En 2008 descubrí a Nicanor del Riego Pérez, personaje que forma parte de aquella jungla de desventurados que en las calles madrileñas parecían pintorescos. Su historia quedó guardada en un cajón y, hoy, después de 10 años, ve la luz para conocimiento de los madrileños y entusiastas de las historias de nuestra ciudad.
Por estas páginas pasaron otros personajes de la golfería matritense; variopintos seres que transformaban su infortunio en animación callejera, vitoreados por la baja estofa, glorificados por la hipocresía, y muy conocidos hasta en las altas esferas. Dos de ellos eran Garibaldi y Cienhigos, a quienes podéis conocer pinchando sobre sus nombres.
Nicanor del Riego Pérez
Nicanor del Riego Pérez había nacido en Cuba (Matanzas) en 1874. Se diferenciaba de los dos citados por no ser vulgar, pero sí desequilibrado mental, posiblemente esquizofrénico.
Era pintor, y no de los peores, además de gran orador, lo que hace suponer su pertenencia a una familia medianamente acomodada que le proporcionó estudios y el ingreso en la Escuela especial de Pintura, Escultura y Grabado.
Quizá su enfermedad, alimentada siempre por la persecución de los gobernantes, de quienes él mismo decía que «intentaban destruirle», comience a desarrollarse, o se agudice, en la primera década del siglo XX.
En 1915 vivía en una casa de huéspedes de la calle San Lorenzo, 6, y su atelier de artista estaba en el Museo del Prado, donde hacía de copista, y entre la naturaleza; porque él pintaba al aire libre, principalmente en El Retiro.
Tendrá otros domicilios a lo largo de su vida. Por si el caminante desea recorrer las rutas de Nicanor, aquí van algunas direcciones: Plaza de Chamberí, 4; Calle del Reloj, 9; Santa Brígida, 23; Montserrat, 4; Plaza de los Mostenses s/n.
En la siguiente fotografía, tomada por Salazar o Campúa para el reportaje gráfico El caballero del sombrero de paja, de la sección Vidas pintorescas de Nuevo Mundo [XXII (1126)], podemos ver al artista pintando en El Retiro.
Los curiosos se apiñaban en rededor del pintor; también un par de guardias, por si las moscas. Entre la asistencia, dos individuos con sombrero de paja.
El hombre del sombrero de paja
Hacia 1903 comprará el sombrero de paja que con el tiempo le hará poseedor del título de «caballero u hombre del sombrero de paja», apodo por el que será conocido hasta su muerte, fecha difícil de precisar pues la pista sobre su vida se pierde en 1936, cuando ya era un sesentón.
Este accesorio del vestir masculino -muy de moda cuando lo adquiere-, le acompañará más de 15 años y en todas las estaciones; porque, siendo de uso en verano, él lo utilizará los 365 días del año. Así, en el mundo diplomático se le conocerá como «el embajador del verano».
En 1915 el sombrero de Nicanor ya era un símbolo de libertad y de protesta social contra todos los gobernantes. Su aspecto, deplorable; había perdido su lustre y una pátina ocre le cubría, acompañada de remiendos de paja, madera y chapa; prótesis desordenadas que ayudaban a mantener su forma. Además, hacía las veces de tablón de anuncios de sus desgracias, como también veremos más adelante.
José María Carretero (El caballero audaz), describía en la sección Vidas pintorescas de Nuevo Mundo, cómo era el aspecto del extraño personaje. Había topado con él en la terraza del Café de Fornos:
El apogeo de su enfermedad llega en 1915, cuando dos de los tres cuadros que presenta para la Exposición Nacional de Bellas Artes son rechazados. Sintiéndose el ombligo del mundo, acusa a las altas esferas de complotar contra su arte y a otros artistas de la época por «envidiar» su obra.
Más adelante volveremos a este episodio que fue noticia en la prensa madrileña.
Riego, la excusa perfecta para divertirse
Ser poseedor de tal apellido suponía la excusa perfecta para los que abusaban de la ingenuidad y arenga de Nicanor del Riego Pérez. Entre ellos los golfos de postín, los de baja estofa y los estudiantes, quienes pasaban un buen rato a costa del interfecto. En ocasiones era seguido por un numeroso y selecto grupo de idiotas que le acompañaban entonando el himno de Riego.
Y por esos discursos, siempre anárquicos y peligrosos para los estamentos, el pobre Riego acababa en el calabozo; a veces acompañado por alguno de sus seguidores.
