martes, 31 de mayo de 2016

110 Aniversario de una boda trágica. Madrid, 1906

Hoy, martes 31 de mayo de 2016, celebramos el centésimo décimo aniversario de la boda de Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg y recordamos el triste atentado que sufrieron en la calle Mayor a su regreso de la iglesia de San Jerónimo. En esta narración Madrid será el escenario de los días previos y posteriores, y los madrileños los protagonistas de todo cuanto aconteció.


Dedicatorias
A doña Maricruz Acereda Sampedro, quien ha cedido imágenes
de su patrimonio familiar para ilustrar los hechos que vamos a narrar.
Queda el agradecimiento del autor de este blog por su amable colaboración y por
conservar tan valiosas estampas de un instante en la historia de Madrid y los madrileños.

A don Antonio, hijo de Maricruz, por ofrecernos su colaboración en
todo lo referente a las imágenes que por primera vez verán los madrileños de hoy.


IN MEMORIAM
Don Fernando Sampedro Rozalén, Comandante de Infantería
con destino en el Ministerio de la Guerra aquel año,
autor de ocho fotografías tomadas
los día previos a la boda.



“[…] los que entienden el lenguaje de las flores y la charla de los pájaros, y el murmurar de las aguas en fuentes y arroyos, me han facilitado el programa de las fiestas con que la madre Naturaleza ha de solemnizarla boda del Rey de España.
Sé, por consiguiente, de buena tinta, que los ángeles, regazadas as mangas de sus vestes, andan lavando el cielo, para que, sin manchas de nubes, brille con toda su pureza.
Sé también que el sol destrenza su cabellera de oro, mientras sus sirvientes le bruñen y acicalan su carroza, para contemplar desde lo más alto de su carrera el cortejo nupcial. […] Los árboles han tejido verdes palios de hojas lozanas y temblorosas; los setos se han engalanado con rosas de suave perfume, y los campos, aunque humildes, han extendido á las plantas de los Reyes tupida alfombra, en que silvestres florecillas forman complicados y hermosos dibujos.
Anónimo, 1906



Los últimos días de mayo de 1906, previos a la boda Regia tan esperada por los madrileños, la Villa y Corte era un hervidero de gente. Visitantes extranjeros y nacionales llegaban a Madrid para asistir a la celebración; forasteros curiosos que no querían perderse el evento y, en algunos casos, hacer negocio con él.

En previsión de los problemas circulatorios que pudieran llegar a formarse, y atendiendo a la seguridad de las regias personas y el pueblo, el Ayuntamiento publicará un extenso Bando del que ofrecemos fragmentos a modo de introducción a este artículo conmemorativo.


Bando de la Alcaldía
«En los kioscos del servicio de Policía urbana, establecidos en la Puerta del Sol, estación del Norte y servicio de carruajes de la del Mediodía, encontrará el público todos cuantos auxilios necesite referentes á hospedaje, precios de carruajes, extravío de niños y de objetos, etc.
Los coches de todas clases, automóviles y máquinas, deberán observar en su circulación lo dispuesto por el art. 78 de las Ordenanzas municipales, no entorpeciendo el libre paso y circulación de los demás, debiendo ir siempre por la izquierda de la línea que sigan, la que tomarán forzosamente cuando se encuentren otro que vaya en dirección opuesta.
Todos los coches deberán llevar en sitio visible la tarifa de precios.»

«En las calles que debe recorrer la comitiva Regia el día 31, se suspenderá la circulación de tranvías desde las nueve de la mañana hasta que aquélla haya pasado.
Los coches de los invitados á la ceremonia de los desposorios en la iglesia de los Jerónimos, palatinos y del Cuerpo diplomático, provistos de pases expedidos por la alcaldía, deberán seguir el siguiente itinerario:
Por los bulevares al paseo de coches del Retiro, hasta la Casa de Fieras, calle de Venezuela, Plaza de Honduras, Paseo del Perú, paseo alto del Parterre, para cruzar la Chopera y salir por la puerta de de Murillo á la calle de Alfonso XII, Espalter y Moret, á apear en la iglesia de San Jerónimo por la puerta de la sacristía, y esperar con los coches en las calles de Alberto Bosch y Casado del Alisal.
El regreso al Real Palacio se hará por el mismo itinerario.
Las personas que vayan al Congreso de los Diputados dejarán los carruajes en las calles del Prado y San Agustín.»

«En la mañana del día 31, y hasta que se presente á la vista la sección de la Guardia civil montada que ha de abrir el paso de la Regia comitiva, los carruajes pueden atravesar y cortar la carrera que ha de seguir la comitiva oficial en todo el trayecto, por las siguientes calles: Postigo de San Martin á Bordadores y Siete de Julio; Peligros á Sevilla y Príncipe; Barquillo á Marqués de Cubas y San Agustín; Cibeles á Prado, Plaza de Cánovas y Paseo de Trajineros.
El tránsito de personas durante el mismo tiempo se permitirá, pero sólo precisamente á la altura de las vías transversales, y al único efecto de pasar de una á otra calle.
En la mañana del día 31, y durante todos los festejos que exijan la suspensión del servicio de tranvías, las Compañías cortarán la corriente de fluido eléctrico por los cables aéreos, al objeto de evitar peligros y desgracias por el contacto, si, á pasar de todas las disposiciones adoptadas, ocurriera el desprendimiento de algún hilo telefónico, lo cual se hace presente para tranquilidad del público, ó si, por cualquier contingencia, se desprendiese alguno de los conductores de fluido eléctrico.»

Estos cables, a los que presta principal atención el alcalde, Sr. Eduardo Vincenti, serán pieza clave en los sucesos posteriores.

El Bando municipal era muy acertado, a tenor de las noticias conocidas. Madrid estuvo sumido en un absoluto caos.

