miércoles, 31 de diciembre de 2014

Historia Urbana de Madrid os desea un feliz 2015

A todas y todos los enamorados de Madrid y sus historias, que nos siguen a través de este blog, Facebook, Twitter, YouTube y otras redes sociales; siempre con el pensamiento puesto en los que hoy -quizá más que nunca- necesitan un año mejor, los mejores deseos y nuestro brindis para que así sea.

Salud!
Eduardo Valero García




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martes, 30 de diciembre de 2014

De la geometría a los pespuntes en la Biblioteca Nacional

La Biblioteca Nacional expondrá en 2015 tratados, manuales y sistemas de corte y confección de finales del siglo XVI y hasta los años cuarenta del siglo XX en la muestra "De la geometría a los pespuntes". Un recorrido histórico por el arte del corte y confección, en el que destacan las publicaciones de mediados del siglo XIX.
La exposición podrá visitarse del 17 de febrero al 24 de mayo de 2015 en la Sala de exposiciones temporales del Museo de la BNE.

Como avance de lo que será esta entrañable exposición, comisariada por doña Mercedes Pasalodos, nos remitimos a la información facilitada por la BNE.



De la geometría a los pespuntes
La muestra se divide en cinco ámbitos:
1 - Dedicado a la reflexión sobre el traje como objeto de interés ante los nuevos límites territoriales, y la formulación del primer tratado de sastrería impreso en España en 1580. Las obras destacadas en este espacio son las de Joan Alcega, Libro de geometría, práctica y traça: el qual trata de lo tocante al officio de sastre; Jost Amman, Habitus praecipourum populorum; Cesare Vecellio, Habiti anitchi et moderni di tutto il mondo; y un Códice de trajes del siglo XVI.



2 - Bajo el epígrafe Líneas y números. Geometria y Aritmética se exponen libros de sastrería impresos en España entre el siglo XVI y principios del siglo XVIII: Joan Alcega, Francisco de la Rocha, Martín de Andújar y Juan de Albayceta.



3 - En Sastres y teóricos, podrá contemplarse una selección de los tratados de sastrería que se publicaron a lo largo del siglo XIX, entre los que destacamos los de Ramón Arnau, Pascual Sánchez Sacristán, Francisco Bergadá y Gil Moreno.



4 - Relacionado con la investigación llevada a cabo por modistas y maestras en el siglo XIX, que publicaron sus métodos y sistemas, algunos de ellos con privilegios y patentes de invención, como los de Carmen Ruiz Alá, María Ibero Soteras o Serapia Rodríguez Pascual.



5 - Un lugar para el magisterio y la costura, el acercamiento a la enseñanza del corte y de la confección y su inclusión en los planes de enseñanza femenina, desde mediados del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX, con obras como La madre de familia o tratado de corte y confección, Manual de la moda elegante, Sistema Martí, Sistema Ferrer, o los sistemas de corte y confección a distancia.




© De las imágenes: Biblioteca Nacional de España
Fuente de la información: Área de Prensa BNE (ver noticia)

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lunes, 29 de diciembre de 2014

Coplas del domingo: Los inocentes de ayer

Ayer, domingo 28 de diciembre de 2014, celebramos el día de los inocentes. Poco hubo de festejo, aún sabiendo que de inocentes tenemos mucho y que inocentadas nos han colado todo el año los telediarios y politiqueros.
Hasta no hace mucho era costumbre recortar un muñequito y adosarlo a la chepa de algún incauto. Hoy no lo recortamos, que de recortes vamos sobrados.

En 1914 -es decir, hace cien años-, el creador de estas coplas del domingo recuerda en un diálogo de matrimonio cómo eran las inocentadas de aquellos tiempos. La copla, titulada "¡Ojo con los inocentes!", se publicó el domingo 27 de diciembre en la página 4 del Heraldo de Madrid. La mañana de ese día, a las once, se inauguraba en el Paseo de Recoletos el monumento a Mesonero Romanos. Don Antonio Casero estuvo presente y dio lectura a unas cuartillas que había escrito Benito Pérez Galdós, que también asistió. [Ver información sobre el monumento]




