viernes, 4 de agosto de 2023

Origen y desaparición de AL CAPRICHO, la tienda de tejidos y confecciones de la calle de Alcalá, 26.

Hace unos días un lector dejaba un comentario en la sección FOTOTECA HUM de Historia urbana de Madrid. Solicitaba lo siguiente:
«Sería posible conseguir una foto de un comercio de telas y vestidos, que estaba situado en calle Alcalá esquina Cedaceros en los primeros años del siglo XX llamado 'Al Capricho'». 
Aunque no pudimos encontrar fotografías de su interior, conoceremos la fachada y otros datos derivados de una intensa búsqueda. Con ellos, aumentamos la escasa historia que existe de ese comercio. 
 
Al Capricho. Su origen
Debemos remontarnos a 1865 para conocer el lugar donde años más tarde se instalará la primera tienda de “Al Capricho”. 

El 8 de abril de ese año, D. José Vasallo y Unzaga, solicitaba licencia para construir de nueva planta un edificio en el tercero de los cuatro terrenos en que se había dividido el desaparecido convento de las Vallecas. Se trataba de la parcela correspondiente a la de la calle Angosta de los Peligros (actual de la Virgen de los Peligros) esquina con la de Aduanas (antigua Angosta de San Bernardo), de la Manzana 290. 

El Archivo de la Villa conserva el expediente que nos sirve para hacernos una idea de la fisonomía del edificio que hoy pervive, pero con variaciones por reformas realizadas en 1973.



En el elegante inmueble, situado en el número 1 de la calle Peligros (actual Virgen de los Peligros, 3), el catalán don Timoteo Padrós Parals fundará en 1878 un almacén dedicado a la venta de ropa para niños y señoras denominado “Al Capricho”.

1878

1884

Allí se vendían, a precios módicos, tejidos, trajes de lana, sombreros y abrigos para niños; y para las señoras abrigos, camisas, batas, etc. Además, disponía de sastrería. 
En 1882 ya era un comercio reconocido y a sus liquidaciones concurría mucho público. Tal es así, que habilitaban los salones del entresuelo para las ventas corrientes. 

Timoteo Padrós era socio del Ateneo de Madrid desde 1884 con el número 4963. Vivió en el principal derecha de la calle de Villanueva, 17, y años después en la calle Cedaceros.
En 1897 formó parte en la fundación del Sindicato de productores de Madrid, con domicilio en la calle de Atocha, 16. Este sindicato bregaba por los intereses generales de los productores nacionales y muy particularmente de la industria madrileña. 

Traslado a la calle de Alcalá
En octubre de 1883 trasladaba su negocio a la calle de Alcalá, 48 (26 moderno), con entrada por la de Cedaceros, 1; sin embargo, en la transición, continuaba funcionando el de la calle Peligros, mientras buscaban para el nuevo local “sastresas prácticas en la costura de abrigos de señoras”. Meses después, ya en 1884, demandaban “señoritas inteligentes y prácticas en la venta de confecciones y modas”. Después, “dependientas prácticas en la venta de artículos de señora”.

El interior de la tienda
El señor Juan Francisco Nieva, lector solicitante, amplia datos sobre el interior de este comercio a partir de una noticia publicada en el periódico La Dinastía, del 31 de enero de 1889. El periodista Alfonso Pérez Nieva, corresponsal en Barcelona, describía el interior de la tienda: 
«Todo el mundo cortesano lo conocía; era el comercio de moda en trajes femeniles; algo así como la morada de la diosa del buen gusto. Sus escaparates expléndidos se abrían á las calles de Alcalá y de Peligros; el interior de la tienda, amplio y espacioso, más parecía el apartado de una exposición; allá, al fondo, se prolongaba un gabinetito de prueba y un suntuoso salón atestado de maniquís; en medio caía el local de recibo, decorado con artística anaquelería, y por una corta escalera se bajaba al taller, adornando la estancia principal artísticos biombos con pinturas al óleo de asuntos campesinos. Pero sobre todo, lo que placía más del establecimiento era su sello modernista, el dejo de finura parisién que trascendía del local en conjunto, de sus instalaciones, de sus dueños, de sus señoritas al despacho; la fisonomía á la inglesa, aristocrática y culta, propia solo del alto comercio londinense, que le caracterizaba, y que tan poco abunda en nuestros horteras trasuntos aun del antiguo covachuelista… Sin duda por eso el público elegante invadía El Capricho [sic] y á la caída de la tarde, sobre todo, de vuelta del paseo veíase siempre la suntuosa tienda atestada del alto mundo, que iba á comprarse allí, sus atavíos expléndidos».

