miércoles, 30 de marzo de 2022

Los porteros madrileños (III) Las Sociedades de porteros de Madrid. “La Honradez” (1891)

Antes de la Revolución industrial y la economía capitalista, los trabajadores se asociaban en Gremios reguladores de la actividad artesanal de un oficio determinado. Muchos de estos antiguos Gremios fueron desapareciendo entre los siglos XVII y XVIII, y definitivamente en el siglo XIX. La paulatina industrialización y, en consecuencia, la proletarización, fomentaron el nacimiento de las asociaciones de trabajadores. 

Hubo que esperar hasta las postrimerías del siglo XIX para que los porteros madrileños tomasen la iniciativa de agruparse y constituir la primera Sociedad del sector —en parte comparables a las antiguas Hermandades—, con la finalidad de ampararles y cubrir sus necesidades más urgentes. 

La gran variedad de porteros y ordenanzas que existieron en lo público y privado llevaron a la creación de nuevas Sociedades en el siglo XX. Ya conocimos en nuestro primer artículo a los porteros de la Real Biblioteca en el siglo XVIII, pero también estaban los de los Ministerios y los de las casas aristocráticas. Para estos dos últimos se crearon la Asociación General de Porteros de Ministerios Civiles de España (1925) y el Sindicato Católico de Sirvientas y Porteros (1917), respectivamente.  

Los empleados de fincas urbanas del siglo XXI, huérfanos de patronal y sindicato propio, intentan seguir los pasos de sus antecesores aglutinándose en una asociación moderna e identificativa del Gremio al que pertenecen. Un logro que se consolida con la creación de la Asociación de Empleados de Fincas Urbanas de la Comunidad Autónoma de Madrid (EFUCAM), primera en el Madrid de este tercer milenio constituida íntegramente por trabajadores del sector. 

 


 
En esta tercera parte de Los porteros madrileños conoceremos la primera de las dos principales sociedades que formaron parte de la actualidad matritense de otros tiempos. En todo caso, omitiremos referencias al Sindicato Independiente de Trabajadores de Fincas Urbanas (SITFU), ya desaparecido, por no ser el cometido este capítulo. 
 
 
Sociedad de porteros de Madrid “La Honradez”. 
Primeros años.
En febrero de 1891 un grupo de trabajadores del sector celebraban Junta en la que quedaba constituida legalmente la Sociedad de socorros mutuos denominada “La Honradez”, después de haber recibido del gobernador civil la aprobación de sus Estatutos y reglamento. 
 
La Honradez tenía por objeto «estrechar los vínculos de compañerismo entre los individuos de la clase con auxilios en casos de enfermedad, fallecimiento y cesantía». 
Sin sede social en sus inicios, los porteros de la villa y corte podían hacerse socios en las porterías de la plaza de Celenque, 3, y de la calle conde de Aranda, 5. 
 
El domingo 16 de agosto del mismo año, en el café de la calle Barrionuevo, número 8, se celebró la Junta general por la que quedaba definitivamente constituida su directiva. Estos son los nombres de los pioneros fundadores:
 
Presidente: Natalio Fernández 
Vicepresidente: José Fernández Nespral y Coto 
Tesorero: Pedro Regueira 
Contador: Laureano García 
Secretario primero: Ricardo Fernández 
Secretario segundo: Higinio García 
Vocales: Emilio Rodríguez, Hilario Gómez, Ramón Seller, José Castro, Rafael Gómez, Manuel Campa, Mario Villar, José Gallego, Faustino Jimeno y Florencio Iracheta. 
 
Además, en aquel acto se aprobaron las cuentas y se hicieron importantes mejoras en el reglamento, ampliando la asistencia médica a las esposas de los socios. 
La siguiente Junta general se celebró el 7 de agosto de 1892 en los salones de El Obrero Español, en la calle Atocha, 34. En esa ocasión se añadieron nuevas mejoras, como la de jubilar con 1,50 pesetas al socio que hubiera cumplido sesenta y cinco años, además de reintegrar con 70 pesetas para el sepelio al asociado en caso de fallecimiento o el de su esposa. La directiva fue reelegida por unanimidad. 
En 1893 sumaban a estos beneficios la atención médica a la familia de los socios. 
 