Coplas del domingo, por Antonio Casero

¡OJO CON LOS INOCENTES!
—Mia que tu eres un lila perdió;
ten cuidao, Sinforoso, mañana,
no te tomen por un inocente
y la diñes con la inocentada;
mía c'hay gente mu chusca en el barrio
y saldrán tempranito a la caza
de panolis por sus callejas;
ten cuidao, porque tú eres un rana,
que aunque ties pasaporte de vivo
y la das de postín y de raspa,
eres un bibelote sin pizca
de experencia, pupila ú pestaña,
y te entregas a na que lo dicen,
y estoy viendo que sales de casa,
y al llegar al portal, va y te fila
un marchoso que, al verte, te para,
y te suelta un suspiro profundo,
y te cuenta una historia de magia,
te convence, le das dos pesetas
y se ríe a tu costa unas miajas;
luego vas al taller y repite
cualesquier compañero la guasa,
y se busca un pretexto, y le diñas
pa fumar u pa tres de cazalla;
mía que yo sé quién eres un rato;
mía que luego te vas a la tasca
y te juegas al tute el almuerzo,
y por menos de na t'hacen trampas,
y t'acusan con sota y caballo
las cuarenta, y encima te fallan
el as d'oros; que tú eres un primo;
ten cuidao con lo c'haces, no vayas
a que luego se ría la gente
y se crean que vienes de Babia.
Si te dicen cualquier chirigota
u te cuentan alguna patraña,
no me seas tú de esos que creen
que los burros también usan alas;
porque tú, en un concurso de tontos,
te podias ganar la medalla.
Mia que tú eres un lila perdió;
ten cuidao, Sinforoso, mañana,
y aunque sea tu madre, ni en broma
des un real; te lo dice la Paca,
tu mujer, que chanela del mundo
y que sabe del mundo unas miajas;
haste el lila, y si alguno te pide,
dale coba al marchoso que salga
con el timo y te largue el sablazo;
ya lo sabes, ni un real, aunque te hagan
mil cachitos; no sueltes la mosca
ni a tu agüela; no olvides mi plática;
y a to esto, charlando, charlando,
ya mu pronto vendrá la mañana;
son las tres, a dormir, que ya es tarde;
¿has cobrao en el taller?
—Sí, mi alma;
—Pos entrega el jornal.
—No t'ocupes.
—Vamos, traíle.
—¡Que no!
—¿por qué causa?
—Porque yo te respeto, morena.
—Güeno, sí; pero suelta la «pasta».
—No, mujer; tú lo has dicho endenantes,
que mu pronto vendrá la mañana
y ya es día de los inocentes;
tú lo has dicho, estas son tus palabras:
«Aunque sea a tu madre, ni en broma
des un real; te lo dice la Paca,
tu mujer, que chanela del mundo
y que sabe del mundo unas miajas.»
De manera que no te molestes,
que hoy no ves el jornal ni con gafas.
ANTONIO CASERO


© 2015 Eduardo Valero García (GARCIVAL) - HUM 014-008 ILUST


© 2014 Eduardo Valero García - HUM 014-008 COPLAS AC
ISSN 2444-1325

lunes, 22 de diciembre de 2014

Madrileñistas os desea Felices Fiestas

Cada una de las secciones que componen Historia Urbana de Madrid quieren desearos muchas felicidades en estas fiestas, y un sin fin de parabienes para el año 2015, en la esperanza de que se vean cumplidos todos vuestros proyectos e ilusiones.

La categoría Madrileñistas, compuesta por cronistas de la Villa, quiere felicitaros las fiestas de Navidad y Año Nuevo con un cuento navideño de don Ramón Gómez de La Serna publicado en el número especial de la revista Villa de Madrid de 1959.




Cuento de Navidad con vidriera de colores
DON Santiago estaba asombrado de la nueva Nochebuena, pues en vez de morirse él se habían muerto sus hijos y nietos.
Sin embargo, la calidad de la noche era la misma, pues desde joven había sentido que esa noche se vive como un sueño alegre de muertos que sobreviven en una opción feliz.
En el comedor de su viejo palacio de las afueras de la ciudad, sonreía a las arañas, cuyos cristales son eternamente jóvenes, y miraba la platería del banquete cómo le encaneció tan noblemente que su argéntea vejez será también eterna.
Miraba el color tostado del asado, y le dedicó otra sonrisa, porque era el contraste de lo efímero con lo perenne.

El viejo criado daba vuelta a su alrededor, solícito, como un jefe de peluqueros, mientras los mozos jóvenes alcanzaban salseras, le servían entremeses y le llenaban las copas, más jóvenes y esbeltas que el resto de las cosas, porque las copas son siempre niñas recién seducidas, ya que se las repone con otras nuevas en cuanto se tronchan.
Todo estaba dedicado a recordar: los espejos, el viejo criado, él; pero todo tenía la aristocrática frialdad de callar sus recuerdos. Que aquella atmósfera paralizada aguantase todo su señorío como lo había aguantado hasta la fecha.
En resumen, aquel comer y escanciar del hombre solitario era una disculpa para acabar en su despacho después de despedir a los criados hasta el día siguiente y quedarse con la heladera enchufada y las botellas y las copas bien dispuestas.
La hora de esa retirada a su señorial despacho había llegado, y el señor, con leña suficiente y metido en medio del tácito rumor de los libros, dijo adiós a los criados, dándoles libertad para que festejasen en el sótano la Nochebuena, pero sin perturbar el silencio de la casa.
Sonó el cerrojo como el disparo de un cachorrillo, y el señor solitario se sentó junto a la chimenea y llenó su gran copa. Ya no tenía más que el orgullo de vivir, pues era tan viejo que resultaba el único representante de su generación, siendo por eso, quizá, por lo que ya no encontraba un amigo que le acompañase en la Nochebuena.
¿No era haber vencido en el gran concurso de la vida ser el último en morir de dos o tres generaciones?
El coñac que bebía era más viejo que él, y, sin embargo, tenía más gusto y regusto, según pasaban los años, como añadiéndose rubia juventud.
El frío apretaba fuera, y la ventisca lanzaba sus ósculos helados a la gran vidriera, en que un peregrino, medio santo, medio pastor, medio capitán, estaba plantado en su cumbre.
Aquella vidriera que le encubría el mundo con sus cristales de colores, en que dominaba el azul y el naranja, como proyectando con fondo de nubes y de piedras, el altar de las auroras y de los ocasos, había sido la mejor joya de encargo que había adquirido en su vida y con la que había encubierto el gran ventanal que le daba luz directa, salvándole de tener que contemplar el mundo exterior.
Desde el día en que la vidriera estuvo colocada, se quedó más aislado, sin contacto con sus vecindades, separado de su fealdad y su pobreza.
Aquel extraño caballero —un poco salido de los libros de caballerías— se interponía entre él y la gleba corriente.
Eran viejos amigos de miradas y contemplaciones, y los días de luna lo veía iluminado desde fuera como un emisario que quería decirle lo que opinaba de él el mundo y el cielo.
Aquella noche era muy oscura, y por eso le extrañó cierta luminosidad que había en el rostro del peregrino.