De estos episodios puedo citar varios y de diferentes años, porque este personaje se sentía en constante persecución y lo hacía saber en sus arengas. El problema surgía cuando se le calentaba mucho el pico y los discursos tomaban un cariz casi subversivo.
De hecho, en 1919, cuando soltaba soflamas frente a un nutrido público en la calle de Alcalá, frente a las Calatravas, los guardias de Seguridad tuvieron que detenerle y encarcelarle. Su discurso había superado la incongruencia para tornarse revolucionario, a tal punto que se le oyó gritar «¡Viva la República!».
Según la prensa madrileña, por aquella arenga sus seguidores le proclamaron «el primer bolcheviki del reino», y la Justicia le sentó en el banquillo acusado de pretender cambiar la forma de gobierno. Como era de suponer, y debido a su estado mental, fue absuelto.
Pero no había sido la única vez que los huesos de Nicanor acabaran en el calabozo; tampoco el discurso más destacado, pues hubo muchos y de mayor o menor intensidad.
En 1916 se había hecho frecuente su presencia en los conciertos que la Banda municipal daba los domingos en El Retiro. Acompañado por un grupo de «pollos bien» que montaban gran jarana a su paso, interrumpieron el concierto y le subieron al escenario. Entonces Nicanor volvió a escupir sus desgracias y locas argumentaciones; también insultos hacia el público que protestaba.
Otra vez los guardias y la detención. Otra vez el variopinto y contundente número de seguidores apostado frente a la Comisaría pidiendo su liberación y la policía disolviendo la manifestación.
Sobre este suceso había dicho el Diario La Acción del lunes 16 de octubre de 1916 [Año I (232)]:
También algún torero había pedido vetar su presencia en los cosos, en especial cuando se celebraban las corridas de San Isidro.
El catalanismo de hace cien años
Resulta curioso -y en nuestras efemérides siempre lo he recordado-, que muchos acontecimientos de la historia son cíclicos, casi idénticos, aun cambiando los tiempos y las circunstancias.
El 9 de diciembre de 1918, una gran manifestación, promovida por el Círculo de la Unión Mercantil, abarrotaba las inmediaciones de Atocha hasta la Plaza de Cánovas por el Paseo de Recoletos (fuente de Neptuno). La finalidad de esta era la de atosigar al Gobierno para poner solución al problema de la autonomía catalana.
La gente, en su mayoría pueblo llano, comenzaron a poblar aquel espacio a las nueve y media de la mañana. Una hora más tarde se ponía en marcha con cierto descontrol, porque la presidencia de la manifestación había quedado en el medio debido a la gran aglomeración formada en el Salón del Prado.
A las 11 de la mañana llegaban a la plaza de Castelar (fuente de Cibeles) donde se sumó más gente y se hicieron atronadores los vivas a España y algún que otro «¡Abajo los catalanes!».
Entre todo el amasijo de manifestantes se abrió una columna de estudiantes de Medicina que gritaban y vitoreaban a quien llevaban en hombros, nada menos que a Nicanor y su sombrero.
El comisario general, Sr. De Juana, con centro de mando apostado en la esquina del Botánico, recibía los partes de sus subordinados sobre el desenvolvimiento de la marcha. Al enterarse de la presencia de esa horda de insensatos, tuvo que dar orden de disolverla por si al pintor se le ocurría dar un discurso entre tantísima gente. El ambiente no estaba para andar alborotando.
La Exposición de Bellas Artes de 1915
Me centro en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1915 por ser en la que Nicanor tuvo quizá su más elevado episodio de protagonismo.
Si bien protestó contra varias ediciones, tanto si le aceptaban alguna obra como si se la rechazaban, en esta reclamó al Estado que se le pagase parte de las 50.000 pesetas que se habían obtenido de beneficio.
Según el hombre del sombrero de paja, el cuadro que aceptaron (de los tres que había presentado) representaba un incremento de visitas superior a ediciones anteriores. ¡Y ello era debido al nombre y gran fama de su autor, Nicanor del Riego Pérez!
Su obra, titulada «Haciendo y consumiendo», figuraba en el catálogo de la exposición con el número 535, como vemos en la siguiente imagen.
Al menos allí se registraba su apellido, porque el cuadro identificaba al autor con una singular firma, más bien inscripción, acompañada del logotipo que le había hecho tan popular: un sombrero de paja.
