sábado, 25 de diciembre de 2010

La cena de Nochebuena. Parte III

Navidad en Madrid

¿Probaré esta Nochebuena los típicos dulces navideños? Supongo que sí, porque los llevo catando desde que empezó noviembre.

Al margen de los pavos trufados, los besugos horneados, la lombarda y/o la sopa de almendras, lo mejor de estas fiestas llega después del postre. Mazapanes, turrones, mantecadas, peladillas, piñones y los dulces licores.

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Turrones, mazapanes y vinos generosos.


Nuestro sincero homenaje a estas bellas señoritas que con arte y esmero fabricaban el mazapán de Toledo allá por el 1928. ¡Qué buenas y que ricas están!... las anguilas y figuritas de mazapán.

En lo concerniente a dulces, los madrileños siempre hemos sido golosos. Muestra de ello es la gran variedad de productos que se ponían a la venta en épocas navideñas. Para muestra unos avisos aparecidos en el ‘Diario de Madrid’ del 19 de diciembre de 1820:


Estos manjares dulces se resistían a abandonarnos, y no sólo eso sino que sumaban al repertorio los panecillos de San Antón, porque hasta después de San Antonio Abad (17 de enero) no se volvía a la normalidad... si es que para entonces no habías reventado.


La confitería ‘Las Colonias’, que estaba en la calle del Arenal número 8 era, hacia principios del siglo XX, la más exitosa. Nada más ver el interior de la confitería para sentirse tentado.



Receta del mazapán (1934)
Pincha sobre la imagen para ver un artículo relacionado con el mazapán y su elaboración




¡Turrón, Turrón y Turrón!
Del turrón ya se ha visto en los avisos la gran variedad que había y que de algunos sigue habiendo. Sin duda los de siempre son el duro de Alicante y el blando de Jijona, sumando a este último las famosas peladillas.

"Digo a ustedes que me agrada
ver la gente entusiasmada.
Qué causa su animación?
Ahí es nada!
que llega la temporada
del turrón."
El Tío Camorra - 1847

Da gusto pasar por las tiendas que aún se dedican a la elaboración del turrón de forma artesanal y verlo tal cual lo muestran las fotografías inferiores, tomadas en 1930 y 1934 respectivamente. Hoy lo normal es encontrarlos en las grandes superficies metidos en cajitas y con unos espesores que han ido mermando con el correr de los años y las crisis.



Como en el caso del pavo, el turrón también estaba asociado con los asuntos de la política. Es fácil de comprender leyendo esta letrilla:

"Cualquier hombre sin pasión,
siendo de recto criterio,
que no es de la situación,
y hoy apoya al ministerio
¿Qué es lo que busca? - TURRÓN

El periodista que saca
del presupuesto ración,
dando un cambio a su casaca,
¿no os parece que aquí hay maca?
¿Qué busca? - TURRÓN, TURRÓN

Se hace una revolución;
suena el clarín y el cañón;
se toca el himno de Riego.
¿En qué ministerio está el juego?
TURRÓN, TURRÓN y TURRÓN"

Del periódico semanal 'Tirabeque' - 1870

Revista Gedeón - 1896

Revista Don Quijote - 1893

Decía Luis Taboada en el diario 'Nuevo Mundo' del 26 de diciembre de 1895:

"Puede decirse que los comen turrón no satisfacen una necesidad de la golosina: lo que consiguen es empedrarse por dentro."

Vinos generosos
De estos vinos había gran variedad, y es casi seguro que no escaparon al paladar de Pepe Botella. Entre los más comprados para bajar el atracón de mazapanes, peladillas, turrones y demás dulces, estaban el Málaga, Pedro Jimenez, Peralta, Jerez, fondellón de Alicante, guinda y lágrima.




Eduardo J. Valero García
Eduart Garcival

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LA CENA DE NOCHEBUENA
Parte III: Turrones, mazapanes y vinos generosos

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viernes, 24 de diciembre de 2010

La cena de Nochebuena. Parte I

Navidad en Madrid


“Madrileños: entregaos con todo el desahogo de que es capaz vuestra proverbial pereza a saborear el nutritivo mazapán de la imperial Toledo, el turrón de Jijona, el pavo tradicional y las mil quinientas sabrosas confituras que por calles y plazas os ofrecen al pasar los iluminados escaparates de las tiendas.”

