martes, 17 de abril de 2018

Ignacio María de San Pedro, más conocido como Cristobalia

Si hace unos días recuperé del pasado la historia del pintor y revolucionario orador Nicanor del Riego Pérez, también llamado «el hombre del sombrero de paja», hoy hago lo propio con otro de los pintorescos personajes que dejaron su impronta en el pueblo madrileño.

Esta nueva biografía no surge de la casualidad, sino de la curiosidad de D. José Ángel Fernández de la Calle y los recuerdos que le evocaron el artículo sobre Nicanor.
(José A. Fernández de la Calle es miembro/seguidor del grupo de facebook de las Jornadas Madrileñas de Novela Histórica.)

Fernández de la Calle aportó algunos datos sobre el carácter y figura del personaje que conoceremos a continuación, fruto de las historias populares que llegan «de boca a oído», como bien supo definir, y de las que le había contado su hermano. Incluso recordó haberle visto por Chamberí, transitando por la calle Eloy Gonzalo.

Es conocido que los borrachos, los locos y los niños siempre dicen la verdad. Quizá la historia de este pintoresco personaje ratifique ese dicho. Júzguelo el lector después de conocer su biografía.


Ignacio María de San Pedro
El montañés Ignacio María de San Pedro y Pérez Montes nació con el siglo XX en la pequeña localidad de San Mamés, perteneciente al municipio cántabro de Polaciones.
Se trataba de un personaje singular, estrafalario, excéntrico; con dotes de orador convincente, en prosa rimada, lo mismo que su escritura.

«Las sílabas de los renglones
no me entretengo en medir.
Sólo tengo que decir
la verdad a borbotones.»

Como salido de una comedia de Lope de Vega, Ignacio lucía una tupida barba y abundante cabellera, cuya melena caía sobre sus hombros. Se cubría con capa y hasta su muerte calzó sus enormes pies con unas sandalias, tanto en verano como en invierno.


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Signatura: MG XXII (1126) 060815
Foto: CORTÉS
© 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-002 CRISTOBALIA
© 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325

Hijo de hidalgos decía ser, y puede que así fuese, porque estudios y acomodo debió tener en su juventud. Además, según una noticia de ABC, pudo haber sido alcalde de Polaciones antes de perder la cabeza.

«Si antes fui rico,
ahora no lo soy;
pero no cierro el pico.
No tengo dinero
—mi tesoro es mi cabeza—;
pero tengo el talento
que me dio la madre Naturaleza.»

Definido por él mismo como «Hispano Sumo Pontífice del Naturismo Universal», según podía leerse en el sello que estampaba en sus escritos y panfletos, Ignacio era fiel al contacto con la naturaleza para el bienestar y conservación de la salud, así como para la cura de enfermedades.

«Antiguamente se comían muchas bellotas, y no había, como hoy, tantos idiotas de células rotas, que encierran sus pies en incómodas botas», decía en su desaliñada rima, convencido de la importancia de comer frutas, verduras y frutos secos, además de tener los pies en contacto con la tierra; de ahí el uso que hacía de las sandalias, aunque su cabeza anduviese por la estratosfera.

D. José Ángel Fernández de la Calle recuerda haberlo visto «en las proximidades del hospitalillo donde se dispensaban recetas homeopáticas al lado de la Glorieta de Quevedo.»

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Signatura: ELGLB IV 2ª (865) 23278
Grabado
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Ignacio María de San Pedro y Pérez Montes era, como he comentado, un portento en abundancia capilar, algo que quizá lo hacía más achaparrado, pues no tenía gran altura. Pero eso afectaba poco a su persona, ya que, por sus arengas, vestuario y aspavientos, no pasaba desapercibido; y mucho menos por las reivindicaciones que le merecieron el apodo de «Cristobalia».


Cristobalia
Hombre ilustrado, ingenuo y sesudo, el treintañero Ignacio -desde ahora Cristobalia-, paseó por muchas ciudades hasta dar con sus sandalias en Madrid en 1934.

A su llegada se hospedará en la calle del Pez, 20, segundo; llevando entre unos pocos enseres su objeto más preciado, un tubo que guardaba el mapa de las Américas y un huevo de madera con el que emulaba la gran pericia de Colón para mantenerlo en pie.
Porque Cristobalia era gran defensor de la memoria de Cristóbal Colón, y de hecho, el barbudo personaje había puesto en marcha una cruzada propia de quien tiene un trastorno mental, que lo tenía.

Para él representaba una tremenda injusticia haberle puesto a las antiguas Indias el nombre del cosmógrafo Amerigho Vespucci, del que decía:
«Americo Vespucio es un italiano sucio
que hay que cortarle el prepucio

Por tal motivo viajará por toda España, Cuba y África, pregonando terrible desafuero y exigiendo que el Nuevo Continente fuese rebautizado con el nombre de Cristobalia, en honor al navegante genovés.

«Bautizó gente extranjera
medio mundo de la esfera
con nombre que no tolera
la madre de las Españas.
República por monarquía
hemos cambiado en Ibérica.
Cristobalia, donde América
antes, recio, se imprimía.»

