Cada pueblo que se precie tiene su fiesta, siempre en honor a su Santa o Santo Patrono. Después de las verbenas de los barrios madrileños continúa la algarabía en los pueblos colindantes.
Gran categoría aporta a los poblados la situación de un castillo que, aunque ruinoso, bautiza con su estirpe o protege de enemigos desde tiempos inmemoriales a sus gentes, cosechas y ganados.
Más que necesario es el Consistorio, con su balconada para el alcalde y el pregón; luciendo el imponente reloj -otrora de la tecnología más avanzada- que pone el mote de "Casa del Reloj" al gubernamental sitio.
Indispensable también alguna casa blasonada, con escudo corroído y leyenda a sus espaldas. Soportales de viga de madero y columnas de piedra derretidas por el tiempo.
Abigarradas casas encajadas al azar, únicas responsables de que la calzada avance en zigzag y sólo la vea derecha el que va ciego de limonada en tan solemne día.
Y por supuesto, el pilón, y en rededor sus gentes; los oriundos y los visitantes, todos ellos disfrutando de la fiesta, que tiene su día grande, como todas.
Gigantes y cabezudos; altos y cabezones; todos a una; todos a la fiesta con sus mejores galas.
Página de humor, por Bellón "La fiesta del pueblo" Crónica, 1934 |
© 2013 Eduardo Valero García - HUM 013-018 ESTAMPAS MAD
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