Si hace unos días recuperé del pasado la historia del pintor y revolucionario orador Nicanor del Riego Pérez, también llamado «el hombre del sombrero de paja», hoy hago lo propio con otro de los pintorescos personajes que dejaron su impronta en el pueblo madrileño.
Esta nueva biografía no surge de la casualidad, sino de la curiosidad de D. José Ángel Fernández de la Calle y los recuerdos que le evocaron el artículo sobre Nicanor.
(José A. Fernández de la Calle es miembro/seguidor del grupo de facebook de las Jornadas Madrileñas de Novela Histórica.)
Fernández de la Calle aportó algunos datos sobre el carácter y figura del personaje que conoceremos a continuación, fruto de las historias populares que llegan «de boca a oído», como bien supo definir, y de las que le había contado su hermano. Incluso recordó haberle visto por Chamberí, transitando por la calle Eloy Gonzalo.
Es conocido que los borrachos, los locos y los niños siempre dicen la verdad. Quizá la historia de este pintoresco personaje ratifique ese dicho. Júzguelo el lector después de conocer su biografía.
Ignacio María de San Pedro
El montañés Ignacio María de San Pedro y Pérez Montes nació con el siglo XX en la pequeña localidad de San Mamés, perteneciente al municipio cántabro de Polaciones.
Se trataba de un personaje singular, estrafalario, excéntrico; con dotes de orador convincente, en prosa rimada, lo mismo que su escritura.
Como salido de una comedia de Lope de Vega, Ignacio lucía una tupida barba y abundante cabellera, cuya melena caía sobre sus hombros. Se cubría con capa y hasta su muerte calzó sus enormes pies con unas sandalias, tanto en verano como en invierno.
Hijo de hidalgos decía ser, y puede que así fuese, porque estudios y acomodo debió tener en su juventud. Además, según una noticia de ABC, pudo haber sido alcalde de Polaciones antes de perder la cabeza.
Definido por él mismo como «Hispano Sumo Pontífice del Naturismo Universal», según podía leerse en el sello que estampaba en sus escritos y panfletos, Ignacio era fiel al contacto con la naturaleza para el bienestar y conservación de la salud, así como para la cura de enfermedades.
«Antiguamente se comían muchas bellotas, y no había, como hoy, tantos idiotas de células rotas, que encierran sus pies en incómodas botas», decía en su desaliñada rima, convencido de la importancia de comer frutas, verduras y frutos secos, además de tener los pies en contacto con la tierra; de ahí el uso que hacía de las sandalias, aunque su cabeza anduviese por la estratosfera.
D. José Ángel Fernández de la Calle recuerda haberlo visto «en las proximidades del hospitalillo donde se dispensaban recetas homeopáticas al lado de la Glorieta de Quevedo.»
Ignacio María de San Pedro y Pérez Montes era, como he comentado, un portento en abundancia capilar, algo que quizá lo hacía más achaparrado, pues no tenía gran altura. Pero eso afectaba poco a su persona, ya que, por sus arengas, vestuario y aspavientos, no pasaba desapercibido; y mucho menos por las reivindicaciones que le merecieron el apodo de «Cristobalia».
Cristobalia
Hombre ilustrado, ingenuo y sesudo, el treintañero Ignacio -desde ahora Cristobalia-, paseó por muchas ciudades hasta dar con sus sandalias en Madrid en 1934.
A su llegada se hospedará en la calle del Pez, 20, segundo; llevando entre unos pocos enseres su objeto más preciado, un tubo que guardaba el mapa de las Américas y un huevo de madera con el que emulaba la gran pericia de Colón para mantenerlo en pie.
Porque Cristobalia era gran defensor de la memoria de Cristóbal Colón, y de hecho, el barbudo personaje había puesto en marcha una cruzada propia de quien tiene un trastorno mental, que lo tenía.
Para él representaba una tremenda injusticia haberle puesto a las antiguas Indias el nombre del cosmógrafo Amerigho Vespucci, del que decía:
Por tal motivo viajará por toda España, Cuba y África, pregonando terrible desafuero y exigiendo que el Nuevo Continente fuese rebautizado con el nombre de Cristobalia, en honor al navegante genovés.
