martes, 18 de enero de 2022

Los Porteros madrileños (I) Situación actual y la de los porteros de la Real Biblioteca en el siglo XVIII.

Por esta publicación han pasado personajes pintorescos de la urbe madrileña y una importante colección de comercios y profesiones. Hace poco hablamos de los zapateros y de un proyecto de limpiabotas; también pasaron por estas páginas los mozos de cuerda, los “guindillas”, panaderos, pasteleros, serenos, faroleros, bastoneros, y otros muchos trabajadores de profesiones desaparecidas o en peligro de extinción. Pero hay una muy antigua, desvirtuada con el tiempo, que continúa sirviendo a lo público y lo privado; nos referimos a los porteros y conserjes, en esencia “agentes de la Autoridad”, tal y como lo expresaba el Real Decreto de 24 de febrero de 1908. 

Como indica el título del presente artículo, hablaremos de estos trabajadores y lo haremos en varios capítulos, porque profesión tan antigua no puede aglutinarse en uno solo. 

El pasado año volvió a tratarse la situación laboral de los porteros madrileños, afectados por un Convenio colectivo obsoleto, no actualizado desde el año 2003. La diputada Teresa Zurita Ramón (MAS Madrid) planteó este asunto en la Comisión de Economía y Empleo de la Asamblea de Madrid, comprometiendo a la Dirección General de Trabajo de nuestra Comunidad Autónoma en busca de una solución inmediata, tal y como quedó asentado en el Diario de Sesiones número 108 del 3 de diciembre de 2021 (página 5821 y siguientes

A diferencia de los convenios del mismo sector de otras Comunidades Autónomas, el madrileño no puede actualizarse por la desaparición del Sindicato Independiente de Trabajadores de Fincas Urbanas (SITFU) y la Cámara de la Propiedad Urbana de Madrid, dos de los entes que junto a Comisiones Obreras (CC. OO.) y la Unión General de Trabajadores (U.G.T.) firmaron el llamado Convenio Colectivo de Empleados de Fincas Urbanas (B.O.C.M. Núm. 13, 16 de enero de 2002, [c. n.: 2808215], pág. 60)

Casi veinte años de abandono pueden convertir esta historia en leyenda si nadie—más allá del esfuerzo de los porteros y conserjes—ofrece una solución. En este sentido, los profesionales del sector se aglutinan en una asociación en vías de legalizarse, visible en Twitter (@UrbanasFincas)  y Facebook (Empleados de Fincas Urbanas de Madrid. Grupo privado). 

 

 

Y ya que hablamos de leyendas, nos viene a la memoria la atribuida a Fortat sobre el religioso y polímata del siglo XIII Alberto Magno, del que dice había construido un autómata de bronce con forma de hombre que hacía las veces de portero de la casa, abriendo la puerta y saludando. 

Si bien ya existen robots que van aspirando y fregando el suelo, con nombres tan exóticos como "Roomba" y "Conga", la mayor preocupación está en las empresas de servicios que ofrecen conserjes y limpiadoras, fomentando así la pérdida de figura tan esencial e imprescindible como la del portero. Por eso, entendemos que así deben sentirse estos trabajadores, como mero símbolo, como autómata de bronce ante la falta de interés de los sindicatos e instituciones públicas y privadas. 

Según denuncia la diputada Teresa Zurita Ramón, y citamos textualmente: 
«Recordemos que ese convenio sectorial de empleados de fincas, efectivamente, tenía vigencia hasta diciembre [2003], y está completamente desfasado a todos los niveles: a niveles salariales, a niveles de recoger las categorías profesionales, a niveles de la formación que se necesita hoy en día..., porque la formación que necesitan estas personas para desarrollar su trabajo hoy en día es muy distinta de la que necesitaban en el año 2003; de hecho, ellos están luchando por una regularización de su profesión, por el reconocimiento de un certificado de profesionalidad que recoja la ocupación». 
Esto nos lleva a recordar la situación precaria de sus iguales de otros tiempos. No nos referimos a aquellas arcaicas figuras conocidas como Porteros de Cámara, de Cancillería, de Cadenas, de Vara, de Conventos, Emplazadores, etc., etc.—ya hablaremos de ellos—, sino a los porteros que en el siglo XVIII tuvo la Real Biblioteca de S.M., germen de lo que luego sería la Biblioteca Nacional de España.
 