Pero no fue tarea fácil soltar la perorata, pues en casi todas las ciudades que sus sandalias pisaban le esperaba la cárcel o el manicomio. Ya lo tenía asumido, a pesar de ser crítico con la situación, y no cejaba en su intento desplegando aquel mapa de las Américas que atesoraba y en cuyo rótulo rezaba CRISTOBALIA.

En la década del 20, después de participar en la Guerra del Rif y actuar heroicamente en Annual (poco después, El desastre de Annual), regresa a España. En Valladolid no entienden su reivindicación y le encierran en el manicomio; es allí donde Ignacio comience a hablar y escribir en rimas consonantes y asonantes.

El propio Cristobalia aseguraba haber ingresado en manicomios veintiséis veces; muchas de ellas en el Sanatorio del Doctor Esquerdo.

Después de Valladolid marchará a Barcelona, donde lo detendrán cuando daba un mitin en la playa La Deliciosa. Así lo contaba Cristobalia en una entrevista concedida a Antonio Otero Seco para Mundo Gráfico [Año XXVI (1273) Madrid, 1936]:

«… me encaminé a la playa la Deliciosa.
Reuní una concurrencia luminosa
para hablar de una vida más hermosa.
Pero llegó la autoridad, que es poderosa,
y me colocó más de una esposa,
mientras protestaba en forma ruidosa
la multitud que había en la Deliciosa.»

Y en Valencia le encarcelaron por poner junto a la Virgen del Pilar el famoso mapa desplegado.

«Después que una multitud
de juventud
me aplaudía,
me llevó un policía
a la Comisaría,
y me preguntó el oficio que tenía.
Y, como siempre, contesté sin cobardía
la siguiente poesía:
Soy ingeniero mecánico social
y estoy cambiando
y quitando
la pieza principal
de la máquina gubernamental,
que está funcionando bastante mal

Sin embargo, la llegada de Cristobalia a Madrid fue mejor vista. Su primer gran éxito lo tuvo en el Café Iruña de la populosa Gran Vía (Avenida de Eduardo Dato, 8).

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Signatura: LNCN XI (3057) 161035
Foto:Sin determinar
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Allí fue llevado por un grupo de isidros santanderinos para hablar de naturaleza y después, con permiso del dueño del establecimiento, a disertar sobre Cristobalia en busca de adeptos.

Quizá aquellos discursos en la emblemática arteria madrileña se asemejasen a la carta que recibió en 1936 el escritor y periodista Fernando Segura Hoyos (Nostradamus), entonces columnista del diario El Cantábrico. Acompañada de dos manifiestos, la misiva, firmada de puño y letra de Cristobalia, había sido redactada en la Casa de la Montaña, en Madrid, y decía:
«El amable conserje de esta síntesis montañesa, me facilita papel y sobre para escribirle a usté esta carta. Vine de la Montaña para realizar en España una portentosa hazaña. Predicando un ideal, al que debo yo la vida, nada me importa el caudal que gasté en la capital de la Montaña querida.
Es la fe la que me anima. Es la fe en lo natural. Es la fe que llevo encima.
Y muy pronto daré cima a mi obra colosal. ¡Vuelva a la Naturaleza toda la inmensa riqueza
que destruyó la torpeza! [...] Hay que volver a los tiempos del paraíso, en los que todo el mundo comía de balde, sin pedir permiso, y no había que pagar la renta del piso.
Por la libertad de los quesos, no la de los sesos esos. Por el triunfo de la sandalia y de la Cristobalia.
Contra el qué dirán y el dirán qué, y otras cosas que leerá usté. [...] El calzado, cerrado es un necio error, porque no deja salir al exterior, por la parte inferior, el mal sudor, el mal olor y el mal calor, y retrocede a la región interior y sube a la superior, ocasionando dolor y mal humor. [...] Usad sandalias inteligentes y viviréis sanos y sonrientes. Y si algún pazguato no se conforma y le sigue buscando las uñas al gato, se puede encontrar con la horma de su cerril cerrado zapato, que tanto deforma los quesos del insensato que no sigue la norma trazada hace un rato. [...] El reuma no aparece si a mí se me obedece... Si con mis impresos consigo libertar a vuestros quesos, quedarán satisfechos mis sanos sesos [...] Soy el rey de los locos, y no quiero estar cuerdo, porque los cuerdos van detrás de las cuerdas, y tras las cuerdas, van los burros en la Tierra [...] Para publicar mis verdades completas, necesito unos cuantos miles de pesetas.
El precio es a voluntad.
Muy agradecido.» [1]

Más tarde, ya finalizada la guerra incivil, varias noches entretendrá a los tertulianos del remozado Pombo. Para entonces, lamentablemente, Ramón Gómez de la Serna ya estaba en América.

Como nota anecdótica o curiosa, en 1935, cuando Ignacio Pombo Alonso-Pesquera emprende el glorioso vuelo que uniría Santander con México, nuestro personaje, compatriota y tocayo del aviador, solicitará ponga a su avioneta el nombre de Cristobalia.


Adhesiones a su cruzada
Aunque nuestra aparente cordura haga suponer que la gente se mofaba del loco montañés, Cristobalia llegó a tener muchos seguidores. Se contaban por miles los simpatizantes del loco Ignacio y su cruzada en defensa de Colón y Cristobalia. No es broma, ni invención que intente hacer del personaje una leyenda.