Como vemos en la noticia, la Sociedad no tenía una sede fija y en 1893 estaba domiciliada en una tienda de la calle Santa Catalina, número 1. Para las celebraciones de Junta los domicilios también eran distintos, aunque es lógico que así fuese por la necesidad de un espacio mayor para reunir a sus asociados. 
 
La Junta general del 15 de agosto de 1894 se verificó en el salón de actos de la Cámara de Comercio, ubicada en el palacio de la Bolsa. Esto implicaba la reducción de gastos por la que ese año de 1894 suspendieron el cobro de la cuota de afiliación. La Sociedad indicaba que garantizaba su compromiso con los fondos que tenían depositados en la Caja de Ahorros. 
 
En 1895 ya dispondrán de sede social con domicilio en la calle de Hileras, 4, escalera derecha, tercero, izquierda. Allí podían recogerse los pliegos de condiciones y modelo de contratación de la convocatoria pública abierta por el plazo de diez días para la provisión de dos plazas de médico que la Sociedad necesitaba, dotadas con el sueldo de 1.250 pesetas anuales cada una. 
 
A tenor de la siguiente noticia, publicada en El Imparcial de 28 de mayo de 1896, no cabe duda de que, por sus acciones, la Sociedad de socorros mutuos La Honradez llevaba bien puesto el nombre. La elocuencia de sus fundadores no era tan meritoria; la Sociedad de socorros mutuos de los fornidos mozos de cuerda llevaba por nombre el de “El Hércules”. 
 

En noviembre del mismo año destacaba en las noticias por su compromiso social, que iba más allá de sus asociados.
 

 
El nonato Reglamento de Porteros de 1898 
Los primeros días de enero 1898, siendo Gobernador civil de Madrid el popular político Alberto Aguilera, quedó redactado y publicado el reglamento por el que se reorganizaba el servicio de porteros; germen del citado Real Decreto de 24 de febrero de 1908 firmado por Juan de la Cierva y Peñafiel, ministro de la Gobernación. 
Por el reglamento de Aguilera las fincas urbanas quedarían obligadas disponer de puerta en el portal y portero o portera para la seguridad y vigilancia del inmueble y sus ocupantes. El nombramiento de estos dependería de los propietarios o administradores, pero serían confirmados legalmente por el gobernador de la provincia; por consiguiente, tendrían una numeración correlativa en el registro de inscripción de Gobernación y quedaban a las órdenes de los delegados de vigilancia e inspectores de zona. 
Los porteros pasarían a ser “agentes de la autoridad gubernativa”, cuyo horario, tan amplio como desde antiguo, comenzaba en verano a las siete de la mañana y finalizaba a las once de la noche; en inverno, el horario era de ocho de la mañana a diez de la noche. 
 


 
Las críticas no se hicieron esperar y la primera protesta vino de la Asociación de Propietarios de Madrid, tal y como podemos ver en la noticia publicada en La Correspondencia de España del 13 de enero:
 

 
Por su parte, la Sociedad de porteros “La Honradez”, así se manifestaba en El Imparcial del domingo 16 de enero:
 

Se sumaba a las protestas la mismísima escritora Doña Emilia Pardo-Bazán con un artículo publicado en la revista La ilustración Artística del 24 de enero de 1898. Bajo el título de "Porteros y cédulas. Reglamento del Gobierno Civil sobre funciones policiales de los porteros", la condesa decía: 
 
