El interés de un lector por un comercio de la calle del Alcalá nos llevó a escribir la historia de la tienda de tejidos y confecciones “
Al Capricho”. A su vez, entre las fotografías publicadas en ese artículo, el ojo avizor de otro lector identificó los carteles de la “
Sastrería Emilio Núñez”, situada en el número 28 de la Manzana 272.
Dispuestos a contar la historia de la sastrería a partir del edificio que ocupó, encontramos una variedad de conexiones con otros comercios, instituciones y personas.
El edificio de Alcalá, 28
La búsqueda
La comparativa de planos antiguos con la cartografía actual ofrecen diferencias notables en el ordenamiento de las casas, numeración y denominación de las calles.
La localización por Manzanas facilita la tarea de búsqueda y los Parcelarios municipales muestran, cronológicamente, las constantes modificaciones del callejero matritense. En su conjunto, son útiles para la localización de un lugar concreto.
Sumado a esto, la consulta de varios expedientes de licencias de obras del siglo XIX correspondientes al Archivo de la Villa, arrojan datos sobre los edificios y permiten aportar nuevas historias de lo que vemos y recuperar la de aquellos espacios que ya no existen.
Centrados en las numeraciones de la calle de Alcalá 48 y 50, y su relación con la Sastrería de Emilio Núñez, los edificios localizados que se muestran en la siguiente imagen correspondieron a las propiedades de:
[A] D. Fernando Fernández Casariego (casa número 4 y 5, antiguo – Alcalá, 52, moderno de la época – Actual 30-32).
[B] D. Carlos Villamil / Ignacio de Olea (casa 3, antiguo – Alcalá, 50, moderno de la época).
[C] D. Lorenzo García (casa 2, antiguo – Alcalá, 48, moderno de la época).
Esta configuración de casas sufrió modificaciones, incluso la trazada de la calle de Cedaceros.
Continúan en pie el edificio [A], actual Consejería de Educación, Universidades, Ciencia y Portavocía de la CAM, y el del número 28 (antiguo 50), donde estuvo la sastrería.
En el lugar que ocupó el edificio [C] y parte de lo que fue Al Capricho y los sucesivos comercios, se construirá en la década de los 60 del siglo XX el edifico del Banco Popular.
Estos edificios tienen muchas cosas que contar, principalmente de sus propietarios y su relación con la vida municipal, política y comercial de Madrid.
Lorenzo García y el antiguo edificio de la calle de Alcalá, 48
En julio de 1850, el comerciante don Lorenzo García, propietario de la casa situada en la calle de Alcalá, 48, solicitaba permiso al Ayuntamiento Constitucional para derribarla por encontrarse en estado ruinoso y levantar una de nueva planta proyectada por el arquitecto Juan Moran Labandera. En febrero de 1851 quedaba aprobado el expediente. [
Acceso al documento]
Como vimos en las imágenes, la casa lindaba con los números 46 y 50, tal y como se expresaba en el expediente de obra.
Lorenzo García era propietario del gran almacén de papeles pintados, transparencias, molduras de oro y objetos de adorno de la calle del Carmen, 18. En 1847 se asociaba con Narciso y Ginés Bruguera, conocidos comerciantes capitalistas con intereses en varios negocios; entre ellos, los almacenes “A la Villa de París”, situados en la calle Carretas, 35; después en la de Montera, 8 y más tarde en la esquina de la calle de Alcalá con la de Sevilla (antigua de Peligros), encima del Café Suizo.
La Compañía Española General de Comercio
En 1846, Lorenzo García fue miembro de la Junta fundadora y director de la Sociedad anónima Compañía Española General de Comercio, en unión de otros comerciantes y capitalistas entre los que se encontraban Antonio Jordá y Santandreu, Narciso y Ginés Bruguera, Mateo de Murga, Francisco de las Rivas, y otros tantos asociados.
Según había informado la dirección, los grandes almacenes de la Compañía, suministradores al por mayor y al por menor, se abrirían consecutivamente entre el 1º y el 15 de septiembre de ese año: el primero en la calle Capellanes, 10 (casa antigua de la Misericordia), adquirido en propiedad, y el segundo en la calle del Carmen. Al año siguiente se abriría un Bazar en el pasaje de Murga, también conocido como pasaje del Comercio (calle de la Montera, 33 moderno).