Así comenzamos, con esta arenga incluida en el artículo ‘La Navidad’, publicado en el periódico quincenal “La Guirnalda. Dedicado al bello sexo” del 20 de diciembre de 1876. Por desgracia desconocemos el nombre del autor, quien con gran maestría nos relata las costumbres gastronómicas del Madrid del siglo XIX y sus productos.

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Los manjares navideños en el Madrid de los siglos XIX y XX


Como ocurre en la actualidad, los españoles del siglo XIX olvidaban los asuntos serios para concentrarse en el placer de la gula.

“¡Quién no comía besugo el 24! ¡Quién no tiene pavo el 25! ¡Quién no se atraca de turrón el 26! ¡Quién no tiene una indigestión el 27!”, exclamaba un periodista de ‘Madrid Cómico’ del año 1883.

La Plaza Mayor era el gran mercado de la Navidad. Una multitud de tiendas de campaña adornadas con vistosas banderillas de colores ofrecían al público madrileño una gran variedad de productos.

Estaban el turrón guijarro, para potentes mandíbulas, el de Jijona, para los desdentados, y el de frutas, que era una especie de mazapán de dos colores (generalmente blanco y rojo) fabricado para todo tipo de dentaduras.

Formando preciosas y decoradas pirámides se colocaban las cajas de jaleas; un poco más allá montones de avellanas, nueces, castañas, dátiles, quesos variados y de todos los tamaños, grandes banastas llenas de naranjas, granadas, limones, uvas de Lanjarón, peras, riquísimos melones de Valencia, pasas de Málaga y aceitunas de Sevilla.


También se ubicaban en esta plaza los puestos de carne con el típico jamón de Trevélez, el pavo trufado, la cabeza de cerdo y el solomillo, todos ellos platos aristocráticos, que se alternan con las longanizas, las salchichas y los carneros, que eran los manjares de la gente de poco más o menos.


De la mar llegaban a Madrid el besugo, el atún de Laredo, el salmón, los percebes y las sardinas. Y por supuesto el consabido pavo, del que los había más gordos y más flacos, y también los capones y los faisanes.

“Pavo, besugo y turrón
que provocáis el deseo
y servís de regodeo
en la presente estación,
cuando se os ha reunido
en conjunto apetitoso,
no hay duda, el turrón sabroso
sabe hacerse el preferido.”

Añadimos un dato, los precios del año 1915 para algunos de los productos citados:

Pavo, 30 reales*
Dos libras de besugo, 8 reales
Cuatro cajas de jalea, 20 reales
Ocho naranjas, 3 reales
Cuatro cajas de turrón, 16 reales
Leche de almendras, 4 reales

* 4 reales equivalen a 1 peseta – 1 duro (5 pesetas) equivale a 20 reales de vellón.

Los nacimientos, flores, abetos y adornos varios se encontraban en la cercana Plaza de Santa Cruz. En la actualidad esto lo encontramos en la Plaza Mayor, mientras que los artículos de broma y otros objetos están en la de Santa Cruz.





Eduardo J. Valero García
Eduart Garcival

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Parte III: Turrones, mazapanes y vinos generosos

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miércoles, 22 de diciembre de 2010

Lotería Nacional. La Casa de la Fortuna

Este año España recibe al gordo de Navidad en su nuevo emplazamiento del Palacio de Congresos. Sistemas de seguridad cada vez más complicados, complejos mecanismos electrónicos que hacen mover los bombos y sofisticaciones varias, hacen que parezca una leyenda lo que a continuación relatamos.

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La Casa de la Fortuna

En 1927 también estrenaba edificio y lo hacía en la Casa de la Moneda. Lo más moderno de la época estaba en aquellas lujosas instalaciones de las que ofrecemos unas fotografías aparecidas en la revista ‘La Esfera’ del 6 de agosto de aquel año.