EL IMPARCIAL, 29 DE MAYO DE 1906
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El gobernador civil, Sr. Joaquín Ruiz Jiménez, también publicaba un bando muy relacionado con la seguridad del ciudadano y en particular la de las nobles personalidades. El artículo primero es muy significativo, donde se prohibe en absoluto "Que se arrojen en ningún momento y desde ningún sitio ramos de flores ni objeto alguno á la vía pública durante el paso de los cortejos oficiales."

BANDO DE GOBERNACIÓN
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Días previos a la boda
Viaje de la pareja Real a Madrid
En vapor había llegado la princesa Victoria Eugenia de Battenberg junto a su madre a Calais (Francia) el mediodía del 24 de mayo. Desde allí comenzarían su periplo en tren hasta España.

El viernes 25 la estación ferroviaria de Irún mostraba un aspecto solemne y festivo. Alfonso XIII, junto a una destacada comitiva, esperaba la llegada del tren que conducía a la princesa Victoria Eugenia.

Un primer cañonazo desde el fuerte de Guadalete, anunciaba que el tren estaba cruzando el puente internacional cercano a Hendaya. Al poco se estacionaba en el andén francés de la estación de Irún y sonaban más cañonazos. La banda no dejó de entonar la Marcha Real durante todo el tiempo que duró el ceremonial de bienvenida. La augusta pareja accedió al salón de espera del lado español y poco después embarcaron en el tren que los llevaría a Madrid. Otra vez cañonazos, chupinazos y vítores de todos los asistentes al memorable evento.

El convoy hizo parada técnica en San Sebastián, donde la pareja recibió los saludos protocolarios de las autoridades y ovaciones del pueblo allí presente. Luego se puso en marcha y continuó su ruta recibiendo mismo fervor del pueblo en cada una de las principales estaciones hasta Valladolid.







En Segovia el recibimiento fue apoteósico, había más de 8.000 personas, además de batallones del ejército y autoridades.



A la estación de El Plantío, donde ya estaba la banda del regimiento del rey, había llegado la reina madre para recibir al tren que salió puntual de El Espinar (Segovia). Poco después entraba el convoy real y descendía la pareja, recibida efusivamente entre vivas, vítores y sones de la banda. El rey y la princesa pasaron revista a las fuerzas allí presentes.



Se echó de menos al tren llamado “del Gobierno”, que llegó tarde cuando debía haber llegado entes que el del rey. En él iban viajaban los ministros de Hacienda, Instrucción pública, Estado y Subsecretario de Gobernación. ¡Los Gobiernos siempre dando la nota!

Desde El Plantío salió una extensa columna de coches, carruajes y jinetes rumbo a El Pardo. De más está decir que la animación en aquel sitio era monumental; cantidad de gente se había acercado para conocer a la que sería nueva reina de España. Prescindimos de los detalles, pero el palacio y sus alrededores estaban engalanados con profusión y un despliegue de uniformes y trajes de gala conformaban un paisaje colorido y alegre.

Otra vez los cañonazos y la entrada solemne de la gran comitiva, que llegó a eso de las siete y cuarto de la tarde. El rey venía montado en su caballo favorito y la reina madre, junto con las princesas Victoria Eugenia y Beatriz, viajaban en un landó.

La mañana del día 27 las regias personalidades viajaron de incógnito a Madrid, entrando al palacio de Oriente por el Campo del Moro.

El 28 por la mañana llegaban al palacio de El Pardo, donde recibieron a una comisión de la Diputación provincial de Madrid. También llegó una comisión catalana que traían un presente a la princesa, nada menos que una diadema de brillantes valorada en 24.000 duros. Además hicieron entrega de un álbum que contenía acuarelas de prestigiosos artistas de Barcelona, valorado éste en 10.000 duros.


Los invitados a la boda
El día 29 llegaban a las estaciones del Norte y Mediodía los príncipes extranjeros invitados a la boda.
Príncipes de Gales.
Archiduque Federico Fernando de Austria.
Príncipe Luis Felipe, de Portugal.
Príncipe Jorge, de Suecia.
Príncipe Alberto, de Bélgica.
Gran Duque Wladimiro, de Rusia.
Duques de Genova, de Italia.
Príncipe Alberto de Prusia y su hijo el Príncipe Federico Enrique.
Príncipe heredero de Monaco, Princesa Beatriz de Battenberg.
Gran Duquesa María de Sajonia Coburgo-Gotha y su hija la Princesa Beatriz.
Princesa Federica de Hannover.
Príncipe Alejandro Augusto de Teck.
Príncipe Luis Fernando de Baviera y su hija Pilar.
Príncipe Alfonso de Baviera y su esposa Luisa.
Príncipe Andrés, de Grecia.
Príncipes Raniero, Jenaro y Felipe de Borbón.
Príncipe Alejandro de Battenberg.
Príncipes Leopoldo y Mauricio de Battenberg.
Princesa María de Battenberg, Condesa de Erbach y su hija la Princesa María Isabel.

Todos fueron recibidos en las estaciones por individuos de la familia Real y representaciones del Gobierno, verificándose por la tarde en Palacio la recepción oficial de todos ellos.
También llegaron en días previos los representantes de Gobiernos de otras Naciones.


La representación de Marruecos
A la estación del Mediodía llegaba en el tren Correo de Andalucía la Embajada extraordinaria del emperador de Marruecos.
Componían dicha Embajada el bajá de Tetúan, Sid Kuddur Bel el Bujari, uno de los generales más distinguidos é ilustrados del Marruecos; El Mesfini, hijo de un antiguo ministro del padre del emperador;
Sid Sadík Ajardan, comerciante acaudalado de Tánger, y cuatro kaides de la absoluta confianza del emperador.
La servidumbre la componían siete criados y un cocinero.


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COLECCIÓN ACEREDA SAMPEDRO
Signatura: MAS BR-007_C1
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En el tren Correo de Algeciras había llegado la Compañía de tiradores del Riff, que prestaban servicio en Ceuta. Estaba compuesta por 53 recios y pintorescos soldados y una mora viuda de un tirador. Todos llamaban la atención del público que pudo verles en las inmediaciones del Ministerio de Guerra, donde habían sido alojados.