Por todo Madrid iba pregonando su exigencia al Gobierno y repartiendo panfletos, mientras esgrimía su destartalado sombrero cual reclamo publicitario.
La fotografía, de Campúa, muestra en detalle la inscripción, bien caligrafiada y con un error ortográfico salvado “honrosamente”.
A tenor de los comentarios vertidos por José Francés en su artículo De Bellas Artes. La Exposición nacional. Primera visita, publicado en la revista Mundo Gráfico [Año V (185) Madrid, 12 de mayo de 1915], los discursos alocados de Riego escondían entrelíneas algunas verdades, ya que en esos concursos siempre había puntos oscuros.
Dicho esto, no puedo reivindicar el triunfo de Nicanor del Riego Pérez en la exposición de 1915, pues su cuadro, sin ser feo, no merece considerarse obra de arte espectacular.
Pero Nicanor lo paseó por El Retiro y calles de Madrid el día de la clausura de la exposición. Era el cuerpo del delito gubernamental contra su arte y su persona.
Hete aquí «Haciendo y consumiendo», la obra en cuestión a la que Nicanor agregará después dos carteles de protesta en las esquinas del margen superior. En cada uno de ellos podía leerse:
Tiempos de esplendor
Su primera participación en la Exposición General de Bellas Artes había sido en 1899, con la aceptación de una obra para la sección de pintura. Su título «Cabeza de estudio» (0,38 x 0,30 m).
En 1901 participará con las siguientes obras:
878 - Cabeza de niña (0,56 x 0,45 m)
879 - La Virgen del Puerto (0,50 x 0,30 m)
880 - Paisaje en dos apuntes (0,35 x 0,23 m)
En la exposición de 1906, cuando el pintor quizá no había desarrollado su enfermedad al completo, se aceptaron nada menos que siete de sus obras, participando todas ellas en la sección de pintura. Se trataba de los siguientes títulos, a los que acompaña su numeración en catálogo y las dimensiones:
995 - Paseo de pinos (0,80, X 0,58 m)
996 - ¡Míralo! (0,60 X 0,40 m)
997 - Fuente (0,60 X 0,40 m)
998 - Dos paisajes (0,60 X 0,40 m)
999 - Se prohíbe el paso (0,40 X 0,40 m)
1000 - Paisaje (0,40 X 0,40 m)
1001 - Ángel caído (0,35 X 0,40 m)
Otras ediciones
1920 - Presenta un óleo titulado «Estanque del Retiro» (1,18 x 1,34 m), bajo el número 324.
1926 - Presenta una acuarela titulada «Laberinto de ilusiones» (0,63 x 0,56 m), expuesta en la sala XXIV bajo el número 65.
1930 - Presenta un óleo titulado «Asomándose al torbellino de la vida», expuesto en la sala IV (central) del Pabellón segundo, bajo el número 144.
1932 - Presenta un óleo titulado «Quero aba…a…a», expuesta en la sala XIX bajo el número 315.
No figura registrado en catálogos posteriores, lo que hace suponer que la fotografía tomada por Díaz Casariego para el Heraldo de Madrid del 18 de mayo de 1932 será la última que conozcamos de Nicanor. Es de muy mala calidad, pero en ella podemos apreciar al artista bastante envejecido a pesar de sus 58 o 59 años.
¿Mofas o reconocimiento?
Es difícil precisar si alguien tomaba en serio al hombre del sombrero de paja, o a Riego, o a Nicanor. Quizá sí algunos periodistas, más por compasión que por devoción, o como simple aderezo a la crítica político-social.
En 1917 aparecía en portada del diario El Día una viñeta del dibujante Cyrano donde se mofaban de la mala fortuna del hombre del sombrero de paja. Recreaba al entonces ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, D. José Francos Rodríguez, colocando una medalla de honor a un estirado Nicanor.
A pie de la viñeta el siguiente texto:
Años más tarde, en 1926, continuaba siendo motivo de burla.
Muchos se mofaban de él, empezando por los estudiantes de Medicina que tantas veces le habían vitoreado. Nicanor, ante tal exaltación, debía ser incapaz de reconocer en ellos sus verdaderas intenciones.
Sin sombrero y «Doctor»
En 1927 ya no era el hombre del sombrero de paja; su maltrecho yelmo había desaparecido, aunque siempre mantuvo el apodo. Ahora lucía una brillante calva, pero mantenía la camisa de cuello alto, acartonado, con ancha corbata; siempre de traje y porte regio.