El periodista Antonio Otero Seco pudo comprobar que muchas personas famosas habían firmado el álbum de adhesiones de Cristobalia. Entre ellos, las rúbricas de Jacinto Benavente, el americanista Rafael Altamira, Ramón Gómez de la Serna, el actor y sacerdote José Mojica, José Gutiérrez Solana, Francisco Vighi, algunos periodistas y ministros de la época, y la actriz Greta Garbo.


Participación en la Prensa
Aquella verborrea rimada llamó la atención de Juan Aparicio López, director entre 1946 y 1951 de Pueblo, diario vespertino del Movimiento, perteneciente al Sindicato Vertical.

Durante unos meses Cristobalia escribirá una sección en verso cargada de alegres disparates y absurdeces divertidas. En apariencia extravagantes e inofensivas, causarán más de un dolor de cabeza al director, quien, como responsable de la censura, tendrá que prescindir de sus servicios. ¡Incomprendido Cristobalia!


De cuando perdió el pelo
En 1947 Cristobalia perdió su signo de identidad y, cual Sansón, sus fuerzas. Verse sin pelo le mantuvo recluido durante seis meses en la pensión que habitaba.

Todo había comenzado debido a un altercado con un policía; la situación se puso tensa y el peludo acabó en Comisaría. Allí, para calmar su ira, el comisario no tuvo mejor ocurrencia que afeitarle cara y cabeza.

Asomó a la urbe matritense su melena y barba nazarena principiando el mes de abril de 1948, retomando su cruzada por las calles, el Metro y las tabernas.


Isabelia
Para esos años el «ingeniero mecánico social», quien, además de idolatrar a la naturaleza, los vegetales y las sandalias, idolatraba también a las mujeres, recapacitó y cambió de opinión: América debía rebautizarse con el nombre de «Isabelia», en honor a Isabel la Católica.

Aquel mapa de las Américas que le acompañó en tantos viajes había sido sustituido por un grabado en el que aparecía una dama sosteniendo un globo terráqueo y la siguiente inscripción: ISABELIA. Debajo, dos círculos encerraban los retratos de la reina Isabel la Católica y Cristóbal Colón (bastante feo este último), acompañados por un escudo con castillos y leones, y las siguientes leyendas:

«Colombia honra a Colón e Isabelia a Isabel, pues en la nación era más grande que él.»
«Isabel primera tenia y tiene más alto mérito que Colón y América.»
«Y además, tenemos el justo y gran precedente de filipinas de Felipe. Marianas de Mariana
«Y si queréis más datos, id al mapa a buscarlos y hallaréis Carolinas de Carlos
«Por Castilla y por León Isabelia halló Colón.» 

Este despliegue de imaginación, con razonamientos que considero más cuerdos que muchos discursos políticos de hoy, serían avalados por la institución que pretendía fundar, cuyo distinguido nombre era «Sociedad de Damas y Caballeros de Isabel de Castilla y León y de un mundo con vida más sana, santa y sencilla, basada en la lógica o razón».

Para conseguirlo, al dorso del grabado figuraban impresos los siguientes razonamientos y solicitudes:
«El prosista-poeta solicita el apoyo popular y oficial de todo el planeta, para honrar la memoria inmortal de Reina tan genial y fundar en Madrid el Supergobierno mundial. En Madrid o en París o en cualquier otro país de sana sustancia gris.»
«Lo mismo que Colón enseñó el camino y halló un Mundo Nuevo y puso un huevo de pie... yo, con la ayuda de Dios y las Damas y Caballeros de buena voluntad y férrea fe, un Supergobierno formaremos.»
Para este desequilibrado hombre que honraba a la reina Isabel con tamaña idea; veneraba a la mujer; a la madre naturaleza; a las frutas, y a la sandalia, agradaba que los periodistas sumasen a su defensa de «la Cristobalia» los títulos de «la Mujeralia», «la Frutalia» y «la Sandalia» a nuevas reivindicaciones.


Prófugo de la Justicia
El 11 de enero de 1951 el diario de Zamora de Falange Española de las J.O.N.S. anunciaba que el día anterior había sido detenido en Santiago de Compostela un individuo, procedente de Vigo, que decía ser Cristobalia. Añadían: «Se cubre con la clásica capa española y tiene barba negra. Su conversación es toda a base de verso libre.» Ignacio María de San Pedro y Pérez Montes era reclamado por un juzgado de Madrid.

Pero no había sido la primera vez ni la última; eso de reivindicar tantas cosas, y de tal envergadura, le complicaban la existencia.


Destino final
En un artículo para el diario ABC del 16 de agosto de 1972, el periodista Antonio Iglesias Laguna decía tener entendido que Cristobalia había muerto. No la idea, sino el popular Ignacio.

Sus últimos años de vida discurrieron entre las calles y el Manicomio de Ciempozuelos. De allí saldrá casi a diario, porque era merecedor de la calificación de «loco no peligroso».

ARCAM
Signatura: 0423-R
Foto:J. LACOSTE
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En algún momento habrá comenzado su cruzada en los cielos, tratando de convencer al creador, y a quien se sienta a su derecha, de la importancia de decir «¡Adiós!» pero también «¡Adiosa!», porque para él las féminas siempre fueron Diosas.