Como no tenía más compañía humana que la suya, se le quedó mirando fijamente, observando que le sonreía.
Sin poderlo evitar, le hizo un gesto invitador, y con gran sorpresa vio que, sin gran dificultad, la figura recortada en el cristal desprendía su silueta de las pestañas de plomo y, dando un salto sobre la mesa, se sentaba a su lado en el sillón del diálogo.
Como no había contraventanas ni cortinas, por el hueco vacío comenzó a entrar un frío bárbaro, pero como tenía un bosque en previsión de la larga noche, don Santiago puso más leños sobre los morillos y levantó el telón contra incendios del teatro inesperado en que iba a haber estreno de drama y debut de actor.

La situación era embarazosa, pero por eso el viejo gentleman no quería perder su impasibilidad.
—¿Un poco de coñas?—dijo, para entrar en el amigable bis a bis con la antigua y alta imagen que hasta aquel momento había pertenecido al mundo quimérico de las nubes y los símbolos.
El peregrino se quitó del cinturón el cuerno que llevaba colgado y lo ofreció al escancie como un caballero la copa tallada.
Don Santiago, al ver aquello, no pudo menos de tener una exclamación ingenua:
—¡Y yo que siempre creí que ese cuerno era para hacerlo sonar!
—No, es el vaso que el caminante llevaba siempre colgado de su cadena, pues la caridad de vino suele ser más propicia que la de pan y carne.
Se hizo una pausa en que el hombre de la vidriera se desperezó en la bebida, y don Santiago le preguntó
—¿Y a qué se debe su desprendimiento?
—Tenía que suceder... Hace muchos años que estaba por dar este paso... Pero no estaba maduro el permiso providencial... Hoy, con ocasión de la fecha y dada la soledad en que estaba, mi misión tenía que ser cumplida... Me habías puesto entre el mundo y tú para desconocer la verdad de los hombres desorientados y desvalidos, pero esta noche te debo la verdad porque soy el intermediario.
—¿Te crees un santo de catedral?
—Eso es lo que no sabías, que toda figura de vidriera es un apóstol de Dios, vístalo como quiera el artista, pues recibe directamente el soplo de la luz del cielo... Te era grato recibir mi inspiración, pero no te paraste a comprender lo que quería decir.
Don Santiago tuvo un escalofrío, porque se dio cuenta de que la presencia de lo sobrenatural siempre quiere decir confusión de las cosas y los objetos.
Lleno de humildad, aunque sin dejar de beber, preguntó al peregrino de la vidriera:
—¿Y cuál es tu mensaje?
—Que has vivido olvidado de tu papel de colaborador en la armonía de tu ciudad.
—Yo no he paralizado mis trabajos ni mis negocios.
—Pero eso no es bastante... Hay que asomarse al gran teatro y templar sus desgracias, sus peticiones, hasta lo que parece más superfluo en la mezcla de seres y necesitados.
—Mi fábrica...
—La vida no es una fábrica, sino un teatro... Dios la hizo teatro con escenas religiosas, con escenas de amor, con reparto entre artistas y partiquinos... Nadie puede quedar caído y sin papel entre sus bastidores.
Para eso hay que asomarse a la vida y escuchar a los que tienen la ilusión de algo, sea lo que sea, ayudándoles en el sueño o en el proyecto más disparatado.
—Vamos... Me propones que sea un Mecenas.
—Claro... Porque aunque Dios premia con más amor a los Mecenas espontáneos, es una obligación inexcusable de todos los ricos el que sean Mecenas... Sólo el mecenazgo depura y salva el alma que acumuló riquezas. El que no haya cumplido esa caridad sin mezquinería no merecerá perdón ni felicidad...

Don Santiago fruncía el entrecejo sin acabar de comprender y miraba con temor a aquel emisario vidrieral, que ya se servía solo el coñac en el vaso de cuerno, como queriendo reaccionar contra el frío y contra la fricción sentimental de la noche.
La figura lañada y emplomada del peregrino relucía con reflejos amarillos y azules cuando traslucía por sus vidrios esmaltados el resplandor de la hoguera que ardía en la chimenea.

