jueves, 20 de julio de 2023

Los Refrescos ingleses y El infierno encantado, predecesores del Trianon-Palace y del Teatro Alcázar.

El Teatro Alcázar está ubicado en el número 20 de la calle de Alcalá, donde antes existieron otros espacios de recreo y espectáculo cuyas historias merecen ser recuperadas. 

Este recorrido histórico entre los siglos XIX y XX se centra en la Manzana 267 de la calle de Alcalá, una de las vías principales de acceso a la ciudad. Poblada antaño por órdenes religiosas, instituciones públicas y nobles casas, fue después poderosa arteria financiera, de espacios de recreo, ocio y espectáculos.

Antonio Joli, Vista de la calle de Alcalá, h. 1749-1754.

Tinta parda a pluma, aguada de tinta agrisada y restos de lápiz rojo sobre papel verjurado, 120 x 470 mm. Del catálogo de la exposición Madrid en la colección Abelló. Pinturas y dibujos de los siglos XVII al XX (2023) Dirección General de Promoción Cultural de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid.


La Manzana 267
Tres numeraciones intervienen en esta historia: el antiguo número 3, el posterior 40 y el actual número 20 de la calle de Alcalá, situado en la Manzana 267, conformada por la citada arteria y las de Sevilla, Cedaceros y Gitanos (después Arlaban).
En la siguiente imagen, fragmento del plano parcelario de Madrid de Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero, se resalta la Manzana en cuestión.


Mucho había cambiado la fisonomía de esta zona, más acusada entre los siglos XVIII y XX. Y mucho más, o de diferente manera, en tiempo de los Reyes Católicos, cuando era conocida como calle de los Olivares; llamada así por los que allí había junto a una fuentecilla denominada de los Caños de Alcalá, cercana a la primitiva puerta. 

El 24 de octubre de 1599 por aquella puerta, varias veces remodelada y reubicada después, hizo su entrada la reina Margarita de Austria-Estiria. Así lo trascribía Carlos Cambronero en la Revista Contemporánea (Cuarto trimestre de 1900): 
«Salió S.M. de San Jerónimo por un portillo que se hizo en la cerca del monasterio para salir al campo, porque había de entrar por la puerta de la Villa que se había hecho de nuevo cerca de los caños de Alcalá, la cual tenía dos puertas menores a los lados y sobre la una estaba una mujer hecha de bulto con una corona en las manos que la ofrecía a la Reina, nombrándose Madrid, por llamarse en latín Mantua Carpetana. Sobre la otra había un hombre que significaba el fundador de la Villa, el cual le ofrecía la llave de ella». 
Poco a poco, puerta y calle tomaron carácter de entrada triunfal y regia, llegando a ser la monumental que hoy conocemos gracias a Carlos III. Esto implicó cambios urbanísticos importantes que adecentaron la vía y modificaron su fisonomía, como podemos apreciar en la vista dibujada por Antonio Joli, utilizada como encabezamiento de este artículo. Al fondo de la detallada ilustración se intuye la antigua puerta y su similitud con el grabado conservado en la Biblioteca Nacional de España, de autor anónimo y datado hacia 1636. 



La animada calle también llevó por nombre durante un tiempo el de duque de la Victoria, título otorgado por Isabel II a Baldomero Espartero.




Si bien lo dicho hasta ahora es una breve reseña histórica de la calle, el interés está puesto en los nombres anunciados en el título del artículo. Por tal motivo, cito a continuación alguno de los lugares de diversión ubicados en la vía durante la primera mitad del siglo XIX. 

Teatro, Neorama y figuras de cera. 
Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico cita estos espacios muy cercanos y relacionados con el lugar que ocupa el Teatro Alcázar.
Nos cuenta que en el “número 27, donde había estado el convento de las Vallecas”, se instaló en 1841 el Teatro del Museo Lírico. Recordemos que el convento estuvo situado en la esquina de la calle de Alcalá con la de Virgen de los Peligros, donde años más tarde, el 20 de julio de 1870, se inaugurará el Café de Fornos
En la “casa número 48 y Cedaceros” (posiblemente en la Manzana 272) situaba el salón de recreo denominado Neorama, compuesto de vistas de neorama, cosmorama, ferro-carriles, rueda brillante, pirotecnia y autómatas. Según indicaba, el salón se había instalado allí en 1849.
Nos cuenta también que en la casa “número 50” se encontraba el salón de Exposición de figuras de cera. Un anuncio publicado en diciembre de 1833 en el Diario de avisos de Madrid situaba este gabinete en la “casa número 5 de la Manzana 267, esquina a la de Cedaceros”.


