viernes, 17 de junio de 2022

Los porteros madrileños (IV) Sociedad de Porteros de Madrid y sus contornos (1929)

El 1º de mayo de este año 2022, todas las antiguas Sociedades de porteros de Madrid renacieron simbólicamente en la pancarta de la Asociación de empleados de fincas urbanas de la Comunidad Autónoma de Madrid (EFUCAM) durante la marcha del Día internacional de los trabajadores. La lucha y logros de las porteras y porteros de otras épocas se veían representados, después de muchos años, en la figura de sus iguales del siglo XXI. 
 
En esta cuarta parte de los Porteros madrileños nos ocuparemos de la segunda y principal Sociedad de porteros, fundada en 1929 para defender los intereses de estos trabajadores ante el cambio de rumbo de “La Honradez”. A diferencia de esta, fundada en 1891 para el socorro mutuo y la beneficencia, la que hoy conoceremos deriva de la Sociedad de Profesiones y Oficios Varios, cuya finalidad era la de aglutinar a todo tipo de trabajador por el bien común.
 
 
La Sociedad de Profesiones y Oficios Varios, del Centro de Sociedades Obreras, con domicilio en la calle Jardines, 20, venía de la Sociedad de Oficios Varios, constituida a finales del siglo XIX y de carácter gremialista. En marzo de 1895 sus miembros se reunían con el objeto de «Crear dentro de la Sociedad una sección de propaganda, en la que puedan ingresar Individuos de todas las profesiones y oficios y de todas las ideas políticas que aspiren al mejoramiento de la clase trabajadora, hasta lograr su completa emancipación». 
Con ayuda de la Sociedad, la nueva sección tendría autonomía para reunirse en diferentes puntos de Madrid, además de un local en el Centro de Sociedades Obreras. Este Centro, que como dijimos estaba en la calle Jardines, se trasladará en noviembre de 1898 a la de la Bolsa, 14, principal. Poco después, en enero de 1899, Pablo Iglesias dará un discurso en ese local aconsejando a sus correligionarios dejar «el retraimiento para mezclarse en la vida política del país». 
 
La noche del 24 de enero de 1900 se verificará la inauguración de la nueva sede de la Sociedad en la calle Relatores, 24, principal. Fue allí donde nació en 1906, a iniciativa de la Sociedad de albañiles “El Trabajo”, la idea de adquirir un local en propiedad para su domicilio social. 
El 2 de agosto de 1907, ante el notario Rafael Martínez, una Comisión de cuarenta y cinco sociedades obreras compraban para esa finalidad una finca de la calle Piamonte. 
 
 
Casa del Pueblo 
Por ironías de la vida, los obreros del siglo XX adquirirán parte de la propiedad que en el siglo XVI había cedido Carlos I de España al III Condestable de Castilla, Íñigo Fernández de Velasco y Mendoza, por vencer a los Comuneros de Castilla. Entre los títulos de este señor estaban los de IV conde de Haro y II duque de Frías. 
 
El Emperador Carlos I le otorgaba "… una casa con huerta y jardín, a una calle que le dicen del Barquillo, cuya casa estará libre de toda clase de impuestos y contribuciones creados o por crear, incluso el de aposentamiento de huéspedes...". 
 
El ducado de Frías tuvo un rancio linaje, comprendido por la casa de los Fernández de Velasco, la de Pacheco Téllez-Girón y la de Soto, emparentadas a su vez con el ducado de Béjar a través de las casas de Zúñiga, de Osuna (Téllez-Girón) y Roca de Togores. 
 
En la siguiente imagen podemos ver el plano de fachada del palacio en 1807; para entonces propiedad del XIII duque de Frías, XIX conde de Luna, IX duque de Uceda y XVII conde de Haro, Diego Pacheco Téllez-Girón Fernández de Velasco y Enríquez. 
 