Un pájaro entró por el hueco que había dejado en el ventanal la figura sentada en la tertulia de la solitaria Nochebuena del viejo.
Don Santiago miró con reconvención al que había dejado la puerta abierta, pero al que no se podía decir nada porque era él mismo la reanimación de la inanimada puerta. Atacado por una súbita soberbia el anciano, hubo un momento en que tuvo la idea de ordenar al hombre alegórico que fuese a ocupar su sitio en la vidriera decorativa, pero se contuvo ante aquella especie de metamorfosis del ángel anunciador.
—Pero, en definitiva, ¿de qué me acusas?—preguntó don Santiago.
—De haberte olvidado por completo de los de fuera durante toda tu vida.
—¿Pero no es esa aislación el ideal del artista?
—Sí, pero tú no eres un artista... Además, el artista, en esa soledad, trabaja mejor para los de fuera... Tu ausencia del mundo ha sido estéril... No has llevado al mundo ni tu risa, ni tu comprensión, ni tu asistencia...
Te esperaban como espectador en muchos sitios, y no fuiste a ninguno...
Te esperaban como confesor munificente los desesperados, y tampoco prestaste ese servicio...

Don Santiago perdió la paciencia, y con las tenazas de la chimenea, ciego de ira, rompió la silueta de cristal como quien rompe un jarrón que se insubordinó o ejerce el derecho ruso de romper las copas que posee, por finas y buenas que sean...
Consternado, como si hubiese faltado a los dioses, atónito ante los pedazos rotos que conservaban vivos los rasgos de la figura en un puzle hecho añicos, veía la máscara rota del heraldo de la Nochebuena, sobre todo un trozo en que se veía un ojo, un pedazo de nariz y media barba.
Llenó su vaso, haciendo un esfuerzo para reanimarse, pero cayó desmayado y lívido sobre el respaldo del sillón.
Así lo encontraron a la mañana siguiente, achacando a un golpe de viento la rotura de la vidriera de colores, y su pulmonía doble a las ráfagas de frío que entraron por el desgarrón, muriendo sin recobrar el conocimiento al amanecer del día siguiente.
RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA


Feliz Navidad
y
Próspero
2015

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domingo, 21 de diciembre de 2014

Madrid y Galdós os desea Felices Fiestas

Cada una de las secciones que componen Historia Urbana de Madrid quieren desearos muchas felicidades en estas fiestas, y un sin fin de parabienes para el año 2015, en la esperanza de que se vean cumplidos todos vuestros proyectos e ilusiones.

Madrid y Galdós os felicita las fiestas con un cuento de Navidad que don Benito escribió en 1876. Relato irónico y descarnado de la realidad humana, con sus alegrías y sus penas, que Galdós convierte en narración amable de la triste realidad del Madrid decimonónico.

Detalle del Belén napolitano de los duques de Cardona
expuesto en CentroCentro Cibeles

El cuento fue publicado por vez primera en La Ilustración Española y Americana del 22 de diciembre de 1876, año en el que sonaban comentarios tan actuales como este:

El Siglo Futuro, 18 de diciembre de 1876


La Mula y el Buey (Cuento de Navidad)
Cuento sobrenatural, o quizá de ficción, en el que Galdós aúna la natividad de Jesucristo con la muerte, resurrección y subida al cielo de la niña Celinina. Pesimismo y positivismo rodeado de los misterios religiosos que van más allá del entendimiento humano y la naturaleza. Nadie como Galdós para tratar el tema con tanta ternura y realismo, narrando en detalle hasta lo que escapa a la razón.

Estampas. Madrid pueblo os desea Felices Fiestas

Cada una de las secciones que componen Historia Urbana de Madrid quieren desearos muchas felicidades en estas fiestas, y un sin fin de parabienes para el año 2015, en la esperanza de que se vean cumplidos todos vuestros proyectos e ilusiones.

Estampas. Madrid pueblo os felicita las fiestas de Navidad y Año Nuevo con fotografías de Serrano tomadas el 6 de enero de 1915 en diferentes establecimientos benéficos donde la caridad abrazaba a los niños huérfanos. Fueron publicadas en la revista Mundo Gráfico del día 13.

Los niños del asilo de la Paloma recibiendo a los Reyes Magos en el festival organizado para la distribución de juguetes la tarde del día 6 de enero de 1915

Estampas del pueblo madrileño en un festejo que dentro de pocos días cumplirá cien años. Los retratados ya no están, pero desde su presente nos traen la alegría de aquel momento.
Delantales al vuelo de espíritus inocentes de creencias y querencias. Magos de Oriente de pega; pajes de abrigo, chistera, sombrero con floripondio y miriñaque. Estampas en grises que nos recuerdan cientos de vidas desamparadas y la voluntad solidaria.
Todos se han marchado. Pero queda el desamparo, queda la solidaridad y la voluntad del pueblo por ayudar al necesitado. Cien años... y poco ha cambiado.