«El reglamente que ha ideado el gobernador civil de Madrid, erigiendo á los porteros de las casas en agentes de policía, ó mejor dicho, en espías asalariados por los mismos á quienes deben espiar, ha producido un efecto especialísimo, que conviene advertir para darse cuenta del estado de alma colectivo de una generación, en el mismo umbral del siglo xx». 
«¡Y qué policía, Dios santo, la que se componga de individuos poseídos de sentimientos casi siempre hostiles, indiscretos, dañinos por necesidad! ¡Qué dirán, qué contarán, cómo interpretarán las acciones, pasos y movimientos de sus inquilinos y amos! ¡Qué explicaciones las suyas, al llegar los días en que la policía, según lo estatuido en el reglamento, venga á “cambiar impresiones” acerca de lo que en la casa sucede! Lo repito: en abreviatura y caricatura, tendremos Inquisición doméstica, la Inquisición de la chismografía, con la diferencia de que los familiares del Santo Oficio eran escogidos entre lo más granado, social, intelectual y moralmente, entre los ingenios, los nobles, los grandes señores, los sacerdotes virtuosos é ilustrados de aquel tiempo, y los familiares de esta Inquisición nueva se reclutan en clase humildísima y forzosamente destituida de cultura, entre los que desempeñan las modestas funciones de pipelés, ganando un sueldo á proporción de su oficio». 
«Que el portero ejerza sobre el inquilino superior inspección y vigilancia rigurosa, será una impertinencia intolerable (y no tolerada, lo presumo), pero no remediará ningún daño, no disminuirá el número de establecimientos equívocos ni de los robos domésticos en Madrid. Vigilara la verdadera policía, la que cuesta dinero á la nación, y otro gallo nos cantara, y los delitos no quedarían impunes.
Por contera, el reglamento hundirá en la miseria á innumerables familias que no tienen pan que llevarse á la boca sino el que la portería les vale. Excluyendo á los mayores de sesenta años, se deja sin empleo lo menos á una tercera parte de los porteros de Madrid. El de mi casa, por ejemplo, tiene quizás sus setenta cumplidos; en su portería se está, sin embargo, constantemente, sin guardar cama un día solo.
¿Qué haremos de este servidor, que ocupa su puesto desde hace veinte años ó más, si se pone en vigor el célebre reglamento? ¿Le echamos á la calle á pedir limosna? Y si no podemos pensionarle, ¿le concederá el gobernador una plaza en el hospital de inválidos de nueva creación, que debe ser complemento de sus disposiciones á roso y velloso? Porque un hombre pase de los sesenta, si tiene salud y ánimos para un trabajo que no requiere esfuerzo muscular, una labor sedentaria y mansa como la de guardar la portería, ¿va á quitársele el modo de vivir? Confieso que la perspectiva de unos cuantos centenares de viejos como el de mi casa, que en un día mismo se viesen precisados á tender la mano para no morirse de hambre, es lo que me solivianta y me impide tomar enteramente á broma el reglamento. 
¡Sesenta años! ¿Cuántos años tienen muchos altos empleados, muchos ministros, el mismo presidente del Consejo? Y ¿acaso se necesita menos fuerza, disposición, rejo y brío para llevar en peso los destinos de la nación (particularmente ahora) que para barrer las escaleras dos veces por semana, frotar con tiza los aldabones de las puertas y responder, en soñolienta voz, que el Sr. X... ó la señora de H... viven en el segundo y que hay entresuelo?»
 
A todo esto, Alberto Aguilera daba un paso atrás con la escusa de que «no se trataba de disposiciones definitivamente acordadas, sino de ideas que, publicadas en la prensa, pudieran servir de punto de partida para algo que, mejorando el servicio de vigilancia, redundase en el beneficio del vecindario de Madrid». Tal parece que un lapsus mental le impedía recordar las disposiciones transitorias del reglamento: 
 

 
En plena batalla de propietarios y porteros contra el Gobierno civil, el 15 de febrero Estados Unidos declaraba la guerra a España. Mientras ocurría todo esto, La Honradez celebraba un banquete el 1 de marzo para conmemorar el séptimo aniversario de su fundación.
 

 
Poco después, en abril, en el desaparecido Frontón Fiesta Alegre (calle Marqués de Urquijo) celebraba Junta extraordinaria en la que se acordaba contribuir con mil pesetas del fondo de sus ahorros a la suscripción nacional con motivo de la guerra hispano-estadounidense. Además, ofrecían sus servicios al ministerio de Guerra por si las circunstancias lo requiriesen, previa autorización de los propietarios.
También aprobaban la convocatoria a Junta general Magna para el domingo 1º de mayo, a cuyo acto se invitaba «a todos los porteros y ordenanzas de Madrid, tanto particulares como los que dependen de centros y establecimientos oficiales, rogando a los señores propietarios (que dado el carácter patriótico de la invitación) se dignen autorizar a los que de ellos dependan, con el fin de procurar que asistan el mayor número posible…» 
 
Vista del desaparecido Frontón Fiesta Alegre (Dibujo de Comba, 1892)

 
El conflicto bélico acabó con la pérdida de Cuba, Puerto Rico, las islas del Pacífico y Filipinas; el Reglamento de porteros fenecía antes de haber nacido; se afianzaban las relaciones con la Asociación de propietarios de Madrid y con el Palacio Real a través de José María López de Lerena, portero de banda del Rey y presidente de la Sociedad La Honradez, que finalizaba el año con más de 500 socios y unas 15.000 pesetas de capital remanente. 
 