Pero no fue tarea fácil soltar la perorata, pues en casi todas las ciudades que sus sandalias pisaban le esperaba la cárcel o el manicomio. Ya lo tenía asumido, a pesar de ser crítico con la situación, y no cejaba en su intento desplegando aquel mapa de las Américas que atesoraba y en cuyo rótulo rezaba CRISTOBALIA.
En la década del 20, después de participar en la Guerra del Rif y actuar heroicamente en Annual (poco después, El desastre de Annual), regresa a España. En Valladolid no entienden su reivindicación y le encierran en el manicomio; es allí donde Ignacio comience a hablar y escribir en rimas consonantes y asonantes.
El propio Cristobalia aseguraba haber ingresado en manicomios veintiséis veces; muchas de ellas en el Sanatorio del Doctor Esquerdo.
Después de Valladolid marchará a Barcelona, donde lo detendrán cuando daba un mitin en la playa La Deliciosa. Así lo contaba Cristobalia en una entrevista concedida a Antonio Otero Seco para Mundo Gráfico [Año XXVI (1273) Madrid, 1936]:
Y en Valencia le encarcelaron por poner junto a la Virgen del Pilar el famoso mapa desplegado.
Sin embargo, la llegada de Cristobalia a Madrid fue mejor vista. Su primer gran éxito lo tuvo en el Café Iruña de la populosa Gran Vía (Avenida de Eduardo Dato, 8).
Allí fue llevado por un grupo de isidros santanderinos para hablar de naturaleza y después, con permiso del dueño del establecimiento, a disertar sobre Cristobalia en busca de adeptos.
Quizá aquellos discursos en la emblemática arteria madrileña se asemejasen a la carta que recibió en 1936 el escritor y periodista Fernando Segura Hoyos (Nostradamus), entonces columnista del diario El Cantábrico. Acompañada de dos manifiestos, la misiva, firmada de puño y letra de Cristobalia, había sido redactada en la Casa de la Montaña, en Madrid, y decía:
Más tarde, ya finalizada la guerra incivil, varias noches entretendrá a los tertulianos del remozado Pombo. Para entonces, lamentablemente, Ramón Gómez de la Serna ya estaba en América.
Como nota anecdótica o curiosa, en 1935, cuando Ignacio Pombo Alonso-Pesquera emprende el glorioso vuelo que uniría Santander con México, nuestro personaje, compatriota y tocayo del aviador, solicitará ponga a su avioneta el nombre de Cristobalia.
Adhesiones a su cruzada
Aunque nuestra aparente cordura haga suponer que la gente se mofaba del loco montañés, Cristobalia llegó a tener muchos seguidores. Se contaban por miles los simpatizantes del loco Ignacio y su cruzada en defensa de Colón y Cristobalia. No es broma, ni invención que intente hacer del personaje una leyenda.
El periodista Antonio Otero Seco pudo comprobar que muchas personas famosas habían firmado el álbum de adhesiones de Cristobalia. Entre ellos, las rúbricas de Jacinto Benavente, el americanista Rafael Altamira, Ramón Gómez de la Serna, el actor y sacerdote José Mojica, José Gutiérrez Solana, Francisco Vighi, algunos periodistas y ministros de la época, y la actriz Greta Garbo.
Participación en la Prensa
Aquella verborrea rimada llamó la atención de Juan Aparicio López, director entre 1946 y 1951 de Pueblo, diario vespertino del Movimiento, perteneciente al Sindicato Vertical.
Durante unos meses Cristobalia escribirá una sección en verso cargada de alegres disparates y absurdeces divertidas. En apariencia extravagantes e inofensivas, causarán más de un dolor de cabeza al director, quien, como responsable de la censura, tendrá que prescindir de sus servicios. ¡Incomprendido Cristobalia!