Las estampas
La primera estampa que hemos visto corresponde a la llegada de los Reyes Magos al Asilo de la Paloma. Con gran alborozo recibieron los niños huérfanos a sus majestades de Oriente y regia comitiva. La noche anterior, en cabalgata, habían recorrido las calles madrileñas para regocijo de otros niños. El evento estuvo organizado por el Centro de Hijos de Madrid.

Las dos estampas que vienen a continuación recuerdan el momento del reparto de regalos. El alcalde de Madrid -que entonces era don Carlos Prats y Rodríguez de Llano-, a quien identificamos por su lujosa chistera de siete brillos y el séquito que le acompaña, no solo repartió regalos sino que explicó el funcionamiento de alguno de ellos.




En el Asilo de Vallehermoso, con menos parafernalia y más solemnidad, damas pudientes, monjas rectoras y almidonados señores, arroparon al alcalde (aquí sin chistera) en la entrega de regalos. El evento fue organizado por la Junta Provisional de Protección a la Infancia, de la que eran miembros la mayoría de los retratados. 



En el Círculo de la Unión Mercantil e Industrial de Madrid también se organizó la distribución de juguetes a los niños necesitados. Las damas encargadas de la solidaria causa posan galantes frente a la cámara de Serrano mientras un mozuelo nos ofrece su mejor bostezo.



Más rectos y educados aparecen los niños del Colegio de Huérfanos de Empleados Civiles "Reina Victoria". También recibieron juguetes, aunque en la foto no se vea ni uno.


La última estampa corresponde al reparto de juguetes en el Fomento de las Artes. Acompañado de distinguidas personas podemos ver a don Jacinto Benavente, que ejerció de Rey Mago.



Feliz Navidad
Próspero
2015


© 2014 Eduardo Valero García - HUM 014-013 ESTAMPAS MAD

sábado, 20 de diciembre de 2014

Recuerdos de papel os desea Felices fiestas

Cada una de las secciones que componen Historia Urbana de Madrid quieren desearos muchas felicidades en estas fiestas, y un sin fin de parabienes para el año 2015, en la esperanza de que se vean cumplidos todos vuestros proyectos e ilusiones.

Nuestra felicitación viene acompañada de ilustraciones de Carlos Tauler. Son estampas costumbristas que reflejan la Navidad en un escenario fundamental para Madrid: la Plaza Mayor. 





Estas imágenes fueron publicadas en la revista Villa de Madrid de diciembre de 1968 para ilustrar el artículo "De nuevo, Navidad en la Plaza Mayor madrileña", escrito para la ocasión por Juan Antonio Cabezas.
"Para la Navidad 1968, Madrid volvió a encontrar en su plaza Mayor todo ese ambiente tradicional y eterno que rodea la Pascua.
Está hecho de amables tópicos musicales y comestibles que dan su alegría y sabor folklórico a la Nochebuena. Pasado el «cataclismo» de 1967, que vació el recinto de la plaza para instalar en el subsuelo esos centenares de automóviles que un día la convirtieran en estacionamiento, ese claustro civil o centro cívico y urbano de la villa ha recobrado su empaque arquitectónico y noble fisonomía urbana. Bajo su suelo circulan o se estacionan los automóviles en varias plantas sostenidas por columnas de hierro y hormigón. Pero en la superficie, la plaza Mayor, durante las semanas navideñas, ha vuelto a recuperar la animación de ese mercadillo en que se venden materiales geológicos y forestales para la confección de caseros Belenes—realidades e ilusiones infantiles—y esos arbolitos que aclimataron su simbolismo de norteña Navidad en Madrid. Este año faltó la decoración real y meteorológica de la nieve."
De nuevo, Navidad en la Plaza Mayor madrileña.
Juan Antonio Cabezas, 1968

El tradicional mercado navideño, que cada año puebla la regia plaza, no pudo ocupar su espacio en el año 1967 debido a las obras realizadas en el subsuelo para dar cabida a cientos de automóviles. El estacionamiento público subterráneo fue puesto en servicio en noviembre de 1968. De éste y otros hablamos en "Las cien cosas que es Madrid (Iv) Anexo: Scalextric y aparcamientos".



Feliz Navidad
y
Próspero
2015


Bibliografía
Cabezas, Juan Antonio (texto). Tauler, Carlos (ilustraciones) Artículo: De nuevo, Navidad en la Plaza Mayor madrileña. (1968) Villa de Madrid. Revista del Excmo. Ayuntamiento - Año VII, núm. 26. Depósito legal: M. 4.194-1959 - PUEYO, Artes Gráficas, Luna, 27 - M A D R ID

· Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación
· En todas las citas se ha conservado la ortografía original

© 2014 Eduardo Valero García - HUM 014-026 RECUPAPEL

domingo, 14 de diciembre de 2014

Galdós en el Siglo XIX. Capítulo IV (1863) Parte 1

Benito Pérez Galdós lleva tres meses en Madrid cuando nace el año de 1863. Si en los capítulos anteriores las historias urbanas eran ajenas al joven estudiante, a partir de este cuarto capítulo y siguientes será testigo y espectador de todo cuanto acontezca.