 

 
Cien años más tarde, se convertiría en la Casa del Pueblo con la compra de parte de la propiedad a Jaime Tirso Roca de Togores y Téllez-Girón, XVII duque de Béjar, emparentado con el ducado de Frías y otras personas que —según publicaciones antiguas— figuraban en la escritura; sean estos el “marqués de Peñafiel, condesa de Melgar, condesa de Oliva y condesa de Luna”.
 
 
 
El número 2 de la calle Piamonte fue dado de alta en el callejero madrileño el 1º de enero de 1874. 

En la Gaceta de Instrucción Pública y Bellas Artes del 5 de noviembre de 1908, la Asociación Nacional de Magisterio Primario ponía como ejemplo para sus socios el gran esfuerzo realizado por las Sociedades obreras para tan noble causa: 
«Dentro de muy pocos días leeréis en los periódicos que se ha inaugurado en Madrid la “Casa del Pueblo”, nombre modesto que encubre la realidad suntuosa de un soberbio, magnifico edificio, cuya adquisición ha costado muchos centenares de miles de pesetas. Pues bien; sabed que esa fortuna ha sido reunida por la acumulación de fondos sobrantes de varias Sociedades obreras, que no por ello han desatendido sus fines sociales, y cuyos asociados, que no son más ricos que nosotros, pagan con mucho trabajo, y algunos con grandes privaciones, sus pequeñas cuotas».
Y así fue como quedó inaugurada la noche del 28 de noviembre de 1908, presidida por Mariano Galán Sabina, del Gremio de carpinteros. En el acto dieron sendos discursos el socio número 1 del Arte de Imprimir, Medardo Estada; el compañero Saturnino González, de la Sociedad de Albañiles "El Trabajo"; el tipógrafo portugués Agedo Gnecco, y Francisco Mora, que pertenecía a la Internacional. 
El último en hacerlo fue Pablo Iglesias, arengando a los obreros a «que no se debe descansar en la lucha, para la que no hay edades», incitándoles a que «se instruyan y se eduquen, a fin de poder ejercer la acción política». 
 
Miguel Salvador, presidente de la Universidad Popular, y el maestro Villar interpretaron con gran maestría, a cuatro manos en el piano, la obertura Egmont (Beethoven) y Kaiser mach, de Wagner entre otras obras del repertorio en el que estuvieron acompañados por la cantante Amparo Moreno. 

Será en la Casa del Pueblo donde comience la historia de la Sociedad de Porteros de Madrid y sus contornos. 
 
 
Sociedad de Porteros de Madrid y sus contornos 
De la citada Sociedad de Profesiones y Oficios Varios nace el 20 de octubre de 1929 la Sociedad de Porteros de Madrid y sus contornos, con 753 afiliados. El acto de constitución se celebró en el salón terraza de la Casa del Pueblo. 
 
El 7 de noviembre, el periódico La Libertad publicaba la carta recibida de la nueva Sociedad de porteros. En ella manifestaban: 
«Se ha constituido legalmente en Madrid una Sociedad de Porteros para la defensa de nuestros derechos.
Un grupo de porteros hemos dado comienzo a la tarea de organizarnos, y ya está conseguido el propósito.
Al igual que todos los trabajadores, los porteros de fincas urbanas necesitamos una organización que sea portavoz de nuestros derechos, que procure mejorar nuestra situación. 
La legislación social en nuestro país nos reconoce a los que vivimos de nuestro trabajo el derecho a asociarnos, y, amparándonos en la ley, nos hemos constituido. 
Queremos que nos alcancen los beneficios de los Comités paritarios. 
Queremos alcanzar los beneficios de la ley de Accidentes del trabajo. 
Queremos que se nos Incluya en la ley del Retiro obrero. 
Queremos, en fin, conseguir una situación mejor que la presente, y creemos que si los porteros todos se dan cuenta de su situación, pensarán como los que hemos organizado la Sociedad. 
¡Camaradas porteros! La Sociedad de Porteros es un hecho real, y tiene ya aprobado su reglamento por la autoridad. 
Estamos conviviendo con nuestros hermanos los trabajadores, pues nuestra Sociedad está domiciliada en la Casa del Pueblo, y en el reglamento se declara que hemos de pertenecer a la Unión General de Trabajadore. 
¡Porteros de Madrid! Venid todos a la Sociedad. Os esperamos con los brazos abiertos, pues con la unión de todos hemos de conseguir tener salvaguardados nuestros derechos. Así lo espera de todos. La Junta directiva. 
El domicilio de esta Sociedad está situado en la Casa del Pueblo, calle de Piamonte. 2, secretaria número 14.» 
Comenzaba así un largo periodo de lucha obrera que se estrenaba con la protesta por el horario de cierre de los portales, el horario nocturno del alumbrado de las escaleras y funcionamiento de ascensor ordenado por el Ayuntamiento, cuyos afectados directos eran los porteros madrileños. 
 