Para entonces Riego además era llamado «el Doctor» por los estudiantes que le vitoreaban al verle llegar a la Facultad de Medicina de San Carlos.
Y fue aquel año cuando se perpetraba otra injusticia, el Ayuntamiento no mostraba interés por una de sus obras, en este caso la titulada «La Banda municipal».
Así lo hizo saber a los estudiantes en la puerta de la Facultad con el discurso que transcribió un periodista del Heraldo de Madrid [Año XXXII (13.055), 1927].
En este podemos hacernos una idea del batiburrillo de palabras y extrañas conexiones políticas de sus arengas:
Final de la biografía
Esto es cuanto puedo contar de Nicanor del Riego Pérez y su sufrida vida de artista. Con él desapareció el sombrero de paja, y poco a poco la elegante costumbre masculina de lucir cualquier tipo de sombrero sobre la testa.
Casualidades de la vida, cuando ya no lo usaba y se le seguía recordando como el hombre del sombrero de paja, apareció Maurice Chevalier y se apropió del mote.
Se perdieron en el viento los discursos revolucionarios de Nicanor, como antes habían desaparecido los de Garibaldi ahogados por el morapio, y apestados de tuberculosis los versos y obras de teatro de Cienhigos.
Al menos de Riego quedará algún cuadro por ahí perdido; confío en que así sea, a pesar de los traperos, la guerra y la pátina del tiempo.
Un día, no puedo precisar cuándo, se marchó de este injusto mundo. Me pregunto si la guerra incivil fue motivo de su muerte; o si acabó pintando el aire en algún Sanatorio psiquiátrico; o, por su desequilibrio mental, exterminado por la sinrazón.
Lo cierto es que su imagen pinturera se desvaneció de las calles madrileñas, como si un ángel anunciador hubiese estado alertando al pueblo del mal que se cernía sobre sus cabezas, la política… pero nadie le hizo caso.
Nicanor del Riego Pérez
Nicanor del Riego Pérez había nacido en Cuba (Matanzas) en 1874. Se diferenciaba de los dos citados por no ser vulgar, pero sí desequilibrado mental, posiblemente esquizofrénico.
Era pintor, y no de los peores, además de gran orador, lo que hace suponer su pertenencia a una familia medianamente acomodada que le proporcionó estudios y el ingreso en la Escuela especial de Pintura, Escultura y Grabado.
Quizá su enfermedad, alimentada siempre por la persecución de los gobernantes, de quienes él mismo decía que «intentaban destruirle», comience a desarrollarse, o se agudice, en la primera década del siglo XX.
En 1915 vivía en una casa de huéspedes de la calle San Lorenzo, 6, y su atelier de artista estaba en el Museo del Prado, donde hacía de copista, y entre la naturaleza; porque él pintaba al aire libre, principalmente en El Retiro.
Tendrá otros domicilios a lo largo de su vida. Por si el caminante desea recorrer las rutas de Nicanor, aquí van algunas direcciones: Plaza de Chamberí, 4; Calle del Reloj, 9; Santa Brígida, 23; Montserrat, 4; Plaza de los Mostenses s/n.
En la siguiente fotografía, tomada por Salazar o Campúa para el reportaje gráfico El caballero del sombrero de paja, de la sección Vidas pintorescas de Nuevo Mundo [XXII (1126)], podemos ver al artista pintando en El Retiro.
ARCHIVO HUM Nuevo Mundo XXII (1126) 060815 Foto: SALAZAR/CAMPÚA © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Los curiosos se apiñaban en rededor del pintor; también un par de guardias, por si las moscas. Entre la asistencia, dos individuos con sombrero de paja.
El hombre del sombrero de paja
Hacia 1903 comprará el sombrero de paja que con el tiempo le hará poseedor del título de «caballero u hombre del sombrero de paja», apodo por el que será conocido hasta su muerte, fecha difícil de precisar pues la pista sobre su vida se pierde en 1936, cuando ya era un sesentón.
Este accesorio del vestir masculino -muy de moda cuando lo adquiere-, le acompañará más de 15 años y en todas las estaciones; porque, siendo de uso en verano, él lo utilizará los 365 días del año. Así, en el mundo diplomático se le conocerá como «el embajador del verano».