Aquel año de 1863 comienza la decadencia del reinado de Isabel II con la caída de O'Donnell, el 2 de marzo, y la sexta etapa de gobierno del Partido Moderado con Manuel Prado y Fernández de Pineda, marqués de Miraflores, a la cabeza. La descomposición del sistema político y la deslegitimación de la Corona ya son un hecho que, sumado a la crisis económica del 64, favorecerá el destronamiento de la reina "de los tristes destinos".

Galdós ya está casi integrado en la metrópoli y absorbe la idiosincrasia y costumbres de la Villa y Corte, poniendo interés en las clases sociales y repasando los acontecimientos históricos en sus constantes paseos por las calles madrileñas.
"Escapándome de las Cátedras ganduleaba por calles, plazas y callejuelas gozando en observar la vida bulliciosa de esta ingente y abigarrada capital.
Mi vocación literaria se iniciaba con el prurito dramático, y si mis días se me iban en flanear por las calles, invertía parte de las noches en emborronar dramas y comedias. Frecuentaba el Teatro Real y un café de la Puerta del Sol, donde se reunía buen golpe de mis paisanos." [Memorias de un desmemoriado I, por B. P. G. La Esfera, 1915]

En el capítulo anterior conocimos la primera casa donde se hospedó, que estaba ubicada muy cerca de la Puerta del Sol, Plaza Mayor y Teatro Real. Un poco más allá de la Puerta del Sol, deambulando por cafés, calles y plazuelas, quizá Galdós se acercase a visitar la librería La Publicidad, donde se hacía suscripción, entre otras publicaciones, al mítico periódico dominical de literatura y arte "El Padre Cobos". Allí el joven estudiante podía nutrirse de libros de jurisprudencia, otras materias y literatura general.
La librería se encontraba en el Pasaje de Matheu, entre las calles de Espoz y Mina y de la Victoria, donde se alzaba una afrancesada galería comercial en decadencia, llamada en su tiempo "Villa de Madrid".
La introducción al capítulo IV de Galdós en el Siglo XIX habla del Pasaje de Matheu y su acristalada cubierta.





Galdós en el Siglo XIX
ÍNDICE: Capítulo I (1860) - Capítulo II (1861) - Capítulo III (1862) - Capítulo IV (1863) Parte 1 -

Capítulo IV
1863

CONTENIDO:
Introducción al Capítulo IV: 
- Adiós a la cubierta del Pasaje de Matheu

1863 - Madrid
- Almanaque literario 1863
- Los miserables en fascículos

Enero
- Emisión de billetes

Febrero
- Nacimiento de Joaquín Sorolla y Bastida
- Sobre Aureliano Beruete y Galdós 
- Sobre Doña Perfecta
- Galdós retratado por Sorolla

Mayo
- El 2 de Mayo en la noche del 3 de mayo

Junio
- Acrobacias en el estanque de El Retiro
- Las siete casillas de la Plaza Santa Ana

Agosto
- Nacimiento del conde de Romanones

Septiembre
- Paz y amistad entre España y Argentina

Octubre
- El globo de Madame Poitevin cae en Chamberí

Noviembre
- Santos, Difuntos y apertura de las Cortes
- Los embajadores annamitas en Madrid

Diciembre
- La Conquista de Madrid (Zarzuela)
- El Quijote por entregas

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1863 - Galdós
Introducción
Breve reseña sobre el Ateneo de Madrid
  • Fundadores
  • Emplazamiento del Ateneo
Rutas por Madrid del joven Galdós

viernes, 12 de diciembre de 2014

Salón Peluquería de Juan Cachón (antes de Trullás)

En nuestra labor de recuperar del pasado historias urbanas de nuestra ciudad, el tiempo va y viene y se consume sin darnos tregua. Son ya varias semanas ausentes de recuerdos de antaño en el blog; Benito Pérez Galdós nos retiene en el Madrid isabelino -exactamente en 1863-, año en que el joven canario descubre y se aprende la ciudad a base de paseos.

Mientras finalizamos ese capítulo, cuarto de la serie Madrid y Galdós en el Siglo XIX, ofrecemos uno de nuestros entrañables Recuerdos de papel en dos fotografías y un anuncio publicitario.

Comenzamos rescatando de la revista Mundo Gráfico (Año V - Núm. 168 - 1915), una estampa del fotógrafo Vilaseca donde queda retratado el Salón de Peluquería de D. Juan Cachón.




Actualmente podemos encontrar en los barrios madrileños algunas peluquerías decoradas a lo "antiguo". Son las denominadas "peluquerías y barberías Hipsters"; locales reconvertidos y adaptados a las tendencias de la moda urbana que, de algún modo, recuperan la fisonomía de los salones de finales del Siglo XIX y principios del XX, creando la atmósfera apropiada para esa subcultura algo bohemia de clase media y alta denominada "Hípster".
Para el autor de Historia Urbana de Madrid no dejan de ser una imitación de los salones de peluquería de toda la vida, o al menos los de su infancia, como es el caso de "El Kinze de Cuchilleros", fundada en 1900.