El 17 de octubre de 1930, a escasos días del primer aniversario de su constitución, la Junta directiva enviaba una senda nota a la prensa en la que, con inteligente ironía, parecían estar a favor de la ordenanza municipal; sin embargo, se descolgaban con razonamientos como estos: 
«… en cuanto al cierre de los portales, francamente creemos que se va a dar una mejora a los inquilinos que no es tal mejora, pues el problema está completamente resuelto en cuanto la iluminación de las escaleras después del cierre de los portales sea un hecho, pues todo quedaría reducido a la pequeña molestia de abrir la puerta, molestia que queda muy reducida en las casas de nueva construcción, porque las cerraduras son de llave pequeña, que puede llevarse sin molestia en el bolsillo, y, sin embargo, si se cierran los portales una hora más tarde es una hora más de jornada que al portero se le aumenta, y téngase en cuenta que la compensación de que ha hablado la Prensa de que los dueños subirían el sueldo mensual, o que los inquilinos dieran una mayor gratificación, no deja de ser un buen deseo; pero la realidad es otra, pues, en general, los porteros estamos muy mal pagados, y en cuanto a las gratificaciones, somos enemigos de este sistema de retribución, que aparentemente es muy remunerador, pero que en la realidad no ocurre así». 
«Nosotros creemos, pues, que el Ayuntamiento debe acordar que los ascensores funcionen toda la noche; con la garantía debida, pues hay medios para ello, y que las escaleras tengan luz a disposición de los inquilinos una vez cerrado el portal; pero que no debe acordar cerrar los portales más tarde, porque eso obliga a los porteros a una jornada extenuadora. 
Ya sabemos nosotros que hay, generalmente, una opinión contraria a este deseo; pero precisamente por esto tenemos que lamentarnos que esa misma opinión no conozca y apoye las peticiones que llevamos al ministro del Trabajo, consistentes en que se cree un Comité paritario o un organismo en el que se elaboren, con la intervención de los porteros, las condiciones de trabajo de estos y todo lo relacionado con los accidentes de enfermedad y mala vivienda, pues en la actualidad no tenemos ningún derecho y sí todos los deberes, como lo prueba que ahora mismo en el Ayuntamiento se haya abordado nuevamente el problema; se haya oído el criterio favorable del cierre a las once de la noche; se atienda a la Cámara de la Propiedad Urbana cuando plantea alguna petición, y, sin embargo, no se ha tenido en cuenta a nuestra sufrida clase, que presta, sin embargo, servicios de importancia, aunque muchas veces somos escarnecidos y también injuriados, y no se tiene en cuenta ninguno de estos servicios».
El Comité paritario se hizo realidad el 7 de agosto de 1931 con la disposición del ministro de Trabajo, Francisco Largo Caballero. La Orden fue publicada en la Gaceta de Madrid, número 221, del 9 de agosto. 



[Origen del documento: Agencia Estatal del Boletín Oficial del Estado]
 
 
Como no podía ser de otra manera, aquello se celebró con una suculenta merienda.