En todo caso, estos locales estuvieron muy cerca del lugar donde años más tarde se construiría el salón Trianon-Palace y después el Teatro Alcázar, demostrando así lo animada que ya era la vía con estos espacios y la proliferación de comercios de todo tipo. Dejamos para otra ocasión la enumeración de los edificios públicos, religiosos, financieras y casas particulares allí instalados.  

Dicho esto, centramos la atención en los comercios relacionados con el número 20 de la calle de Alcalá.

De los “Refrescos ingleses” a “El infierno encantado”. 
Del frío al calor entre dos siglos y en un mismo espacio de la calle de Alcalá.
En la citada Manzana 267 identificamos el número 40 de la calle (más tarde número 20), donde se levantaba un edificio de cuatro plantas, con entresuelo y portería.

La finca, propiedad de D. Félix Gómez y Dña. Manuela Puente, había sido sometida a una importante reforma en 1864 por la que se levantaron tercera y cuarta planta, además de obras en el interior y fachada. El proyecto y realización fueron encargados a D. Antonio Ruiz de Salces, arquitecto de renombre en la villa y corte por su participación en las obras del Museo Arqueológico, la Biblioteca Nacional y varios edificios particulares importantes. [Acceso al documento]

La casa sujeta a reformas había sido propiedad de la marquesa de Aranda y de Guimarey, cuya construcción era anterior a 1826, tal y como queda recogido en la licencia de obras conservada en el Archivo de la Villa. [Acceso al documento]

Las siguientes imágenes muestran el primitivo edificio y la posterior reforma.




En la década de los ochenta del siglo XIX se instalará en este edificio el comercio Refrescos ingleses, con casa central en la calle Arenal 18 y sucursal en el vestíbulo del Teatro Apolo.


Este establecimiento rivalizaba con el instalado en la otra acera, en el número 27, titulado Refrescos ingleses y americanos, famoso por sus brioches parisienes. A tenor de lo que indicaban en su publicidad, entre uno y otro comercio existía competencia desleal.


Lo cierto es que Refrescos ingleses y americanos vendía ingentes cantidades de brioches para casas aristocráticas y el público general, llegando a cifras que superaban los cuatro mil en un domingo.
Curiosamente, el local estaba ubicado cerca del de la Compañía inglesa de Seguros de Vida y Rentas vitalicias "La Gresham", domiciliada en el número 23. Recuérdelo, porque años más tarde se verá implicada en un sonado suceso relacionado con la construcción del Teatro Alkázar (Sí, con “K”).


Volviendo al comercio que nos interesa del número 40, podemos decir que, además de las sodas y helados a precio módico, fue concesionario de los afamados chocolates Suchard, cuyo precio de venta era de una peseta la libra. Además, en su carta figuraba el Champagne Codorníu.

La tarde del 11 de noviembre de 1891 se declaró en el local un incendio sin consecuencias graves. Noticia premonitoria de lo que en ese lugar (no en el mismo edificio) ocurriría noventa y dos años más tarde. En la memoria de todos queda el trágico incendio desatado la madrugada del 18 de diciembre de 1983 en la discoteca Alcalá 20, y el conato que sorprendió a los viandantes treinta años después; este último sin consecuencias graves.

Además de los refrescos, vendían novedades para cotillones y para regalos; árboles de Navidad y objetos para decorarlos; juguetes elegantes; todo tipo de adornos para las carrozas de Carnaval, confeti, cintas y accesorios para las señoras.
En 1900 fue uno de los pocos comercios que ofrecía lentes para observar el eclipse del 28 de mayo al módico precio de una peseta, como fue el caso del óptico J. Dubosc, vecino de la Casa central de Arenal, 18.


En los Refrescos ingleses también se podía comprar la purga y curativo de las enfermedades de hígado denominada “La Capuchina”, nombre que recibía el manantial de aguas de Lanjarón.


En 1910 fue uno de los comercios representantes y vendedores de las lámparas Philips de bujías. En junio de ese mismo año se trasladará a la calle de Alcalá, 4, liquidando sus existencias del local del, para entonces, número 20.

