viernes, 4 de agosto de 2023

Origen y desaparición de AL CAPRICHO, la tienda de tejidos y confecciones de la calle de Alcalá, 26.

Hace unos días un lector dejaba un comentario en la sección FOTOTECA HUM de Historia urbana de Madrid. Solicitaba lo siguiente:
«Sería posible conseguir una foto de un comercio de telas y vestidos, que estaba situado en calle Alcalá esquina Cedaceros en los primeros años del siglo XX llamado 'Al Capricho'». 
Aunque no pudimos encontrar fotografías de su interior, conoceremos la fachada y otros datos derivados de una intensa búsqueda. Con ellos, aumentamos la escasa historia que existe de ese comercio. 
 
Al Capricho. Su origen
Debemos remontarnos a 1865 para conocer el lugar donde años más tarde se instalará la primera tienda de “Al Capricho”. 

El 8 de abril de ese año, D. José Vasallo y Unzaga, solicitaba licencia para construir de nueva planta un edificio en el tercero de los cuatro terrenos en que se había dividido el desaparecido convento de las Vallecas. Se trataba de la parcela correspondiente a la de la calle Angosta de los Peligros (actual de la Virgen de los Peligros) esquina con la de Aduanas (antigua Angosta de San Bernardo), de la Manzana 290. 

El Archivo de la Villa conserva el expediente que nos sirve para hacernos una idea de la fisonomía del edificio que hoy pervive, pero con variaciones por reformas realizadas en 1973.



En el elegante inmueble, situado en el número 1 de la calle Peligros (actual Virgen de los Peligros, 3), el catalán don Timoteo Padrós Parals fundará en 1878 un almacén dedicado a la venta de ropa para niños y señoras denominado “Al Capricho”.

1878

1884

Allí se vendían, a precios módicos, tejidos, trajes de lana, sombreros y abrigos para niños; y para las señoras abrigos, camisas, batas, etc. Además, disponía de sastrería. 
En 1882 ya era un comercio reconocido y a sus liquidaciones concurría mucho público. Tal es así, que habilitaban los salones del entresuelo para las ventas corrientes. 

Timoteo Padrós era socio del Ateneo de Madrid desde 1884 con el número 4963. Vivió en el principal derecha de la calle de Villanueva, 17, y años después en la calle Cedaceros.
En 1897 formó parte en la fundación del Sindicato de productores de Madrid, con domicilio en la calle de Atocha, 16. Este sindicato bregaba por los intereses generales de los productores nacionales y muy particularmente de la industria madrileña. 

Traslado a la calle de Alcalá
En octubre de 1883 trasladaba su negocio a la calle de Alcalá, 48 (26 moderno), con entrada por la de Cedaceros, 1; sin embargo, en la transición, continuaba funcionando el de la calle Peligros, mientras buscaban para el nuevo local “sastresas prácticas en la costura de abrigos de señoras”. Meses después, ya en 1884, demandaban “señoritas inteligentes y prácticas en la venta de confecciones y modas”. Después, “dependientas prácticas en la venta de artículos de señora”.

El interior de la tienda
El señor Juan Francisco Nieva, lector solicitante, amplia datos sobre el interior de este comercio a partir de una noticia publicada en el periódico La Dinastía, del 31 de enero de 1889. El periodista Alfonso Pérez Nieva, corresponsal en Barcelona, describía el interior de la tienda: 
«Todo el mundo cortesano lo conocía; era el comercio de moda en trajes femeniles; algo así como la morada de la diosa del buen gusto. Sus escaparates expléndidos se abrían á las calles de Alcalá y de Peligros; el interior de la tienda, amplio y espacioso, más parecía el apartado de una exposición; allá, al fondo, se prolongaba un gabinetito de prueba y un suntuoso salón atestado de maniquís; en medio caía el local de recibo, decorado con artística anaquelería, y por una corta escalera se bajaba al taller, adornando la estancia principal artísticos biombos con pinturas al óleo de asuntos campesinos. Pero sobre todo, lo que placía más del establecimiento era su sello modernista, el dejo de finura parisién que trascendía del local en conjunto, de sus instalaciones, de sus dueños, de sus señoritas al despacho; la fisonomía á la inglesa, aristocrática y culta, propia solo del alto comercio londinense, que le caracterizaba, y que tan poco abunda en nuestros horteras trasuntos aun del antiguo covachuelista… Sin duda por eso el público elegante invadía El Capricho [sic] y á la caída de la tarde, sobre todo, de vuelta del paseo veíase siempre la suntuosa tienda atestada del alto mundo, que iba á comprarse allí, sus atavíos expléndidos».