Nueva Sala de Sorteos. Fotografías de Cortés

El cambio venía dado por las pésimas condiciones de su anterior emplazamiento que, a decir del cometario del periodista Julio Romano, debía estar un poco pasado de moda:

"Pronto tendrá la lotería una nueva casa. La Fortuna saldrá del chiscón lóbrego donde ahora se asienta para instalarse en un nuevo palacio. En la vieja mansión los premios tenían un tufillo a humedad y a cocido fiambre.
Los sótanos donde actualmente hacen sus manipulaciones los empleados son cuevas sin ventilación, llenas del humazo que despiden los hornos de las estereotipias, de las exudaciones humanas de los obreros y de la humedad que corroe los cimientos."

En las fotografías inferiores, del fotógrafo Salazar, podemos apreciar cómo era la Sala de Sorteos del antiguo emplazamiento allá por el 1915.



Resultaba todo un adelanto el sistema diseñado por los obreros de la Casa de la Moneda para depositar las bolas en el bombo de forma mecánica.



Anteriormente aquella operación se hacía a mano y en presencia del público asistente.


Y a mano se hacía girar el bombo que repartiría fortunas de más o menos unas cien mil pesetas al primer premio. Todo un trabajo artesanal.


Todas estas cosas han cambiado y se han modernizado, mas una continúa sin cambios y es la que aporta alegría y anécdotas al sorteo de cada año, los niños cantores.


En esta foto va el recuerdo a los niños Manuel Saco y Pedro Redruello que cantaron el Gordo de 1933. Quince millones de pesetas para el 7.139

Ese año sólo un gordo cayó en Madrid, el 6.235, dotado con Quinientas mil pesetas, que fue expendido en la administración de Doña Manolita.




Eduardo J. Valero García
Eduart Garcival

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LOTERIA NACIONAL - NAVIDAD EN MADRID

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lunes, 20 de diciembre de 2010

Historia Urbana de Madrid les desea Felices Fiestas




Muchas gracias por estar con nosotros

Os deseamos todo lo mejor para el año que está a punto de comenzar, con la esperanza de que se vean cumplidos todos vuestros proyectos e ilusiones


Eduart Garcival
(Eduardo Valero García)


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martes, 14 de diciembre de 2010

Cocidito madrileño: La foto más grande que se ha hecho jamás de Madrid...

Cocidito madrileño: La foto más grande que se ha hecho jamás de Madrid...: "Con este título, José Manuel Rodríguez, community manager de lainformacion.com, nos hacía llegar una interesante noticia. Nos hemos quedado..."

Navidad en Madrid. Instrumentos para cantar villancicos

'VILLANCICOS EN EL CONVENTO' Dibujo de Marceliano Santa María

Nada más acertado que ir a la fuente para encontrar información precisa sobre los instrumentos utilizados en los cantos de villancicos.

En los villancicos de las Descalzas Reales de Madrid del año 1676 había unas coplas para reseñar los instrumentos utilizados en la Nochebuena.

Cabe destacar que en aquellos tiempos las monjas se vestían con toda clase de trajes, incluso de hombres. Alborotaban, cantaban, danzaban como locas y con frecuencia hacían representaciones teatrales. La más joven tenía licencia para, en verso o en prosa, ridiculizar a los presentes mofándose de sus defectillos físicos o de carácter. ¡Increíble pero cierto!

Tan asombrado como el lector se quedó Felipe II en su primer Nochebuena cuando vio entrar en el coro a los más graves y solemnes padres Jerónimos de El Escorial vestidos de mamarrachos y haciendo y diciendo toda clase de desenfados.

Costumbres de otros tiempos que desconocemos si el clero continúa practicando... Dios sabrá.

No indagamos en ese tema y nos dedicamos a lo prometido, los villancicos de las Descalzas Reales y sus instrumentos:

“La zambomba es la que agrada
Que en una olla resuena,
Y después de Dios, la olla
Es lo que a todos alegra;
La tarrañuela se sigue,
Que es propia de la Nochebuena
Divertir las colaciones
Con algunas castañuelas.
Zambomba que bulle,
Zambomba que suena,
Zambomba, zambomba, con la tarrañuela.

