Pero, sin lugar a dudas, su primitiva celebración madrileña es árabe y cargada de reminiscencias de las Mil y una noches, bien aceptadas por los cristianos en su parte religiosa, mitológica y fantástica.
En el romance sexto de la batalla de Roncesvalles queda clara esta aceptación:
"donde moros y cristianos
hacen gran solemnidad."
Sobre la celebración árabe, principalmente en la mañana de San Juan, dice el Romancero general de 1614, en el tercero morisco de Zara, esposa de Boabdil:
"La mañana de San Juan
salen a cojer guirnaldas
Zara, muger del rey chico
con sus mas queridas damas,
que son Fatima y Xarifa
Celinda, Adalifa y Zaida,
de fino cendal cubiertas
no con marlotas bordadas;
sus almaizales bordados
con muchas perlas sembradas,
descalzos los albos pies
blancos, mas que la nieve blanca.
Llevan sueltos los cabellos
no como suelen tocadas,
y mas, al desden la reina
por celosa y desdeñada;
la cuál llena de dolor
no dice al rey lo que pasa,
ni quiere que en la ocasión
su pena sea declarada.
Estando de varias flores
las moras ya coronadas
con lágrimas y suspiros
a todas la reina habla..."
Noche de fuego
Los antiguos griegos y romanos celebraban en honor de las Gracias la fiesta llamada Carista, en la que se las ofrecían inciensos y tortas. Se celebraba por la noche -de ahí la necesidad del fuego-, cantando himnos, bailando a las puertas de los templos, y dando paseos bullangueros por el campo. A la mañana siguiente se daban suculentos banquetes, denominados bellaria, a los que asistían los noctámbulos en obsequio de las Gracias.
Por su parte, existe también la creencia de que la fiesta se celebraba en memoria del incendio de Roma, que, según Plutarco, había acontecido por el solsticio de verano.
Lo cierto es que las civilizaciones antiguas celebraban el ritual de encender hogueras para purificar y dar fuerza al sol en el solsticio de verano. Fiesta pagana que el cristianismo adecúa luego a su santoral, haciéndola coincidir con los Santos Juan y Pedro, de las que nacen las verbenas homónimas.
El pintor realista francés Jules Aimé Louis Breton (1827-1906), cuyo mayor interés fue retratar la vida rural y sus costumbres, realizó en 1875 estas dos versiones de la fiesta de San Juan. Ambas representan la misma escena, quizá la primera por la noche y la segunda por la mañana de San Juan.
La religión acepta este ritual pagano y lo adapta a sus criterios, llamándolos
Fuegos de San Juan.
"Plantábase un árbol seco en el centro de la plaza de ciertos pueblos, delante de la fachada de un castillo feudal, ó de un convento, ó en lo alto de alguna colina, y en derredor de él iba amontonándose leña, formando un gran promontorio de combustible. Adornábase á mas aquella gran pira con guirnaldas y banderolas, poniendo en algunas una gran rueda de carro, símbolo del disco del sol; y luego que había anochecido iba la municipalidad de gran ceremonia en algunos distritos, ó la comunidad religiosa, ó el clero secular en otros en procesión, y cantando las letanías ú otras preces, á pegar fuego con los cirios benditos al árbol de San Juan, cuya ceremonia se vé figurada en los bajos relieves de algunas catedrales."
Aquellos fuegos fueron prohibidos por el riesgo a provocar incendios; sin embargo, en el Siglo XIX, a pesar de la prohibición de hacer hogueras, se seguían encendiendo fogatas.
Noche de amores
Por su parte, la Noche de San Juan tiene connotaciones sexuales; noche embrujada, de amores, en la que otros fuegos -que no los de la hoguera- encienden pasiones, y se apagan deseos. Noche de destinos venturosos, decepciones y supersticiones.
"Mi señora me demanda
buen amor cuando vendréis,
sino vengo para pascua
para San Juan me aguardéis."