De cuando perdió el pelo
En 1947 Cristobalia perdió su signo de identidad y, cual Sansón, sus fuerzas. Verse sin pelo le mantuvo recluido durante seis meses en la pensión que habitaba.
Todo había comenzado debido a un altercado con un policía; la situación se puso tensa y el peludo acabó en Comisaría. Allí, para calmar su ira, el comisario no tuvo mejor ocurrencia que afeitarle cara y cabeza.
Asomó a la urbe matritense su melena y barba nazarena principiando el mes de abril de 1948, retomando su cruzada por las calles, el Metro y las tabernas.
Isabelia
Para esos años el «ingeniero mecánico social», quien, además de idolatrar a la naturaleza, los vegetales y las sandalias, idolatraba también a las mujeres, recapacitó y cambió de opinión: América debía rebautizarse con el nombre de «Isabelia», en honor a Isabel la Católica.
Aquel mapa de las Américas que le acompañó en tantos viajes había sido sustituido por un grabado en el que aparecía una dama sosteniendo un globo terráqueo y la siguiente inscripción: ISABELIA. Debajo, dos círculos encerraban los retratos de la reina Isabel la Católica y Cristóbal Colón (bastante feo este último), acompañados por un escudo con castillos y leones, y las siguientes leyendas:
Este despliegue de imaginación, con razonamientos que considero más cuerdos que muchos discursos políticos de hoy, serían avalados por la institución que pretendía fundar, cuyo distinguido nombre era «Sociedad de Damas y Caballeros de Isabel de Castilla y León y de un mundo con vida más sana, santa y sencilla, basada en la lógica o razón».
Para conseguirlo, al dorso del grabado figuraban impresos los siguientes razonamientos y solicitudes:
Prófugo de la Justicia
El 11 de enero de 1951 el diario de Zamora de Falange Española de las J.O.N.S. anunciaba que el día anterior había sido detenido en Santiago de Compostela un individuo, procedente de Vigo, que decía ser Cristobalia. Añadían: «Se cubre con la clásica capa española y tiene barba negra. Su conversación es toda a base de verso libre.» Ignacio María de San Pedro y Pérez Montes era reclamado por un juzgado de Madrid.
Pero no había sido la primera vez ni la última; eso de reivindicar tantas cosas, y de tal envergadura, le complicaban la existencia.
Destino final
En un artículo para el diario ABC del 16 de agosto de 1972, el periodista Antonio Iglesias Laguna decía tener entendido que Cristobalia había muerto. No la idea, sino el popular Ignacio.
Sus últimos años de vida discurrieron entre las calles y el Manicomio de Ciempozuelos. De allí saldrá casi a diario, porque era merecedor de la calificación de «loco no peligroso».
En algún momento habrá comenzado su cruzada en los cielos, tratando de convencer al creador, y a quien se sienta a su derecha, de la importancia de decir «¡Adiós!» pero también «¡Adiosa!», porque para él las féminas siempre fueron Diosas.
Y volverá a la madre Naturaleza; y descansará bajo la tierra; y de su cuerpo se alimentarán las flores que luego adornarán las verbenas.
Esta nueva biografía no surge de la casualidad, sino de la curiosidad de D. José Ángel Fernández de la Calle y los recuerdos que le evocaron el artículo sobre Nicanor.
(José A. Fernández de la Calle es miembro/seguidor del grupo de facebook de las Jornadas Madrileñas de Novela Histórica.)
Fernández de la Calle aportó algunos datos sobre el carácter y figura del personaje que conoceremos a continuación, fruto de las historias populares que llegan «de boca a oído», como bien supo definir, y de las que le había contado su hermano. Incluso recordó haberle visto por Chamberí, transitando por la calle Eloy Gonzalo.
Es conocido que los borrachos, los locos y los niños siempre dicen la verdad. Quizá la historia de este pintoresco personaje ratifique ese dicho. Júzguelo el lector después de conocer su biografía.
Ignacio María de San Pedro
El montañés Ignacio María de San Pedro y Pérez Montes nació con el siglo XX en la pequeña localidad de San Mamés, perteneciente al municipio cántabro de Polaciones.