Un incendio devastador
Pérez Nieva hacía esa descripción a propósito del incendio producido poco después de las tres de la madrugada del 20 de enero. 
«Hoy El Capricho es un montón de trapos quemados; la tienda de boulevard ya no existe; el fuego, el eterno enemigo de los terciopelos y de las plumas, ha devorado las enormes existencias del precioso almacén; multitud de familias han quedado por el pronto sin medio de ganarse el sustento; el dueño, un inteligente catalán de voluntad de acero, arrollado por la mala fortuna, tendrá que imponerse y de hecho se ha impuesto á la catástrofe y todo por una punta de cigarro que quedó encendida, por un fósforo mal apagado, por una chispa de la plancha, por cualquier cosa, por ese poco de llama que besado por ese soplo de aire, constituyen la amenaza eterna, el peligro continuo suspendido sobre la cabeza del comerciante».
Surgía una vez más la polémica sobre los incendios en Madrid y las deficiencias del Gobierno civil en cubrir las necesidades del aguerrido cuerpo de bomberos. Ni hablar del escaso control por parte del consistorio en lo tocante a legislación contra incendios rozando ya el siglo XX. 
Agregaba Pérez Nieva:
«Este incendio puso una vez más de relieve las deficiencias de los bomberos; nada diré del personal; cada uno de los individuos del cuerpo es un león; pico en mano adquieren algo del ímpetu formidable de los titanes, se les ve en los sitios de mayor peligro; diríase que el fuego les conoce y les huye y que las llamas les temen. Por eso mismo se ocurre pensar qué no harían hombres tan intrépidos, dotados de un material novísimo y de todos los medios de que la ciencia moderna les ha dotado en el extranjero, cuando tal acometen con un mal pico».

 


Pero el incendio de Al Capricho, como otros tantos que se repartían por la amplia geografía urbana, daban cabida al oportunismo, como podemos ver en esta noticia de La Correspondencia de España, del 21 de enero, en la que aprovechan el trágico suceso para hacer publicidad de un novedoso invento. 




Renacimiento
A pesar de la aparatosa quema, Al Capricho renació de sus cenizas en poco tiempo y con la misma fuerza emprendedora de don Timoteo y su familia.

En 1891 aparece “PETIT BARCELONA – CEDACEROS”, la sección económica de Al Capricho que desaparecerá en 1895, año en que la sección pasará a denominarse simplemente “AL CAPRICHO – SECCIÓN ECONÓMICA”. En todo caso, se trataba de las ofertas por liquidación de temporada.

Nueva generación
El 2 de enero de 1901 fallecía Timoteo. Sus hijos, Carlos y Juan Padrós y Rubió, y la esposa de este último, doña Emilia Revuelta, continuarán con el negocio. 


Avanzaba el siglo XX y la demanda de personal era mayor, con reclamos como estos: “buenos oficiales de sastre” y “oficialas que sepan hacer blusas marineras”. “Hacen falta buen cortador de sastre para vestidos de señora y primera oficiala modista que sepa cortar con perfección”. 
Estos reclamos son muestra de lo exigentes que eran Juan y su esposa, encargada de la sección de vestidos de señoras y sombreros de fantasía.
Los talleres de Al Capricho llegaron a contar con 200 operarios de ambos sexos, además de los que colaboraban externamente.

En 1920 anuncian el cierre por obras de reforma. Para entonces, el local ocupaba los números 26 y 28 de la calle de Alcalá.

Juan Padrós
Los hermanos Carlos y Juan Padrós han pasado a la historia del deporte por ser los primitivos fundadores del Real Madrid Club de Fútbol y sus presidentes, además de otros logros relacionados con el futbol madrileño. Pero esa es otra historia.

Nos centramos en la figura de Juan Padrós por ser el que aparecía en las publicidades de la tienda y por su relación directa con la industria madrileña.

Juan había nacido en Barcelona en 1869 y llegó a Madrid en 1886 para atender el negocio familiar. Hombre de férreos principios, fue un naturista vegetariano muy activo en la sociedad matritense.
Miembro de la Sociedad Vegetariana Española, impartió varias conferencias sobre naturismo y las ciudades jardines; incluso en la propia tienda, donde, además, podían comprarse las revistas del momento dedicadas al naturismo y vegetarianismo.
Después de la implantación en 1919 del primer seguro social público de cobertura de vejez, formó parte de los primeros patronos que se afiliaron al seguro obligatorio de retiros obreros.

Según algunas fuentes, Juan se retiró del negocio en 1921. Quizás eso ocurriera en 1924, cuando falleció su esposa. El matrimonio no tuvo descendencia. 