En 1915 el sombrero de Nicanor ya era un símbolo de libertad y de protesta social contra todos los gobernantes. Su aspecto, deplorable; había perdido su lustre y una pátina ocre le cubría, acompañada de remiendos de paja, madera y chapa; prótesis desordenadas que ayudaban a mantener su forma. Además, hacía las veces de tablón de anuncios de sus desgracias, como también veremos más adelante.
José María Carretero (El caballero audaz), describía en la sección Vidas pintorescas de Nuevo Mundo, cómo era el aspecto del extraño personaje. Había topado con él en la terraza del Café de Fornos:
«Su figura seca y casi trágica pasea constantemente por los sitios más céntricos de Madrid. Su rostro color ocre, sus cabellos erizados, su boca flácida, contraída siempre por una mueca de desdén despierta interés.
Sus ojos pequeños y obscuros imponen un poco; no se sabe si por la demasiada quietud o por la excesiva expresión... Viste un traje gris, menos terroso que su macilenta piel... Camina siempre con altivez de príncipe y lentitud de errante...»
El apogeo de su enfermedad llega en 1915, cuando dos de los tres cuadros que presenta para la Exposición Nacional de Bellas Artes son rechazados. Sintiéndose el ombligo del mundo, acusa a las altas esferas de complotar contra su arte y a otros artistas de la época por «envidiar» su obra.
Más adelante volveremos a este episodio que fue noticia en la prensa madrileña.
Riego, la excusa perfecta para divertirse
Ser poseedor de tal apellido suponía la excusa perfecta para los que abusaban de la ingenuidad y arenga de Nicanor del Riego Pérez. Entre ellos los golfos de postín, los de baja estofa y los estudiantes, quienes pasaban un buen rato a costa del interfecto. En ocasiones era seguido por un numeroso y selecto grupo de idiotas que le acompañaban entonando el himno de Riego.
Y por esos discursos, siempre anárquicos y peligrosos para los estamentos, el pobre Riego acababa en el calabozo; a veces acompañado por alguno de sus seguidores.
De estos episodios puedo citar varios y de diferentes años, porque este personaje se sentía en constante persecución y lo hacía saber en sus arengas. El problema surgía cuando se le calentaba mucho el pico y los discursos tomaban un cariz casi subversivo.
De hecho, en 1919, cuando soltaba soflamas frente a un nutrido público en la calle de Alcalá, frente a las Calatravas, los guardias de Seguridad tuvieron que detenerle y encarcelarle. Su discurso había superado la incongruencia para tornarse revolucionario, a tal punto que se le oyó gritar «¡Viva la República!».
Según la prensa madrileña, por aquella arenga sus seguidores le proclamaron «el primer bolcheviki del reino», y la Justicia le sentó en el banquillo acusado de pretender cambiar la forma de gobierno. Como era de suponer, y debido a su estado mental, fue absuelto.
Pero no había sido la única vez que los huesos de Nicanor acabaran en el calabozo; tampoco el discurso más destacado, pues hubo muchos y de mayor o menor intensidad.
En 1916 se había hecho frecuente su presencia en los conciertos que la Banda municipal daba los domingos en El Retiro. Acompañado por un grupo de «pollos bien» que montaban gran jarana a su paso, interrumpieron el concierto y le subieron al escenario. Entonces Nicanor volvió a escupir sus desgracias y locas argumentaciones; también insultos hacia el público que protestaba.
Otra vez los guardias y la detención. Otra vez el variopinto y contundente número de seguidores apostado frente a la Comisaría pidiendo su liberación y la policía disolviendo la manifestación.
Sobre este suceso había dicho el Diario La Acción del lunes 16 de octubre de 1916 [Año I (232)]:
Medidas se tomaron, sí, pero en algunos teatros, por ser el individuo de sombrero de paja gran aficionado a los estrenos. Las Compañías, temerosas de que les reventase las funciones con sus arrebatadores discursos, ponían coto a la situación. Como contrapunto, para algunas representaciones del Price se le invitaba. En los entreactos el locuaz orador Nicanor animaba al público.«Es de suponer que las autoridades adoptarán las oportunas medidas para que este espectáculo no vuelva a repetirse y para que esos seudoseñoritos se diviertan donde a nadie molesten y sin aprovecharse de la desgracia de un perturbado.»
También algún torero había pedido vetar su presencia en los cosos, en especial cuando se celebraban las corridas de San Isidro.