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Festejos
Automovilismo
El día 28, a las nueve y media de la mañana, en el Paseo de la Castellana formaban los 178 coches inscriptos en una Caravana automovilística Madrid –El Pardo, organizada por el Real Automóvil Club.
El espectáculo fue fabuloso por el lujo de los automóviles y el colorido de sus insignias.

Se formaron grupos de 10 a 20 coches, con un director a la cabeza de cada grupo, que fueron colocándose de cinco en fondo con una separación de 10 metros entre unos y otros.
La organización tomará precauciones para evitar accidentes. Así, en poblado debían adaptar la velocidad de circulación, no excediendo de 12 km/h y con una separación de 4 metros entre coche y coche. En carretera la velocidad no debía sobrepasar los 25 km/h y la separación de 20 metros.


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Pasadas las diez de la mañana se puso en marcha la caravana siguiendo este recorrido: La Castellana, Recoletos, Plaza de Castelar (Cibeles), calle de Alcalá, Puerta del Sol (por el costado de Gobernación), calle Mayor y calle Bailén, deteniéndose en la Puerta del Príncipe para que se unieran los coches del rey y altezas reales. Continuaron la marcha por la plaza de San Marcial, Cuesta de San Vicente y carretera hasta El Pardo.

Fotografía: Gómez Durán
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Una vez en el palacio (puerta principal) los grupos quedaron formados en grupos de cinco por fila, recibiendo los saludos de la princesa Victoria Eugenia.

Fotografía: Gómez Durán
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En la siguiente fotografía, de Campúa, el rey bebe el agua que le había ofrecido una campesina.

Fotografía: Campúa
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El regreso se efectuó en el mismo orden que a la ida y respetando las normas de circulación citadas.
Desde El Pardo tomaron la carretera hasta la estación del Norte, y desde allí Cuesta de San Vicente, calle Ferráz, Quintana, ronda de Conde Duque, Paseo de Areneros y Carranza, calle de Sagasta, plaza de Alonso Martínez, calle de Génova, plaza de Colón, Recoletos, plaza de Castelar (Cibeles), hasta el Salón del Prado, donde se realizó un desfile general hasta la plaza de Cánovas del Castillo. Allí se disolvieron los grupos.


Globos aerostáticos
El martes 29, a las cuatro de la tarde, se verificó en el Parque del “Real Aero-Club de España” (Calle del Gasómetro) el despegue de los globos inscriptos en el “rallye baloom automobile”. Participaron doce globos con nombres tan pintorescos como “Júpiter”, “Huracán”, “Marte”, “Urano”, “Mercurio”, “Alcotán”, “Avión”, “Alfonso XIII”, “Cierzo”, “Vencejo”, “Santa Ana” y “María Teresa”.


Revista GRAN VIDA, junio 1906
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LA ILUSTRACION ESPAÑOLA Y AMERICANA, junio 1906
Fotografía: Muñoz Baena
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EL PAÍS, 30 de mayo de 1906
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 Acompañaron el seguimiento de los globos un nutrido número de automóviles que recogieron a los pilotos en el lugar del descenso.


En El Pardo
Función teatral
En la noche del día 29 se verificó en el pequeño teatro del Palacio de El Pardo una función dramática en honor de la Princesa Victoria y de los Príncipes extranjeros.

El salón del teatro y decorado del escenario fueron retratados por el fotógrafo Franzen y publicadas en El Progreso.

SALÓN DEL TEATRO DE EL PARDO
Fotografía de Franzen
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DECORADO DEL ESCENARIO
TEATRO DE EL PARDO
Fotografía de Franzen
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La organización de la fiesta estuvo a cargo de la ilustre actriz María Tubau y su esposo el eminente autor dramático D. Ceferino Palencia, poniéndose en escena la comedia de D. Miguel Echegaray titulada Echar la llave, y el sainete de costumbres españolas Comediantes y toreros o La Vicaria, original del mismo Sr. Palencia.

A las nueve y media, reunidos todos los invitados, inició Alfonso XIII el paso hacia el teatro. El Rey dio el brazo a su prometida, y se colocó á la cabeza de todos. Detrás, el gran séquito de príncipes y representantes extranjeros y del Gobierno español.



En Madrid
Calles engalanadas
Del archivo particular de doña Maricruz Acereda Sampedro, ofrecemos una serie de estampas que ilustrarán este y otros apartados.
Acereda Sampedro guarda estas fotografías como tesoro familiar, que fueron tomadas por un hermano de su abuelo, llamado Fernando Sampedro Rozalén.

Se trata de un conjunto numerado del 1 al 9, del que por fortuna se conservan ocho fotografías y no menos. Su propietario las cede a Historia Urbana de Madrid para el presente artículo, quedando prohibida su descarga y uso sin el consentimiento expreso de doña Maricruz Acereda Sampedro.
Las imágenes cuentan con el aval del ISSN 2444-1325 (Historia Urbana de Madrid. Publicación seriada).

D. Fernando Sampedro Rozalén nació el 23 de septiembre de 1857.
Había ingresado en el ejército el 26 de junio de 1874 y, aunque desconocemos
en qué momento partió hacia Cuba, sí podemos asegurar que regresará a Madrid
hacia el 11 de junio de 1890. En 1906 ya era Comandante de Infantería y en 1917
será ascendido de Coronel de Infantería a General de Brigada de primera reserva.