 
1899 
El semanario La Portería y la buena relación de propietarios y porteros 
El 22 de enero de 1899 aparecía el primer número de La Portería, semanario defensor de los porteros.
La Redacción y Administración estaba en el principal de Palma Alta 41 y 43, bajo la dirección de D. Vicente Guillén y García. 
Entre sus redactores, un portero que firmaba con el seudónimo de El Portero Mayor. En la imagen podemos ver el primero y —al parecer— único ejemplar del semanario; se encuentra en los archivos de la Biblioteca digital memoriademadrid con la signatura 385/1 (Enc. en: Periódicos Varios de Madrid, t.5, n.42. Tipo: Publicaciones periódicas). 
 

 
Ofrecemos el texto íntegro del artículo titulado "¿Qué es un Portero?", redactado por El Portero Mayor. 
 
 


La buena relación con la Asociación de propietarios con la Sociedad de porteros quedó refrendada en las elecciones municipales de mayo de 1899, cuando ambas asociaciones apoyaron las candidaturas de los señores Prieto (candidato por el distrito de Palacio) y Rubio (candidato por el distrito de La Inclusa), elegidos por la Asociación de propietarios «para defender los altos intereses de la propiedad». 
 
Los empleados de fincas urbanas de hoy, sin patronal que los represente, hubieran encontrado en la Asociación de propietarios de Madrid un aliado fiel para la actualización de su convenio. A las pruebas no remitimos con esta noticia publicada en El País del 27 de mayo: 
 

Finalizaba el año con una buena acogida por parte del ministro de la Gobernación, D. Eduardo Dato, quien valoraba los fines humanitarios de la Sociedad y el beneficio que venía prestando al vecindario de Madrid. Por Real Orden del mes de octubre, el Estado había declarado “Benéfica” a la ya conocidísima Sociedad La Honradez, pasando a denominarse Sociedad de Beneficencia y Socorros mutuos de Porteros y Ordenanzas. 
 
 
Siglo XX 
En 1900 la Sociedad tenía domicilio en la calle Hernán Cortés, número 8. Parte de su capital social estaba depositado en el Banco de España y el resto en acciones de la Compañía Arrendataria de Tabacos. El número de socios superaba los 900. 
La renuncia del ilustre presidente, José María López de Lerena, portero de banda del Rey; la renovación de la Junta directiva; el tesorero de la Sociedad que robó 3.500 pesetas; la presencia de afiliados conflictivos; la formación de otros grupos de porteros, entre otras cuestiones, hicieron que La Honradez atravesara momentos difíciles. 
Véanse estas dos noticias publicadas el mismo día y en la misma página de El Liberal del 27 de junio de 1901: 
 


 
A pesar de esos inconvenientes, en 1904 estaba aún más consolidada como Sociedad de Beneficencia y Socorros mutuos, contando con mil socios y el capital suficiente para volver a suspender la cuota de inscripción durante tres meses. Su sede se trasladaba a la calle Pelayo, 38 y 40, principal izquierda. 
Tan consolidada estaba que ese mismo año conformaban el Patronato fundacional de la Casa de Salud y Retiro denominada “Villa-Feliz” que se construiría en Ciudad Lineal. Este dispensario beneficiaría a todos los socios de La Honradez y, preferentemente, a los que hubieran sido donantes para su constitución.
 