El catalanismo de hace cien años
Resulta curioso -y en nuestras efemérides siempre lo he recordado-, que muchos acontecimientos de la historia son cíclicos, casi idénticos, aun cambiando los tiempos y las circunstancias.
El 9 de diciembre de 1918, una gran manifestación, promovida por el Círculo de la Unión Mercantil, abarrotaba las inmediaciones de Atocha hasta la Plaza de Cánovas por el Paseo de Recoletos (fuente de Neptuno). La finalidad de esta era la de atosigar al Gobierno para poner solución al problema de la autonomía catalana.
ARCHIVO HUM La Acción III (1012) 091218 © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
La gente, en su mayoría pueblo llano, comenzaron a poblar aquel espacio a las nueve y media de la mañana. Una hora más tarde se ponía en marcha con cierto descontrol, porque la presidencia de la manifestación había quedado en el medio debido a la gran aglomeración formada en el Salón del Prado.
A las 11 de la mañana llegaban a la plaza de Castelar (fuente de Cibeles) donde se sumó más gente y se hicieron atronadores los vivas a España y algún que otro «¡Abajo los catalanes!».
Entre todo el amasijo de manifestantes se abrió una columna de estudiantes de Medicina que gritaban y vitoreaban a quien llevaban en hombros, nada menos que a Nicanor y su sombrero.
El comisario general, Sr. De Juana, con centro de mando apostado en la esquina del Botánico, recibía los partes de sus subordinados sobre el desenvolvimiento de la marcha. Al enterarse de la presencia de esa horda de insensatos, tuvo que dar orden de disolverla por si al pintor se le ocurría dar un discurso entre tantísima gente. El ambiente no estaba para andar alborotando.
La Exposición de Bellas Artes de 1915
Me centro en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1915 por ser en la que Nicanor tuvo quizá su más elevado episodio de protagonismo.
BNE-BDH Signatura: BA/37617/12 Foto: SALAZAR/CAMPÚA © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Si bien protestó contra varias ediciones, tanto si le aceptaban alguna obra como si se la rechazaban, en esta reclamó al Estado que se le pagase parte de las 50.000 pesetas que se habían obtenido de beneficio.
Según el hombre del sombrero de paja, el cuadro que aceptaron (de los tres que había presentado) representaba un incremento de visitas superior a ediciones anteriores. ¡Y ello era debido al nombre y gran fama de su autor, Nicanor del Riego Pérez!
Su obra, titulada «Haciendo y consumiendo», figuraba en el catálogo de la exposición con el número 535, como vemos en la siguiente imagen.
Al menos allí se registraba su apellido, porque el cuadro identificaba al autor con una singular firma, más bien inscripción, acompañada del logotipo que le había hecho tan popular: un sombrero de paja.
Por todo Madrid iba pregonando su exigencia al Gobierno y repartiendo panfletos, mientras esgrimía su destartalado sombrero cual reclamo publicitario.
BNE-HD Nuevo Mundo XXIII (1174) 070716 Foto: SALAZAR © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
La fotografía, de Campúa, muestra en detalle la inscripción, bien caligrafiada y con un error ortográfico salvado “honrosamente”.
ARCHIVO HUM Nuevo Mundo XXII (1126) 060815 Foto: CAMPÚA © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
A tenor de los comentarios vertidos por José Francés en su artículo De Bellas Artes. La Exposición nacional. Primera visita, publicado en la revista Mundo Gráfico [Año V (185) Madrid, 12 de mayo de 1915], los discursos alocados de Riego escondían entrelíneas algunas verdades, ya que en esos concursos siempre había puntos oscuros.
Esto me recuerda las irregularidades que hubo en el concurso para la elección del escultor que realizaría el frontón de la Biblioteca Nacional.«Abundan, naturalmente, los campesinos castellanos de uno y otro sexo, las lozas talaveranas, las mantillas blancas y negras, los toreros, gitanas y lejanías tizianescas. ¡Ah! y las bandejas con calderilla y alguna que otra peseta.
Por no faltar nada, hay incluso un cuadro del “Sombrero de paja”, que es casi tan filosófico como otro de D. Alonso Pérez titulado Desilusión.
¿Y dicen que han rechazado más de 200 cuadros? No me lo explico.