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Calle de Alcalá
El domingo 27 habían acabado los trabajos de decoración en la calle de Alcalá. Los gastos de esas obras fueron costeados por la Compañía general de Tranvías de Madrid.
A ambos lados de la calle, desde Cibeles hasta la Puerta del Sol, se colocaron mástiles forrados con telas encarnadas. Entre unos y otros colgaban oriflamas ingleses y españoles.
El edificio que ocupaba la “Gresham”, (Gresham Life Assurance Society Limited) estaba suntuosamente adornado. En los balcones del piso principal se habían colocado colgaduras hechas con banderas británicas y españolas, orladas de guirnaldas de flores, de las cuales arrancaban otras guirnaldas que, formando dibujos, subían hasta los pisos superiores. En el balcón central había una inscripción dedicada a los reyes.
Se esperaba una espléndida iluminación eléctrica, con los millares de pequeñas bombillas instaladas por decorado y fachada.

En la tribuna del Casino de Madrid se colocaron tapices con las inscripciones: “Bienvenida”, “¡Viva Madrid!”, “Viva Alfonso”, “Viva Inglaterra”, entre otras, destacando una en el centro que decía “A los Reyes, salud”.

Por su parte, en la fachada de la Presidencia del Consejo se habían colocado grandes escudos de Inglaterra y España, con banderas de ambos países, lo mismo que en las guardillas, donde, además, se habían instalado luces amarillas y rojas. También adornaban el edificio guirnaldas de flores.


Calle Sevilla
No se apreciaron muchos adornos en esa calle, más que los de la Equitativa, el Banco Hispano
Americano y el de algunas casas particulares.
En La Equitativa lucieron miles de bombillas. En el primer piso, y sostenidas por las columnas
de los arcos voltaicos que se colocaron, había dos filas de luces atravesadas por letreros luminosos con la siguiente inscripción “Victoria Welcome Alfonso”, “Alfonso Welcome Victoria”.

En el Banco Hispano Americano se colocaron escudos y una cantidad considerable de bombillas esmeriladas y en las ventanas triángulos cruzados por barras con luces del mismo tipo.


Carrera de San jerónimo
El decorado de esta calle era sencillo pero muy vistoso. De balcón a balcón se habían colgado banderas inglesas y españolas, y líneas de luces de colores.
A la entrada de la calle se colocaron construcciones efímeras, representando columnas con adornos.


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Puerta del Sol
En la plaza no se colocaron luminarias, sólo se hizo en el ministerio de la Gobernación (Casa de Correos) y otras fachadas particulares.
En Gobernación se colocaron banderas y gallardetes. En la cornisa de la parte más alta había escudos de España y de las colonias inglesas y debajo colgaduras rojas que atravesaban toda la fachada. En el segundo piso, más escudos con banderas.
En los balcones del primer piso se colocaron colgaduras que llevaban unas las iniciales V y otras la A, en color amarillo sobre la seda roja. Lo mismo, pero con banderas entrelazadas, en las ventanas de los lados de la entrada al ministerio.
De los tres balcones del centro pendían tapices amarillos, completando la decoración bombillas de luz a lo largo de la línea del alero del tejado de balcones y reloj.

Una gran corona real remataba la fachada del hotel de la Paix, con grandes banderas distribuidas por el alero del tejado, cayendo largas guirnaldas que, formando onda, llegaban a los extremos del edificio.
A la altura del piso segundo se colocaron dos pintorescos escudos.

En la fachada del hotel de París se instalaron dos grandes arcos voltaicos; también en el tejado, juntamente con una cantidad considerable de banderas.

El Credit Lyonnes había iluminado sus balcones con guirnaldas de luces. También la Compañía Transatlántica, con luces de colores circundando las letras A y V, y en la esquina de la calle del Carmen las de C T entrelazadas.


Calle del Arenal
Su decoración era similar a la de la Carrera de San Jerónimo.
Se colocaron quince líneas de banderas colgando en el centro de la calle, alternando con otras tantas de guirnaldas con ondas, que terminaban en los balcones de las casas a un lado y otro.

A la entrada de la calle se instaló un arco efímero. Según las noticias, este arco comenzó a arder la mañana del lunes 28, pero pudo ser apagado y recuperado rápidamente.
La casa Prast estuvo profusamente decorada y con una iluminación que destaco sobre la de otros edificios.

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Calle Mayor
Fue una de las arterias mejor engalanada. Dieciocho arcos de guirnaldas de flores y luces, sostenidas por armaduras de madera iluminadas en las que se apreciaban las letras A. V., daban a esta calle un aspecto de bóveda luminosa. Y no era para menos, más de tres mil bombillas iluminaban los arcos, que estaban sostenidos por palos ornamentados con gallardetes y palomillas llenas de flores.


Calle de Esparteros
A la entrada de esta calle se instalaron tres líneas ondulantes de tulipas que sostenían en el centro
un escudo de regular tamaño, iluminado con bombillas de colores.
Otros cuatro arcos más eran el complemento de la decoración de esa calle, en cuyo centro había una especie de corona de la que pendían cuatro largas guirnaldas flores que terminan en los balcones de las casas.


Calle Carretas
Frente a la plaza del Ángel se había colocado un inmenso escudo iluminado que estaba sostenido por altos mástiles con gallardetes.
En los balcones del Círculo Mercantil se instalaron tulipas de colores con luz eléctrica. En los balcones centrales, grandes banderas nacionales de fondo sobre las que destacaban unos leones sosteniendo un escudo con las iniciales A V y debajo la leyenda «Círculo Mercantil e Industrial» en colores luminosos.


Calle Espoz y Mina
En la desembocadura a la Carrera de San Jerónimo se instaló una armadura de hierro para luces, de la que colgaban guirnaldas iluminadas. Algunas casas particulares también habían adornado con luces sus balcones y fachadas.

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Pruebas de alumbrado
A las dos de la madrugada del lunes 28 se realizaron las pruebas de iluminación en la calle Mayor, Montera y el edificio de la Gobernación y otras fachadas de la Puerta del Sol.
Millares de bombillas de colores, combinadas con buen gusto, asombraron gratamente a los curiosos que se acercaron a contemplar el fantástico espectáculo.