En 1925 era considerado el decano del vegetarianismo español y en 1926 asumió la vicepresidencia de la Sociedad Vegetariana de Madrid. Curiosamente, el secretario de esa Sociedad era Santiago Valero Carretero, tío abuelo del autor de este artículo.

Pero no solo se dedicó al ramo textil; a su faceta de naturista y vegetariano debemos sumar su incursión en el turismo a través de su albergue campestre “El Berrocal”, situado en Arenas de San Pedro (Ávila), población en la que falleció el 11 de mayo de 1932. 


Desaparición de Al Capricho
Volviendo a la tienda de la calle de Alcalá, en marzo de 1926 un anuncio publicado en La Libertad daba cuenta de la reapertura de Al Capricho con un nuevo propietario.


En realidad, la firma comercial de los Padrós desaparecía y pasaba a llamarse “Romero Carmona y Compañía”, comercio del ramo que había estado en la calle de Carranza, 9. 


Gran parte del género que había dado prestigio entre dos siglos a Al Capricho, se liquidaba en otras tiendas de saldos.



Romero Carmona trabajaba con el género de “Los tejidos A. G. B.”, prestigiosa firma muy solicitada por los modistos parisienses. De hecho, en París se publicaba la revista de moda femenina “Art Goût Beauté” (A. G. B.).


Lo cierto es que en 1927 las sederías "Los Tejidos A. G. B.", sucursal de la de París, se instala en el local que había ocupado Romero Carmona. En un principio se anunciará como "Les Tissus A. G. B.". 


La siguiente publicidad, del coleccionista rgibrat16 (Girona), nos permite cumplir con la solicitud del lector y ofrecer una fotografía de lo que había sido la fachada de Al Capricho. 
Nada hemos conseguido de su interior, salvo una descripción; pero, al menos, conocemos la fisonomía que pudo tener después de la reforma de 1920.




Una vista más general de la vía, correspondiente al Archivo Ruiz Vernacci (Instituto del Patrimonio Cultural de España, Ministerio de Cultura y Deporte), nos muestra el edificio en su totalidad.



Lo que ocurrió después fue una sucesión de comercios de otros ramos que ocuparon las instalaciones del primitivo negocio, como la zapatería “Calzados Eureka”, instalada en 1938. 


Quizás hubo algún otro comercio antes de la desaparición del edificio, en cuyo solar se edificó en 1962 una sucursal del Banco Popular Español.


Según una noticia del portal Hosteltur.com, el edificio fue adquirido en 2009 por Mutualidad de la Abogacía y vendido en 2022 a Millenium Hospitality. Otro hotel para Madrid... por si hubiera pocos. 

Final de la historia
Así finaliza esta historia. Colaboración altruista para satisfacer la curiosidad de un vecino de Madrid y que también ofrecemos al público general con la intención de recuperar la memoria de un comercio madrileño postinero, ganador de medallas por sus bordados en seda, por la calidad de sus géneros y sus manufacturas.

Nada queda en el paisaje urbano madrileño que recuerde la existencia de Al Capricho, comercio que representa un símbolo más del avance industrial y comercial de Madrid entre dos siglos gracias a los emprendedores de aquellos tiempos.



© 2023 Eduardo Valero García - HUM 023-003 AL CAPRICHO
Historia Urbana de Madrid
ISSN 2444-1325


Bibliografía y Cibergrafía
 
Para conocer más sobre la familia Padrós:
El matrimonio compuesto por Timoteo Padrós Parals y Paula Rubió Queraltó tuvieron cinco hijos, de los cuales destacaron los siguientes:


Fuentes consultadas:

Biblioteca Nacional de España - Hemeroteca digital - Biblioteca digital hispánica
Biblioteca Nacional de Francia
Archivo de la Villa - Memoriademadrid - Ayuntamiento de Madrid
Biblioteca Virtual de Prensa Histórica
Todocolección.net
 
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Historia Urbana de Madrid
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jueves, 20 de julio de 2023

Los Refrescos ingleses y El infierno encantado, predecesores del Trianon-Palace y del Teatro Alcázar.

El Teatro Alcázar está ubicado en el número 20 de la calle de Alcalá, donde antes existieron otros espacios de recreo y espectáculo cuyas historias merecen ser recuperadas. 

Este recorrido histórico entre los siglos XIX y XX se centra en la Manzana 267 de la calle de Alcalá, una de las vías principales de acceso a la ciudad. Poblada antaño por órdenes religiosas, instituciones públicas y nobles casas, fue después poderosa arteria financiera, de espacios de recreo, ocio y espectáculos.

