"Al valle de Ansó, en los confines de la provincia, fue este verano el gran novelista. Allí estuvo y allí estudió el asunto, los tipos y las costumbres y los trajes de su drama Los condenados. [...] A la feria han venido muchos ansotanos, y quién más y quién menos conocía a Pérez Galdós."
Luis Morote y Greus
Hablamos hoy en Madrid y Galdós de una obra más del escritor como dramaturgo. Se trata de Los condenados, estrenada en 1894 y reestrenada en 1915 en los teatros madrileños.
Si la obra Sor Simona pasó sin pena ni gloria por los escenarios del teatro Infanta Isabel, el primer estreno de Los condenados ni pasará.
Estas son las dos historias de una misma obra:
Introducción
La noche del 11 de diciembre de 1894 se estrena en el teatro de la Comedia el drama en tres actos "Los condenados", de Benito Pérez Galdós. La obra no tuvo el éxito esperado. El público fue indiferente y frío; la Prensa trasladó esa sensación a columnas poco contrastadas y nada benévolas.
Galdós pedirá que la obra se retire del cartel y más tarde, con gran esfuerzo y arrojo, arremeterá contra la crítica de la Prensa en el prólogo de la obra impresa del año 1895:
"Esta obra, estrenada en el teatro de la Comedia la noche del 11 de Diciembre, no agradó al público. No necesito encarecer mi fusión y tristeza, casi estoy por decir mi vergüenza ante él con un fracaso, pues compuse el drama con la franca ilusión de que sería bien acogido; llegué a figurarme, trabajando en él con ciego entusiasmo, que lograba expresar ideas y sentimientos muy gratos a la sociedad contemporánea en los tiempos que corren; lo terminé a conciencia, lo corregí y limé cuanto pude, y persuadido de no haber hecho un despropósito, ni mucho menos, lo entregué confiado y tranquilo [...] El estreno, como brusca sacudida que nos transporta del ensueño a la realidad, me presentó todo al revés de lo que yo había pensado y sentido. El teatro es esto. Las obras de uno y otro género, así las muy pensadas y con cariño escritas, como las compuestas a vuela pluma, no son más que la mitad de una proposición lógica, y carecen de sentido hasta que no se ajustan con la otra mitad, o sea el público. ¿Casa? Resulta el conjunto verdad, el éxito. ¿No casa? Pues de seguro hay error grave en una de las partes, o en las dos.
A pesar de sus evidentes progresos en el arte de escribir y en la amenidad de sus escritos, no ha llegado aún la prensa entre nosotros a ser maestra de la opinión ni a llevársela de calle en todos los asuntos. Hoy se lee más que antes, pero se cree menos en las aseveraciones de nuestros buenos chicos de la prensa, entre los cuales hay muchos de brillante y agudísimo ingenio. Y se cree menos en ellos, porque desde que los periódicos se transformaron, trocando la sequedad sectaria del instrumento de partido por la ligereza anecdótica del órgano de información, si se lograron algunas ventajas, perdiéronse cualidades, morales y literarias, que convendría restablecer para que la prensa cumpliera totalmente su misión. [...]
La fiebre informativa ha llegado a ser tan intensa, que ella consume toda la savia intelectual del periodismo, destinada a emplearse en objetos diferentes. Algunos de estos objetos son tratados con excesiva amplitud; otros, como las letras y cuanto a la vida intelectual se refiere, con desdeñosa restricción. En remotos tiempos, que ahora motejamos de atrasados, y cuando los periódicos eran pobres, y casi de milagro vivían, no había ninguno que dejase de tener en su redacción una pluma perita que trataba desahogadamente, con libre criterio, los asuntos literarios. Hoy, la prensa rica, potente y bien administrada, no les presta la atención debida. La crítica de teatros no es más que una mal razonada noticia del éxito o el fracaso, y como para esto no se necesita calzar muchos puntos en materia estética, comúnmente vemos que periódicos poderosos mandan al estreno de una producción literaria al revistero de toros, sujeto muy apreciable sin duda, pero que no puede, con la mejor voluntad del mundo, desempeñar su cometido. A los pelotaris, a los ciclistas, y a los lidiadores de reses bravas, consagra nuestra prensa mayor espacio y atención más cariñosa que a todas las artes liberales." [1]
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Los condenados de 1894
Como hemos comentado en la introducción, Los condenados fue estrenada la noche del 11 de diciembre de 1894 en el teatro de la Comedia.