Un incendio devastador
Pérez Nieva hacía esa descripción a propósito del incendio producido poco después de las tres de la madrugada del 20 de enero. 
«Hoy El Capricho es un montón de trapos quemados; la tienda de boulevard ya no existe; el fuego, el eterno enemigo de los terciopelos y de las plumas, ha devorado las enormes existencias del precioso almacén; multitud de familias han quedado por el pronto sin medio de ganarse el sustento; el dueño, un inteligente catalán de voluntad de acero, arrollado por la mala fortuna, tendrá que imponerse y de hecho se ha impuesto á la catástrofe y todo por una punta de cigarro que quedó encendida, por un fósforo mal apagado, por una chispa de la plancha, por cualquier cosa, por ese poco de llama que besado por ese soplo de aire, constituyen la amenaza eterna, el peligro continuo suspendido sobre la cabeza del comerciante».
Surgía una vez más la polémica sobre los incendios en Madrid y las deficiencias del Gobierno civil en cubrir las necesidades del aguerrido cuerpo de bomberos. Ni hablar del escaso control por parte del consistorio en lo tocante a legislación contra incendios rozando ya el siglo XX. 
Agregaba Pérez Nieva:
«Este incendio puso una vez más de relieve las deficiencias de los bomberos; nada diré del personal; cada uno de los individuos del cuerpo es un león; pico en mano adquieren algo del ímpetu formidable de los titanes, se les ve en los sitios de mayor peligro; diríase que el fuego les conoce y les huye y que las llamas les temen. Por eso mismo se ocurre pensar qué no harían hombres tan intrépidos, dotados de un material novísimo y de todos los medios de que la ciencia moderna les ha dotado en el extranjero, cuando tal acometen con un mal pico».

 


Pero el incendio de Al Capricho, como otros tantos que se repartían por la amplia geografía urbana, daban cabida al oportunismo, como podemos ver en esta noticia de La Correspondencia de España, del 21 de enero, en la que aprovechan el trágico suceso para hacer publicidad de un novedoso invento. 




Renacimiento
A pesar de la aparatosa quema, Al Capricho renació de sus cenizas en poco tiempo y con la misma fuerza emprendedora de don Timoteo y su familia.

En 1891 aparece “PETIT BARCELONA – CEDACEROS”, la sección económica de Al Capricho que desaparecerá en 1895, año en que la sección pasará a denominarse simplemente “AL CAPRICHO – SECCIÓN ECONÓMICA”. En todo caso, se trataba de las ofertas por liquidación de temporada.

Nueva generación
El 2 de enero de 1901 fallecía Timoteo. Sus hijos, Carlos y Juan Padrós y Rubió, y la esposa de este último, doña Emilia Revuelta, continuarán con el negocio. 


Avanzaba el siglo XX y la demanda de personal era mayor, con reclamos como estos: “buenos oficiales de sastre” y “oficialas que sepan hacer blusas marineras”. “Hacen falta buen cortador de sastre para vestidos de señora y primera oficiala modista que sepa cortar con perfección”. 
Estos reclamos son muestra de lo exigentes que eran Juan y su esposa, encargada de la sección de vestidos de señoras y sombreros de fantasía.
Los talleres de Al Capricho llegaron a contar con 200 operarios de ambos sexos, además de los que colaboraban externamente.

En 1920 anuncian el cierre por obras de reforma. Para entonces, el local ocupaba los números 26 y 28 de la calle de Alcalá.

Juan Padrós
Los hermanos Carlos y Juan Padrós han pasado a la historia del deporte por ser los primitivos fundadores del Real Madrid Club de Fútbol y sus presidentes, además de otros logros relacionados con el futbol madrileño. Pero esa es otra historia.

Nos centramos en la figura de Juan Padrós por ser el que aparecía en las publicidades de la tienda y por su relación directa con la industria madrileña.