 
El 9 de marzo de 1933, Casimiro Calderón, secretario de la Sociedad, en representación del Comité de vocales obreros del Jurado mixto de porteros, anunciaba: 
«Ponemos en conocimiento de todos los porteros madrileños que en el pleno celebrado por el Jurado mixto el día 8 del actual, y con el fin de aclarar algunos puntos de las bases que a los señores propietarios ofrecían dudas, tomó los acuerdas siguientes: 
1. Ningún propietario podrá alegar como causa justificada de despido el que un portero no esté constantemente prestando servicio cuando éste viniera siendo desempeñado por mujer con anterioridad a las bases. Es decir, que las porterías de mujer seguirán siendo desempeñadas por mujeres, cualquiera que sea el sueldo que les corresponda con arreglo a las bases. 
2. Que no podrán los propietarios cobrar alquiler por casa a los porteros. Es decir, que seguirán disfrutándola completamente gratuita. 
3. Que los propietarios no podrán prohibir tomar propinas de los inquilinos, y que cuando se produzca despido, éstas se considerarán como parte integrante del sueldo a los efectos de la indemnización». 
Los acuerdos tomados no tardaron en crear conflictos con la Cámara de la Propiedad Urbana, que comunicaba a los propietarios y porteros su disconformidad con los acuerdos adoptados por los vocales obreros y el presidente del Jurado, mostrada con la abstención y protesta de los vocales patronos. Para la Cámara constituían modificaciones fundamentales de las bases de trabajo, y como su adopción implicaba una extralimitación de facultades cometida por el Jurado mixto, eran jurídicamente nulas y contra ellas interpondrían los recursos que las leyes autorizaban. 
Por otra parte, algunos propietarios, como el de la calle Ferraz, número 73, había agredido a su portera y tratos vejatorios hacia su portero la ex condesa de Alpuente. 
 
 
La situación en 1934 y después 
Para resumirlo, aquel año trajo una huelga general y la insurrección obrera derivada del nuevo Gobierno de la Segunda República, del que formaban parte tres miembros de la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA). La situación se tornó muy complicada y la Sociedad de porteros tuvo que cancelar la celebración de Juntas. 
 
Hubo muchas detenciones, principalmente en las Casas del Pueblo de casi todas las ciudades españolas, incluso con declaraciones de pena de muerte, condena reinstaurada por el nuevo Gobierno.
Recomendamos la lectura del artículo que Sandra Souto Kustrín (Instituto de Historia, CSIC) elaboró para Solidaridad Obrera. 
 
La clausura de la Casa del Pueblo de Madrid y la detención de su Junta administrativa por haberse hallado en su interior un alijo de armas, obligó a que las Sociedades buscaran otros espacios para sus futuras reuniones; la Sociedad de porteros lo hizo en un local de la calle Augusto Figueroa, 29. 
Desde aquel domicilio, en 1935 la nueva Junta directiva de la Sociedad ratificará su adhesión a la Unión de Trabajadores de España (U.G.T.) y a la Junta administrativa de la Casa del Pueblo. Y también desde allí solicitarán los indultos de pena de muerte para varios obreros de toda España, en nombre de los 7.119 afiliados que la integraban. 
 
Las historias son cíclicas. Con mayor o menor semejanza, las ideologías políticas defienden a unos u otros, y en aquellos años la clase obrera no era la más beneficiada. 
 
 
Los Jurados mixtos de la Segunda República que aparecen en la noticia como de “Higiene”, también lo eran de porteros (Jurado Mixto de Servicios de Higiene y de Porteros). 
Independientemente de los Tribunales de Trabajo, los Jurados mixtos buscaban la mejora de las condiciones de trabajo, del poder adquisitivo de los trabajadores y las negociaciones colectivas, entre otras cuestiones. Sus capacidades conciliadoras fueron perdiendo fuerza a partir de 1934. 
 