Se trataba de un personaje singular, estrafalario, excéntrico; con dotes de orador convincente, en prosa rimada, lo mismo que su escritura.
«Las sílabas de los renglones
no me entretengo en medir.
Sólo tengo que decir
la verdad a borbotones.»
Como salido de una comedia de Lope de Vega, Ignacio lucía una tupida barba y abundante cabellera, cuya melena caía sobre sus hombros. Se cubría con capa y hasta su muerte calzó sus enormes pies con unas sandalias, tanto en verano como en invierno.
ARCHIVO HUM Signatura: MG XXII (1126) 060815 Foto: CORTÉS © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-002 CRISTOBALIA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Hijo de hidalgos decía ser, y puede que así fuese, porque estudios y acomodo debió tener en su juventud. Además, según una noticia de ABC, pudo haber sido alcalde de Polaciones antes de perder la cabeza.
«Si antes fui rico,
ahora no lo soy;
pero no cierro el pico.
No tengo dinero
—mi tesoro es mi cabeza—;
pero tengo el talento
que me dio la madre Naturaleza.»
Definido por él mismo como «Hispano Sumo Pontífice del Naturismo Universal», según podía leerse en el sello que estampaba en sus escritos y panfletos, Ignacio era fiel al contacto con la naturaleza para el bienestar y conservación de la salud, así como para la cura de enfermedades.
«Antiguamente se comían muchas bellotas, y no había, como hoy, tantos idiotas de células rotas, que encierran sus pies en incómodas botas», decía en su desaliñada rima, convencido de la importancia de comer frutas, verduras y frutos secos, además de tener los pies en contacto con la tierra; de ahí el uso que hacía de las sandalias, aunque su cabeza anduviese por la estratosfera.
D. José Ángel Fernández de la Calle recuerda haberlo visto «en las proximidades del hospitalillo donde se dispensaban recetas homeopáticas al lado de la Glorieta de Quevedo.»
ARCHIVO HUM Signatura: ELGLB IV 2ª (865) 23278 Grabado © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-002 CRISTOBALIA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Ignacio María de San Pedro y Pérez Montes era, como he comentado, un portento en abundancia capilar, algo que quizá lo hacía más achaparrado, pues no tenía gran altura. Pero eso afectaba poco a su persona, ya que, por sus arengas, vestuario y aspavientos, no pasaba desapercibido; y mucho menos por las reivindicaciones que le merecieron el apodo de «Cristobalia».
Cristobalia
Hombre ilustrado, ingenuo y sesudo, el treintañero Ignacio -desde ahora Cristobalia-, paseó por muchas ciudades hasta dar con sus sandalias en Madrid en 1934.
A su llegada se hospedará en la calle del Pez, 20, segundo; llevando entre unos pocos enseres su objeto más preciado, un tubo que guardaba el mapa de las Américas y un huevo de madera con el que emulaba la gran pericia de Colón para mantenerlo en pie.
Porque Cristobalia era gran defensor de la memoria de Cristóbal Colón, y de hecho, el barbudo personaje había puesto en marcha una cruzada propia de quien tiene un trastorno mental, que lo tenía.
Para él representaba una tremenda injusticia haberle puesto a las antiguas Indias el nombre del cosmógrafo Amerigho Vespucci, del que decía:
«Americo Vespucio es un italiano sucio
que hay que cortarle el prepucio.»
Por tal motivo viajará por toda España, Cuba y África, pregonando terrible desafuero y exigiendo que el Nuevo Continente fuese rebautizado con el nombre de Cristobalia, en honor al navegante genovés.
«Bautizó gente extranjera
medio mundo de la esfera
con nombre que no tolera
la madre de las Españas.
República por monarquía
hemos cambiado en Ibérica.
Cristobalia, donde América
antes, recio, se imprimía.»