 
Los porteros de la Real Biblioteca
Antiguamente los puestos de porteros se heredaban de padres a hijos, y no sólo el puesto sino también el uniforme utilizado por el predecesor. Los palacios madrileños destinaban una casa para el portero y su familia, todos ellos al servicio de los aristocráticos propietarios. Sus jornales eran escasos y los horarios no les permitían buscar un segundo empleo con el que aumentar sus ingresos. La dedicación era absoluta, tal y como les ocurre siglos después a los porteros con casa habitación (Portería). 
 
El caso de los porteros de la Real Biblioteca tenía cierta similitud en lo referente a herencia del puesto, salario y precariedad. 
 
Los datos que ofrecemos corresponden al estudio realizado por el bibliotecario, bibliógrafo y crítico literario D. Justo García Morales, bajo el título de Los empleados de la Biblioteca Real (1712-1836), publicado en la Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos de enero-junio de 1966. García Morales los ordena alfabéticamente por apellido, no cronológicamente. 
 
El primero de la lista es Benito de Acosta, quien fue portero entre el 4 de enero de 1751 y el 12 de febrero de 1752, fecha en que fue destituido por estar casado. ¡¿Qué me dices?! Pues sí, la explicación del despido fue la siguiente: 
«El Señor Rávago en trece de febrero de este año participó al Señor Dn. Juan de Santander: que a Benito Acosta, criado suyo y nombrado Portero de la Biblioteca, le había despedido en el día anterior por haber sabido estaba casado desde el día once de Julio del año pasado de cincuenta y uno. Y aunque de esto no fuese consecuencia privarle del empleo, lo habría de ser por el peligro que conocía en que el portero fuese casado, pues con un sueldo tan corto para sustentar familia podía ser tentación que tragese perjuicio a la Biblioteca, de que sería bien precaberse, y que por lo tanto dispondría que se le borrase elempleo y que no se le continuase contribuyendo». 
El caso es que Benito venía a ocupar el puesto de José Hernández, quien había prestado servicio desde julio de 1748 hasta noviembre de 1750, año en que renunció por el sueldo que percibía. Este buen hombre había hecho los méritos suficientes para incrementar su salario, llegando al máximo de ocho reales diarios. Así se hacía saber: 
«Que en cumplimiento de su empleo [el de D. Blas Antonio Nasarre] pasaba este aviso, para que a proposición suya, según estaba previsto en las «Constituciones», proveyese el Rey esta plaza que tenía de sueldo cuatro reales diarios, ciertamente muy corto, por lo que según el mérito que iba haciendo el que la servía, se le iba añadiendo de dos en dos reales diarios, hasta que tuvo ocho como el Portero». 
Lo mismo pudo ocurrir con José Mireles, quien ingreso como portero de la biblioteca en 1820 y no duró ni un año. 
 