Cortesía de todocoleccion.net

En enero de 1936, Enrique Martínez Gómez, dueño de Refrescos Ingleses, fue herido de gravedad al intentar acabar con su vida disparándose en el pecho. El hecho ocurrió en el taxi que le conducía desde el Hipódromo a la Puerta del Sol. A partir de ese momento, no aparecerá en la prensa ningún anuncio del establecimiento.

El averno en la calle de Alcalá.
Con los Refrescos ingleses en plena liquidación, se instalará en noviembre de 1910 un satánico establecimiento. En la fachada se había colocado la escultura en cartón piedra de un enorme diablo echando llamas por los ojos; bajo él pendía un cartelón iluminado por lamparillas rojas en el que podía leerse: “El infierno encantado. Gran atracción”.


La inauguración de este templo de Lucifer se verificó el 18 de noviembre gracias a un exitoso empresario que quiso permanecer en el anonimato, delegando la puesta en marcha del proyecto en el acaudalado capitalista Antonio García Moriones, dueño de los cafés de Madrid, Oriental y de la Paz, y más tarde empresario del Trianon-Palace.

El Liberal del día 19 se hacía eco de la inauguración en una breve columna titulada “EL INFIERNO ENCANTADO”, donde aparecía una fotografía de García Moriones. Decía del empresario:
«El Sr. García Moriones, enamorado del arte y voluntario servidor del buen gusto, se ha propuesto organizar fiestas de cultura en el sitio mejor y más céntrico de Madrid. A esa tentativa generosa responde la instalación del “Infierno Encantado”, el espectáculo que con más suntuosidad y esplendidez se ha montado en España desde hace muchos años. El Sr. García Moriones ha realizado una empresa gigantesca merecedora de aplausos entusiastas. Demuestra poseer un espíritu cultivado y un concepto altísimo de nuestro público, ofreciéndole fiestas de verdadero “chic”, como las que diariamente se celebrarán en los antros de Lucifer, o sea en el “Infierno Encantado”».

Antonio García Moriones falleció el 27 de febrero de 1918, a la edad de cuarenta y un años. Sus restos descansan en el cementerio sacramental de San Isidro.

Además de la imponente fachada, llamaban la atención las mujeres hermosas disfrazadas de hadas y ninfas fantásticas; las flores; la música; el artístico decorado y la iluminación multicolor. Todo esto, y el módico precio de la entrada (cincuenta céntimos), propiciaron un éxito inmediato y un lleno absoluto cada día, con colas interminables de público (mayoritariamente masculino) que quería conocer a la hermosa hada Isla, a la exuberante reina del infierno y a las graciosas y bellas ninfas que animaban el salón con sus danzas.

Destacaba también el laberinto de espejos, espectáculo poco novedoso, pero cuyo encanto radicaba en las fantásticas féminas y los regalos que proporcionaba el talismán de la bella hada Isla.
Todos los días, desde las cinco de la tarde, el público disfrutaba de la “Fiesta de la jota”, exitoso espectáculo en el que intervenían los bailadores de jota hermanos Guerrero (“Los reyes de la jota”), acompañados por el cantador “niño del Rabal” y el tocador Luis Alonso. El guitarrista zamorano Arturo Peláez “Perlitas”. La célebre cantadora de flamenco Pepita Moreno “La Antequerana”, competidora de “La niña de los peines” en aquellos tiempos. La elegante y divertida cupletista “Bella Petite Servia”; los bailarines en miniatura “Joyita y pequeño Rivas”, con sus bailes españoles y extranjeros, al igual que la exitosa pareja de baile “Las Madrileñas” y el duplo “Coppelia-Morenito”. 
A las 11 de la noche, con sesiones de media hora hasta las doce y media, el público enloquecía con las sugestivas danzas de la “Egipcia Aida”.

Hablemos del laberinto.
Al Infierno encantado se accedía por un pasillo que desembocaba en un enorme salón con paredes recubiertas de escenas bulliciosas y caricaturas, todas pintadas al óleo. Al fondo, detrás de una cortina verde, se encontraba el laberinto de cristales y espejos.

No se trataba de una atracción novedosa, porque los laberintos de espejos ya era conocido desde el siglo XIX; pero, el añadido de las ninfas con sus danzas y la hermosa hada con su talismán, atraían a los parroquianos.

Al viejo degenerado
Que, abandonando su casa
En el infierno encantado todas las noches pasa,
A ese, la Ley del candado. 

Suponemos que el viejo citado pasaba la noche allí por las ninfas y hadas, y por las danzas sugerentes de la egipcia.