Pero no fue tarea fácil soltar la perorata, pues en casi todas las ciudades que sus sandalias pisaban le esperaba la cárcel o el manicomio. Ya lo tenía asumido, a pesar de ser crítico con la situación, y no cejaba en su intento desplegando aquel mapa de las Américas que atesoraba y en cuyo rótulo rezaba CRISTOBALIA.
En la década del 20, después de participar en la Guerra del Rif y actuar heroicamente en Annual (poco después, El desastre de Annual), regresa a España. En Valladolid no entienden su reivindicación y le encierran en el manicomio; es allí donde Ignacio comience a hablar y escribir en rimas consonantes y asonantes.
El propio Cristobalia aseguraba haber ingresado en manicomios veintiséis veces; muchas de ellas en el Sanatorio del Doctor Esquerdo.
Después de Valladolid marchará a Barcelona, donde lo detendrán cuando daba un mitin en la playa La Deliciosa. Así lo contaba Cristobalia en una entrevista concedida a Antonio Otero Seco para Mundo Gráfico [Año XXVI (1273) Madrid, 1936]:
«… me encaminé a la playa la Deliciosa.
Reuní una concurrencia luminosa
para hablar de una vida más hermosa.
Pero llegó la autoridad, que es poderosa,
y me colocó más de una esposa,
mientras protestaba en forma ruidosa
la multitud que había en la Deliciosa.»
Y en Valencia le encarcelaron por poner junto a la Virgen del Pilar el famoso mapa desplegado.
«Después que una multitud
de juventud
me aplaudía,
me llevó un policía
a la Comisaría,
y me preguntó el oficio que tenía.
Y, como siempre, contesté sin cobardía
la siguiente poesía:
Soy ingeniero mecánico social
y estoy cambiando
y quitando
la pieza principal
de la máquina gubernamental,
que está funcionando bastante mal.»
Sin embargo, la llegada de Cristobalia a Madrid fue mejor vista. Su primer gran éxito lo tuvo en el Café Iruña de la populosa Gran Vía (Avenida de Eduardo Dato, 8).
ARCHIVO HUM Signatura: LNCN XI (3057) 161035 Foto:Sin determinar © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-002 CRISTOBALIA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Allí fue llevado por un grupo de isidros santanderinos para hablar de naturaleza y después, con permiso del dueño del establecimiento, a disertar sobre Cristobalia en busca de adeptos.
Quizá aquellos discursos en la emblemática arteria madrileña se asemejasen a la carta que recibió en 1936 el escritor y periodista Fernando Segura Hoyos (Nostradamus), entonces columnista del diario El Cantábrico. Acompañada de dos manifiestos, la misiva, firmada de puño y letra de Cristobalia, había sido redactada en la Casa de la Montaña, en Madrid, y decía:
«El amable conserje de esta síntesis montañesa, me facilita papel y sobre para escribirle a usté esta carta. Vine de la Montaña para realizar en España una portentosa hazaña. Predicando un ideal, al que debo yo la vida, nada me importa el caudal que gasté en la capital de la Montaña querida.
Es la fe la que me anima. Es la fe en lo natural. Es la fe que llevo encima.
Y muy pronto daré cima a mi obra colosal. ¡Vuelva a la Naturaleza toda la inmensa riqueza
que destruyó la torpeza! [...] Hay que volver a los tiempos del paraíso, en los que todo el mundo comía de balde, sin pedir permiso, y no había que pagar la renta del piso.
Por la libertad de los quesos, no la de los sesos esos. Por el triunfo de la sandalia y de la Cristobalia.
Contra el qué dirán y el dirán qué, y otras cosas que leerá usté. [...] El calzado, cerrado es un necio error, porque no deja salir al exterior, por la parte inferior, el mal sudor, el mal olor y el mal calor, y retrocede a la región interior y sube a la superior, ocasionando dolor y mal humor. [...] Usad sandalias inteligentes y viviréis sanos y sonrientes. Y si algún pazguato no se conforma y le sigue buscando las uñas al gato, se puede encontrar con la horma de su cerril cerrado zapato, que tanto deforma los quesos del insensato que no sigue la norma trazada hace un rato. [...] El reuma no aparece si a mí se me obedece... Si con mis impresos consigo libertar a vuestros quesos, quedarán satisfechos mis sanos sesos [...] Soy el rey de los locos, y no quiero estar cuerdo, porque los cuerdos van detrás de las cuerdas, y tras las cuerdas, van los burros en la Tierra [...] Para publicar mis verdades completas, necesito unos cuantos miles de pesetas.