Y volverá a la madre Naturaleza; y descansará bajo la tierra; y de su cuerpo se alimentarán las flores que luego adornarán las verbenas.


Este fue mi recuerdo y homenaje a Cristobalia,
un loco cuerdo, o a la inversa.

Eduardo Valero García









Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

[1] Segura Hoyos, Fernando (Nostradamos), 1936. Las mil y una tardes-Predica el gran don Ignacio ¡la libertad de los quesos!. El Cántabro. Santander, Año XLII (14380) 

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2018) "Ignacio María de San Pedro, más conocido como Cristobalia", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325

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domingo, 8 de abril de 2018

Nicanor del Riego Pérez, el hombre del sombrero de paja

En 2008 descubrí a Nicanor del Riego Pérez, personaje que forma parte de aquella jungla de desventurados que en las calles madrileñas parecían pintorescos. Su historia quedó guardada en un cajón y, hoy, después de 10 años, ve la luz para conocimiento de los madrileños y entusiastas de las historias de nuestra ciudad.
Por estas páginas pasaron otros personajes de la golfería matritense; variopintos seres que transformaban su infortunio en animación callejera, vitoreados por la baja estofa, glorificados por la hipocresía, y muy conocidos hasta en las altas esferas. Dos de ellos eran Garibaldi y Cienhigos, a quienes podéis conocer pinchando sobre sus nombres.


Nicanor del Riego Pérez
Nicanor del Riego Pérez había nacido en Cuba (Matanzas) en 1874. Se diferenciaba de los dos citados por no ser vulgar, pero sí desequilibrado mental, posiblemente esquizofrénico.

Era pintor, y no de los peores, además de gran orador, lo que hace suponer su pertenencia a una familia medianamente acomodada que le proporcionó estudios y el ingreso en la Escuela especial de Pintura, Escultura y Grabado.

Quizá su enfermedad, alimentada siempre por la persecución de los gobernantes, de quienes él mismo decía que «intentaban destruirle», comience a desarrollarse, o se agudice, en la primera década del siglo XX.

En 1915 vivía en una casa de huéspedes de la calle San Lorenzo, 6, y su atelier de artista estaba en el Museo del Prado, donde hacía de copista, y entre la naturaleza; porque él pintaba al aire libre, principalmente en El Retiro.

Tendrá otros domicilios a lo largo de su vida. Por si el caminante desea recorrer las rutas de Nicanor, aquí van algunas direcciones: Plaza de Chamberí, 4; Calle del Reloj, 9; Santa Brígida, 23; Montserrat, 4; Plaza de los Mostenses s/n.

En la siguiente fotografía, tomada por Salazar o Campúa para el reportaje gráfico El caballero del sombrero de paja, de la sección Vidas pintorescas de Nuevo Mundo [XXII (1126)], podemos ver al artista pintando en El Retiro.


ARCHIVO HUM
Nuevo Mundo XXII (1126) 060815
Foto: SALAZAR/CAMPÚA
© 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA
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Los curiosos se apiñaban en rededor del pintor; también un par de guardias, por si las moscas. Entre la asistencia, dos individuos con sombrero de paja.


El hombre del sombrero de paja
Hacia 1903 comprará el sombrero de paja que con el tiempo le hará poseedor del título de «caballero u hombre del sombrero de paja», apodo por el que será conocido hasta su muerte, fecha difícil de precisar pues la pista sobre su vida se pierde en 1936, cuando ya era un sesentón.

Este accesorio del vestir masculino -muy de moda cuando lo adquiere-, le acompañará más de 15 años y en todas las estaciones; porque, siendo de uso en verano, él lo utilizará los 365 días del año. Así, en el mundo diplomático se le conocerá como «el embajador del verano».

En 1915 el sombrero de Nicanor ya era un símbolo de libertad y de protesta social contra todos los gobernantes. Su aspecto, deplorable; había perdido su lustre y una pátina ocre le cubría, acompañada de remiendos de paja, madera y chapa; prótesis desordenadas que ayudaban a mantener su forma. Además, hacía las veces de tablón de anuncios de sus desgracias, como también veremos más adelante.

José María Carretero (El caballero audaz), describía en la sección Vidas pintorescas de Nuevo Mundo, cómo era el aspecto del extraño personaje. Había topado con él en la terraza del Café de Fornos:
«Su figura seca y casi trágica pasea constantemente por los sitios más céntricos de Madrid. Su rostro color ocre, sus cabellos erizados, su boca flácida, contraída siempre por una mueca de desdén despierta interés.
Sus ojos pequeños y obscuros imponen un poco; no se sabe si por la demasiada quietud o por la excesiva expresión... Viste un traje gris, menos terroso que su macilenta piel... Camina siempre con altivez de príncipe y lentitud de errante...»

El apogeo de su enfermedad llega en 1915, cuando dos de los tres cuadros que presenta para la Exposición Nacional de Bellas Artes son rechazados. Sintiéndose el ombligo del mundo, acusa a las altas esferas de complotar contra su arte y a otros artistas de la época por «envidiar» su obra.
Más adelante volveremos a este episodio que fue noticia en la prensa madrileña.


