"Veranos de categoría" en el Madrid de los años treinta; o más bien "categorías de verano" que dibuja Bellón para las páginas de la revista Nuevo Mundo.
El tedioso estío desvela las noches madrileñas y las calles se pueblan de obligados noctámbulos en los barrios de tercera, porque el verano, como bien lo pinta el dibujante, tenía y tiene diferentes categorías.
Imaginemos entonces una noche estival por la Ribera de Curtidores de 1932. Allí están las Castas y las Susanas modernas; y las Menegildas; el agua, azucarillo y aguardiente (en honor al sainete), y el agua de cebada y la limoná. Los gatos en el tejado; los sonámbulos en los balcones, y todo el vecindario al fresco... aunque para fresco, el guardia.
Es el verano de tercera categoría.
Quienes tenían pueblo allí se asentaban, escapando de la sartén que era Madrid en verano.
Los que tenían posibles iban de veraneo a Villalba, Cercedilla y otras localidades madrileñas de aire puro y puro aire. Hasta allí se desplazaban y formaban comuna, desde el más feo a la más guapa, improvisando verbenas. Clases medias acomodadas a medias, también divididas en categorías, como ese verano, que era de segunda.
San Sebastián, Santander, Biarritz, Ostende... ¡Eso sí que era categoría!
Baños de sol, playa, mar, arena, y unas gaviotas en primer plano. Son los renovados balnearios del verano de primera.
Transición del bañador antiguo al maillot moderno. Sonidos de foxtrot; cuerpos galantes y galas de antes. Tiempos en que la mujer fumaba cigarrillos egipcios y bebía “oleaje”, “sirena”, “océano”, “lobo de mar pousse-café”, que así se llamaban los cock-tail's creados por Chicote para "La Perla" de San Sebastián.
Y así veraneaban los madrileños de categoría... cada cual en la que le había tocado vivir.
El tedioso estío desvela las noches madrileñas y las calles se pueblan de obligados noctámbulos en los barrios de tercera, porque el verano, como bien lo pinta el dibujante, tenía y tiene diferentes categorías.
Imaginemos entonces una noche estival por la Ribera de Curtidores de 1932. Allí están las Castas y las Susanas modernas; y las Menegildas; el agua, azucarillo y aguardiente (en honor al sainete), y el agua de cebada y la limoná. Los gatos en el tejado; los sonámbulos en los balcones, y todo el vecindario al fresco... aunque para fresco, el guardia.
Es el verano de tercera categoría.
Quienes tenían pueblo allí se asentaban, escapando de la sartén que era Madrid en verano.
Los que tenían posibles iban de veraneo a Villalba, Cercedilla y otras localidades madrileñas de aire puro y puro aire. Hasta allí se desplazaban y formaban comuna, desde el más feo a la más guapa, improvisando verbenas. Clases medias acomodadas a medias, también divididas en categorías, como ese verano, que era de segunda.
San Sebastián, Santander, Biarritz, Ostende... ¡Eso sí que era categoría!
Baños de sol, playa, mar, arena, y unas gaviotas en primer plano. Son los renovados balnearios del verano de primera.
Transición del bañador antiguo al maillot moderno. Sonidos de foxtrot; cuerpos galantes y galas de antes. Tiempos en que la mujer fumaba cigarrillos egipcios y bebía “oleaje”, “sirena”, “océano”, “lobo de mar pousse-café”, que así se llamaban los cock-tail's creados por Chicote para "La Perla" de San Sebastián.
Y así veraneaban los madrileños de categoría... cada cual en la que le había tocado vivir.
Bibliografía | ||||||
Bellón Uriarte, Antonio "Bellón". (1932) Veraneo (Tres viñetas en doble página) Madrid. Revista Nuevo Mundo, número especial de verano. pp, 54-55 Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor. En todos los casos cítese la fuente. · Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación. · En todas las citas se ha conservado la ortografía original. |
© 2015 Eduardo Valero García - HUM 015-009 ESTAMPAS MAD
ISSN 2444-1325
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