Un Hípster de 1913
Publicidad de Petróleo Gal.
Nuevo Mundo, 1913.


Salón Peluquería de Juan Cachón (antes de Trullás)
En los últimos días del año 1914 quedaba reinaugurado el Gran Salón de Peluquería de D. Juan Cachón en el local que había sido antes de Cachón y Berrocal, y primitiva peluquería de Trullás.
Ubicado en la Carrera de San Jerónimo, 7 y 9, (casi frente a Lhardy y colindante al Pasaje de Iris), el antiguo y acreditado salón había sido fundado por D. José Trullás en 1880, después de abandonar su puesto de dependiente y encargado en la peluquería de Miguel, que estaba en la Puerta del Sol, número 18.

Decía un anuncio del diario El Globo de 5 de octubre de 1880:
"Acaba de abrir su establecimiento a la altura de los más modernos de París y Lóndres, donde se sirve con el mayor esmero por activos e inteligentes oficiales, proporcionando al público toda comodidad que en este ramo puede apetecer; encontrando además un variado y excelente surtido de tintes para el cabello y la barba."

Reformas
A finales de octubre de 1885 -cinco años después de su inauguración-, el Gran Salón de Peluquería era reinaugurado, habiéndose acometido unas reformas que le convertirían en el mejor establecimiento de su clase en el Madrid decimonónico.

Nos cuenta La Iberia, de 2 de noviembre de 1885:
"El antiguo y acreditado salón de peluquería de Trulla, establecido en la Carrera de San Jerónimo, 7 y 9, acaba de ser convertido por su activo é inteligente dueño en el mejor establecimiento de su clase en Madrid
Anteanoche tuvimos el gusto de asistir á lo que pudiéramos llamar su reinauguración y quedamos verdaderamente sorprendidos ante el lujo desplegado en él. Todas las comodidades, tolas las exigencias, todo el confort apetecibles, allí se encuentran reunidos.
El Sr. Trullas festejó el acto con una espléndida comida en el restaurant del café de Madrid, á la cual asistieron entre otras personalidades, el aplaudido tenor del teatro Real Sr. Antón, el maestro Bretón, el maestro Zabala y el Sr. Madrazo.
Deseamos al Sr. Trullas todo género de prosperidades como debida recompensa á su honradez en su trabajo."
El café de Madrid que cita la noticia, donde ofreció Trullás la "espléndida comida", estaba ubicado en el Pasaje de Iris, galería comercial afrancesada que tenía acceso por el número 12 (hoy 8) de la calle de Alcalá y número 11 (hoy 7) de la Carrera de San Jerónimo. De él hablamos en el Capítulo III de Los cafés madrileños en la obra de Galdós.

En septiembre de 1898 vuelve Trullás a acometer reformas en el local. Cambia la decoración y renueva el material por otro más elegante, lo que aumenta la ya consagrada reputación de la peluquería en sus casi veinte años de existencia. En aquella ocasión, el Sr. Trullás celebró el acontecimiento obsequiando a los parroquianos con un suculento lunch. [Información obtenida de El Globo, Año XXIV-Quinta época. Núm. 8.333]


La competencia
Muchas eran las peluquerías instaladas en la ciudad, identificándose claramente las de señoras y las de caballeros. Nos interesa una, que fue peluquería y barbería.
El Heraldo de Madrid, de 6 de febrero de 1891, nos cuenta que dos antiguos oficiales del salón de Trullás, unos tales Juan e Hilario, abrieron peluquería en la calle de Peligros, números 11 y 12. Cobraban por servicio 25 céntimos, casi la mitad de lo que suponía en la de Trullás.


Peluquero afortunado
En el sorteo de Navidad de 1901, la diosa Fortuna sonrió al Sr. Trullás y su clientela.
Aquel año Madrid había repartido el tercero (33.235) y cuarto premio (4.235) del Gordo, de dos millones y quinientas mil pesetas respectivamente. Hubo otros premios de menor cuantía vendidos íntegramente en administraciones madrileñas.
El primer premio del Gordo, de cinco millones de pesetas, fue vendido en Lérida y recayó en el número 30.565. Lo cantó el niño de San Ildefonso Ángel Sotos Martín.
La decena de la centena de este número la jugaba la peluquería de Trullás, que se embolsó 50.000 de las 10.000 pesetas jugadas. El Sr. Trullás había hecho mil talones de diez pesetas, repartidos casi todos entre los clientes y dependientes de la casa.


Agencia de alojamientos Trullás-Martín
En 1902 el afamado peluquero incursiona en el mundo del turismo fundando junto al Sr. Pablo Martín una Agencia de alojamientos. El negocio, dedicado a dar servicio a los forasteros y a los intereses del comercio madrileño, recibió la autorización del Ayuntamiento y comenzó a funcionar a finales de marzo de aquel año, con miras a las celebraciones de las Fiestas de Mayo y la mayoría de edad del rey Alfonso XIII.