Antes de esta, Galdós había estrenado "La de San Quintín" -obra de la que hablaremos en otra ocasión- la noche del 27 de enero de aquel año, también en el teatro de la Comedia.
En el diario santanderino La Voz Montañesa de agosto de 1894 se hará referencia a la producción de Galdós con primeros avances de la nueva obra:
"El insigne autor de los Episodios nacionales y de las Novelas contemporáneas, no es sólo uno de nuestros literatos de más talento, sino el escritor más trabajador y más fecundo, sin duda alguna, de los que con gloria cultivan la lengua de Cervantes.
No bien ha puesto a la venta su tercera parte de la historia del gran Torquemada (Torquemada en el Purgatorio), cuando ya tiene casi terminada una nueva comedia, que hasta título tiene, como dice el protagonista del Gran Galeoto, y se titula Los condenados.
Tiene tres actos, está escrita en prosa, como conviene a quien pretende romper con los convencionalismos teatrales, y la acción se desarrolla en alto Aragón, lugar visitado recientemente por el insigne dramaturgo, autor de Realidad y La loca de la casa.
Los personajes de la obra son catorce o quince.
Del pensamiento de Los condenados nada sabemos, pero barruntamos que algo hay en la obra de la propensión a la religiosidad y aun al misticismo que como reacción al materialismo apunta en la literatura y en la vida social de los pueblos."
Mucho de cierto tiene esa noticia. Galdós era considerado la gran esperanza que reformaría el teatro de la época. En este sentido, dice Maryellen Bieder en su estudio sobre obras teatrales de Galdós y Pardo Bazán:
"Una de las dimensiones principales en las que aplicaba una visión reformista era la del conflicto dramático. Rechazando, con más fuerza y extensión en unas obras que en otras, los esquemas que habían ido imponiéndose en los años que van de la hegemonía del teatro romántico a la década de los '90 cuando sus primeras obras fueron representadas, ideó nuevos enfoques y tensiones sobre los que estructuró sus obras." [2]
En la producción teatral galdosiana del periodo comprendido entre 1890 y 1903 lo aristocrático da paso a lo burgués y lo romántico a los temas sociales de relevancia. Se plantean las cuestiones del papel del hombre en la sociedad y sus responsabilidades; no queda ajeno a esto el papel de la mujer dentro de la familia y la sociedad, así como las cuestiones del trabajo, la religión y la educación en el enriquecimiento de las personas.
Previos
En el mes de octubre Galdós viaja a Canarias antes de comenzar el ensayo de Los condenados, que se desarrollará durante el mes de noviembre.
La Correspondencia de España del 6 de diciembre de 1894 narra como fue el útimo ensayo, efectuado la tarde del miércoles 5. Transcribimos el artículo en su totalidad por lo interesante de su contenido:
"La tarde de ayer ha sido verdaderamente de prueba: una tarde gris, de lluvia copiosa y persistente, una tarde de condenados. El tiempo se ha puesto de acuerdo con Galdós, y mientras la comedia del ilustre novelista se ensayaba por última vez en el teatro de la calle del Príncipe, el cielo en toda su cenicienta extensión nos obsequiaba con otro ensayo general de aquella gran tragedia conocida con el nombre de El Diluvio Universal, ó sean «Los condenados» de la época da Noé.
No tiene entre nosotros un ensayo general, aun tratándose de obra de autor tan eminente como Pérez Galdós, el carácter de gran acontecimiento que revisten tales sucesos literarios en la capital de la vecina república; mas á pesar de esto, á las dos y media de la tarde, hora del ensayo, se veían ya en el teatro de la Comedia á los insignes autores dramáticos Echegaray y Guimerá, al ilustre poeta Núñez de Arce, á su notabilísimo discípulo Manuel Reina, á Luis Taboada y á otros conocidísimos escritores, ávidos de conocer y apreciar la nueva producción, dramática del autor de tantas novelas deliciosas, gloria y tesoro de la patria literatura.