El ambiente conflictivo que reinaba en aquellos años de politización del trabajo queda patente en la siguiente protesta de la Sociedad de porteros publicada en 1936.


 
Desbarajuste sindical
La tarea de investigar es ardua y en ocasiones farragosa. Si a esto sumamos el periodo comprendido entre 1936 y 1939, cuando España se vio inmersa en una Guerra Incivil, la situación se complica. Se produce un desmembramiento de la información y el hilo conductor de la investigación se entremezcla en la madeja con otros hilos. Así, lo que hasta principios de 1937 continuaba siendo la Sociedad de Porteros de Madrid y sus contornos se deshilacha y aparecen otros hilos; algunos identificables con un cambio de denominación, como es el caso del Sindicato de porteros (U.G.T.), que es el mismo. 
 
Del año 1939 es este anuncio en el que aparece con su denominación original. 


Otros pueden ser identificados como una separación de afiliados que conformarán la Unión Profesional de porteros y similares, de carácter puramente profesional y apolítica, constituida en septiembre de 1935 y con domicilio social en la calle Sacramento, 5. 
 
 
Los porteros y las Administraciones de fincas durante la Guerra 
El Portal de Archivos españoles (PARES) guarda al menos 17 cartas de la Sociedad de porteros de Madrid y sus contornos relativas a diferentes personas y fechadas entre enero y marzo de 1938. Tengamos en cuenta que las brigadas milicianas contaron con los porteros como ayuda para las operaciones de represión. 
 
Cuando se crearon los Comités de vecinos, en muchas ocasiones los empleados de la finca fueron necesarios por sus conocimientos previos sobre los habitantes del edificio. 
 
En los artículos anteriores de esta serie, titulada Los porteros madrileños, hemos conocido la animadversión que muchos tenían hacia la figura de los porteros desde el siglo XIX, independientemente de que fueran serviciales, educados y responsables o unos holgazanes, unos cotillas o seres alcoholizados y despreciables. Todos a la misma bolsa; exactamente igual que ocurrió cuando a la gran mayoría se les asoció con el Terror Rojo. 
Desde aquel momento, y por muchos años, la figura castiza y sainetera de las porteras y los porteros fue demonizada con exageración hasta mucho tiempo después de finalizada la contienda. 
 
El Juzgado Especial de Porteros se encargaría de depurar responsabilidades y hacer lo propio que antes se había hecho: obtener información sobre los vecinos, pero ahora del bando contrario. 
 
¿Juzgaremos nosotros las circunstancias que los llevaron a proceder de aquella manera? Desconociendo cada caso y los motivos que les convirtieron —una vez más— en policías de uno u otro Estado, no debemos culpar ni absolver, ni tampoco trasladar la ira o la conveniencia política a estos trabajadores, tal y como lo hicieron muchos escritores. 
 
En este sentido, la literatura de posguerra dejó infinitos ejemplos que continúan siendo un estigma para los empleados de fincas urbanas del siglo XXI. Quizás ahora más, con la reciente publicación del libro titulado Vecinos de sangre. Historias de héroes, villanos y víctimas en el Madrid de la Guerra Civil. 1936-1939, de Pedro Corral, quien sigue la estela de otros autores afines a su ideología. 
 