Los tranvías decorados
La Empresa de los tranvías, siguiendo la costumbre de otras ocasiones, había engalanado los coches que prestaban servicio en todas las líneas de Madrid. A lo largo de los troles se colocaron gallardetes con los colores de las nacionales de Inglaterra y España.


En el Congreso de los diputados
Se colocaron dos tribunas a los lados de la escalinata del Congreso y otra en frente. Todas habían sido engalanadas con arreglos florales en forma de guirnaldas, banderas y escudos de ambas naciones, y carteles coloridos con las inscripciones “Viva el Rey” “Viva la Reina”.
El día de la boda las tribunas estarán llenas de personalidades, lo mismo que la plaza e inmediaciones, pero de militares y vecinos.

Repasados los días previos, no centramos ahora en la boda.



110 Aniversario de una boda trágica
Ahora lo sabemos y podemos decir que fue una boda trágica, pero viajando a esos días de 1906, previos al acontecimiento, nadie hubiese podido presagiar ni imaginar tan triste desenlace.

Así, el día 29 se publicaba el programa oficial de festejos:



Jueves, 31 de mayo de 1906
Llegó el día tan esperado. Las calles mostraban su mejor aspecto; engalanadas, como ya hemos citado, y relucientes bajo un cielo azul y un sol esplendido.
El pueblo madrileño, los visitantes de otras provincias españolas y los llegados de Naciones extranjeras vivían aquel acontecimiento con gran alegría.

Ninguna de las princesas que vinieron a compartir el trono con reyes españoles había tenido un recibimiento tan entusiasta y cariñoso como el que se ofrecía a la princesa Victoria Eugenia.
Ni la mismísima Cristina de Borbón, que había venido a casarse con Fernando VII, tuvo recibimiento similar, mientras que Victoria Eugenia fue aclamada por todo el pueblo en su conjunto desde su llegada a tierras españolas.

Dicho esto, relatamos paso a paso lo acontecido desde primeras horas de la mañana.

A las seis y media de la mañana salió Alfonso XIII del Palacio de Oriente en su automóvil, en compañía del General Del Río. Se dirigían al Palacio de El Pardo, donde el rey desayunó en compañía con la princesa Victoria Eugenia, que también había madrugado.

A las ocho menos veinte emprendieron el viaje hacia Madrid los augustos novios, junto con la familia Battenberg.
A las ocho y media llegó la princesa al Ministerio de Marina. En la antecámara, una Comisión del Instituto Agrícola de San Isidro le hizo entrega de un ramo de azahar y un pañuelo de encaje. Más tarde, desde este Ministerio saldría la novia rumbo a la iglesia de San Jerónimo.

A las nueve y media en punto se dio orden de que saliera la comitiva Real. Entonces sonó un cañonazo y apareció el primer coche, en que iban los reyes de armas, seguidos por berlinas donde iba la servidumbre. Después el coche de París, con el duque de Sotomayor y el marqués de la Mina, y varios coches más con todos los príncipes e Infantes, hasta llegar al coche de la corona Real, en el que viajaban el Rey, el príncipe Carlos y el heredero de la Corona, príncipe Alfonso.
En esta comitiva, detrás de la Escolta Real, iba el conde de Romanones en coche oficial del Gobierno.

Por la puerta del Príncipe salía poco después otra comitiva, la de la Reina madre, que iba al Ministerio de Marina a recoger a la novia. Estaba compuesta por cinco carrozas, ocupando la última la reina María Cristina. En otra viajaba el presidente del Consejo de ministros, Sr. Moret.

Llegados al Ministerio, subió la reina madre a las antecámaras y entró en el tocador donde se encontraba la princesa.
A las once menos veinte de la mañana se pusieron en marcha las augustas damas y su comitiva. En el interior del Ministerio sonaron entonces los acordes del himno inglés y la Marcha Real.

A las once menos diez minutos subieron a la carroza regia la reina madre, la princesa Victoria y su augusta madre.
El público las hizo una ovación.
La futura Reina de España estaba verdaderamente deslumbradora. La emoción coloreaba sus mejillas, y el blanco traje de desposada prestaba singular realce á la pureza de sus líneas y á sus rubios cabellos.
— ¡Viva la Reina Victoria!—gritó el público.
—El principal festejo es verla—añadían otros.
—Parece un ángel—decía una mujer del pueblo.—Es hermosa como un sol.
—Dios te bendiga—exclamaron otras.
Las mujeres, desde los balcones, agitaban con frenesí los pañuelos.
La Princesa saludaba con la mano cariñosamente.
Los entusiastas vivas, reflejo de lo que iba á ser el camino hasta la iglesia, producían honda emoción en la Princesa.
AÑO POLÍTICO, 1916

Y todas esas muestras de cariño y respeto se repitieron centímetro a centímetro por todo el trayecto desde la calle del Arenal, Puerta del Sol y Carrera de San Jerónimo hasta el templo.


En San Jerónimo



No se escatimó en gastos para la decoración del templo. El altar estaba cubierto en su base por palmeras y el ara con grupos de flores, principalmente de azahar.
En el presbiterio se había colocado un lujoso reclinatorio, con dos sillones para los reyes. A la derecha tomaron asiento los Cardenales Casañas, Martin Herrera y Nuncio de S. S.; a la izquierda, los Arzobispos de Valencia, de Tarragona y Zaragoza y Obispos de Madrid, Lugo, Solsona, Oviedo, Jaén, Sigüenza, Coria, Segovia, Astorga y San Luis de Potosí. Cerca de estos los Capellanes de honor de Palacio y clero de la parroquia.
Entre los Prelados tomó asiento el Obispo de Nottingham, quien asistió a la Reina en la ceremonia de su conversión.

Además, se habían instalado doradas tribunas para las damas, los diplomáticos, los Cuerpos Colegisladores, los elementos oficiales y la nobleza.

Demás está decir que el interior del templo estaba lleno, atestado de personalidades de la nobleza, la política, etc. Lo mismo que en el exterior, con militares y el pueblo madrileño.