Riego, la excusa perfecta para divertirse
Ser poseedor de tal apellido suponía la excusa perfecta para los que abusaban de la ingenuidad y arenga de Nicanor del Riego Pérez. Entre ellos los golfos de postín, los de baja estofa y los estudiantes, quienes pasaban un buen rato a costa del interfecto. En ocasiones era seguido por un numeroso y selecto grupo de idiotas que le acompañaban entonando el himno de Riego.

Y por esos discursos, siempre anárquicos y peligrosos para los estamentos, el pobre Riego acababa en el calabozo; a veces acompañado por alguno de sus seguidores.

De estos episodios puedo citar varios y de diferentes años, porque este personaje se sentía en constante persecución y lo hacía saber en sus arengas. El problema surgía cuando se le calentaba mucho el pico y los discursos tomaban un cariz casi subversivo.

De hecho, en 1919, cuando soltaba soflamas frente a un nutrido público en la calle de Alcalá, frente a las Calatravas, los guardias de Seguridad tuvieron que detenerle y encarcelarle. Su discurso había superado la incongruencia para tornarse revolucionario, a tal punto que se le oyó gritar «¡Viva la República!».

Según la prensa madrileña, por aquella arenga sus seguidores le proclamaron «el primer bolcheviki del reino», y la Justicia le sentó en el banquillo acusado de pretender cambiar la forma de gobierno. Como era de suponer, y debido a su estado mental, fue absuelto.

Pero no había sido la única vez que los huesos de Nicanor acabaran en el calabozo; tampoco el discurso más destacado, pues hubo muchos y de mayor o menor intensidad.

En 1916 se había hecho frecuente su presencia en los conciertos que la Banda municipal daba los domingos en El Retiro. Acompañado por un grupo de «pollos bien» que montaban gran jarana a su paso, interrumpieron el concierto y le subieron al escenario. Entonces Nicanor volvió a escupir sus desgracias y locas argumentaciones; también insultos hacia el público que protestaba.

Otra vez los guardias y la detención. Otra vez el variopinto y contundente número de seguidores apostado frente a la Comisaría pidiendo su liberación y la policía disolviendo la manifestación.
Sobre este suceso había dicho el Diario La Acción del lunes 16 de octubre de 1916 [Año I (232)]:
«Es de suponer que las autoridades adoptarán las oportunas medidas para que este espectáculo no vuelva a repetirse y para que esos seudoseñoritos se diviertan donde a nadie molesten y sin aprovecharse de la desgracia de un perturbado.»
Medidas se tomaron, sí, pero en algunos teatros, por ser el individuo de sombrero de paja gran aficionado a los estrenos. Las Compañías, temerosas de que les reventase las funciones con sus arrebatadores discursos, ponían coto a la situación. Como contrapunto, para algunas representaciones del Price se le invitaba. En los entreactos el locuaz orador Nicanor animaba al público.

También algún torero había pedido vetar su presencia en los cosos, en especial cuando se celebraban las corridas de San Isidro.


El catalanismo de hace cien años
Resulta curioso -y en nuestras efemérides siempre lo he recordado-, que muchos acontecimientos de la historia son cíclicos, casi idénticos, aun cambiando los tiempos y las circunstancias.

El 9 de diciembre de 1918, una gran manifestación, promovida por el Círculo de la Unión Mercantil, abarrotaba las inmediaciones de Atocha hasta la Plaza de Cánovas por el Paseo de Recoletos (fuente de Neptuno). La finalidad de esta era la de atosigar al Gobierno para poner solución al problema de la autonomía catalana.

ARCHIVO HUM
La Acción III (1012) 091218
© 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA
© 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325

La gente, en su mayoría pueblo llano, comenzaron a poblar aquel espacio a las nueve y media de la mañana. Una hora más tarde se ponía en marcha con cierto descontrol, porque la presidencia de la manifestación había quedado en el medio debido a la gran aglomeración formada en el Salón del Prado.

A las 11 de la mañana llegaban a la plaza de Castelar (fuente de Cibeles) donde se sumó más gente y se hicieron atronadores los vivas a España y algún que otro «¡Abajo los catalanes!».

Entre todo el amasijo de manifestantes se abrió una columna de estudiantes de Medicina que gritaban y vitoreaban a quien llevaban en hombros, nada menos que a Nicanor y su sombrero.

El comisario general, Sr. De Juana, con centro de mando apostado en la esquina del Botánico, recibía los partes de sus subordinados sobre el desenvolvimiento de la marcha. Al enterarse de la presencia de esa horda de insensatos, tuvo que dar orden de disolverla por si al pintor se le ocurría dar un discurso entre tantísima gente. El ambiente no estaba para andar alborotando.


La Exposición de Bellas Artes de 1915
Me centro en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1915 por ser en la que Nicanor tuvo quizá su más elevado episodio de protagonismo.

BNE-BDH
Signatura: BA/37617/12
Foto: SALAZAR/CAMPÚA
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Si bien protestó contra varias ediciones, tanto si le aceptaban alguna obra como si se la rechazaban, en esta reclamó al Estado que se le pagase parte de las 50.000 pesetas que se habían obtenido de beneficio.