Mientras los incautos probaban suerte en el laberinto, dándose de tortas contra los cristales, fuera del enjambre de espejos y cristales, reflejadas en ellos, las ninfas danzaban. Al poco rato, después de hacer el tonto por el laberinto, una voz estertórea anunciaba: «¡Va a salir el hada!». Se abría una portezuela disimulada entre los espejos y aparecía el hada con su talismán, papelito azul que entregaba al afortunado como único premio para cambiar a la salida por un regalo.

Revista Gedeón. Madrid, 3 de enero de 1900

Un periodista de Las Provincias - Diario de Valencia había escrito para la edición del 23 de noviembre de 1910:
«En la calle de Alcalá llama la atención estos días una iluminación rojiza ante una portada algo diabólica que tiene por rótulo “El infierno encantado”. Este infierno no es siquiera un infiernillo […] Aunque se anunció la cosa con bombos estrepitosos, “El infierno encantado” viene a ser un laberinto más de la Corte, con muchas luces rojas y bailarinas, cuyas figuras reproducen espejos».
Dijeran lo que dijesen, lo cierto es que, en ese punto exacto de la geografía urbana madrileña, en plena calle de Alcalá, hubo un infierno. Con él comenzó la historia que hoy contamos.

Del endemoniado laberinto al Trianon-Palace, el “Real” de las varietés.
El género ínfimo, de variedades o arte frívolo había nacido en las postrimerías del siglo XIX y se distribuía por Madrid en varios teatrillos y salones; uno de ellos era el Salón Ideal Japonés, situado en Alcalá, 38, edificio anejo al que nos ocupa, donde más tarde se instalaría la cervecería Lion d’Or, local que tiene relación directa con la historia del Teatro Alcázar.

En la calle de Alcalá estuvo el Salón Rouge; en el número 4 el Salón de Actualidades y, antes de ubicarse en el número 9, había estado en la calle Montera el Salón Bleu. También se dedicaron al arte frívolo otros espacios como el Teatro de la Encomienda; el Salón Madrileño de la calle Atocha, después Cabaré Pelikan, y el Tetro Romea, entre otros.
Si el Trianon era el “Real” de las varietés, el Romea fue su “Catedral”. Años más tarde este título pasaría al Teatro Maravillas.

Los vecinos del Trianon
En la fotografía de Cámara (ca. 1918) vemos la esquina de la Manzana 267 en la confluencia de la calle de Alcalá con la de Sevilla poco antes de cambiar por completo su fisonomía. Identificamos el edificio del Trianon-Palace (amarillo) y sus importantes vecinos. 
En sentido descendente, en el número 18, el edificio de "La Gresham" (antiguamente en el número 23, anejo a la iglesia de las Calatravas) y el Café Lion d'Or.
En la gran esquina, identificado con el número 16, el edificio del Café Suizo y el Hotel Continental.

En sentido ascendente, el edificio de casas de alquiler del número 22, propiedad de D. Antonio Vitórica y Murga, donde estaba el famoso café Maison Dorèe.
En el número 24, el edificio de la Sociedad Nuevo Club, donde se celebraban elegantes banquetes para la postinera aristocracia madrileña.


Una vista más cercana muestra la fachada del elegante Café Suizo y su animada terraza. Destaca en primer término un cartel publicitando el Parque Parisiana



La peligrosa licencia de apertura del Trianon-Palace.
En sesión del pleno del Ayuntamiento de 28 de abril de 1911, presidido por el alcalde José Francos Rodríguez, se aprobaron interesantes asuntos; entre ellos, la licencia de obras para la construcción del Hotel Palace.

En los ruegos y preguntas protestó un concejal por haberse autorizado la apertura de un teatro «en el local que ocupó el Infierno encantado, en la calle de Alcalá, faltando a las Ordenanzas municipales». La contestación de sus iguales fue la siguiente:
«El señor Buendía y el señor Aragón dicen, que el arquitecto municipal reconoció el local, hallándole en buen estado y por eso y por la tenencia de alcaldía se dio la licencia. El señor Latorre dice, que en efecto el local está en condiciones opuestas a la Ley, pero como la licencia para abrir espectáculos da la Jefatura de Policía, si el Ayuntamiento acuerda la clausura, quedará en ridículo porque no le harán caso».
Así fue como se inauguró la tarde del 15 de abril el elegante “Music-Hall” titulado Trianon-Palace, contraviniendo la Ley.