Probablemente tampoco me explicaré lo de las primeras medallas, sobre todo si se otorgan a dos señores cuyos nombres suenan bastante desde la elección del Jurado.»
Dicho esto, no puedo reivindicar el triunfo de Nicanor del Riego Pérez en la exposición de 1915, pues su cuadro, sin ser feo, no merece considerarse obra de arte espectacular.
Pero Nicanor lo paseó por El Retiro y calles de Madrid el día de la clausura de la exposición. Era el cuerpo del delito gubernamental contra su arte y su persona.
ARCHIVO HUM Nuevo Mundo XXII (1126) 060815 Foto: SALAZAR © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Hete aquí «Haciendo y consumiendo», la obra en cuestión a la que Nicanor agregará después dos carteles de protesta en las esquinas del margen superior. En cada uno de ellos podía leerse:
«Este cuadro que mediante la popularidad del gran artista a hecho que sea un exito la ultima exposicion a hecho ingresar en la taquilla unas 50.000 ptas. tres veces mas que en las anteriores.»
«El Ministro me niega un premio con parte de esa cantidad que el pueblo a puesto de mi lado.
Lo que se a hecho en 16 años para hundirme es horrible.....»
ARCHIVO HUM Nuevo Mundo XXII (1126) 060815 © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Tiempos de esplendor
Su primera participación en la Exposición General de Bellas Artes había sido en 1899, con la aceptación de una obra para la sección de pintura. Su título «Cabeza de estudio» (0,38 x 0,30 m).
En 1901 participará con las siguientes obras:
878 - Cabeza de niña (0,56 x 0,45 m)
879 - La Virgen del Puerto (0,50 x 0,30 m)
880 - Paisaje en dos apuntes (0,35 x 0,23 m)
En la exposición de 1906, cuando el pintor quizá no había desarrollado su enfermedad al completo, se aceptaron nada menos que siete de sus obras, participando todas ellas en la sección de pintura. Se trataba de los siguientes títulos, a los que acompaña su numeración en catálogo y las dimensiones:
995 - Paseo de pinos (0,80, X 0,58 m)
996 - ¡Míralo! (0,60 X 0,40 m)
997 - Fuente (0,60 X 0,40 m)
998 - Dos paisajes (0,60 X 0,40 m)
999 - Se prohíbe el paso (0,40 X 0,40 m)
1000 - Paisaje (0,40 X 0,40 m)
1001 - Ángel caído (0,35 X 0,40 m)
Otras ediciones
1920 - Presenta un óleo titulado «Estanque del Retiro» (1,18 x 1,34 m), bajo el número 324.
1926 - Presenta una acuarela titulada «Laberinto de ilusiones» (0,63 x 0,56 m), expuesta en la sala XXIV bajo el número 65.
1930 - Presenta un óleo titulado «Asomándose al torbellino de la vida», expuesto en la sala IV (central) del Pabellón segundo, bajo el número 144.
1932 - Presenta un óleo titulado «Quero aba…a…a», expuesta en la sala XIX bajo el número 315.
No figura registrado en catálogos posteriores, lo que hace suponer que la fotografía tomada por Díaz Casariego para el Heraldo de Madrid del 18 de mayo de 1932 será la última que conozcamos de Nicanor. Es de muy mala calidad, pero en ella podemos apreciar al artista bastante envejecido a pesar de sus 58 o 59 años.
BNE-HD Heraldo de Madrid XLII (14445)180532 Foto:DIAZ CASARIEGO © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
¿Mofas o reconocimiento?
Es difícil precisar si alguien tomaba en serio al hombre del sombrero de paja, o a Riego, o a Nicanor. Quizá sí algunos periodistas, más por compasión que por devoción, o como simple aderezo a la crítica político-social.
En 1917 aparecía en portada del diario El Día una viñeta del dibujante Cyrano donde se mofaban de la mala fortuna del hombre del sombrero de paja. Recreaba al entonces ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, D. José Francos Rodríguez, colocando una medalla de honor a un estirado Nicanor.
A pie de la viñeta el siguiente texto:
«En vista del criterio expuesto por el Jurado de admisión, y teniendo en cuenta el que informa la adjudicación de los premios, estamos seguros de que este año se otorgará la medalla de Honor al “hombre del sombrero de paja”.
Entre los pintores se agita la idea de obsequiarle con un banquete. Luego le darán otro los escultores. Otro, el Jurado. Otro, el gremio de sombrereros. Otro los mangueros de la villa, en vista de que se apellida Riego. Y otros, que irán saliendo poco a poco.