El tema de los despidos justificados poco valor tenía en aquellos tiempos. El portero Telesforo Luengo y Navarro había ingresado el 22 de mayo de 1789 y borrado de un plumazo el 20 de marzo de 1791. Estas fueron las razones de su despido: 
«1791. En 20 de Marzo: Dijo el Sr. Marqués de Bajamar a D. Tomás Sánchez: que el Rey por justas causas, que tenía por conveniente reservar, había resuelto que a Dn. Telesforo Luengo y Navarro, Portero de la Real Biblioteca, se le separase inmediatamente de este destino; y lo participaba de orden de S. M. para su inteligencia y cumplimiento».
Gran honra y ejemplaridad para los porteros fue la figura de Manuel Martínez de la Mata, portero segundo desde 1716 hasta 1748 dejando el listón muy alto. 
«El P. Guillermo Danbantón comunicó al Sr. D. Juan de Ferreras en veinte y uno de Junio [de 1721]: Que teniendo el Rey presente la aplicación y trabajo continuado de Manuel Martínez de la Mata, segundo Portero de su Real Biblioteca, y del sumo alivio que se experimentaba en la colocación de los libros, no siendo de su incumbencia, había venido S. M. en concederle cincuenta pesos de plata por vía de gratificación todos los años que sirviere el dicho empleo...».
Y resultó ser que fue merecedor del puesto y sueldo vacante por fallecimiento de Martínez de la Mata un portero ayudante llamado Felipe González, quien había ingresado en 1723 y era sobrino de un bibliotecario de la Real Biblioteca. Así fue como el Bibliotecario mayor D. Blas Antonio Nasarre comunicó al director de la Biblioteca lo siguiente: 
«Como S. M. es el dueño de la Librería, sólo él puede dar o quitar las plazas de ella; mas cuando llegare a vacar alguna de ellas, el Bibliotecario Mayor avisará de la vacante al Director, el cual, después de haber conferido con el Bibliotecario Mayor los sugetos convenientes para ella, los propondrá a S. M. para su elección.» Daba aviso que en el día de ayer 16 de Junio [de 1748] vacó la plaza de Portero de la Biblioteca por muerte de Manuel Martínez de la Mata. Que esta plaza tenía doscientos pesos escudos de salario, y se debía conferir a persona entendida y muy fiel y probada, y que no le fueran extraños los libros; que era de mucho trabajo y fatiga y de una residencia personal continua. Que ponía en su noticia que Felipe González hacía veintidós años que estaba sirviendo de Ayuda de Portero con el mismo trabajo y aun mayor que el Portero y con el mismo honor. Que la plaza de Ayuda tenía de salario cien pesos escudos; pero en atención a la calidad de Felipe y a su mérito y a ser sobrino de D. Andrés Arnaud, Bibliotecario que fue, se le añadieron a su sueldo dos reales diarios, y después otros dos, con lo cual se igualó en el sueldo el Oficio de Ayuda con el de Portero; pero que estas gracias del Rey eran personales, y así le parecía se le podría proponer a S. M. al dicho Felipe para que le diese la Portería de que era acreedor y benemérito; y que en caso de que S. M. le hiciese esta honra, vacaría la plaza de Ayuda de Portero». 
Las malas lenguas dirían hoy que el tal Felipe era un “enchufado”, quitando valor a sus méritos profesionales. 
 
Felipe González se jubiló en 1752 y su puesto fue ocupado por Diego de Guédez hasta 1763. Según los escritos de la época no queda claro si Diego falleció aún como portero o abandonó su empleo. 
 
Muchos porteros fallecieron en servicio, ponemos los nombres de alguno de ellos para recordarlos, acompañados del año de ingreso y fallecimiento: Agustín de Anaya (1752 – 1771), José Bordés (1784 – 1792), Ignacio Gazúl (1792 – 1819), Francisco Landa (1763 – 1788) y Antonio Sánchez López-Vela (1793 – 1795). 
 
La Real Biblioteca, conocida como Real Particular o de Cámara, fue la biblioteca privada de los Borbones desde Felipe V. La denominada Real Biblioteca Pública o Real Librería Pública fue de la corona hasta 1836, momento en que pasa a manos del Estado (Ministerio de la Gobernación). 
 
La Real Biblioteca del Palacio Real de Madrid, dependiente de Patrimonio Nacional, existe como tal y el lector puede acceder a ella desde este enlace
 
Finaliza este artículo dejando la puerta abierta a los siguientes. Y no os preocupéis, en el portal hay portero vigilando.
 
 
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En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2021) "Los Porteros madrileños (I) Situación actual y la de los porteros de la Real Biblioteca en el siglo XVIII.", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

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