Según el hombre del sombrero de paja, el cuadro que aceptaron (de los tres que había presentado) representaba un incremento de visitas superior a ediciones anteriores. ¡Y ello era debido al nombre y gran fama de su autor, Nicanor del Riego Pérez!

Su obra, titulada «Haciendo y consumiendo», figuraba en el catálogo de la exposición con el número 535, como vemos en la siguiente imagen.



Al menos allí se registraba su apellido, porque el cuadro identificaba al autor con una singular firma, más bien inscripción, acompañada del logotipo que le había hecho tan popular: un sombrero de paja.




Por todo Madrid iba pregonando su exigencia al Gobierno y repartiendo panfletos, mientras esgrimía su destartalado sombrero cual reclamo publicitario.

BNE-HD
Nuevo Mundo XXIII (1174) 070716
Foto: SALAZAR
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La fotografía, de Campúa, muestra en detalle la inscripción, bien caligrafiada y con un error ortográfico salvado “honrosamente”.


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Nuevo Mundo XXII (1126) 060815
Foto: CAMPÚA
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A tenor de los comentarios vertidos por José Francés en su artículo De Bellas Artes. La Exposición nacional. Primera visita, publicado en la revista Mundo Gráfico [Año V (185) Madrid, 12 de mayo de 1915], los discursos alocados de Riego escondían entrelíneas algunas verdades, ya que en esos concursos siempre había puntos oscuros.
«Abundan, naturalmente, los campesinos castellanos de uno y otro sexo, las lozas talaveranas, las mantillas blancas y negras, los toreros, gitanas y lejanías tizianescas. ¡Ah! y las bandejas con calderilla y alguna que otra peseta.
Por no faltar nada, hay incluso un cuadro del “Sombrero de paja”, que es casi tan filosófico como otro de D. Alonso Pérez titulado Desilusión.
¿Y dicen que han rechazado más de 200 cuadros? No me lo explico.
Probablemente tampoco me explicaré lo de las primeras medallas, sobre todo si se otorgan a dos señores cuyos nombres suenan bastante desde la elección del Jurado.»
Esto me recuerda las irregularidades que hubo en el concurso para la elección del escultor que realizaría el frontón de la Biblioteca Nacional.

Dicho esto, no puedo reivindicar el triunfo de Nicanor del Riego Pérez en la exposición de 1915, pues su cuadro, sin ser feo, no merece considerarse obra de arte espectacular.
Pero Nicanor lo paseó por El Retiro y calles de Madrid el día de la clausura de la exposición. Era el cuerpo del delito gubernamental contra su arte y su persona.


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Foto: SALAZAR
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Hete aquí «Haciendo y consumiendo», la obra en cuestión a la que Nicanor agregará después dos carteles de protesta en las esquinas del margen superior. En cada uno de ellos podía leerse:
«Este cuadro que mediante la popularidad del gran artista a hecho que sea un exito la ultima exposicion a hecho ingresar en la taquilla unas 50.000 ptas. tres veces mas que en las anteriores.»
«El Ministro me niega un premio con parte de esa cantidad que el pueblo a puesto de mi lado.
Lo que se a hecho en 16 años para hundirme es horrible.....»

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Tiempos de esplendor
Su primera participación en la Exposición General de Bellas Artes había sido en 1899, con la aceptación de una obra para la sección de pintura. Su título «Cabeza de estudio» (0,38 x 0,30 m).

En 1901 participará con las siguientes obras:

878 - Cabeza de niña (0,56 x 0,45 m)
879 - La Virgen del Puerto (0,50 x 0,30 m)
880 - Paisaje en dos apuntes (0,35 x 0,23 m)

En la exposición de 1906, cuando el pintor quizá no había desarrollado su enfermedad al completo, se aceptaron nada menos que siete de sus obras, participando todas ellas en la sección de pintura. Se trataba de los siguientes títulos, a los que acompaña su numeración en catálogo y las dimensiones:

995 - Paseo de pinos (0,80, X 0,58 m)
996 - ¡Míralo! (0,60 X 0,40 m)
997 - Fuente (0,60 X 0,40 m)
998 - Dos paisajes (0,60 X 0,40 m)
999 - Se prohíbe el paso (0,40 X 0,40 m)
1000 - Paisaje (0,40 X 0,40 m)
1001 - Ángel caído (0,35 X 0,40 m)

Otras ediciones
1920 - Presenta un óleo titulado «Estanque del Retiro» (1,18 x 1,34 m), bajo el número 324.

1926 - Presenta una acuarela titulada «Laberinto de ilusiones» (0,63 x 0,56 m), expuesta en la sala XXIV bajo el número 65.

1930 - Presenta un óleo titulado «Asomándose al torbellino de la vida», expuesto en la sala IV (central) del Pabellón segundo, bajo el número 144.

1932 - Presenta un óleo titulado «Quero aba…a…a», expuesta en la sala XIX bajo el número 315.

No figura registrado en catálogos posteriores, lo que hace suponer que la fotografía tomada por Díaz Casariego para el Heraldo de Madrid del 18 de mayo de 1932 será la última que conozcamos de Nicanor. Es de muy mala calidad, pero en ella podemos apreciar al artista bastante envejecido a pesar de sus 58 o 59 años.