Una noticia de El Español, del 11 de julio de 1846, nos habla del almacén de la calle Capellanes:
«Según nos han asegurado, la casa situada en la calle de Capellanes, frente a la plazuela de las Descalzas, donde estuvieron las oficinas del Eco del Comercio, ha sido comprada por una sociedad de capitalistas. Esta noticia nos la confirma un periódico de la tarde cuando dice que, esa sociedad piensa derribar la finca, a cuyo efecto se han mandado ya desocupar todas las habitaciones, y construir un edificio de nueva planta, destinado a grande almacén de toda especie de quincalla, relogería y otros géneros de comercio, en el que podrán surtirse las demás tiendas y tratantes al pormenor. El nuevo local deberá estar dispuesto con el mayor lujo, y tendrá todas las dependencias necesarias para almacenar con la debida separación la enorme cantidad de manufacturas que piensa reunir la nueva empresa».
Para muchos resultará conocida la ubicación del gran almacén porque allí nacerán los famosos bailes y la emblemática casa Viena Capellanes.
Meses más tarde, el 16 de octubre, el mismo periódico se hacía eco de la noticia publicada por El Clamor y daba cuenta de la inauguración de la gran tienda situada en la calle del Carmen.
«Ayer a las siete de la tarde se abrió la gran tienda de géneros de moda que la Compañía Española de Comercio ha establecido en la calle del Carmen. La extensión de esta magnífica tienda, el lujo y aparato con que está adornada, y la abundancia, variedad y esmerado gusto de todos sus géneros, colocan a este establecimiento en una esfera superior a cuantos de su clase existen en esta corte.
En prueba del lujo con que está adornada la tienda de la sociedad del Comercio, bastará decir que la estantería, elegante, simétrica y barnizada de blanco, se distingue por sus remates y molduras doradas; en los intermedios de las puertas hay magníficos espejos con marcos preciosos, confidentes y sillas con asientos de terciopelo carmesí; y tanto en la parte interior como en la de afuera, lujosos quinqués de reverbero.
En la noche de ayer era inmensa la concurrencia, y los elegantes dependientes que sirven el establecimiento, no tenían manos a despachar los géneros, especialmente los que merecen la elección del bello sexo. Gran porvenir está reservado sin duda a una sociedad que comienza con tales auspicios. Si la tienda abierta ayer al público madrileño con tanta pompa y lucimiento ha llamado la atención hasta un punto indecible, el despacho extraordinario que se está verificando en el depósito que tiene la misma compañía en la calle de Capellanes no traerá menores beneficios a esta empresa colosal, que reúne a la vez grandes capitales y personas sumamente entendidas».
En el Archivo de la Villa se conserva el expediente de obras realizadas en el edificio de la calle Capellanes, 10, a solicitud de sus propietarios: Narciso y Ginés Bruguera y Lorenzo García. Se trata de licencias de obra de 1853 y 1854. Existe otro expediente de 1860 en el que aparece únicamente Ginés Bruguera como propietario.
El almacén de papeles pintados y otras propiedades
En 1853, el almacén de Lorenzo de la calle del Carmen, 18, fue adquirido por los señores Casimiro Mahou y Santiago Ballesteros, dueños del almacén del mismo género titulado “Las Maravillas”, de la calle Espoz y Mina, 4. Estos empresarios habían instalado su fábrica en la carretera de la Mala de Francia, cerca del depósito del canal de Isabel II.
"Las Maravillas" fábrica de papeles pintados de los señores Mahou y Ballesteros.
La Ilustración. Madrid, 6 de abril de 1857
Cuando los comercios cerraban o se fusionaban con otros, muchos dependientes probaban suerte y constituían sus propios comercios, siempre avalándose ellos mismos como exempleados de tal señor o tal comercio. Ese fue el caso de los emprendedores Gregorio Fernández y José Blanco (Blanco-Fernández y Compañía), antiguos dependientes de Lorenzo García, quienes adquirieron el almacén del mismo ramo titulado “La Moderna”, situado —casualmente— en la calle de Alcalá, 50.