Los fotógrafos Muñoz de Baena y de Rivero captaron momentos previos y posteriores a la celebración.


Momentos previos a la boda
Fueron llegando los príncipes españoles y a continuación los extranjeros, con el príncipe de Gales a la cabeza. Sonaron los acordes de la Marcha de Infantes.




Poco después sonaron los acordes de la Marcha Real; entonces todo el público se puso en pie e hizo su entrada Alfonso XIII vistiendo uniforme de gala de Capitán general y luciendo en su pecho las condecoraciones de todas las órdenes españolas. Entró bajo palio, acompañado por el Infante D. Carlos, que vestía uniforme de General de Caballería, y entre ambos el príncipe heredero, con traje de raso blanco adornado de encajes.
Después llegaron los príncipes de Battenberg, luciendo sus vistosos uniformes de “highlanders”.

Como ocurre con todas las novias, la tan augusta y regia también se hizo esperar. A su llegada volvieron a sonar los acordes de la Marcha Real. Como su futuro esposo, la princesa entró bajo palio, acompañada por la princesa Beatriz, que vestía de raso gris, y la Reina Cristina, con un traje malva y collar y diadema de brillantes. La reina madre llevó a la novia de la mano hasta llegar al reclinatorio del altar mayor.





La ceremonia
El rey se arrodilló al lado de la princesa, mientras que la reina madre y el infante Carlos de Borbón ocuparon el puesto de los padrinos. Entonces comenzó la ceremonia.

Antes de pronunciar el consentimiento, Alfonso XIII pidió la venia de su augusta madre, quien le abrazó y dio su beneplácito. Mismo abrazo recibió la novia por parte de la princesa Beatriz.

Hecho esto, la pareja volvió a los reclinatorios y pronunciaron el sí a viva voz. Desde ese instante, Victoria Eugenia Julia Ena de Battenberg se convertía en reina de España.




Después se celebró la misa de velaciones con arreglo al ritual; estuvo a cargo del Cardenal Arzobispo de Toledo. Al final se cantó un Te Deum.

En el claustro y ante una mesa cubierta de terciopelo rojo, se procedió á la inscripción del Registro civil, y en otra sala adornada con tapices se sirvió un refresco a los príncipes.


Rumbo al Palacio
Finalizada la ceremonia, Alfonso y Victoria, y todo el acompañamiento, salieron de los Jerónimos en la misma forma que habían entrado, recibiendo estruendosas aclamaciones en el atrio; las mismas que recibirían durante todo el trayecto por la calle de Alcalá, Puerta del Sol y calle Mayor.

Y a la una y cuarto empezó en la Puerta del Sol un grandioso desfile de caballos y carrozas, con intensas ovaciones al paso de cada una de ellas.
Así retrataron esos momentos los fotógrafos de Rivero y Ciarán para La Ilustración Española y Americana










La plaza estalló en vítores y hurras a la entrada de la carroza de la Corona que conducía a los flamantes desposados. Más de cuarto de hora estuvo detenida, mientras los reyes saludaban con la mano y recibían intensas muestras de cariño.

En la calle Mayor la expectación era máxima, y cuando entró la carroza Real toda la arteria tembló de júbilo. La aclamación del pueblo era atronadora en la calle y desde los balcones.
Nadie podía imaginar lo que ocurriría un momento después.

Así lo relataba un testigo en El Liberal:
A las dos y diez minutos de la tarde, el público, que llevaba largo tiempo aguardando al final de la calle Mayor, removióse impaciente. Habían pasado casi todos los carruajes del cortejo, llenos de herederos de tronos, de altísimos personajes, y la pompa palatina admiraba á la bullanguera multitud. Y de pronto
sonó un grito:
«—¡Los Reyes! ¡Ahi están!»
Todos avanzaron nerviosamente, haciendo vacilar á los soldados.

Por la calle Mayor avanzaba el carruaje tirado por los soberbios caballos. Llegados a la intersección con la calle de San Nicolás, y cuando el tiro delantero pasaba frente a la Embajada de Italia, un ramo de flores cruzó el cielo desde un balcón del número 88 (hoy 84) y fue a caer en la calle Mayor. Entonces sonó una explosión.

-¡Una bomba! ¡Han tirado una bomba! ¡Hay muchos muertos!

Una nube densa cubrió el radio de la explosión. Imposible era verse los unos a los otros y a la carroza del rey. Al disiparse la humareda pudo verse el sangriento panorama.



En el suelo había tres cadáveres: un soldado, sin pies, con el pecho hundido, con las piernas maceradas...
Un palafrenero convertido en un montón de carne sangrienta, chamuscado por el soplo terrible de la bomba.
Un guardia con la cabeza deshecha. Los soldados de la escolta, rabiosos, temblando de emoción é ira, galopaban; revolviendo los caballos, agitando los sables, sin oír las voces de sus Jefes, gritando ellos también palabras sin sentido.
Por las junturas de los adoquines corrían hilillos de sangre, y su púrpura trágica manchaba el estribo de la carroza regia, los trajes, las paredes.
Los caballos del tiro, ametrallados en el vientre, cubiertos de heridas, con los ojos llenos de vértigo, encabritábanse sacudiendo fieramente el coche. Uno de los del tronco, el de la derecha, que había recibido parte de la descarga en el vientre, estaba muerto, y el otro, materialmente acribillado, relinchaba vacilante, con la finísima piel recorrida por nerviosos estremecimientos.

En La Ilustración Española y Americana publicaba a doble página la ya conocida fotografía "retocada" -mitad foto, mitad ilustración-, que recrea el instante de la explosión. La ubicación del carruaje no es correcta.



Los reyes salieron ilesos. La reina Victoria Eugenia estaba más afectada; lloraba al contemplar la masacre. Alfonso XIII, desde la ventanilla del carruaje, anunciaba que estaban bien y pedía a la gente que se calmase.
El monarca descendió de la maltrecha carroza y ordenó que acercasen el carruaje de respeto. Decían algunos testigos que las voces que daba el rey sonaban enérgicas y resolutivas, poco propias de quien acababa de sufrir un atentado.