BNE-HD
Heraldo de Madrid XLII (14445)180532
Foto:DIAZ CASARIEGO
© 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA
© 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325


¿Mofas o reconocimiento?
Es difícil precisar si alguien tomaba en serio al hombre del sombrero de paja, o a Riego, o a Nicanor. Quizá sí algunos periodistas, más por compasión que por devoción, o como simple aderezo a la crítica político-social.

En 1917 aparecía en portada del diario El Día una viñeta del dibujante Cyrano donde se mofaban de la mala fortuna del hombre del sombrero de paja. Recreaba al entonces ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, D. José Francos Rodríguez, colocando una medalla de honor a un estirado Nicanor.



A pie de la viñeta el siguiente texto:
«En vista del criterio expuesto por el Jurado de admisión, y teniendo en cuenta el que informa la adjudicación de los premios, estamos seguros de que este año se otorgará la medalla de Honor al “hombre del sombrero de paja”.
Entre los pintores se agita la idea de obsequiarle con un banquete. Luego le darán otro los escultores. Otro, el Jurado. Otro, el gremio de sombrereros. Otro los mangueros de la villa, en vista de que se apellida Riego. Y otros, que irán saliendo poco a poco.
Se admiten adhesiones en el despacho de la Exposición Nacional de Bellas Artes.»

Años más tarde, en 1926, continuaba siendo motivo de burla.



Muchos se mofaban de él, empezando por los estudiantes de Medicina que tantas veces le habían vitoreado. Nicanor, ante tal exaltación, debía ser incapaz de reconocer en ellos sus verdaderas intenciones.


Sin sombrero y «Doctor»
En 1927 ya no era el hombre del sombrero de paja; su maltrecho yelmo había desaparecido, aunque siempre mantuvo el apodo. Ahora lucía una brillante calva, pero mantenía la camisa de cuello alto, acartonado, con ancha corbata; siempre de traje y porte regio.

Para entonces Riego además era llamado «el Doctor» por los estudiantes que le vitoreaban al verle llegar a la Facultad de Medicina de San Carlos.

ARCHIVO HUM
Heraldo de Madrid XXXII (13055) 021227
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Y fue aquel año cuando se perpetraba otra injusticia, el Ayuntamiento no mostraba interés por una de sus obras, en este caso la titulada «La Banda municipal».

Así lo hizo saber a los estudiantes en la puerta de la Facultad con el discurso que transcribió un periodista del Heraldo de Madrid [Año XXXII (13.055), 1927].
En este podemos hacernos una idea del batiburrillo de palabras y extrañas conexiones políticas de sus arengas:
«¡Estudiantes!... No sé cómo agradeceros estas muestras de adhesión y aprecio. Acaso algún día, cuando la verdad y la justicia sean restablecidas, podré pagaros todo lo que os debo. Mi caso es trágico. Pero al fin la Sociedad de Naciones ha tomando cartas en el asunto. ¿Por qué se hacía con La Banda municipal y Primo de Rivera? Para ver qué se hacía con La Banda municipal.
¿Por qué dimitió Yanguas? ¿Por qué dejó de ser alcalde de Madrid el conde de Vallellano? Porque sentían vergüenza de que no se me protegiera oficialmente comprándoseme el cuadro. Hay que hacer una gran manifestación como la que han hecho los estudiantes de Barcelona, Valencia e Inglaterra.
Mi caso es vergonzoso y no puede quedar así.
¡Estudiantes! Yo quiero vuestra, ayuda para que el arte por mí, aunque indignamente, representado, no sufra la bajeza de verse prostituido.
Quiero que me ayudéis, que os fundáis conmigo por el bien de la patria.
He dicho.»
Interesante y breve discurso apasionado, más convincente que el de algunos políticos de hoy.


Final de la biografía
Esto es cuanto puedo contar de Nicanor del Riego Pérez y su sufrida vida de artista. Con él desapareció el sombrero de paja, y poco a poco la elegante costumbre masculina de lucir cualquier tipo de sombrero sobre la testa.
Casualidades de la vida, cuando ya no lo usaba y se le seguía recordando como el hombre del sombrero de paja, apareció Maurice Chevalier y se apropió del mote.

Se perdieron en el viento los discursos revolucionarios de Nicanor, como antes habían desaparecido los de Garibaldi ahogados por el morapio, y apestados de tuberculosis los versos y obras de teatro de Cienhigos.

Al menos de Riego quedará algún cuadro por ahí perdido; confío en que así sea, a pesar de los traperos, la guerra y la pátina del tiempo.

Un día, no puedo precisar cuándo, se marchó de este injusto mundo. Me pregunto si la guerra incivil fue motivo de su muerte; o si acabó pintando el aire en algún Sanatorio psiquiátrico; o, por su desequilibrio mental, exterminado por la sinrazón.

Lo cierto es que su imagen pinturera se desvaneció de las calles madrileñas, como si un ángel anunciador hubiese estado alertando al pueblo del mal que se cernía sobre sus cabezas, la política… pero nadie le hizo caso.

¡Adiós Nicanor!




Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2018) "Nicanor del Riego Pérez, el hombre del sombrero de paja", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325

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Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.