Mario [Se refiere a Emilio Mario, empresario del teatro de la Comedia] hacía los honores del enfundado y oscuro teatro, diciendo al ver á Echegaray aparecer por el callejón de las butacas: «Don José, aquí le tengo á usted preparado un sillón»—y era verdad que junto á la primera caja se veía uno rameado y patriarcal, poco en consonancia con el temperamento artístico de nuestro gran romántico—mientras un maquinista gritaba en el fondo del escenario:
«¡Marcelino, échame el telón de selva!» y el telón descendía majestuosamente, á la vez que Echegaray se excusaba de aceptar aquel sillón, rameado como la selva, y al cual solo le faltaba un dosel para parecer un trono destinado á algún príncipe de la dramática ó de la escena.
«¡Conque otra vez se va usted al toro!» Exclamaba Echegaray, saludando á Pérez Galdós, y éste, muy preocupado con los trajes que han de lucir los personajes de su nueva producción, respondía, desatendiéndose del peligroso símil taurómaco: «Verá usted qué trajes tan caprichosos llevan las mujeres del valle de Ansó. Parecen del siglo XIV. La Cobeña está monísima con el suyo. Se han fantaseado un poco, porque en el teatro hay que dar siempre su tributo á lo convencional; pero esencialmente son lo mismo que los de las verdaderas ansotanas. Yo creo que harán muy bien.»
Y en esas frases tienen los lectores al Pérez Galdós de los ensayos, retratado de cuerpo entero. El novelista insigne acuchilla su partida de bautismo mientras se ensaya una de sus producciones dramáticas, y se convierte en un niño enamorado de todo lo exterior y todo lo brillante. No dirige observaciones á este ó al otro actor respecto á la manera de acentuar una frase ó de moverse en una escena; pero en cambio no deja de advertirle que piense en su indumentaria y que por Dios no lleve los pantalones demasiado anchos.
Cuando se ensayaba La de San Quintín, entusiasmado con Thuiller, le decía: «¡Bravísimo, bravísimo! ¡Cómo hará usted esa escena cuando se ponga la blusa! ¿No podía usted ponérsela ahora para que lo apreciáramos mejor? Sea usted amable; póngasela usted.»
Salvo este afán de vestir á sus personajes, Pérez Galdós no angustia en los ensayos á los actores con observaciones ni consejos. Siéntase en una butaca de las últimas filas, y oye, reflexiona y calla. Lo mismo ha hecho ayer tarde mientras duraba el ensayo general de Los condenados, y á la par que en el oscuro teatro volaba nuestra fantasía queriendo adivinar el juicio que el público formará mañana de la nueva producción, el autor insigne, mascullando un puro, no se preocupaba seguramente del terrible toro, al que según el símil del maestro Echegaray, va nuevamente á lidiar, sino de los trajes de luces de la cuadrilla, traídos del valle de Ansó para que los admire todo Madrid."
El día después del estreno
Al día siguiente del estreno Benito Pérez Galdós ordena retirar la obra del cartel, pero la empresa del teatro -que se había gastado un dineral en decorados y vestuario -comete un grave error al representarla al menos cuatro veces más. Esto afectará aún más las críticas sobre la obra y a su autor.
Aquellas críticas fueron desmesuradas, no tanto contra el insigne escritor sino sobre el argumento de su última obra.
Estos son algunos ejemplos:
EL DÍA, miércoles 12 de diciembre de 1894 |
EL CORREO MILITAR, miércoles 12 de diciembre de 1894 |
LA CORRESPONDENCIA DE ESPAÑA, miércoles 12 de diciembre de 1894 |
Una derrota el mismo día del desgraciado estreno. Según las crónicas el público se marchó silencioso al finalizar la obra. No hubo más aplausos en toda la noche que los dedicados al final del primer acto al respetable nombre del autor. Más tarde, en el tercer acto, al actor Thuiller, por su magistral monólogo. Inexistentes mayores demostraciones de entusiasmo por la obra. Los condenados fueron condenados desde las primeras escenas.