No sabremos nada más de este dispensario hasta 1929, cuando una noticia hablará del Sanatorio Villa Salud, ubicado en la calle Francisco Silvela, número 50, y en el que La Honradez disponía de siete camas, más las de urgencias, para sus afiliados. El Sanatorio estaba dirigido por el médico cirujano D. Tomás Rodríguez de Mata
 
En 1905 sumaban más de dos mil socios y disponían de un capital de 80.000 pesetas, cifra que aumentaba con nuevas afiliaciones y las cantidades obtenidas en las varias representaciones teatrales que se hacían en su beneficio. 
La solvencia económica les permitía cubrir plazas de médicos especialistas; ofrecer beneficios farmacológicos a sus socios y, como ocurrió en 1909 con el envío de reservistas a la Guerra de Melilla, aprobar en Junta extraordinaria los siguientes acuerdos: 
«Satisfacer el importe de los recibos correspondientes á los socios que hayan tenido que ir á la guerra de Melilla con el carácter de reservistas; abonar á sus familias una peseta diaria mientras dure la guerra; pasarle tres pesetas de socorro, con arreglo á reglamento, en el caso de que aquéllos cayeran enfermos ó resultasen heridos, y si, desgraciadamente, fallecieran, abonar el importe del sepelio de segunda clase y 75 pesetas para lutos que concedo el reglamento á toda familia de socio que fallezca en tiempos normales». 
 
En noviembre de 1910 se celebró durante varios días la Junta general extraordinaria para la reforma de sus estatutos y reglamento. Las reuniones tuvieron lugar en el Círculo Católico de Obreros (Duque de Osuna, 3). El resultado de los acuerdos fue el Estatuto y Reglamento de la Sociedad de Beneficencia y Socorros Mutuos de Porteros, Ordenanzas y Empleados de Madrid “La Honradez”. Para entonces, la sede social estaba en la calle Reina, 9, principal. 
 

 
Si en 1899 había aparecido el semanario “La Portería”, en julio de 1914 comenzaba a publicarse el periódico “La Honradez”, boletín mensual de la Sociedad homónima que recibía los elogios de la prensa.
 
 
En la Biblioteca del Pavelló de la República (Barcelona) existe un ejemplar que nos indica la larga vida de este boletín, ya que corresponde al número 289, publicado en julio de 1938 (Año XXV). 
 
Llegados a este punto, es buen momento para poner rostro a los pioneros de las sociedades de porteros de Madrid gracias al objetivo del fotógrafo Manuel Cervera. En la imagen aparecen retratados algunos socios y la nueva Junta directiva de La Honradez después de la celebración de un banquete en los Viveros; era el mes de marzo de 1915. 
 

En octubre de 1918, con motivo de un banquete celebrado en el Ideal Retiro, el fotógrafo Salazar retratará a socios y Junta directiva posando junto al abogado de la Sociedad, el concejal Ángel Ossorio Gallardo. Al evento asistieron varios centenares de socios y el conocidísimo político, médico y periodista José Francos Rodríguez, quien había finalizado su cargo de alcalde de Madrid en abril de ese año. Para entonces La Honradez contaba con 5.748 socios. 
 