Nacía sobre los despojos del laberinto y las luces de colores, en el mismísimo averno, redivivo en salón de varietés por obra y gracia de los creadores del encantado infierno.

El remozado local contaba con dos plantas lujosamente decoradas, con palcos, butacas, y una iluminación elegante. Los periodistas lo asemejaban en amplitud, lujo y elegancia con el Casino de París o el desaparecido Music-Hall Japonés.


La inauguración se verificó a las seis de la tarde, dividiendo el espectáculo en dos grandes bloques. Primera parte:
1º Sinfonía; 2º Cinematógrafo; 3º Luz Yer, bailes; 4º Les tres Arizonas, ciclistas excéntricos; 5º Trío Lara, bailes internacionales.
Segunda parte:
1º Sinfonía; 2º La Africanita, bailes; 3º Hermanas Castillas, concertistas; 4º Adelita Lulú, canzonetista; 5º Las Pilarcillas, bailes; 6º Les Florentia's, célebre dúo-lírico italiano.

A partir del día siguiente se instauraría la sección de “Gran moda” todas las tardes a las siete y cuarto, con estreno de películas.

Durante sus casi diez años de existencia pasaron por su escenario infinidad de artistas, unos de fama reconocida y otros que la consiguieron debutando en aquel Olimpo de la frivolidad.
Para el empresario Antonio García Moriones no siempre era fácil la tarea de seleccionar lo mejor para un público aristocrático; en muchas ocasiones, las artistas debutaban gracias a poderosas recomendaciones. Sus protectores, entre los que se encontraban políticos (algunos con cargos ministeriales), aristócratas, empresarios, periodistas y literatos, las recomendaban de forma expresa y García Moriones se veía obligado a colocarlas en los mejores puestos del programa.
Pero no siempre ocurría así. Muchas se ganaron el estrellato por su buen hacer, como Amalia de Isaura “La Argentinita” y Aurorita Mañanos Jaufret “La Goya”, entre otras.

Recordemos en el siguiente vídeo a algunos de los artistas que debutaron en el escenario del Trianon o pasaron por él. No son todos, pero la muestra es suficiente.




Final de esta historia
Llegó el año de 1920 y el Trianon-Palace continuaba con sus éxitos. Cerrado por poco tiempo para realizar obras ordenadas por la Jefatura de Policía, reabrió sus puertas el sábado 17 de enero.
Desde principios de ese año se hablaba de la demolición del edificio para la construcción de un Palacio de recreos que se titularía “Alkázar”, proyectado por el famoso arquitecto D. Eduardo S. Eznarriaga, autor de obras como el Teatro Odeón y el edificio social del Centro del Ejército y la Armada, en la Gran Vía

En marzo se confirmaba la noticia: el Trianon desaparecería bajo los efectos de la piqueta, esa herramienta que tanto ha gustado a los poderes públicos y privados de Madrid desde siempre.
Una Sociedad anónima, de la que formaban parte el duque de San Pedro de Galatino y el autor José Cadenas, adquirieron el edificio donde estaba el Trianon-Palace, otrora casa de la marquesa de Aranda y de Guimarey y más tarde edificio de D. Félix Gómez y Dña. Manuela Puente. También se harán con la casa de la calle Arlaban, colindante por el fondo con la de Alcalá, 20.

En una noticia publicada en La Correspondencia de España el 11 de mayo, se decía que el Trianon-Palace reabriría sus puertas en el local de la calle Cedaceros, donde había estado el Salón Madrid. Pero no fue así.

Muy atrás en el tiempo quedaban los Refrescos ingleses y el Infierno encantado, espacios de los que poco o nada sabíamos pero que formaron parte de la intensa vida diurna y nocturna de la calle de Alcalá.

Lo que sucedió después de la desaparición del Trianon-Palace es una historia conocida, aunque podemos ofrecer más datos; porque, antes de los edificios que hoy vemos en la muy animada esquina de Alcalá con Sevilla, hubo espacios dignos de ser recordados. De los citados, y otros, continuaremos hablando en el próximo artículo.



Bibliografía y Cibergrafía
 
Fuentes consultadas:

Biblioteca Nacional de España - Hemeroteca digital - Biblioteca digital hispánica
Archivo de la Villa - Memoriademadrid - Ayuntamiento de Madrid
Biblioteca Virtual de Prensa Histórica
 
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