El precio es a voluntad.
Muy agradecido.» [1]
Más tarde, ya finalizada la guerra incivil, varias noches entretendrá a los tertulianos del remozado Pombo. Para entonces, lamentablemente, Ramón Gómez de la Serna ya estaba en América.
Como nota anecdótica o curiosa, en 1935, cuando Ignacio Pombo Alonso-Pesquera emprende el glorioso vuelo que uniría Santander con México, nuestro personaje, compatriota y tocayo del aviador, solicitará ponga a su avioneta el nombre de Cristobalia.
Adhesiones a su cruzada
Aunque nuestra aparente cordura haga suponer que la gente se mofaba del loco montañés, Cristobalia llegó a tener muchos seguidores. Se contaban por miles los simpatizantes del loco Ignacio y su cruzada en defensa de Colón y Cristobalia. No es broma, ni invención que intente hacer del personaje una leyenda.
El periodista Antonio Otero Seco pudo comprobar que muchas personas famosas habían firmado el álbum de adhesiones de Cristobalia. Entre ellos, las rúbricas de Jacinto Benavente, el americanista Rafael Altamira, Ramón Gómez de la Serna, el actor y sacerdote José Mojica, José Gutiérrez Solana, Francisco Vighi, algunos periodistas y ministros de la época, y la actriz Greta Garbo.
Participación en la Prensa
Aquella verborrea rimada llamó la atención de Juan Aparicio López, director entre 1946 y 1951 de Pueblo, diario vespertino del Movimiento, perteneciente al Sindicato Vertical.
Durante unos meses Cristobalia escribirá una sección en verso cargada de alegres disparates y absurdeces divertidas. En apariencia extravagantes e inofensivas, causarán más de un dolor de cabeza al director, quien, como responsable de la censura, tendrá que prescindir de sus servicios. ¡Incomprendido Cristobalia!
De cuando perdió el pelo
En 1947 Cristobalia perdió su signo de identidad y, cual Sansón, sus fuerzas. Verse sin pelo le mantuvo recluido durante seis meses en la pensión que habitaba.
Todo había comenzado debido a un altercado con un policía; la situación se puso tensa y el peludo acabó en Comisaría. Allí, para calmar su ira, el comisario no tuvo mejor ocurrencia que afeitarle cara y cabeza.
Asomó a la urbe matritense su melena y barba nazarena principiando el mes de abril de 1948, retomando su cruzada por las calles, el Metro y las tabernas.
Isabelia
Para esos años el «ingeniero mecánico social», quien, además de idolatrar a la naturaleza, los vegetales y las sandalias, idolatraba también a las mujeres, recapacitó y cambió de opinión: América debía rebautizarse con el nombre de «Isabelia», en honor a Isabel la Católica.
Aquel mapa de las Américas que le acompañó en tantos viajes había sido sustituido por un grabado en el que aparecía una dama sosteniendo un globo terráqueo y la siguiente inscripción: ISABELIA. Debajo, dos círculos encerraban los retratos de la reina Isabel la Católica y Cristóbal Colón (bastante feo este último), acompañados por un escudo con castillos y leones, y las siguientes leyendas:
«Colombia honra a Colón e Isabelia a Isabel, pues en la nación era más grande que él.»
«Isabel primera tenia y tiene más alto mérito que Colón y América.»
«Y además, tenemos el justo y gran precedente de filipinas de Felipe. Marianas de Mariana.»
«Y si queréis más datos, id al mapa a buscarlos y hallaréis Carolinas de Carlos.»
«Por Castilla y por León Isabelia halló Colón.»