En los Siglos XVI y XVII pasa del romance a la comedia de capa y espada, de amores secretos y novelescas aventuras.
San Juan de la Cruz nos dejó un ejemplo en su "
Noche oscura":
"En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada,
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.
A oscuras y segura,
por la secreta escala, disfrazada,
¡oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.
En la noche dichosa,
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.
Aquésta me guiaba
más cierto que la luz de mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.
¡Oh noche que guiaste!
¡oh noche amable más que el alborada!
¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba.
El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.
Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado."
Por su parte, Lope de Vega y Carpio contaba de las noches y mañanas de San Juan:
"Ya no cogeré verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van.
Ya no cogeré verbena,
que era la hierba amorosa,
ni con la encarnada rosa
pondré la blanca azucena.
Prados de tristeza y pena
sus espinos me darán,
pues mis amores se van.
Ya no cogeré verbena
la mañana de San Juan,
pues mis amores se van."
[De La burgalesa de Lerma]
Mus. La mañana de San Juan, mozas,
vamonos a coger rosas.
Uno solo Pues que tan clara amanece...
Todos Vamos a coger rosas.
Uno Y todo el campo florece...
Todos Vamos a coger rosas.
Uno Aquí hay verbena olorosa.
Todos Vamos a coger rosas,
la mañana de San Juan, mozas,
vamos a coger rosas.
Uno Adonde cantan las aves...
Todos Vamos a coger rosas.
Uno Y corren fuentes suaves
Todos Vamos a coger rosas.
Uno Aquí convida la sombra.
Todos Vamos a coger rosas,
la mañana de San Juan, mozas,
vamos a coger rosas.
[De La hermosa aborrecida]
Que si buena es la verbena,
más linda es la hierbabuena.
La verbena verde
que viste las selvas,
los claros arroyos
y las fuentes frescas,
albas de San Juan,
las zagalas bellas
de toda la villa
salen a cogella.
Guirnaldas componen
para la cabeza:
oro es el cabello
y esmeraldas ella.
Hacen ramilletes
de la hierbabuena,
dando a los sentidos
olor y belleza:
que si linda era la verbena,
más linda era la hierbabuena.
[De Las mocedades de Bernardo de Carpio]
A propósito de los amoríos "sanjuaneros", escribe Eduardo Gasset en 1853:
"¡Ay! la noche de san juan
es un plazo encantador,
en que las doncellas dan
su corazón á un galán
por un pedazo de amor."
Celebración de la verbena
Es posible que la verbena de San Juan se celebrase primitivamente en los márgenes del río Manzanares, en la llamada Pradera del Corregidor, desaparecido espacio de Madrid donde se realizaba el entierro de la sardina.
En nuestras efemérides de 1913 hacemos referencia a la pradera y su entorno.
I
Noche azul, noche serena,
en músicas y cantares
volando el aire resuena
las horas de la verbena
á orillas del Manzanares.
-
Y ya envueltas en el manto,
ya en el suelto rebocillo,
damas de la villa encanto
bajan la noche del santo
á la fiesta del Sotillo.
-
Y allí entre las enramadas
los vientos murmuradores
de galanes y tapadas
publican las ignoradas
dulces querellas de amores.
II
Oculto entre la espesura,
intranquilo y recatado,
doncel de noble apostura,
quizá de amante aventura
espera el momento ansiado.
-
Triste, inquieta, silenciosa,
como las auras ligera,
cual la noche misteriosa,
tapada gentil y hermosa
va del rio á la ribera.
-
Dama que así recatada,
por una dueña seguida,
baja al rio á la velada,
ó va de amores herida,
ó por los celos guiada.
III
Manzanares que murmuras
entre verdes alamedas,
tú que en las noches oscuras
de cien y cien aventuras
con los secretos le quedas:
-
Dime río que se hicieron
la tapada y el galan,
que soñando amor vinieron,
y en tu soto se perdieron
en la noche de San Juan.