Se admiten adhesiones en el despacho de la Exposición Nacional de Bellas Artes.»
Años más tarde, en 1926, continuaba siendo motivo de burla.
Muchos se mofaban de él, empezando por los estudiantes de Medicina que tantas veces le habían vitoreado. Nicanor, ante tal exaltación, debía ser incapaz de reconocer en ellos sus verdaderas intenciones.
Sin sombrero y «Doctor»
En 1927 ya no era el hombre del sombrero de paja; su maltrecho yelmo había desaparecido, aunque siempre mantuvo el apodo. Ahora lucía una brillante calva, pero mantenía la camisa de cuello alto, acartonado, con ancha corbata; siempre de traje y porte regio.
Para entonces Riego además era llamado «el Doctor» por los estudiantes que le vitoreaban al verle llegar a la Facultad de Medicina de San Carlos.
ARCHIVO HUM Heraldo de Madrid XXXII (13055) 021227 © 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA © 2018 Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Y fue aquel año cuando se perpetraba otra injusticia, el Ayuntamiento no mostraba interés por una de sus obras, en este caso la titulada «La Banda municipal».
Así lo hizo saber a los estudiantes en la puerta de la Facultad con el discurso que transcribió un periodista del Heraldo de Madrid [Año XXXII (13.055), 1927].
En este podemos hacernos una idea del batiburrillo de palabras y extrañas conexiones políticas de sus arengas:
Interesante y breve discurso apasionado, más convincente que el de algunos políticos de hoy.«¡Estudiantes!... No sé cómo agradeceros estas muestras de adhesión y aprecio. Acaso algún día, cuando la verdad y la justicia sean restablecidas, podré pagaros todo lo que os debo. Mi caso es trágico. Pero al fin la Sociedad de Naciones ha tomando cartas en el asunto. ¿Por qué se hacía con La Banda municipal y Primo de Rivera? Para ver qué se hacía con La Banda municipal.
¿Por qué dimitió Yanguas? ¿Por qué dejó de ser alcalde de Madrid el conde de Vallellano? Porque sentían vergüenza de que no se me protegiera oficialmente comprándoseme el cuadro. Hay que hacer una gran manifestación como la que han hecho los estudiantes de Barcelona, Valencia e Inglaterra.
Mi caso es vergonzoso y no puede quedar así.
¡Estudiantes! Yo quiero vuestra, ayuda para que el arte por mí, aunque indignamente, representado, no sufra la bajeza de verse prostituido.
Quiero que me ayudéis, que os fundáis conmigo por el bien de la patria.
He dicho.»
Final de la biografía
Esto es cuanto puedo contar de Nicanor del Riego Pérez y su sufrida vida de artista. Con él desapareció el sombrero de paja, y poco a poco la elegante costumbre masculina de lucir cualquier tipo de sombrero sobre la testa.
Casualidades de la vida, cuando ya no lo usaba y se le seguía recordando como el hombre del sombrero de paja, apareció Maurice Chevalier y se apropió del mote.
Se perdieron en el viento los discursos revolucionarios de Nicanor, como antes habían desaparecido los de Garibaldi ahogados por el morapio, y apestados de tuberculosis los versos y obras de teatro de Cienhigos.
Al menos de Riego quedará algún cuadro por ahí perdido; confío en que así sea, a pesar de los traperos, la guerra y la pátina del tiempo.
Un día, no puedo precisar cuándo, se marchó de este injusto mundo. Me pregunto si la guerra incivil fue motivo de su muerte; o si acabó pintando el aire en algún Sanatorio psiquiátrico; o, por su desequilibrio mental, exterminado por la sinrazón.
Lo cierto es que su imagen pinturera se desvaneció de las calles madrileñas, como si un ángel anunciador hubiese estado alertando al pueblo del mal que se cernía sobre sus cabezas, la política… pero nadie le hizo caso.
¡Adiós Nicanor!
Bibliografía
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Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.
En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2018) "Nicanor del Riego Pérez, el hombre del sombrero de paja", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325 [VER: "Uso del Contenido"] • Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
• En todas las citas se ha conservado la ortografía original.
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© 2018 Eduardo Valero García - HUM 018-001 SOMBRERO DE PAJA
Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325
Hola, tengo un cuadro firmado por este señor, por si le interesa
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