A este escenario, con importantes asociaciones, nuevas construcciones, avances del comercio y la industria madrileña, se sumaba la monumental reforma de la Puerta del Sol. Por este último motivo, en 1857 se le expropian a Lorenzo su finca de la calle Montera, 4, y las de la calle del Carmen 10 y 13. La tasación total fue de 1.772.491,53 rs. vn.
Lorenzo García falleció en Madrid el 29 de marzo de 1858, dejándonos esta historia de vida.
En lo que respecta al emporio creado por la Compañía Española General de Comercio, el Bazar instalado en el pasaje de Murga cerró sus puertas en 1848 por decisión de la Junta directiva de la Compañía. Por su parte, a finales de 1849 dejó de existir el almacén de la calle Capellanes, 10. De aquel floreciente emporio sólo se conserva el pasaje de la calle Montera.
Carlos Villamil, Ignacio de Olea y el antiguo edificio de la calle de Alcalá, 50
El 7 de diciembre de 1846, don Carlos Villamil, propietario de la casa 3 de la calle de Alcalá número 50, solicitaba al Ayuntamiento la demolición de la casa existente para construir otra de nueva planta. En febrero de 1847 se verificaba la venta del solar a don Ignacio de Olea, quien presentaba un nuevo proyecto. La licencia era aprobada el mes de marzo.
En la imagen vemos los dos proyectos incluidos en el expediente 4-48-70 (1846/47), ambos firmados por el arquitecto Miguel García.
La reducción de la longitud en la fachada del proyecto de Olea con respecto al de Villamil venía expresada en el expediente con indicación de la Comisión de obras, seguramente en previsión de la trazada de la calle Cedaceros que afectaría a los edificios de Alcalá, 46 y 48.
Carlos Villamil
Era el primitivo propietario de Alcalá, 50. Vivía en ese domicilio cuando en 1838 ocupó el cargo de Regidor del Ayuntamiento Constitucional, tal y como consta en el Diario de Avisos de Madrid del 18 de marzo de ese año. Su vinculación con el consistorio será reiterada, en 1856 volverá al consistorio por orden de Francisco Serrano.
Fue presidente de la Sociedad especial minera “La Linaresa”. Curiosamente, algunas de sus juntas generales se celebraron en el Centro minero de la calle Capellanes, 10.
En septiembre de 1861 esta sociedad se fusionaba con la especial minera “Segunda Makirna”, formando la Compañía “Linaresa y Segunda Makirna Unidas”.
Villamil también fue propietario del edificio ubicado en la calle de Santa Isabel, 1 esquina con la de Atocha, 50. El inmueble aún existe.
Ignacio de Olea y Artiaga
Este segundo propietario también tuvo vinculación con el Ayuntamiento, siendo alcalde en dos ocasiones. Primero en 1843 y después en 1854. Además, fue Senador Vitalicio del Reino en la legislatura 1854-1860. [
Ver ficha del Senado]
Si todos los citados fueron personas importantes en diferentes ámbitos y durante el convulso Madrid isabelino, el sastre que ha sido motivo de la realización de este artículo también lo fue en su ramo y en su época. A las conexiones, casualidades y/o curiosidades que han estado presentes en este texto, se suma ahora lo anecdótico.
La sastrería Emilio Núñez
En el principal del edificio de Alcalá, 28, se instalará en 1926 el sastre Emilio Núñez. Curiosamente, en el mismo lugar estuvo la sastrería “Walter. Ladies & Gentlemen Taylor”. Sabemos que Núñez y Walter pudieron trabajar en sociedad durante un tiempo.
También estuvieron en ese edificio la agencia en Madrid de los "Vapores-Correo de A. López y Compañía" y las oficinas centrales de la "Casa Faustino Nicoli", afamado marmolista con presencia en Madrid desde 1835. Los talleres y almacenes estaban en la calle Pacífico, 28, y en la calle de Fuenterrabía, 4.
Otros de los vecinos instalados allí fueron la Cooperativa de capitalización y crédito “La Providencia de España” y al menos dos compañías de Seguro Marítimo que se hundieron rápidamente. En 1936 se instaló en la tercera planta la Sociedad “TAULESTO”, fabricantes de los chalecos del mismo nombre contra balas de armas cortas. También estuvo allí desde 1925 la librería “Voluntad”, hasta su cierre en 1931. Pero hubo más comercios que trataremos en otro artículo.