Antonio Joli, Vista de la calle de Alcalá, h. 1749-1754.

Tinta parda a pluma, aguada de tinta agrisada y restos de lápiz rojo sobre papel verjurado, 120 x 470 mm. Del catálogo de la exposición Madrid en la colección Abelló. Pinturas y dibujos de los siglos XVII al XX (2023) Dirección General de Promoción Cultural de la Consejería de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid.


La Manzana 267
Tres numeraciones intervienen en esta historia: el antiguo número 3, el posterior 40 y el actual número 20 de la calle de Alcalá, situado en la Manzana 267, conformada por la citada arteria y las de Sevilla, Cedaceros y Gitanos (después Arlaban).
En la siguiente imagen, fragmento del plano parcelario de Madrid de Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero, se resalta la Manzana en cuestión.


Mucho había cambiado la fisonomía de esta zona, más acusada entre los siglos XVIII y XX. Y mucho más, o de diferente manera, en tiempo de los Reyes Católicos, cuando era conocida como calle de los Olivares; llamada así por los que allí había junto a una fuentecilla denominada de los Caños de Alcalá, cercana a la primitiva puerta. 

El 24 de octubre de 1599 por aquella puerta, varias veces remodelada y reubicada después, hizo su entrada la reina Margarita de Austria-Estiria. Así lo trascribía Carlos Cambronero en la Revista Contemporánea (Cuarto trimestre de 1900): 
«Salió S.M. de San Jerónimo por un portillo que se hizo en la cerca del monasterio para salir al campo, porque había de entrar por la puerta de la Villa que se había hecho de nuevo cerca de los caños de Alcalá, la cual tenía dos puertas menores a los lados y sobre la una estaba una mujer hecha de bulto con una corona en las manos que la ofrecía a la Reina, nombrándose Madrid, por llamarse en latín Mantua Carpetana. Sobre la otra había un hombre que significaba el fundador de la Villa, el cual le ofrecía la llave de ella». 
Poco a poco, puerta y calle tomaron carácter de entrada triunfal y regia, llegando a ser la monumental que hoy conocemos gracias a Carlos III. Esto implicó cambios urbanísticos importantes que adecentaron la vía y modificaron su fisonomía, como podemos apreciar en la vista dibujada por Antonio Joli, utilizada como encabezamiento de este artículo. Al fondo de la detallada ilustración se intuye la antigua puerta y su similitud con el grabado conservado en la Biblioteca Nacional de España, de autor anónimo y datado hacia 1636. 



La animada calle también llevó por nombre durante un tiempo el de duque de la Victoria, título otorgado por Isabel II a Baldomero Espartero.




Si bien lo dicho hasta ahora es una breve reseña histórica de la calle, el interés está puesto en los nombres anunciados en el título del artículo. Por tal motivo, cito a continuación alguno de los lugares de diversión ubicados en la vía durante la primera mitad del siglo XIX. 

Teatro, Neorama y figuras de cera. 
Pascual Madoz en su Diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico cita estos espacios muy cercanos y relacionados con el lugar que ocupa el Teatro Alcázar.
Nos cuenta que en el “número 27, donde había estado el convento de las Vallecas”, se instaló en 1841 el Teatro del Museo Lírico. Recordemos que el convento estuvo situado en la esquina de la calle de Alcalá con la de Virgen de los Peligros, donde años más tarde, el 20 de julio de 1870, se inaugurará el Café de Fornos
En la “casa número 48 y Cedaceros” (posiblemente en la Manzana 272) situaba el salón de recreo denominado Neorama, compuesto de vistas de neorama, cosmorama, ferro-carriles, rueda brillante, pirotecnia y autómatas. Según indicaba, el salón se había instalado allí en 1849.
Nos cuenta también que en la casa “número 50” se encontraba el salón de Exposición de figuras de cera. Un anuncio publicado en diciembre de 1833 en el Diario de avisos de Madrid situaba este gabinete en la “casa número 5 de la Manzana 267, esquina a la de Cedaceros”.


En todo caso, estos locales estuvieron muy cerca del lugar donde años más tarde se construiría el salón Trianon-Palace y después el Teatro Alcázar, demostrando así lo animada que ya era la vía con estos espacios y la proliferación de comercios de todo tipo. Dejamos para otra ocasión la enumeración de los edificios públicos, religiosos, financieras y casas particulares allí instalados.  

Dicho esto, centramos la atención en los comercios relacionados con el número 20 de la calle de Alcalá.