-
Mas callas, y tu corriente
silencioso precipitas;
quizá por ser tan prudente
te elijieron confidente
los amantes en sus citas.
J. A. VIEDMA
Posteriormente, la noche o verbena de San Juan se festejará en las inmediaciones de Recoletos y Paseo del Prado.
En 1631, el conde-duque de Olivares organiza una de las más solemnes y pomposas fiestas de San Juan para el rey Felipe IV. Se celebró en los jardines contiguos al Paseo del Prado y fue una de las más sonadas del Madrid de los Austria.
Con la fundación de la capilla de San Antonio de la Florida, primero, y la de la Virgen del Puerto, después, los madrileños llevaron sus verbenas a esas zonas, incluida la de San Juan. Más tarde, Carlos III la traslada a la Plaza Mayor y nuevamente al Paseo del Prado, por considerar que era un espacio más fresco y cómodo; amén de los cuidados que el Ayuntamiento daba a esta zona, preferida del monarca Borbón.
A las once de la noche, vísperas de San Juan, el pueblo madrileño acudía al Prado para festejar y darse paseos desde la Puerta de Atocha hasta la de Recoletos. Hacia 1811 se suma al espacio de festejos la Plaza de Antón Martín, por haber llevado allí el Ayuntamiento la venta de flores, pero la gente continuará prefiriendo el Prado y Recoletos.
|
EL CLAMAOR PUBLICO, 1854 |
|
EL CLAMOR PUBLICO, 1854 |
En 1855, otra sociedad llamada "Camelia" celebraba un baile en el
Jardín de Estrada del Paseo de Recoletos.
Finalizamos en el Siglo XIX la tradición de la verbena de San Juan. Ponen broche final a este artículo los versos del poeta asturiano del Siglo XX, Alfonso Camín Meana:
Noche de San Juan. Tú eras
vuelo de falda y de trinos;
florecillas sanjuaneras
aromaban los caminos.
Las hogueras,
sobre los montes vecinos,
eran anillos de oro,
simbólicas iniciales
de unos castos esponsales
á son de parche sonoro.
Tú me decías: «No vayas
á guerrear con el moro
ni con el sol de Ultramar.»
Ignorando que en tus sayas,
que antes te vi almidonar,
había un rumor de playas,
y que era mi pensamiento
lona florida en el viento,
por los caminos del mar.
Siluetas de los «varales»,
recortados en las eras;
pompa de los robledales,
blanco de las carreteras,
y las campanas voceras,
brotando del caserío,
entre las rojas hogueras,
—jocundo macho cabrío
mirando á sus bayaderas
fastuosamente ataviadas—
echando sus campanadas,
igual que piedras, al río.
La luna era un garabato
travieso de colegiales,
naufragada en el regato,
prisionera en los juncales.
Noche de ensueño viril;
la gaita y el tamboril,
mozas y la danza prima,
¡y el corazón moceril
como la hoguera en la cima!
¡Hoy, que vuelvo á los senderos
de los amores primeros
y todo es afán de podas
en loa árboles cimeros,
se van pactando las bodas
por los caminos caseros!
¡Y tú tan lejos de mí
como los claros luceros
que hieren el tafetán
del cielo, como un neblí!
¡Y el campo, que aún huele á ti
en la noche de San Juan!
Todavía la vereda
que me lleva al caserío,
de tu pañolón de seda.
¡Malhaya el barco, mujer,
que me ha llevado á Ultramar!
¡Lo que pudiéramos ser
sin aquel sueño de mar!
Cuando cruzo por el prado
huelo la hierba mojada;
todo está de ti aromado,
por donde fué tu pisada.
Tibia noche de San Juan;
llama en los montes vecinos;
con tu recuerdo y mi afán
y con mi remordimiento,
voy por los viejos caminos,
preñados de sentimiento.
Las campanas de la aldea
suenan como una pedrea,
detrás de mi pensamiento.
Y vuelve á ser mi pesar
lona florida en el viento,
por los caminos del mar!
******
****
**
*