En el artículo sobre la genealogía de la verbena de San Juan en Madrid, decíamos que la fiesta tiene orígenes árabes y viene de antiguo.
Que los Fuegos de San Juan eran la interpretación religiosa cristiana de la pagana celebración, en la que la hoguera purificaba y daba fuerza al sol en el solsticio de verano.
Comentábamos que era una noche de amores, mezcla de festejo verbenero, deseos carnales y supersticiones.
De los amores ya hablamos, de los festejos en el Madrid antiguo también; y como hemos mentado al huevo, citamos ahora algunos manjares que se degustaban aquella noche.
Ventura de la Vega y Francisco Asenjo Barbieri recrean una noche de San Juan en los tiempos de Felipe V. La sitúan en las orillas del Manzanares, poblada de vendedores, damas y caballeros enmascarados y muchos grupos de juerguistas. Es la zarzuela Jugar con fuego, estrenada en el teatro del Circo la noche del 6 de octubre de 1851.
Iniciaba la obra con este coro:
Y se preguntará el lector... ¿Y el huevo?
El huevo forma parte de las connotaciones supersticiosas de la misteriosa noche de San Juan.
Ritual de enamorados -y de los que estaban en ello-, imposibilitados de pelar la pava. Los demás, en la verbena estaban al acecho o intrigando.
Leyendas aparte, y salvo algunas "ligeras" excepciones, finalizada la fogosa noche regresaban a casa las damas y se dispersaban los mozos; compuestas, sin novio ellas, y descompuestos, sin novia ellos.
Dice una receta del siglo XIX, exactamente del año 1851:
Imaginar las formas obtenidas de tal ritual no es tarea fácil. ¿Qué rostro se puede interpretar en clara y yema de un huevo roto y navegante?
Si los designios amorosos parten de un huevo escalfado en crudo, mucho nos tememos el resultado de tales amores presentes o futuros.
Que los Fuegos de San Juan eran la interpretación religiosa cristiana de la pagana celebración, en la que la hoguera purificaba y daba fuerza al sol en el solsticio de verano.
Comentábamos que era una noche de amores, mezcla de festejo verbenero, deseos carnales y supersticiones.
De los amores ya hablamos, de los festejos en el Madrid antiguo también; y como hemos mentado al huevo, citamos ahora algunos manjares que se degustaban aquella noche.
Ventura de la Vega y Francisco Asenjo Barbieri recrean una noche de San Juan en los tiempos de Felipe V. La sitúan en las orillas del Manzanares, poblada de vendedores, damas y caballeros enmascarados y muchos grupos de juerguistas. Es la zarzuela Jugar con fuego, estrenada en el teatro del Circo la noche del 6 de octubre de 1851.
Iniciaba la obra con este coro:
¡Los ricos buñuelos!
¡Calientes están!
- ¡Al agua de nieve
con dulce panal!
- ¡Aloja y barquillos!
- ¡Licores! ¡Agraz!
- ¿Rosquillas! ¡Anises!
¡Al buen mazapán!
¿Quién quiere? ¿Quién pide?
-¡Galanes acá!
¡Barato lo vendo,
venid y comprad!
Y se preguntará el lector... ¿Y el huevo?
El huevo forma parte de las connotaciones supersticiosas de la misteriosa noche de San Juan.
Ritual de enamorados -y de los que estaban en ello-, imposibilitados de pelar la pava. Los demás, en la verbena estaban al acecho o intrigando.
Leyendas aparte, y salvo algunas "ligeras" excepciones, finalizada la fogosa noche regresaban a casa las damas y se dispersaban los mozos; compuestas, sin novio ellas, y descompuestos, sin novia ellos.
Dice una receta del siglo XIX, exactamente del año 1851:
"Un huevo de gallina, fresco; es decir, del mismo día, produce un gran resultado, siempre que se estrelle á punto de dar las doce, y se eche en un vaso de agua fría.
Este huevo pasado por agua, se plega dócilmente al deseo del que lo estrella, y le revela cuanto quiere.
Las muchachas que tienen los novios ausentes, alcanzan la dicha de verlos, que es cuanto se puede pedir á un huevo.
Las que no tienen novios, saben si lo han de tener pronto y de qué facha.
Esta propiedad mágica del huevo se estiende esclusivamente en la noche de San Juan á todos los hombres y á todas las cosas."
Imaginar las formas obtenidas de tal ritual no es tarea fácil. ¿Qué rostro se puede interpretar en clara y yema de un huevo roto y navegante?
Si los designios amorosos parten de un huevo escalfado en crudo, mucho nos tememos el resultado de tales amores presentes o futuros.
¡Manda huevos!
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© 2015 Eduardo Valero García - HUM 015-002 SANJUAN
ISSN 2444-1325
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