Emilio Núñez fue uno de los tantos sastres acostumbrados al corte clásico, con una clientela variopinta pero acomodada. La ubicación de su sastrería daba cierta categoría que él sabía aprovechar. Quizás por eso, fue uno de los sastres de Franco y, según sus palabras, también del rey Juan Carlos I.
Así lo había contado en una entrevista a Hoja del Lunes realizada con motivo del fallecimiento del dictador; sin embargo, nada decía del monarca.
Recordaba que la primera vez que hizo un trabajo para Franco había sido en 1934, por el luto de su madre. En aquellos tiempos acudía a la sastrería a hora temprana, antes de las pruebas de otros clientes.
Más adelante, en 1936, le confeccionó un frac, un chaqué y dos trajes de paisano con el mejor paño inglés. Decía que aquellos trajes habían costado 325 pesetas cada uno. El mismo frac, sometido a algunos retoques, lo había utilizado Franco en 1966 para la ceremonia de reinauguración del Teatro Real.
En 1937, en su sastrería de Salamanca, confeccionó el traje militar que aparece en fotografías históricas durante la presentación de credenciales de los embajadores de Italia y Alemania. Luego, acabada la guerra, confeccionará el uniforme de Falange y «otros blancos, sencillos, cerrados por una fila de botones». Años después, le confeccionará algún gabán y chaquetas cruzadas, al menos hasta la década de los sesenta.
Núñez reconocía que durante la guerra y la postguerra se encontraba con muchas dificultades por la falta de producción de telas españolas, por lo que debía recurrir al género extranjero. Antes y después, como lo hicieron sus colegas del siglo XIX trayendo las novedades de la moda de París, con frecuencia se anunciaba que Emilio Núñez había regresado de Londres con las últimas novedades para su sastrería.
La nueva vida madrileña de la década de los cincuenta y los importantes avances en la industria textil le permitieron codearse con lo más granado de la moda. Así, después de treinta y seis años al frente de su sastrería, en 1962 participará en el Festival de las Fibras Modernas, celebrado en el parque de El Retiro. Junto a él, los sastres Ginés Lorca, López Herbón, Juan Camps y “El dique flotante”.
En el evento se presentaron ochenta y seis modelos de los modistos Pedro Rodríguez, Asunción Bastida, Santa Eulalia, Molas-Ruiz, Pedro Rovira, Herrera y Ollero, Lino, Marbel, Vargas Ochagavía y Lanvin-Castillo. Para entonces, Núñez ya formaba parte de la Alta sastrería de Madrid.
Por cierto, el diseñador de la firma francesa Lanvin-Castillo era Antonio Cánovas del Castillo (
Antonio Castillo), descendiente del presidente Cánovas.
PUEBLO. Madrid, 16 de abril de 1962 (Año XXIII, núm. 7037)
Las crónicas del evento resaltaban el triunfo del ARTILENE, tejido compuesto de legítima lana de Australia y fibra de terylene, resistente a las arrugas, casi sin necesidad de plancha, de secado rápido y tan resistente como "el acero". De los dieciséis trajes masculinos que desfilaron, doce estaban confeccionados con ese tejido.
«Con Artilene se pueden confeccionar toda clase de prendas. Ayer lo pudimos comprobar: desde el traje “sport” hasta el de vestir, o al elegante chaqué, o al confortable gabán. En verano, el Atilene constituye el tejido ideal: liviano, fresco y de muy poco peso. En invierno se sigue llevando, pero sobre todo para la fabricación de pantalones».
Poco más podemos contar del sastre Emilio Núñez. La investigación genealógica no aportó datos y la información gráfica es escasa, por lo que es muy limitada la historia, aunque también muy interesante.
Al menos, la mirada atenta del lector que localizó el cartel colocado en la fachada del edificio y amablemente nos facilitó las etiquetas de una prenda de su colección, fue motivo suficiente para la realización de este artículo.
En señal de agradecimiento, a él se lo dedicamos.
© 2023 Eduardo Valero García - HUM 023-005 ALCALÁ-NÚÑEZ
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