 
1920 - La Asociación de vecinos de Madrid y la Sociedad de porteros 
La Junta directiva de la Asociación de vecinos trató el problema de las viviendas para procurar al vecindario las garantías y comodidades necesarias, prestando atención a las porterías y al abuso de los propietarios sobre los porteros. Surgía en aquella reunión la idea de que el Municipio organizase el trabajo de los empleados de fincas urbanas. El texto de lo tratado no tiene desperdicio. 
«La Asociación de Vecinos de Madrid entiende que las porterías no deben estar a cargo de personas dependientes en absoluto de los propietarios, lo que motiva que por necesidad más que por vocación se conviertan casi siempre en sabuesos de los malos caseros, resultando de hecho, en vez de personas puestas para el servicio de los inquilinos en sus relaciones entre sí y con la casa. 
De aquí los abusos de unos y la animosidad de los otros, no siempre justa, porque hay que hacerse cargo que los porteros son por lo general gente desgraciada de cuya desdicha son los primeros en abusar los propios caseros, que con unas pocas, muy pocas pesetas, y un cuartucho por habitación pretenden tener una familia entera en vigilancia perpetua y haciéndola cargar frecuentemente con la odiosidad que supone el cumplimiento de exigencias molestas cerca de los inquilinos. 
En este sentido la Asociación de Vecinos de Madrid estima que no ha de faltarle la adhesión de la Sociedad de aquéllos, denominada La Honradez, y que juntas han de trabajar por la dignificación de esa modesta clase social y su emancipación del absolutismo despótico del casero. 
Aquella Asociación entiende que los porteros no deben ser dependientes de los caseros, sino que, llamados a intervenir en un orden de relaciones que puedan ser hasta de contradictorios intereses entre casero e inquilino y con las obligaciones municipales de cumplimiento constante, el Municipio debe garantizar al vecino y garantizarse a sí mismo, teniendo en todo momento un vigilante en cada casa que sepa que su obligación es atender a la buena conservación de la finca, con el cumplimiento en este punto de las Ordenanzas municipales, de que ellos responderán en caso de no denunciar su infracción; la de estar al servicio de los inquilinos en el grado y forma que hoy deben hacerlo, y el de auxiliarlos en caso necesario, revistiéndoles a este solo efecto de la debida autoridad que garantice la seguridad del vecindario de una manera permanente. 
Para esto sería necesario organizar el cuerpo de porteros, haciéndoles depender en su nombramiento, traslados, ascensos y cesaciones del mismo Municipio, quien para la rapidez en la organización, y hasta que se recabaran medios económicos para una mejor retribución establecería que en este período de organización siguiesen en análogas, distribuyendo el importe con cargo la mitad al propietario y la otra mitad al impuesto de inquilinato y obligando a aquél en todo caso a dar decorosa habitación a los porteros. 
En esta idea está la redención de esa humilde clase social, que incluso podría gozar en su día de los derechos de retiro y orfandades y viudedades del Montepío municipal, sus funciones serían más dignas que las de esbirro de caseros, que les hacen antipáticos a los inquilinos por ese solo hecho, y el vecindario estaría más garantizado en sus derechos y la misma propiedad mejor servida, porque se vería libre incluso de la propia incuria de los propietarios que desconocen sus intereses y creen que tener una casa no trae más ocupaciones que cobrar la renta todos los meses y que no hay que procurarse ni de su propia conservación. 
Estimamos que el proyecto es muy laudable; que los mismos porteros deben ayudar a tal iniciativa, que puede ser origen de su mayor mejoramiento moral y material, y que los mismos propietarios no deben tomar esto con la cantinela de la merma del sacratísimo derecho de la propiedad, ya que ello no les privaría incluso de fiscalizar por sí mismos no sólo su finca, sino también la gestión de los porteros municipales».
 
1921 y el conflicto de los médicos 
En 1920 comenzaron los conflictos con los facultativos que atendían a los socios. Primero por las imposiciones del Colegio de Médicos y más tarde por las peticiones de aumento de sueldo. Un artículo en El Liberal del 23 de febrero de 1921 daba cuenta de la situación de la Sociedad y algunos detalles sobre sus afiliados. Ese año ya eran 5.915 los socios en activo y 197 los jubilados. 
 

En 1927 se creó el Comité paritario de practicantes y Mutualidades de Madrid que regularía las relaciones entre los practicantes de Medicina con las empresas, mutualidades, cooperativas y sociedades benéficas. El presidente de La Honradez desde 1925, señor Antonio Ayuga y Ros, formaba parte de la Junta directiva.
 
 
La presidencia de D. Antonio Ayuga y Ros 
Para el año 1928 La Honradez contaba con 8.026 socios y domicilio social en la calle de la Madera, 11. Su presidente continuaba siendo el señor Antonio Ayuga y Ros, portero de la casa donde vivía D. Francisco García Molinas, en la calle Arrieta, número 2. 
 

García Molinas, político español nacido en San Juan de Puerto Rico, fue el primer presidente de la Federación Española de Futbol y promotor del turismo en la ciudad como presidente de la Asociación de Fomento del Turismo de Madrid. Luchó contra la indigencia en las calles y la erradicación del tifus a través de la depuración del agua. Además, fundó una asociación para ciegos; fue presidente de la Asociación Madrileña de Caridad; vicepresidente de los Exploradores de España y presidente de la misma institución en Madrid. En 1919 le concedieron la gran cruz de la Beneficencia por sus obras de caridad. 
 