"No conservo, pues, en mi espíritu ninguna clase de rencor, ni aun de resentimiento, contra los que han escrito acerca de LOS CONDENADOS cosas que tengo por injustas y descorteses, alardeando de un rigor crítico en el cual no se ve proporcionalidad entre la sentencia y los errores la cosa juzgada. Después de todo, en ello hay más ignorancia que malicia, y una y otra son accidentes comunes de la lucha por la existencia artística, ruda en todas las esferas del pensamiento, y en el teatro formidable. Yo aseguro con toda ingenuidad, que esta excitación de la lucha produce en mi ánimo el contento del vivir, y me despierta ambiciones disparatadas, que en otras circunstancias no habría sentido seguramente."
Benito Pérez Galdós. Madrid, diciembre de 1894 [1]
Los condenados de 1915
Reestreno o "revisión literaria" de abril
Era el mes de abril de 1915. Los madrileños recibían noticias sobre la "Guerra europea" y se preparaban para ver desfilar al rey y todo el Estado mayor en el marcial acto de Jura de bandera.
Pocos meses antes, el director de la Compañía del teatro Español, Sr. Federico Oliver, se empeñaba en rescatar del olvido la obra Los condenados con la intención de presentarla a un público nuevo, muy distinto del que veinte años atrás la había defenestrado. Y así lo hizo.
La noche del 6 de abril de 1915, se verificaba la apertura del teatro Español con el reestreno de Los condenados. En el cartel una frase: "Revisión literaria". Esto no sentó muy bien a ciertos críticos que decían -haciendo referencia al estreno de 1894- que el fallo del público no podía ser llevado a revisiones.
Craso error. La obra y su autor fueron aplaudidos efusiva y estruendosamente. Hubo hurras y vítores para un Galdós satisfecho, aunque ya casi derrotado por los años de esforzado trabajo. Parte del mérito fue de la primera actriz madrileña Carmen Cobeña, que interpretó el papel de Salomé.
Reestreno de octubre
Podemos decir que la dirección del teatro Español no se conformó con restregar por las narices a los detractores el gran éxito de Los condenados en abril de 1915, sino que volvió a inaugurar su temporada de octubre con la misma obra. Compartía cartel con "Rosa y Rosita", de los hermanos Álvarez Quintero.
Recordamos a nuestros lectores que los Álvarez Quinteros, con el beneplácito de Benito Pérez Galdós, serán los encargados de la adaptación al teatro de "Marianela", estrenada la noche del 18 de octubre de 1916 en el teatro de la Princesa.
Como decimos, la noche del viernes 15 de octubre de 1915 vuelve a los escenarios del Español Los condenados, obra despreciada por el público y la crítica de 1894, pero acogida con gran éxito en su reestreno de abril.
Idolatrado por unos, vilipendiado por otros, don Benito vivió así aquel Madrid del que recuperamos los momentos de gloria y los de derrota; porque Pérez Galdós fue un insigne escritor del que recibimos un inmenso legado literario, pero también fue un ser humano.
Bibliografía | ||||||
[1] Pérez Galdós, Benito. Los condenados: drama en tres actos precedido de un prólogo. Edición digital: Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2001. Edición digital basada en la de Madrid, Imprenta de José Rodríguez, 1895. Localización: Biblioteca del Museo Canario. Prólogo, pp. V / XVIII-XIX / XXVII [2] Bieder Maryellen. (2006) El teatro de Benito Pérez Galdós y Emilia Pardo Bazán. Estructura y visión dramática en "Mariucha" y "Cuesta abajo". (1986) Centro virtual Cervantes. Indiana University. AIH Acta IX, pp. 17 · Citas de noticias de periódicos en la publicación |
© 2014 Eduardo Valero García - HUM 014-014 MADGALDOS
Muy interesante. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarUn placer! Saludos
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