Juan había nacido en Barcelona en 1869 y llegó a Madrid en 1886 para atender el negocio familiar. Hombre de férreos principios, fue un naturista vegetariano muy activo en la sociedad matritense.
Miembro de la Sociedad Vegetariana Española, impartió varias conferencias sobre naturismo y las ciudades jardines; incluso en la propia tienda, donde, además, podían comprarse las revistas del momento dedicadas al naturismo y vegetarianismo.
Después de la implantación en 1919 del primer seguro social público de cobertura de vejez, formó parte de los primeros patronos que se afiliaron al seguro obligatorio de retiros obreros.

Según algunas fuentes, Juan se retiró del negocio en 1921. Quizás eso ocurriera en 1924, cuando falleció su esposa. El matrimonio no tuvo descendencia. 


En 1925 era considerado el decano del vegetarianismo español y en 1926 asumió la vicepresidencia de la Sociedad Vegetariana de Madrid. Curiosamente, el secretario de esa Sociedad era Santiago Valero Carretero, tío abuelo del autor de este artículo.

Pero no solo se dedicó al ramo textil; a su faceta de naturista y vegetariano debemos sumar su incursión en el turismo a través de su albergue campestre “El Berrocal”, situado en Arenas de San Pedro (Ávila), población en la que falleció el 11 de mayo de 1932. 


Desaparición de Al Capricho
Volviendo a la tienda de la calle de Alcalá, en marzo de 1926 un anuncio publicado en La Libertad daba cuenta de la reapertura de Al Capricho con un nuevo propietario.


En realidad, la firma comercial de los Padrós desaparecía y pasaba a llamarse “Romero Carmona y Compañía”, comercio del ramo que había estado en la calle de Carranza, 9. 


Gran parte del género que había dado prestigio entre dos siglos a Al Capricho, se liquidaba en otras tiendas de saldos.



Romero Carmona trabajaba con el género de “Los tejidos A. G. B.”, prestigiosa firma muy solicitada por los modistos parisienses. De hecho, en París se publicaba la revista de moda femenina “Art Goût Beauté” (A. G. B.).


Lo cierto es que en 1927 las sederías "Los Tejidos A. G. B.", sucursal de la de París, se instala en el local que había ocupado Romero Carmona. En un principio se anunciará como "Les Tissus A. G. B.". 


La siguiente publicidad, del coleccionista rgibrat16 (Girona), nos permite cumplir con la solicitud del lector y ofrecer una fotografía de lo que había sido la fachada de Al Capricho. 
Nada hemos conseguido de su interior, salvo una descripción; pero, al menos, conocemos la fisonomía que pudo tener después de la reforma de 1920.




Una vista más general de la vía, correspondiente al Archivo Ruiz Vernacci (Instituto del Patrimonio Cultural de España, Ministerio de Cultura y Deporte), nos muestra el edificio en su totalidad.



Lo que ocurrió después fue una sucesión de comercios de otros ramos que ocuparon las instalaciones del primitivo negocio, como la zapatería “Calzados Eureka”, instalada en 1938. 


Quizás hubo algún otro comercio antes de la desaparición del edificio, en cuyo solar se edificó en 1962 una sucursal del Banco Popular Español.


Según una noticia del portal Hosteltur.com, el edificio fue adquirido en 2009 por Mutualidad de la Abogacía y vendido en 2022 a Millenium Hospitality. Otro hotel para Madrid... por si hubiera pocos. 

Final de la historia
Así finaliza esta historia. Colaboración altruista para satisfacer la curiosidad de un vecino de Madrid y que también ofrecemos al público general con la intención de recuperar la memoria de un comercio madrileño postinero, ganador de medallas por sus bordados en seda, por la calidad de sus géneros y sus manufacturas.

Nada queda en el paisaje urbano madrileño que recuerde la existencia de Al Capricho, comercio que representa un símbolo más del avance industrial y comercial de Madrid entre dos siglos gracias a los emprendedores de aquellos tiempos.



© 2023 Eduardo Valero García - HUM 023-003 AL CAPRICHO
Historia Urbana de Madrid
ISSN 2444-1325


Bibliografía y Cibergrafía
 
Para conocer más sobre la familia Padrós:
El matrimonio compuesto por Timoteo Padrós Parals y Paula Rubió Queraltó tuvieron cinco hijos, de los cuales destacaron los siguientes:


Fuentes consultadas:

Biblioteca Nacional de España - Hemeroteca digital - Biblioteca digital hispánica
Biblioteca Nacional de Francia
Archivo de la Villa - Memoriademadrid - Ayuntamiento de Madrid
Biblioteca Virtual de Prensa Histórica
Todocolección.net
 
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