Decía El Liberal de 27 de marzo:
"Organizada como lo están este género de empresas en el extranjero, la Agencia Martín-Trullas tendrá en sus registros nota de todos los hoteles, casas da viajeros, habitaciones amuebladas, cuartos que se cedan con asistencia ó sin ella, para las próximas fiestas, y, en una palabra, después de un gran trabajo de preparación, podrá dar al forastero y al Municipio lista exacta de todos los hospedajes y de todos los precios que puedan utilizarse en Madrid para la temporada
de los próximos festejos."
El minucioso trabajo que estaban realizando Martín y Trullas iba mucho más allá de los hoteles, casas de viajeros y de huéspedes que figuraban en las listas de Anuarios y Guías. Se encargaban de sumar a estos las casas, las calles y números donde poder ubicar a los "isidros" y otros viajeros, además de ofrecer intérpretes, carruajes, guías turísticos y cuanto necesitase el visitante que llegaba a Madrid.
Como se hacía en París, fomentarían la asociación de viajeros en grupos de catorce a veinte personas que, con coches de la agencia y un guía, pudiesen visitar los museos y monumentos, y conocer algunas curiosidades de la ciudad. También proporcionaban entradas de teatro sin revendedor.

La agencia había publicado un reclamo avisando a los propietarios de casas con habitaciones disponibles, y a aquellos que demandaban una, que podían apuntarse en sus oficinas; de este modo, los astutos empresarios contaban con una extensa lista de posibles alojamientos y clientela.




La Agencia Trullás-Martín estaba ubicada en el entresuelo de Carrera de San Jerónimo, 7 y 9, donde se encontraba el Salón de Peluquería.



Las ocupaciones derivadas de esta nueva empresa, o la llegada de la edad de jubilación, propiciaron que en el año 1905 José Trullás traspasase su negocio de peluquería.


Traspaso
Según las noticias, en 1905 el Gran Salón de Peluquería de José Trullás pasa a manos de dos de sus reputados oficiales, los señores Cachón y Berrocal. Lo primero que hicieron estos flamantes propietarios fue instalar dos modernas estufas de desinfección para todos los útiles de tocador. La fama del establecimiento aumentó al favorecer la higiene y la limpieza, y por no haber alterado el precio acostumbrado en sus servicios, a pesar del desembolso que supuso adquirir las estufas.
Desde entonces la peluquería pasará a llamarse de Cachón y Berrocal, aunque se seguirá conociendo como la "antigua de Trullás".
Juan Cachón, que las noticias decían era oficial de la peluquería, aparece en el Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración de 1883 (Año V. Pág. 88) como propietario de una peluquería en la calle Princesa, número 16.
Por otra parte, en el mismo anuario, correspondiente al año 1906 (Nº. 1, pág. 360), aparece registrado como "Cachón y Berrocal (Juan), peluquería de Trullás, Carr. de S. Jerónimo, 7." Esto nos hace pensar que quizá "Berrocal" no era otro oficial de la peluquería sino el segundo apellido de Cachón.


Otra vez la fortuna
La nueva e higiénica peluquería de Cachón y Berrocal se vio agraciada con el décimo premio del sorteo de Navidad de 1908, que recayó en el número 23.483, premiado con 90.000 pesetas. El establecimiento llevaba una decena completa, desde el 23.481 al 23.490, que había sido adquirida en la administración número 34 de la Carrera de San Jerónimo 12.
El Gordo de aquel año fue el 35.819, premiado con seis millones de pesetas.


Peluquería de Cachón
En el Anuario del comercio, de la industria, de la magistratura y de la administración de 1911 (Nº 1. Pág. 1.507) continúa registrada la firma comercial Cachón y Berrocal; sin embargo, en 1912, el negocio pasará a conocerse como "Peluquería Cachón".
La fotografía que hemos utilizado para recordar la historia de este comercio y sus propietarios es de 1915 y muestra la reforma realizada por Cachón en 1914.
La que ahora ofrecemos -también del fotógrafo Vilaseca-, corresponde a otro recuerdo de papel, en este caso de 1930, publicado en la revista Estampa (Año III - Núm. 124. 1930), donde apreciamos la última reforma del local.



En 1933 pocos la recordarán como la "antigua de Trullás" y comenzarán a nombrarla "de la viuda de Cachón". Figurará con la nueva numeración, el 5 de la Carrera de San Jerónimo.

Comenzamos estos Recuerdos de papel con la revista Mundo Gráfico de 1915 y acabamos con la misma publicación, pero del año 1933, y un anuncio de los lujosos sillones de aquel desaparecido salón de peluquería de caballeros.




Sin darnos cuenta, dos grisáceos trozos de papel nos han recordado que existió en Madrid aquella postinera peluquería, que tuvo dos propietarios y una viuda heredera; y que su primitivo dueño montó una de las primeras agencias de turismo de la que poco o nada sabemos y cuya existencia fue efímera.
Nada queda del Gran Salón de Peluquería de Trullás; tampoco del Pasaje de Iris y Café Madrid, y mucho menos del interior del bellísimo edificio de la Crédit Lyonnais que hoy sucumbe a la picota especulativa.


© 2014 Eduardo Valero García - HUM 014-025 RECUPAPEL