El hispanista Marco da Costa, de la Izmir University of Economics (Turquía), en su trabajo titulado Cuando el portero de edificio no daba ni los “buenos días”: una figura deshumanizada del terror rojo [1] cita a varios autores y ofrece fragmentos literarios como los que seleccionamos: 
«… vagos, con calefacción y sin hacer más que leer el periódico, y alfombras, y a las diez, al teatro o a dormir… Propinas, trajes, cosas a granel; venga chupar de los inquilinos… Proletarios, ¿de qué? Yo sí que era un proletario: ocho horas de manivela de tranvía…» 
Borrás, T., Checas de Madrid, Madrid, Escolar y Mayo editores, 2016 [1939], p. 91.
«¡Los porteros! Otra calamidad venenosa al igual de las víboras. Por venganza o resentimiento, la denuncia era lanzada sobre el tranquilo hogar, que casi acto seguido era saqueado y llevados a la muerte sus moradores. Las denuncias se aceptaban sin pruebas de ninguna clase. Solamente bastaba hacerla. Toda clase de derechos sobre la propiedad o la misma vida habían quedado nulos. El terror imperaba por el terror». 
López de Medrano, L., 986 días en el infierno, Madrid, Imprenta y Litografía del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús, 1939, p. 84. 
¡Ni tanto ni tan calvo! podríamos exclamar. Siendo cierto en alguna medida, el texto de López de Medrano no hace otra cosa que disimular aquello que también sería un hecho y con idénticas consecuencias después de la guerra. En esto estará involucrado el Sindicato Vertical. 
 
Muchos porteros se vieron obligados a esconder su ideología política y creencias por el sólo hecho de no perder su trabajo. Claro ejemplo de ello lo vemos a continuación al hablar de los administradores de fincas. Estos sumaron a su trabajo habitual el de gestionar propiedades incautadas. 
 
La Orden ministerial del 8 de agosto de 1937 establecía la organización de las Administraciones Especiales de Fincas Urbanas y Solares Incautados, lo que comprometía a los porteros en tareas especiales además del riesgo de ser despedidos. 
 
Una modificación de esta Orden, publicada en la Gaceta de la República del 28 de febrero de 1938, daba cuenta de la difícil situación de los empleados de fincas urbanas. 
Artículo 4º - Punto 5º 
La formación de las propuestas del personal de porteros de las fincas urbanas y solares incautados, las cuales, con la conformidad de los Administradores Especiales, se remitirán a la Dirección general de Propiedades y Contribución Territorial para su resolución oportuna, proponiendo los citados Administradores las medidas transitorias que fueren necesarias para que no queden abandonados estos cargos mientras no recaiga resolución definitiva. Los porteros que existan en la actualidad serán respetados, salvo que se demuestre su deslealtad al régimen, siendo necesario, para cubrir las vacantes que se produzcan, que los aspirantes estén avalados política o sindicalmente.
Punto 6º 
Bajo su inmediata dilección se formará un fichero de porteros en el que se destinará una ficha a cada uno de ellos, expresando su nombre, apellidos, fincas, números de teléfono, cantidad o cantidades a percibir según contrato, condiciones especiales del mismo, su firma y rúbrica y, en general, todos aquellos datos que se consideren precisos, entregándose a cada portero una tarjeta de identidad con los que se consideren necesarios. 
Como contrapunto, con la entrada del Ejército en Madrid en marzo de 1939, comenzaba otra depuración. Los porteros debían rellenar un formulario juntamente con algunos inquilinos, con la finalidad de obtener información para el procesamiento de culpables. 
El llamado en un primer momento Juzgado Especial de Porteros cumplía esa función documental. 
 
El formulario tenía carácter interrogatorio para los porteros y de declaración jurada para los inquilinos. Los porteros estaban obligados a declarar por escrito ante los inquilinos, quienes podían ratificar o refutar la información dada por este. Si en 48 horas no era cumplimentado y entregado a las autoridades militares, se incurría en delito de rebelión militar, actuando la autoridad de forma inmediata. 
 
Después de facilitar sus datos personales, correspondía a los porteros responder entre nueve y doce preguntas. La primera de ellas era facilitar las señas del dueño del edificio y del administrador de la finca. La segunda, la fecha desde que ejercían de porteros. 
La tercera iba encaminada a la recopilación de información sobre los hechos delictivos ocurridos en el edificio y sus autores. 
La cuarta estaba relacionada con el comportamiento del servicio doméstico. 
A partir de la quinta pregunta comenzaba la propia confesión, indicando si había pertenecido a algún partido del Frente Popular o, como en la séptima, su participación en tribunales, comités o milicias. 
En la sexta debía detallar su comportamiento durante la contienda y en la octava citar los nombres de personas que avalaran ese comportamiento, a sabiendas de que la información sería leída por los inquilinos. 
La novena era un espacio extra para que completase la información anterior con “algo más”. 
 