Los caballos de la carroza fueron desenganchados. La escolta despejó el trozo de la calle siniestrada y los heridos empezaron a ser auxiliados. Se les transportó a la Capitanía general, a la Farmacia militar, y a las Casas de Socorro.
Los soldados llevaban en brazos a sus compañeros heridos. La Cruz Roja actuaba con celeridad. Otros soldados y los camilleros eran ayudados por la gente que había acudido a vitorear a los reyes.
Escenas dantescas se repetían una y otra vez, sumando a las víctimas aquellas que se desmayaban o estaban aturdidas y desorientadas por los efectos de la explosión.

Muchos vecinos, gritaban desde los balcones ofreciendo sus casas para auxiliar a los heridos; otros para indicar que allí también había muertos.
Así ocurrió en los balcones e interiores del número 88, propiedad del duque de Ahumada, donde fallecieron o sufrieron impacto de esquirlas las siguientes personas:
La marquesa de Tolosa.
La joven Teresa Ulloa, hija de la condesa viuda de Adanero.
D. Antonio Calvo González, administrador del duque de Ahumada y secretario de Segismundo Moret.
La señorita Carmen Prieto, sobrina de D. Antonio Calvo González.
D. Julio Prieto, padre de Carmen, que resultó herido en el pecho.
En el piso segundo de la misma casa:
D. Manuel de Sola Tejada y D. Luis Fonseca Cabañel.
En el piso cuarto, en el balcón Inmediato al en que el criminal lanzó la bomba:
D. Eusebio Flores Turbado, huésped de la casa, siendo extraño el que él muriera no habiendo recibido lesión alguna el dueño de aquella casa de huéspedes, D. José Cuesta, y su esposa, que estaban en el balcón junto a esa víctima.

En la calle fallecieron los siguientes miembros del regimiento de Wad-Rás:
Capitán D. José Rasilla Ceballos, primer teniente D. Roberto Reinlein Gispert, primer teniente D. Jacobo Prendergast y de Francisco Martín, cabo de cornetas Lorenzo Navalón de Fez, tambor Gregorio Sánchez
Rodrigo, educando José Martínez, soldado Isaac Romanillas y soldado Hilario Gorrea.
También el guardia municipal número 473 y un palafrenero.

En resumen la cifra de militares muertos ascendía a 8 y 30 los heridos; a 16 los civiles muertos y 70 los heridos.
En total, 23 muertos y 100 heridos, aunque poco después se sumarían otras dos víctimas, elevándose a 25 el número de fallecidos.

Pronto llegaría la noticia al Ministerio de Guerra, donde el entonces Comandante don Fernando Sampedro Rozalén la recibiría con el mismo asombro y estupor que todo Madrid. Y seguramente él tuvo que acatar órdenes de superiores y movilizar tropas hacia el Palacio o la calle Mayor; o establecer cordones en el mismo ministerio. No lo sabemos, como tampoco él pudo saber lo que iba a ocurrir aquel día de mayo; por eso nos ha dejado este legado de imágenes festivas.


Comentaban los periódicos que zapatos y vestido de la nueva reina estaban manchados con pequeñas gotas de sangre.
¿Se le pudo pasar por la cabeza que los madrileños, o los españoles, fuésemos unos bárbaros? Casi imposible. Su propia abuela, la reina Victoria de Inglaterra, había sufrido varios atentados, como el perpetrado el 10 de Junio de 1840, cuando Edward Oxford hizo dos disparos de pistola contra el coche de la reina. O los que sufriría poco después, de los que fueron autores John Francis y John William Beau. De todos salió ilesa.

Por su parte, nuestro monarca ya había sido víctima de un atentado fallido en Francia, durante su visita de 1905.


Consejo de ministros en la casa de Moret
A las cinco de la tarde se reunieron los ministros en la casa de D. Segismundo Moret, prolongándose el improvisado Consejo hasta las siete de la tarde.
Se trataron tres temas, todos ellos relacionados con el atentado.

El primero cuestionaba las medidas de seguridad adoptadas, puesto que varios ministros habían recibido anónimos en los que se anunciaba el suceso. También en Palacio se había recibido uno indicando que la princesa Victoria Eugenia no se sentaría en el Trono.

En el segundo se trató fue la suspensión de todos los festejos previstos en el programa que ya hemos mostrado. Se sopesó el tema de las víctimas y el estado de ánimo del pueblo, decidiendo entonces que continuaran las celebraciones.

Por último se trató el tema del anarquismo y adoptar medidas de represión, pero el asunto fue tratado con tanta cautela que tuvo vaga aceptación. Nada se acordó ni se legisló, dejando el tema para las Cortes.


El o los criminales
Como es habitual en esos casos, surgieron cantidad de especulaciones y se detuvo a sospechosos.
Durante la noche de aquel día escenas de pánico en distintos puntos de Madrid, todos ellos originados por ruidos sospechosos o carreras sin importancia. El pueblo madrileño estaba aterrorizado y la psicosis se había generalizado.
Se dijo que había aparecido un paquete sospechoso en la puerta de Capitanía general. Inmediatamente se pensó en otra bomba, más si lo era no llevaba carga o estaba desactivada.

Sobre Mateo Morral, o Martín Moral, o Manuel Morales, no hablaremos ahora.


El día después
El día 1 de junio, a las doce de la mañana, el rey y la reina salieron de Palacio a mostrarse por las calles céntricas. Iban sin escolta, sólo acompañados por otro coche que ocupaba el presidente del Consejo de ministros.
La gente vitoreaba a los monarcas y se acercaban a los automóviles para saludarles. Estas muestras de afecto se repitieron durante todo el recorrido, que discurrió por la calle Mayor, Puerta del Sol, Carrera de San Jerónimo, Paseo del Prado y calle de Alcalá.
Aproximadamente a la una de la tarde regresaban al Palacio, encontrando la Plaza de Oriente abarrotada de gente que les ovacionaba. Tal era la multitud que agentes del Orden público montados y a pie casi no podían abrir camino al automóvil.
Por fin pudieron llegar a la puerta del Príncipe. Desde el automóvil los reyes saludaron a las masas y, más tarde, asomados al balcón.