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De las imágenes:
Muchas de las fotografías y otras imágenes contenidas en los artículos son de dominio público y correspondientes a los archivos de la Biblioteca Nacional de España, Ministerio de Cultura, Archivos municipales y otras bibliotecas y archivos extranjeros. En varios casos corresponden a los archivos personales del autor-editor de Historia urbana de Madrid.
La inclusión de la leyenda "Archivo HUM", y otros datos, identifican las imágenes como fruto de las investigaciones y recopilaciones realizadas para los contenidos de Historia urbana de Madrid, salvaguardando así ese trabajo y su difusión en la red.
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domingo, 1 de abril de 2018

Coplas del domingo. La hora cambiada. Madrid, 1918

El pasado 24 de marzo publicamos el artículo sobre el cambio de hora implantado hace cien años y cómo lo festejaron los madrileños en la Puerta del Sol, frente al reloj de Gobernación.
Aquello ocurrió la noche del lunes 15 de abril de 1918, cuando a las 23 horas se adelantaron las agujas del reloj hasta las 0 horas.

Un premonitorio Antonio Casero trasladaba a su copla la confusión que el acontecimiento iba a representar para los parroquianos. Y acertaba de lleno, porque en este siglo XXI continúa ocurriendo.

Esta copla del domingo fue publicada en la edición noche del Heraldo de Madrid del 14 de abril. Iba acompañada de una ilustración de su hijo, Antonio Casero, conocido dibujante de temas taurinos en el ABC. En su memoria, la añadimos junto a la tradicional ilustración de Garcival (Eduardo Valero).

Curiosamente, y de idéntica actualidad, en la sección «La voz de la calle», que en esencia eran las cartas al director, un vecino de la calle de las Maldonadas manifestaba su queja hacia el Ayuntamiento por permitir que en la citada calle se instalasen vendedores ambulantes. Explicaba que «... con esa tolerancia se perjudica grandemente a los industriales y al público en general.»
Esa situación, salvando las diferencias, podemos compararla con los manteros de hoy.

Dicho todo esto, os ofrecemos la copla titulada «La hora cambiada», siempre graciosa, irónica y crítica; aderezada con los más variopintos y pintorescos tipos madrileños.


LA HORA CAMBIADA
—¿Qué horas son estas de venir, so perdis,
a la que nace el día? Di, ¿qué es esto?
Tener a una mujer toda una noche
pendiente d'un charrán, ¿qué digo?, menos
d'una piltrafa de marido. ¡Quita!
¡No t'acerques a mí que te detesto!
—No t'enfurruñes, Mónica, c’ha sío
una pavesa solamente el hecho;
tres hombres que discuten de la guerra,
unos vasos de vino, y otros luego,
y danos la penúltima, y charlando
de diferentes temas pasó el tiempo
sin darnos cuenta que el reloj corría,
y aquí empieza el belén: «¿C’hora tenemos?»,
le pregunto al marido de la Ugenia;
el amigo en cuestión saca el «caldero»,
s'hace un lío con esto de las horas;
saco yo mi Fernández, qu'es de peso,
una manilla apunta pa Vallecas
y la otra pa Belén; se pica Ugenio
y saca su cajita de betún,
que tal es el reloj del compañero,
y total, tres relojes y tres horas
diferentes los tres, y un Real decreto
que nos cambia las horas, y ¡el delirio!
Las dos cantaba el «cuco» del tasquero.
«Las once», dije yo. «Son ahora en punto
las diez», dijo Marcial. «Pos yo t’apuesto
unas copas a c'ahora son las nueve».
«Van las copas», repuse.
Llaman a Jindamilla, qu'es un zapa
qu'echa tapas y es algo relojero.
Viene el prócer, se sopla seis de triple
pa meterse en calor, s’aplica un cuerno
con un cristal al ojo, canta un tango,
se rasca, le da vueltas al «caldero»,
pide más triple, sopla, saca un «pito»,
lo enciende, chupa, se las da de genio,
filosofea un rato, vuelve a darle
a las manillas, y, pa que acabemos,
que después de la mar de ratimagos
y ponerse de triple como nuevo,
acabó por decir qu’eran las doce
y q’hacía, además, un sol espléndido,
y es qu’era una merluza sin espinas
la c’había pescao el «relojero».
Se le dio un masaje con la escoba
que nos prestó la dama de Fulgencio;
se pidió, entre suspiros y sollozos,
el importe del triple al tabernero;
nos dio un soponcio al escuchar la cifra;
para pagar, hicimos un empréstito;
salimos como salen los miuras
de los toriles, de la tasca, y güeno,
aquí me tienes ya, morena mía,
a la que sale el Sol y sin un céntimo;
ya ves tú que yo soy cuasi inocente;
ya ves que t’he faltado por Real decreto;
con esto de las horas m’hice un lío;
es que yo soy mu bruto u to lo entiendo.
—Pos aguza, galán, porque otro día
va a esperarte la Mónica a las cero.

Antonio CASERO



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Ilustración de Antonio Casero (hijo)
HERALDO DE MADRID XXVIII (9.992) Madrid, 14 de abril de 1918


Bibliografía
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2018) "Coplas del domingo. La hora cambiada. Madrid, 1918", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325

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Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325