El cuestionario a los inquilinos iba directamente asociado al comportamiento del portero y entre sus preguntas estaban la de informar de los actos violentos sufridos por los vecinos; aportar datos sobre sus convecinos y los ajenos a la casa; añadir todos los datos posibles que fueran de utilidad para procesamientos; facilitar los nombres de testigos y, fundamentalmente, dar o no veracidad a lo declarado por el portero, su posible participación como delator o autor material, además de su conducta social y política. Esto se hacía extensible al servicio doméstico. 
 
La cuestión es que con este tipo de informes fueron muchos los porteros represaliados, sustituidos en la mayoría de los casos por los miembros del Cuerpo de Caballeros Mutilados, encargados de una segunda depuración. 
Los porteros cuya adhesión al régimen quedaba probada era bien recibida y acogidos con entusiasmo porque se unían a los procesos depurativos. 
 
Del trabajo realizado por Daniel Oviedo Silva (University of Nottingham) y Alejandro Pérez-Olivares (Universidad Complutense de Madrid), titulado ¿Un tiempo de silencio? Porteros, inquilinos y fomento de la denuncia en el Madrid ocupado [2], hemos recogido el cuestionario que precede, correspondiente a los conservados en el Archivo Histórico Nacional. 
 
Llegados a este punto, la Sociedad de Porteros de Madrid y sus contornos, que en 1939 hubiera celebrado el décimo aniversario de su creación, se diluye en este entramado de sucesos narrados. Desconocemos cuántos de sus afiliados fueron muertos, procesados o exiliados, independientemente de su afinidad con la República o el Régimen. 
 
Finaliza la historia de esta Sociedad con una breve introducción a la situación de los empleados de fincas urbanas a partir de la década de los cuarenta y la creación del nuevo gremio que los representaba, dependiente del Sindicato Vertical. Queda así la puerta abierta para un nuevo artículo en el que conoceremos más detalles.


Gremio de Porteros de Fincas Urbanas
Para ubicarnos en el tiempo, nos remontamos al domingo 21 de enero de 1940 y la imponente nevada que cayó en Madrid. Las autoridades competentes anunciaron que los porteros que no limpiaran las aceras serían sancionados. Esto nos recuerda la labor realizada por los porteros del siglo XXI y su actuación durante el temporal Filomena. 
 
Una noticia publicada en Hoja del Lunes del 20 de mayo de 1946 daba cuenta de la constitución de la Junta directiva del Gremio sindical de porteros de vecindad madrileños, dependiente del Sindicato Provincial de Actividades Diversas. Poco después pasará a denominarse Gremio de Porteros de Fincas Urbanas


 
En 1949 eran obligados a denunciar en declaración jurada detallando los perros que existían en las fincas a su cargo, con los nombres de los dueños y piso en que habitaban. Decía la Orden municipal: «Serán responsables y sancionados caso de comprobarse posteriormente cualquier ocultación».
 


 
Las Navidades de 1950 en los salones de la Central Nacional Sindicalista (Sindicato Vertical) se verificó un reparto de 33.000 pesetas en víveres entre los 250 afiliados más necesitados del gremio de porteros. 
 
Aunque para algunos autores el patrono de los porteros es el “Santo Ángel de la Guarda”[3], aclaramos que se refieren a los porteros municipales. Los porteros de fincas celebraron el 29 de junio de 1952 en la iglesia de San Martín la festividad de San Pedro, su patrono. Al acto asistieron representantes del Sindicato de Actividades Diversas de Madrid y otras jerarquías sindicales. 
 