Este despliegue de imaginación, con razonamientos que considero más cuerdos que muchos discursos políticos de hoy, serían avalados por la institución que pretendía fundar, cuyo distinguido nombre era «Sociedad de Damas y Caballeros de Isabel de Castilla y León y de un mundo con vida más sana, santa y sencilla, basada en la lógica o razón».
Para conseguirlo, al dorso del grabado figuraban impresos los siguientes razonamientos y solicitudes:
«El prosista-poeta solicita el apoyo popular y oficial de todo el planeta, para honrar la memoria inmortal de Reina tan genial y fundar en Madrid el Supergobierno mundial. En Madrid o en París o en cualquier otro país de sana sustancia gris.»Para este desequilibrado hombre que honraba a la reina Isabel con tamaña idea; veneraba a la mujer; a la madre naturaleza; a las frutas, y a la sandalia, agradaba que los periodistas sumasen a su defensa de «la Cristobalia» los títulos de «la Mujeralia», «la Frutalia» y «la Sandalia» a nuevas reivindicaciones.
«Lo mismo que Colón enseñó el camino y halló un Mundo Nuevo y puso un huevo de pie... yo, con la ayuda de Dios y las Damas y Caballeros de buena voluntad y férrea fe, un Supergobierno formaremos.»
Prófugo de la Justicia
El 11 de enero de 1951 el diario de Zamora de Falange Española de las J.O.N.S. anunciaba que el día anterior había sido detenido en Santiago de Compostela un individuo, procedente de Vigo, que decía ser Cristobalia. Añadían: «Se cubre con la clásica capa española y tiene barba negra. Su conversación es toda a base de verso libre.» Ignacio María de San Pedro y Pérez Montes era reclamado por un juzgado de Madrid.
Pero no había sido la primera vez ni la última; eso de reivindicar tantas cosas, y de tal envergadura, le complicaban la existencia.
Destino final
En un artículo para el diario ABC del 16 de agosto de 1972, el periodista Antonio Iglesias Laguna decía tener entendido que Cristobalia había muerto. No la idea, sino el popular Ignacio.
Sus últimos años de vida discurrieron entre las calles y el Manicomio de Ciempozuelos. De allí saldrá casi a diario, porque era merecedor de la calificación de «loco no peligroso».
ARCAM Signatura: 0423-R Foto:J. LACOSTE © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-002 CRISTOBALIA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
En algún momento habrá comenzado su cruzada en los cielos, tratando de convencer al creador, y a quien se sienta a su derecha, de la importancia de decir «¡Adiós!» pero también «¡Adiosa!», porque para él las féminas siempre fueron Diosas.
Y volverá a la madre Naturaleza; y descansará bajo la tierra; y de su cuerpo se alimentarán las flores que luego adornarán las verbenas.
Este fue mi recuerdo y homenaje a Cristobalia,
un loco cuerdo, o a la inversa.
Eduardo Valero García
Eduardo Valero García
Bibliografía | ||||||
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor. [1] Segura Hoyos, Fernando (Nostradamos), 1936. Las mil y una tardes-Predica el gran don Ignacio ¡la libertad de los quesos!. El Cántabro. Santander, Año XLII (14380) En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2018) "Ignacio María de San Pedro, más conocido como Cristobalia", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 [VER: "Uso del Contenido"] • Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación. • En todas las citas se ha conservado la ortografía original. • De las imágenes:Muchas de las fotografías y otras imágenes contenidas en los artículos son de dominio público y correspondientes a los archivos de la Biblioteca Nacional de España, Ministerio de Cultura, Archivos municipales y otras bibliotecas y archivos extranjeros. En varios casos corresponden a los archivos personales del autor-editor de Historia urbana de Madrid. La inclusión de la leyenda "Archivo HUM", y otros datos, identifican las imágenes como fruto de las investigaciones y recopilaciones realizadas para los contenidos de Historia urbana de Madrid, salvaguardando así ese trabajo y su difusión en la red. Ha sido necesario incorporar estos datos para evitar el abuso de copia de contenido sin citar las fuentes de origen de consulta. |
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