La matraca es esta noche
La más propia de la fiesta,
Siendo siempre las matracas
Las que a maitines despiertan:
La bandurria en este gozo
Pasa por dulce vihuela,
Que para Dios todo es uno
Cuando en la fe no disuena.
Zambomba que bulle..."

Este villancico es muy extenso y a continuación se nombraban el pandero, la sonaja, la zampoña, el silbato, la carraca y el cencerro. Toda una orquesta sinfónica de cacharros a falta de la botella de anís, que aún no estaba inventada.

"Suenen los tambores,
rechine el ravel,
y las panderetas
repiquen también
que la Noche-buena
noche es de belén."

Costumbres y tradiciones madrileñas que estamos contando en el proyecto VER OÍR LEER - NAVIDAD EN MADRID para transmitirlas a las generaciones actuales y futuras para mantener vivo el recuerdo del Madrid y los madrileños de otros tiempos.


Eduardo J. Valero García
Eduart Garcival

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NAVIDAD EN EL MADRID DEL SIGLO XIX


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lunes, 13 de diciembre de 2010

Navidad en el Madrid del Siglo XIX. Villancicos - Parte I

“En el portal de Beleeen...” suele ser la tonadilla que da paso a una serie continuada de villancicos. Cuídense del que tenga cerca una botella de anís porque no tardará en darle golpes y rasgueos con una cuchara para marcar el compás – a su manera, claro, y dependiendo de cuánto haya consumido de la botella-.

Como hemos visto en la Breve historia de los villancicos, esta costumbre viene de antiguo y es una de las tradiciones que se mantienen en las navidades madrileñas desde hace tiempo.

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Villancicos del Madrid decimonónico

N. Toledo, Editor, que tenía su comercio en las calles de Fuencarral, 11 y Desengaño, 2 y era proveedor de la Real Casa, anunciaba en el ‘Diario de Avisos de Madrid’ del 21 de diciembre de 1876:


"Esta noche es Noche Buena
prepara tu corazón,
que en el portal de Belén
está naciendo el amor.
Abrele tu puerta, que llamando está;
dale de aguinaldo lo que estimes más.
Gloria a Dios en las alturas
y en la tierra al hombre paz.
El verbo eterno ha nacido,
el cielo está en el portal."

Eran estas ediciones de villancicos tradicionales; de aquellos que se cantaban con devoción junto al Belén para adorar al recién nacido, manteniendo todos ellos sus connotaciones religiosas.


Antiguamente los villancicos se cantaban y bailaban. Grupos de niños y muchachos pedían el aguinaldo por las casas, cantando y bailando con panderetas, flautas, triángulos y cualquier otro instrumento que metiese mucho ruido.

“Para hacer una zambomba
una caña fui a cortar;
que esta noche es Nochebuena
y tenemos que cantar”

En aquellos tiempos los villancicos, que hasta entonces se manifestaban como cantos populares rurales o cantigas religiosas, comienzan a asociarse con la jarana y el despendole. Además, el festejo y la excusa del frio animaban al consumo de vinos y aguardientes.

“Anden los villancicos
Y ande el jaleo,
que hoy el que no se achispa
se queda feo.
¡Ande la cena!
¿Estamos o no estamos
en Noche-Buena?"

Los villancicos populares,  ajenos a lo religioso, guardaban una riqueza poética muy particular. Sin duda los creadores de aquellas canciones estaban dotados de gran inteligencia y locuacidad, además de ser expertos en la rima:



Tanto despliegue de ocurrencia, combinando lo pagano con lo religioso, fue convirtiendo al villancico devoto en una especie de letrilla de Zarzuela.

Aquellos días navideños, de alegría en casas e iglesias por la llegada del Niño Dios al mundo, se trasladaban a las calles con más o menos devoción.

Así, por una parte, el diario ‘El Español’ del 26 de diciembre de 1845 anunciaba los eventos preparados por el clero y la alta sociedad madrileña...


... por la otra parte el ‘Heraldo de Madrid’ daba la noticia de una pelea que desencadenó en asesinato. Todo comenzó como un festejo.