De los “Refrescos ingleses” a “El infierno encantado”. 
Del frío al calor entre dos siglos y en un mismo espacio de la calle de Alcalá.
En la citada Manzana 267 identificamos el número 40 de la calle (más tarde número 20), donde se levantaba un edificio de cuatro plantas, con entresuelo y portería.

La finca, propiedad de D. Félix Gómez y Dña. Manuela Puente, había sido sometida a una importante reforma en 1864 por la que se levantaron tercera y cuarta planta, además de obras en el interior y fachada. El proyecto y realización fueron encargados a D. Antonio Ruiz de Salces, arquitecto de renombre en la villa y corte por su participación en las obras del Museo Arqueológico, la Biblioteca Nacional y varios edificios particulares importantes. [Acceso al documento]

La casa sujeta a reformas había sido propiedad de la marquesa de Aranda y de Guimarey, cuya construcción era anterior a 1826, tal y como queda recogido en la licencia de obras conservada en el Archivo de la Villa. [Acceso al documento]

Las siguientes imágenes muestran el primitivo edificio y la posterior reforma.




En la década de los ochenta del siglo XIX se instalará en este edificio el comercio Refrescos ingleses, con casa central en la calle Arenal 18 y sucursal en el vestíbulo del Teatro Apolo.


Este establecimiento rivalizaba con el instalado en la otra acera, en el número 27, titulado Refrescos ingleses y americanos, famoso por sus brioches parisienes. A tenor de lo que indicaban en su publicidad, entre uno y otro comercio existía competencia desleal.


Lo cierto es que Refrescos ingleses y americanos vendía ingentes cantidades de brioches para casas aristocráticas y el público general, llegando a cifras que superaban los cuatro mil en un domingo.
Curiosamente, el local estaba ubicado cerca del de la Compañía inglesa de Seguros de Vida y Rentas vitalicias "La Gresham", domiciliada en el número 23. Recuérdelo, porque años más tarde se verá implicada en un sonado suceso relacionado con la construcción del Teatro Alkázar (Sí, con “K”).


Volviendo al comercio que nos interesa del número 40, podemos decir que, además de las sodas y helados a precio módico, fue concesionario de los afamados chocolates Suchard, cuyo precio de venta era de una peseta la libra. Además, en su carta figuraba el Champagne Codorníu.

La tarde del 11 de noviembre de 1891 se declaró en el local un incendio sin consecuencias graves. Noticia premonitoria de lo que en ese lugar (no en el mismo edificio) ocurriría noventa y dos años más tarde. En la memoria de todos queda el trágico incendio desatado la madrugada del 18 de diciembre de 1983 en la discoteca Alcalá 20, y el conato que sorprendió a los viandantes treinta años después; este último sin consecuencias graves.

Además de los refrescos, vendían novedades para cotillones y para regalos; árboles de Navidad y objetos para decorarlos; juguetes elegantes; todo tipo de adornos para las carrozas de Carnaval, confeti, cintas y accesorios para las señoras.
En 1900 fue uno de los pocos comercios que ofrecía lentes para observar el eclipse del 28 de mayo al módico precio de una peseta, como fue el caso del óptico J. Dubosc, vecino de la Casa central de Arenal, 18.


En los Refrescos ingleses también se podía comprar la purga y curativo de las enfermedades de hígado denominada “La Capuchina”, nombre que recibía el manantial de aguas de Lanjarón.


En 1910 fue uno de los comercios representantes y vendedores de las lámparas Philips de bujías. En junio de ese mismo año se trasladará a la calle de Alcalá, 4, liquidando sus existencias del local del, para entonces, número 20.

Cortesía de todocoleccion.net

En enero de 1936, Enrique Martínez Gómez, dueño de Refrescos Ingleses, fue herido de gravedad al intentar acabar con su vida disparándose en el pecho. El hecho ocurrió en el taxi que le conducía desde el Hipódromo a la Puerta del Sol. A partir de ese momento, no aparecerá en la prensa ningún anuncio del establecimiento.

El averno en la calle de Alcalá.
Con los Refrescos ingleses en plena liquidación, se instalará en noviembre de 1910 un satánico establecimiento. En la fachada se había colocado la escultura en cartón piedra de un enorme diablo echando llamas por los ojos; bajo él pendía un cartelón iluminado por lamparillas rojas en el que podía leerse: “El infierno encantado. Gran atracción”.


La inauguración de este templo de Lucifer se verificó el 18 de noviembre gracias a un exitoso empresario que quiso permanecer en el anonimato, delegando la puesta en marcha del proyecto en el acaudalado capitalista Antonio García Moriones, dueño de los cafés de Madrid, Oriental y de la Paz, y más tarde empresario del Trianon-Palace.

