ella había una capilla dedicada a aquel santo pontífice, que era considerado como natural de Madrid. En esa capilla tuvo su origen la congregación de los ministros de los enfermos Agonizantes de San Camilo de Lelis, en 1639, que luego se trasladaron a la calle de Fuencarral, en 1643.
La calle del Cuervo, que era la que se encontraba a la derecha entrando por la calle de los Estudios, tenia dos tradiciones, la primera decía que su nombre provenía de un mantero que tenía en su casa un cuervo famoso por su larga vida.
La segunda, más verosímil, que se refiere al corralón que en este lugar, a espaldas de la ermita de San Millán, tenía D. Juan González de Almunia, regidor de la villa, y en el que criaba gran número de aves, que luego este piadoso caballero daba de limosna para el sustento de los enfermos en los hospitales.
Pero llegaba un cuervo que destrozaba las palomas y sus crías, por lo que el regidor anunció un premio para el que cazase "el pájaro dañino, que solfa burlar a sus perseguidores".
Unos muchachos, codiciosos de lo ofrecido, pidieron licencia para quedarse en la torrecilla del palomar, donde esperaron la llegada del ave rapaz, y cuando la vieron entrar taparon las ventanas para impedir su huida y le acosaron con palos, consiguiendo quebrar sus alas, aunque no sin que el cuervo acometiese a uno de los mancebos arrancándole los ojos. A los alaridos de los muchachos acudieron los mozos del corral, y, apresado el siniestro pájaro, fue clavado en la puerta, donde permaneció hasta que el tiempo lo convirtió en polvo.
Otros desaparecidos
Desaparece con la reforma también la plaza de los Estudios, que se llamó algún tiempo del Duque de Alba. Al feroz virrey de Flandes, que hizo odiosa la dominación española, sucede el nombre del austero filósofo que dejó la presidencia de la República por no querer firmar una sentencia de muerte.
En la calle inmediata del Duque de Alba tenía éste un palacio, que desapareció a mediados del siglo XIX, y en él habitó Calamarde, el del terror fernandino.
La plaza de Nicolás Salmerón
Por acuerdo municipal de 16 de Agosto de 1913 se dispuso que la plaza del Rastro, ampliada con el derribo de la manzana que durante tanto tiempo se llamó "el tapón", que como hemos dicho estaba ubicada entre las calles del Cuervo y de San Dámaso, recibiese el nombre de Nicolás Salmerón.
Días antes, el 8 de agosto, con motivo de los festejos de la verbena de San Cayetano, anuncian que se quemarán fuegos artificiales en el aún llamado "tapón del Rastro".
La costumbre madrileña de conservar las tradiciones, harán que la voz popular continúe llamando por un tiempo "tapón del Rastro" a la recién bautizada plaza de Salmerón.
Según la noticia de "El Imparcial" del 27 de mayo de 1914, en el Pleno del Ayuntamiento de ese día se decide que:
NOTA: No será inaugurada hasta el 21 de junio de 1914 |
La fotografía, publicada el 22 de junio de 1914 en "El País", nos muestra los primeros tiempos de la plaza de Salmerón. Está tomada el día siguiente al de su inauguración, que se verificó el 21 de junio.
La plaza de Salmerón, antes plazuela del duque de Alba, y también plaza del Rastro, en 1941 adquirirá oficialmente el nombre de la voz popular de plaza de Cascorro.
Inauguración
Las fiestas de inauguración fueron organizadas por el Centro de Hijos de Madrid, los concejales y ex concejales del distrito y el teniente alcalde, Sr. Millán.
Desde las primeras horas de la mañana estuvo la plaza engalanada con guirnaldas de flores y gallardetes. Los balcones lucían colgaduras y mantones de Manila.
En los gallardetes se habían colocado dos medallones con las siguientes inscripciones: "El Centro de Hijos de Madrid a
estos clásicos barrios», y "El mismo Centro a D. Alberto Aguilera, iniciador de esta reforma."
A las siete de la mañana hubo diana, por la banda de cornetas de la Cruz Roja y a las once, la música del Colegio de Nuestra Señora de la Paloma dio un concierto en presencia de numeroso público.
Por la tarde el vizconde de Eza hizo un reparto de 1.100 bonos de comestibles para los pobres.
La banda municipal dio después un concierto con un escogido y popular programa.
Por la noche la banda del Hospicio dio un concierto, al que asistió enorme concurrencia, y se elevaron globos grotescos que asombraron y regocijaron a cuantos estuvieron allí.
Rendimos homenaje a las jóvenes madrileñas que repartieron los bonos a los pobres y, por qué no, al público asistente a aquella inauguración que nos sonríen desde un pasado para ellos presente.
Biografía de Nicolás Salmerón:
Wikipedia
Filosofía.org
Premio Nicolás Salmerón de Derechos Humanos
© 2013 Eduardo Valero García - HUM 013-004 ESP TAPONRASTRO 1913
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¡EL RASTRO!
ResponderEliminarNuestro querido Rastro. Imprescincible dentro del decorado de nuestro más castizo y entrañable Madrid. Si supiéramos lo que sucede entre sus callejuelas.............!!!!!!!!!!
Comparado con aquel Rastro, el de hoy es minimalista, pero su esencia se mantiene... sobre todo en las callejuelas.
EliminarDe las calles cercanas y faltas de higiene, la que se llevaba la palma era la de La Ruda, no existía otra más pestilente y sucia que esa.
Un abrazo!