Pincha sobre la imagen para leer la noticia completa

Lo que queda claro en estos festejos navideños del siglo XIX en Madrid es que sumado a los coros de las iglesias y los muchachos ruidosos que andaban por las calles, los llamados "pedigüeños" también utilizaron al villancico como reclamo del aguinaldo.

Ilustración de V. Tur
"Esta noche es Nochebuena
y mañana Navidad,
dame la bota María
que me voy a emborrachar... más"


Eduardo J. Valero García
Eduart Garcival
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jueves, 9 de diciembre de 2010

Navidad en el Madrid del Siglo XIX. El Aguinaldo - Parte II

En el artículo subtitulado ‘El Aguinaldo entre 1850 y 1890’ se nos muestran una visión muy diferente del aguinaldo.

Nos viene a la memoria la imagen de un grupo de niños armados de panderetas, zambombas y otros artilugios con los que hacer ruido, cantando villancicos apostados en la puerta del vecino. Sin embargo vemos que en aquel siglo pedía el aguinaldo todo dios, menos los políticos, ellos estaban más por la labor de ir ‘a por el turrón’ y ‘pelar el pavo’.

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La imagen del aguinaldo
Pagas extras, cestas de Navidad... palabras conocidas en la actualidad que para los madrileños del siglo XIX se resumían en ‘el aguinaldo’.

El arte y sarcasmo del dibujante Pellicer nos muestra un retrato social de aquellos tiempos en que no todos disfrutaban del regalo navideño.

Con sutil picardía dedica a los subscriptores del Semanario Humorístico ‘El Mundo Cómico’ del año 1873 esta representación exagerada de un aguinaldo.

El deseado pavo, unas botellas de vino y cava, turrones varios, almendras, y hasta una caja que parece de ensaimadas, conforman la dádiva voluntaria recibida por el incrédulo ‘Manolo’.


Hoy algunos van con su caja tamaño familiar o XXL, regalo de la empresa para la que trabajan; otros la reciben en casa, adornada con bonitos lazos, y otros se conforman con una cena de empresa que es cortesía del jefe. En aquellos tiempos era impensable algo así, será por eso que se inventaron el tema del aguinaldo y las tarjetas de felicitación que, de modo subliminal, lo exigían.

Eduardo J. Valero García
Eduart Garcival

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miércoles, 8 de diciembre de 2010

Navidad en el Madrid del Siglo XIX. Alegorías - Parte III

Hemos visto en la segunda parte de Alegoría de la Navidad tres visiones diferentes de su representación. Las navidades madrileñas del siglo XIX dejaban al descubierto las grandes diferencias sociales y sus holguras y estrecheces.

El siglo XX mantendrá la costumbre de las alegorías pero por poco tiempo. Los locos años 20 y 30 irán cambiando el modo de ver la Navidad en Madrid.

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Alegoría de la Navidad Parte III
La magnífica ilustración que veremos a continuación fue realizada por el dibujante Daniel Perea para la revista ‘La Ilustración Española y Americana’ del 22 de diciembre de 1875.


En esta alegoría son visibles varias costumbres madrileñas. Destaca la veneración del Nacimiento o Belén que ocupa la parte central de la composición.

La parte superior es un despliegue de imaginación donde apreciamos la última moda en vestuario, la decoración de la mesa y el lujo de sus comensales. Por la ventana se divisa el exterior, con la calle plagada de gente que monta jarana. Detrás de las cortinas los sirvientes, agotados, disfrutan como pueden, con ‘más bebercio que comercio’.

El contrapunto, en la parte inferior de la ilustración, lo pone ese solitario joven que mira el escaparate de Lhardy mientras del interior salen algunos pudientes.

El ‘Manolo’ que llega cargado de manjares que sabe Dios si son comprados o robados. La cocinera horrorizada porque se le ha muerto el pavo; los pobres que piden caridad a ‘punta de trabuco’, que así le llamaban al trombón, y por último los puestos del mercado en la Plaza Mayor, o la Plaza de La Cruz, donde a la desesperada se intenta vender el género de última hora.

Si aquella Navidad difiere de la actual lo es en su iconografía, porque la realidad social, aunque no tan exagerada, continúa mostrando ciertas diferencias.

Eduardo J. Valero García
(Eduart Garcival)

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