El Liberal del día 19 se hacía eco de la inauguración en una breve columna titulada “EL INFIERNO ENCANTADO”, donde aparecía una fotografía de García Moriones. Decía del empresario:
«El Sr. García Moriones, enamorado del arte y voluntario servidor del buen gusto, se ha propuesto organizar fiestas de cultura en el sitio mejor y más céntrico de Madrid. A esa tentativa generosa responde la instalación del “Infierno Encantado”, el espectáculo que con más suntuosidad y esplendidez se ha montado en España desde hace muchos años. El Sr. García Moriones ha realizado una empresa gigantesca merecedora de aplausos entusiastas. Demuestra poseer un espíritu cultivado y un concepto altísimo de nuestro público, ofreciéndole fiestas de verdadero “chic”, como las que diariamente se celebrarán en los antros de Lucifer, o sea en el “Infierno Encantado”».

Antonio García Moriones falleció el 27 de febrero de 1918, a la edad de cuarenta y un años. Sus restos descansan en el cementerio sacramental de San Isidro.

Además de la imponente fachada, llamaban la atención las mujeres hermosas disfrazadas de hadas y ninfas fantásticas; las flores; la música; el artístico decorado y la iluminación multicolor. Todo esto, y el módico precio de la entrada (cincuenta céntimos), propiciaron un éxito inmediato y un lleno absoluto cada día, con colas interminables de público (mayoritariamente masculino) que quería conocer a la hermosa hada Isla, a la exuberante reina del infierno y a las graciosas y bellas ninfas que animaban el salón con sus danzas.

Destacaba también el laberinto de espejos, espectáculo poco novedoso, pero cuyo encanto radicaba en las fantásticas féminas y los regalos que proporcionaba el talismán de la bella hada Isla.
Todos los días, desde las cinco de la tarde, el público disfrutaba de la “Fiesta de la jota”, exitoso espectáculo en el que intervenían los bailadores de jota hermanos Guerrero (“Los reyes de la jota”), acompañados por el cantador “niño del Rabal” y el tocador Luis Alonso. El guitarrista zamorano Arturo Peláez “Perlitas”. La célebre cantadora de flamenco Pepita Moreno “La Antequerana”, competidora de “La niña de los peines” en aquellos tiempos. La elegante y divertida cupletista “Bella Petite Servia”; los bailarines en miniatura “Joyita y pequeño Rivas”, con sus bailes españoles y extranjeros, al igual que la exitosa pareja de baile “Las Madrileñas” y el duplo “Coppelia-Morenito”. 
A las 11 de la noche, con sesiones de media hora hasta las doce y media, el público enloquecía con las sugestivas danzas de la “Egipcia Aida”.

Hablemos del laberinto.
Al Infierno encantado se accedía por un pasillo que desembocaba en un enorme salón con paredes recubiertas de escenas bulliciosas y caricaturas, todas pintadas al óleo. Al fondo, detrás de una cortina verde, se encontraba el laberinto de cristales y espejos.

No se trataba de una atracción novedosa, porque los laberintos de espejos ya era conocido desde el siglo XIX; pero, el añadido de las ninfas con sus danzas y la hermosa hada con su talismán, atraían a los parroquianos.

Al viejo degenerado
Que, abandonando su casa
En el infierno encantado todas las noches pasa,
A ese, la Ley del candado. 

Suponemos que el viejo citado pasaba la noche allí por las ninfas y hadas, y por las danzas sugerentes de la egipcia.

Mientras los incautos probaban suerte en el laberinto, dándose de tortas contra los cristales, fuera del enjambre de espejos y cristales, reflejadas en ellos, las ninfas danzaban. Al poco rato, después de hacer el tonto por el laberinto, una voz estertórea anunciaba: «¡Va a salir el hada!». Se abría una portezuela disimulada entre los espejos y aparecía el hada con su talismán, papelito azul que entregaba al afortunado como único premio para cambiar a la salida por un regalo.

Revista Gedeón. Madrid, 3 de enero de 1900

Un periodista de Las Provincias - Diario de Valencia había escrito para la edición del 23 de noviembre de 1910:
«En la calle de Alcalá llama la atención estos días una iluminación rojiza ante una portada algo diabólica que tiene por rótulo “El infierno encantado”. Este infierno no es siquiera un infiernillo […] Aunque se anunció la cosa con bombos estrepitosos, “El infierno encantado” viene a ser un laberinto más de la Corte, con muchas luces rojas y bailarinas, cuyas figuras reproducen espejos».
Dijeran lo que dijesen, lo cierto es que, en ese punto exacto de la geografía urbana madrileña, en plena calle de Alcalá, hubo un infierno. Con él comenzó la historia que hoy contamos.

