En nuestra anterior estampa de Madrid pueblo, el dibujante Bellón ofrecía su particular visión de un Salón de belleza que bien podía estar situado en la Gran Vía.
La estampa de hoy es menos glamurosa y quizá más disparatada. Bellón nos muestra la vida de una peluquería madrileña los sábados, con sus variopintos peluqueros y respectivos barbados y melenudos. Techos altos y típicas lámparas esféricas que ofrecían una luz amarillenta y mortecina; tan mortecina como los insectos que yacían en su interior.
Oficiales parlanchines; sordo mudos; de mala baba... y también de mala uva (vino peleón); venidos a menos y a más; aprendices desde siempre y soñadores de salones de París. Sus víctimas, sin descripción, todo lo dicen sus caras.
Gatos que rebañan entre pelos buscando orejas y otros restos faciales que arrastra la navaja. Desdichados de la vida que se acomodan para leer las revistas y periódicos atrasados que siempre se han ofrecido en salones de tal categoría; de paso, un poco de calor humano, que en mayo a veces hace frío.
El típico niño que se revoluciona ante la tijera, acaba encadenado. Por allí uno que corre con la cabeza en llamas buscando una boca de incendios. Y el peluquero más afortunado atiende a una joven despistada.
Página de humor, por Bellón "La peluquería, en sábado" Crónica, 1935 |
"La extremidad superior del tronco humano, se denomina cabeza, y en ella residen los órganos más importantes de la vida de relación.
Es el alcázar de la inteligencia y la morada de los sentidos más necesarios para el debido cumplimiento de los fines sociales. Por lo tanto, es necesario atender con igual solicitud al cultivo de las facultades internas, que á la limpieza y aseo de la cubierta cutánea que reviste á esta parte de nuestro organismo. Y así como los descuidos en la instrucción deberían castigarse en los padres y en los maestros por una legislación sabia y que fuese aplicada rectamente, así la negligencia ó el abandono en la extricta observancia de los preceptos higiénicos, deben condenarse en las naciones cultas por el tribunal de la pública conciencia, al desprecio de las gentes." ["Higiene de la cabeza". Guía del peluquero y barbero. Año I, Núm. 2. Segunda quincena de enero de 1873]
Yo vi en París un peinado
de tanta sublimidad,
que llegó á hacer vecindad
con el ala de un tejado.
Dos gatos que allí reñian,
luego que el peinado vieron,
á reñir sobre él se fueron
y abajo no los sentían. [Ibídem]
Dedicado a Mar Torreadrado
© 2014 Eduardo Valero García - HUM 014-012 ESTAMPAS MAD
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