En el hospital del Buen Suceso
A las cuatro de la tarde llegaron al hospital dos automóviles. En el primero Alfonso XIII y el príncipe de Asturias; en el segundo los coroneles Milán del Bosch y Loriga.
Visitaron la capilla ardiente donde permanecían los ataúdes de las víctimas y luego hablaron con los heridos.

La capilla ardiente
Fue instalada en una galería de la planta primera del hospital. Las paredes y el suelo habían sido cubiertas con grandes paños negros. En el centro de la estancia un gran crucifijo y a sus lados los féretros de los militares fallecidos.

Funerales
Militares
A las siete de la tarde aparecía la primera carroza fúnebre por la Puerta del Sol. La multitud que transitaba por allí por la calle de Alcalá inmediatamente abrieron camino al cortejo formando filas a los lados.
Los gestos de tristeza del pueblo fueron evidentes.
A esa le siguieron más carrozas, en total ocho. En algunas se veían emblemas militares y todas llevaban grandes coronas con cintas.
Seguían a los carros mortuorios y personas de todas las clases sociales el regimiento de Wad-Rás con su banda de tambores (con ausencia del tambor Gregorio Sánchez, fallecido) y la bandera desplegada. En los rostros de soldados y mandos era visible un gesto amargo. Detrás de ellos los piquetes de todos los regimientos que había en Madrid y los tiradores del Riff.
Este cortejo había salido del Buen Suceso siguiendo trayecto por la calle de la Princesa, Leganitos, Preciados, Puerta del Sol, calle de Alcalá y Plaza de Castelar (Cibeles). En ese punto se bifurcó el cortejo, conduciendo el féretro del primer teniente D. Jacobo Prendergast al cementerio de San Justo y el resto al del Este.






Marquesa de Tolosa y Teresita Ulloa
A las cinco de la tarde eran depositados en los carruajes fúnebres los féretros de la marquesa de Tolosa y su sobrina, la joven Teresita de Ulloa, hija de la condesa viuda de Adanero. El de la primera era un coche estufa color negro, el de la segunda, color blanco. Ambos iban tirados por seis caballos de los mismos colores que los coches.
Presidían el duelo: en representación del rey, el duque de Sotomayor; en el de la reina Victoria, el duque de Santo Mauro; en el de la reina Cristina, el marqués de Aguilar de Campóo; en el de la princesa Beatriz, lord Cecil; en el de la Infanta Isabel, el Sr. Coello; en el del infante D. Carlos, el marqués de la Mesa de Asta, y en el de los infantes María Teresa y Fernando, el marqués de Sanfelices.
También estaba el obispo de Madrid-Alcalá.
Por la familia, los marqueses de Castelar y Albaserrada; los condes de Santa Coloma y Cañada-Honda, y el Sr. Pedro Fernández Duran.
Asistieron muchos hombres de la política, diputados, senadores, Grandes de España; una representación numerosa del partido conservador, con los señores Maura, Dato, Vadillo y Osma a la cabeza. También estuvo presente el pueblo madrileño.
La marquesa y la joven Teresa fueron enterradas en la Sacramental de San Isidro.







Familia Calvo-Prieto
También a las cinco de la tarde se verificaron los funerales de D. Antonio Calvo y su sobrina, la niña Carmen Prieto Calvo.
En la calle Carretas, número 9, fue velado D. Antonio Calvo, secretario particular del presidente del Consejo, mientras que los restos de su sobrina lo fueron en la calle Atocha, número 125.
Representaciones de la familia Real, de la Presidencia y del Sr. Moret formaron parte del cortejo fúnebre de Antonio Calvo. El féretro, de color negro, fue colocado sobre un coche estufa tirado por cuatro caballos.
El cortejo fúnebre de Carmen Prieto estuvo acompañado por altos funcionarios del Banco de España y familiares. La madre de la niña, doña Isidora Calvo, no pudo asistir. La pérdida de su hija y un hermano, además del lamentable estado de su marido, D. Julio Prieto,


La vida continúa
Del programa de festejos que se prolongaba hasta el día 8 de junio sólo se suspenderán los bailes y verbenas populares.
Hubo, entonces, en Madrid muchas celebraciones, como la Retreta militar, la Batalla de las flores, corridas de toros, actos militares en Carabanchel y algunas otras cosas reflejadas en el programa que os hemos mostrado.

Y para ejemplo, esta ilustración de Rafael Segura que representa la Retreta militar a su paso por el Palacio de Oriente, y la fotografía de Pedro Algueró Nicoli, autor de la preciosa carroza alegórica.






Queda aquí el recuerdo y homenaje a los madrileños de aquellos tiempos, reflejado en el trágico suceso que empañó la boda del monarca Borbón.

Por ahí hemos leído que no hubo otro atentado semejante hasta el del 11-M. Y ante esa comparación debemos decir que muchas más tragedias hubo en esta Villa y Corte; que compararlas es odioso porque, de una u otra magnitud, hirieron los corazones de este pueblo sufrido y sacrificado.
La memoria no puede ni debe ser oportunista. En Madrid ocurrieron sucesos lamentables a lo largo de su historia, y nadie puede poner valoración al sentimiento de cada una de las personas que hicieron y hacen nuestra ciudad.



Bibliografía

Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2016) "110 Aniversario de una boda trágica. Madrid, 1906", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325 [VER: "Uso del Contenido"]

Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
En todas las citas se ha conservado la ortografía original.

© 2016 Eduardo Valero García - HUM 016-001 BODAREAL
Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325