Los porteros, como los gremios antiguos, también tenían su Hermandad, que era la de la Inmaculada y San Pedro. Ese mismo día se reunieron en la Casa de Hermandades, que estaba en la calle Juan de Austria, número 9, para celebrar una misa de comunión seguida de un desayuno y festival artístico. 
 
En 1954 este gremio, conformado por porteros, conserjes y similares, contaba con 15.000 afiliados. 
 
Para concluir, haremos referencia a los 33.000 porteros que había en Madrid en 1955. Debemos aclarar que en otras fuentes consultadas, la cifra desciende 26.000; en todo caso, podemos ajustarnos al nada despreciable número de unos 30.000 porteros. 
Por sus sueldos, se dividía los en tres categorías: los que ganaban poco, los que ganaban menos, y los que ganaban peor… Siempre ha habido clases. 
 

 
 
La mañana del 9 de enero celebró en la Cámara Oficial de la Propiedad Urbana la entrega del “Premio Simpatía y Amabilidad del Portero”, instituido por el Sindicato Nacional de Actividades Diversas. 
El galardonado fue don Matías Tejela Fragoso, portero de la casa 60 de la calle José María López, quien recibió de manos de don Ángel Sabador, jefe del Sindicato Nacional, un diploma y 500 pesetas; cantidad nada despreciable teniendo en cuenta lo que ganaban, pero tampoco como para superar el sueldo de los porteros llamados de “primera categoría”, cuya mensualidad era de 690 pesetas. 
Los de “segunda categoría” abarcaban un gran sector y eran los que cobraban entre 250 y 300 pesetas. Aún incluyendo propinas, estos porteros se veían obligados a ayudarse con otra profesión. 
Los de “tercera categoría” representaban el 70 % de los porteros de Madrid, con un sueldo que oscilaba entre las 75 y las 125 pesetas, con 16 horas de servicio continuado y con la exigencia de presencia en la portería. 
 
Con estos datos e historias concluye el presente artículo y da paso al siguiente, en el que conoceremos la evolución del Gremio de Porteros de Fincas Urbanas. 
 
 
El autor del presente trabajo sólo ha tenido el interés de recuperar una más de las sociedades de porteros madrileños que existieron y las vicisitudes que el gremio tuvo que afrontar durante aquellos años, como lo hizo con los de siglos anteriores. Por consiguiente, no es su voluntad abrir o cerrar heridas, ni la de justificar nada de lo ocurrido y mucho menos la de mostrar tendencias ideológicas.
 
Sirvan estos artículos, desde el primero hasta el presente, como comparativa de la vida y circunstancias de los porteros de antes con la de los porteros del siglo XXI y sus reivindicaciones. 
 
Eduardo Valero García 
madridblog@gmail.com
 
 
Artículos anteriores de la Serie: Los porteros madrileños
 


 
Bibliografía y Cibergrafía
 
Fuentes consultadas y citas:

[1] DA COSTA, Marco, Cuando el portero de edificio no daba ni los “buenos días”: una figura deshumanizada del terror rojo. BROCAR, 44 (2020): 67-89. DOI: http://doi.org/10.18172/brocar.4514

[2] OVIEDO SLIVA, D. y PÉREZ-OLIVARES, A. ¿Un tiempo de silencio? Porteros, inquilinos y fomento de la denuncia en el Madrid ocupado. Ediciones Universidad de Salamanca / CC BY-NC-ND. Stud. hist. Hª cont., 34, 2016, pp. 301-331 ISSN: 0213-2087
 
[3] El Santo Ángel de la Guarda es el patrono de los porteros del Ayuntamiento de Madrid. En 1605 los porteros municipales fundaron la ermita del Santo Ángel, situada donde hoy se encuentra la Iglesia de Santa Cristina, y llevaron allí la imagen del Ángel de la Guarda que hasta 1582 había estado en la Puerta de Guadalajara.

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