Del endemoniado laberinto al Trianon-Palace, el “Real” de las varietés.
El género ínfimo, de variedades o arte frívolo había nacido en las postrimerías del siglo XIX y se distribuía por Madrid en varios teatrillos y salones; uno de ellos era el Salón Ideal Japonés, situado en Alcalá, 38, edificio anejo al que nos ocupa, donde más tarde se instalaría la cervecería Lion d’Or, local que tiene relación directa con la historia del Teatro Alcázar.

En la calle de Alcalá estuvo el Salón Rouge; en el número 4 el Salón de Actualidades y, antes de ubicarse en el número 9, había estado en la calle Montera el Salón Bleu. También se dedicaron al arte frívolo otros espacios como el Teatro de la Encomienda; el Salón Madrileño de la calle Atocha, después Cabaré Pelikan, y el Tetro Romea, entre otros.
Si el Trianon era el “Real” de las varietés, el Romea fue su “Catedral”. Años más tarde este título pasaría al Teatro Maravillas.

Los vecinos del Trianon
En la fotografía de Cámara (ca. 1918) vemos la esquina de la Manzana 267 en la confluencia de la calle de Alcalá con la de Sevilla poco antes de cambiar por completo su fisonomía. Identificamos el edificio del Trianon-Palace (amarillo) y sus importantes vecinos. 
En sentido descendente, en el número 18, el edificio de "La Gresham" (antiguamente en el número 23, anejo a la iglesia de las Calatravas) y el Café Lion d'Or.
En la gran esquina, identificado con el número 16, el edificio del Café Suizo y el Hotel Continental.

En sentido ascendente, el edificio de casas de alquiler del número 22, propiedad de D. Antonio Vitórica y Murga, donde estaba el famoso café Maison Dorèe.
En el número 24, el edificio de la Sociedad Nuevo Club, donde se celebraban elegantes banquetes para la postinera aristocracia madrileña.


Una vista más cercana muestra la fachada del elegante Café Suizo y su animada terraza. Destaca en primer término un cartel publicitando el Parque Parisiana



La peligrosa licencia de apertura del Trianon-Palace.
En sesión del pleno del Ayuntamiento de 28 de abril de 1911, presidido por el alcalde José Francos Rodríguez, se aprobaron interesantes asuntos; entre ellos, la licencia de obras para la construcción del Hotel Palace.

En los ruegos y preguntas protestó un concejal por haberse autorizado la apertura de un teatro «en el local que ocupó el Infierno encantado, en la calle de Alcalá, faltando a las Ordenanzas municipales». La contestación de sus iguales fue la siguiente:
«El señor Buendía y el señor Aragón dicen, que el arquitecto municipal reconoció el local, hallándole en buen estado y por eso y por la tenencia de alcaldía se dio la licencia. El señor Latorre dice, que en efecto el local está en condiciones opuestas a la Ley, pero como la licencia para abrir espectáculos da la Jefatura de Policía, si el Ayuntamiento acuerda la clausura, quedará en ridículo porque no le harán caso».
Así fue como se inauguró la tarde del 15 de abril el elegante “Music-Hall” titulado Trianon-Palace, contraviniendo la Ley.

Nacía sobre los despojos del laberinto y las luces de colores, en el mismísimo averno, redivivo en salón de varietés por obra y gracia de los creadores del encantado infierno.

El remozado local contaba con dos plantas lujosamente decoradas, con palcos, butacas, y una iluminación elegante. Los periodistas lo asemejaban en amplitud, lujo y elegancia con el Casino de París o el desaparecido Music-Hall Japonés.


La inauguración se verificó a las seis de la tarde, dividiendo el espectáculo en dos grandes bloques. Primera parte:
1º Sinfonía; 2º Cinematógrafo; 3º Luz Yer, bailes; 4º Les tres Arizonas, ciclistas excéntricos; 5º Trío Lara, bailes internacionales.
Segunda parte:
1º Sinfonía; 2º La Africanita, bailes; 3º Hermanas Castillas, concertistas; 4º Adelita Lulú, canzonetista; 5º Las Pilarcillas, bailes; 6º Les Florentia's, célebre dúo-lírico italiano.

A partir del día siguiente se instauraría la sección de “Gran moda” todas las tardes a las siete y cuarto, con estreno de películas.