Antonio Ayuga participó activamente en las sesiones permanentes del Ayuntamiento de Madrid. En 1929 denunció «las deficiencias en el servicio de limpiezas» y pidió «que se revisen las viviendas de los porteros que en su mayoría no reúnen condiciones de salubridad». Siempre defendió la municipalización del servicio de porteros. 
En 1930 protestó contra la decisión del Ayuntamiento de cerrar los portales todo el año a las once de la noche, tarea que realizaban los porteros. 
Fue uno de los presidentes más activos de la Sociedad; tal es así que, en 1935, cuando aún la presidía, recibió del Gobierno la medalla de plata de la Orden de la República. 
 

 
Para entonces, después de veintiocho años de servicio en la portería del señor Francisco García Molinas, le habían hecho funcionario, es decir, portero del Congreso de los diputados.
 
Ese año La Honradez tenía 11.600 socios. No todos eran porteros (en Madrid había ya unos 30.000), también se afiliaban diversas profesiones, como fotógrafos, obreros, empleados, periodistas y hasta sacerdotes, entre otros. 
 
El disponer de servicios médicos de diferentes especialidades y los descuentos en farmacias para sus afiliados, les permitía recibir la subvención establecida en los Presupuestos generales del Estado para las Mutualidades y Cooperativas obreras. 
La Honradez recibió en 1933 una subvención de 5.496,08 pesetas. Las cifras más altas correspondieron a la “Mutualidad Obrera”, con 15.522 pesetas, seguida de la “Asociación Médica-farmacéutica”, ambas también de Madrid. El resto de las asociaciones, sociedades, mutualidades y cooperativas, que en total sumaban 178 en toda España, recibieron cantidades inferiores a las satisfechas a La Honradez. 
 
 
De Sociedad de porteros a Compañía de Seguros 
La primera Sociedad de porteros de Madrid acabó siendo una importante Mutua de trabajadores. Por Orden del 27 de julio de 1944 era clasificada como Entidad colaboradora del Instituto Nacional de Previsión para la aplicación del Seguro de Enfermedad con ámbito limitado a la provincia de Madrid. Firmaba la orden el entonces director general de Previsión, José Antonio Girón de Velasco. 
 
En 1963 queda inscrita en el Registro Oficial de Entidades de Previsión Social con el número 1832. Para entonces era denominada “La Honradez” Sociedad de Beneficencia, Socorros Mutuos y Asistencia Sanitaria; sexta en el ranking de este tipo de sociedades. 
En 1987 pasa a denominarse Clínica Cisne, Mutua de Previsión Social y Asistencia Sanitaria y en 1993 se convierte en “Cisne Aseguradora. Compañía de Seguros S.A.” 
En 2010 presenta concurso de acreedores y en 2013 entra en fase de liquidación. 
 
Aquella sociedad de porteros fundada en 1891 fue adquiriendo carácter de Mutualidad a finales de la tercera década del siglo XX, desvirtuándose tanto que, cien años después, acabo siendo una aseguradora. 
 
Coincidiendo con ese cambio de rumbo, el 20 de octubre de 1929 nacía la Sociedad de Porteros de Madrid y sus contornos, segunda de las que hubo en la villa y corte para defender los intereses de los empleados de fincas urbanas. Esta será la protagonista del próximo artículo. 
 
Como comentamos al inicio de este trabajo, EFUCAM se consolida como la primera Asociación madrileña de Empleados de Fincas Urbanas del tercer milenio. 
En plena actividad, invita a los porteros, conserjes, vigilantes de garajes, jardineros, limpiadores, etc., para que se sumen a la importante cifra de asociados. Para ello, pone a disposición de los interesados este medio de contacto: EFUCAM.EFUCAM@gmail.com 
 
 

 
 
Bibliografía y Cibergrafía
 
Fuentes consultadas:

PONS PONS, Jerónia y, VILAR RODRÍGUEZ, Margarita. "El Seguro de Salud privado y público en España. Su análisis en perspectiva histórica". Zaragoza: Prensas de la Universidad de Zaragoza. ISBN 978-84-16272-49-5

BOE (Boletín Oficial del Estado) GAZETA https://www.boe.es/diario_gazeta/
 
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En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2021) "Los porteros madrileños (III) Las Sociedades de porteros de Madrid. “La Honradez” (1891)", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325

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