Durante sus casi diez años de existencia pasaron por su escenario infinidad de artistas, unos de fama reconocida y otros que la consiguieron debutando en aquel Olimpo de la frivolidad.
Para el empresario Antonio García Moriones no siempre era fácil la tarea de seleccionar lo mejor para un público aristocrático; en muchas ocasiones, las artistas debutaban gracias a poderosas recomendaciones. Sus protectores, entre los que se encontraban políticos (algunos con cargos ministeriales), aristócratas, empresarios, periodistas y literatos, las recomendaban de forma expresa y García Moriones se veía obligado a colocarlas en los mejores puestos del programa.
Pero no siempre ocurría así. Muchas se ganaron el estrellato por su buen hacer, como Amalia de Isaura “La Argentinita” y Aurorita Mañanos Jaufret “La Goya”, entre otras.

Recordemos en el siguiente vídeo a algunos de los artistas que debutaron en el escenario del Trianon o pasaron por él. No son todos, pero la muestra es suficiente.




Final de esta historia
Llegó el año de 1920 y el Trianon-Palace continuaba con sus éxitos. Cerrado por poco tiempo para realizar obras ordenadas por la Jefatura de Policía, reabrió sus puertas el sábado 17 de enero.
Desde principios de ese año se hablaba de la demolición del edificio para la construcción de un Palacio de recreos que se titularía “Alkázar”, proyectado por el famoso arquitecto D. Eduardo S. Eznarriaga, autor de obras como el Teatro Odeón y el edificio social del Centro del Ejército y la Armada, en la Gran Vía

En marzo se confirmaba la noticia: el Trianon desaparecería bajo los efectos de la piqueta, esa herramienta que tanto ha gustado a los poderes públicos y privados de Madrid desde siempre.
Una Sociedad anónima, de la que formaban parte el duque de San Pedro de Galatino y el autor José Cadenas, adquirieron el edificio donde estaba el Trianon-Palace, otrora casa de la marquesa de Aranda y de Guimarey y más tarde edificio de D. Félix Gómez y Dña. Manuela Puente. También se harán con la casa de la calle Arlaban, colindante por el fondo con la de Alcalá, 20.

En una noticia publicada en La Correspondencia de España el 11 de mayo, se decía que el Trianon-Palace reabriría sus puertas en el local de la calle Cedaceros, donde había estado el Salón Madrid. Pero no fue así.

Muy atrás en el tiempo quedaban los Refrescos ingleses y el Infierno encantado, espacios de los que poco o nada sabíamos pero que formaron parte de la intensa vida diurna y nocturna de la calle de Alcalá.

Lo que sucedió después de la desaparición del Trianon-Palace es una historia conocida, aunque podemos ofrecer más datos; porque, antes de los edificios que hoy vemos en la muy animada esquina de Alcalá con Sevilla, hubo espacios dignos de ser recordados. De los citados, y otros, continuaremos hablando en el próximo artículo.



Bibliografía y Cibergrafía
 
Fuentes consultadas:

Biblioteca Nacional de España - Hemeroteca digital - Biblioteca digital hispánica
Archivo de la Villa - Memoriademadrid - Ayuntamiento de Madrid
Biblioteca Virtual de Prensa Histórica
 
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© 2023 Eduardo Valero García - HUM 023-002 TRIANON - ALCÁZAR
Historia Urbana de Madrid
ISSN 2444-1325



miércoles, 22 de febrero de 2023

Del campo del Tío Mereje al Pekín, pasando por la Era del Mico, el Polo Norte y los Pozos de Nieve.

La Fototeca de Historia urbana de Madrid recupera la imagen de dos jóvenes madrileñas anónimas fotografiadas por Alfonso para el suplemento gráfico de El Imparcial del 17 de agosto de 1922. 
De ellas poco sabemos, sólo que posaron para la cámara de tan afamado fotógrafo delante de un decorado de verbena, concretamente el del carromato de una tómbola, por ser las encargadas de la venta de papeletas. 
 
Las fotografías antiguas de Madrid, sean de personas, sucesos o paisaje urbano, guardan historias e intrahistorias: las de un pueblo y sus costumbres, individuales o colectivas. Ese es el caso del presente artículo, en el que varias historias se conectan y nos ofrecen nombres y lugares a partir de las retratadas señoritas, seguramente emocionadas porque sus rostros aparecerían en la prensa, como los de las grandes artistas del cinematógrafo y el teatro. Cien años después vuelven a ofrecernos su sonrisa.

 
La estampa, rodeada de un espacio que no vemos, nos permite imaginar sus sonidos; el colorido de los farolillos y las bombillas; el gentío que acudía aquellas noches de verano a los espacios abiertos de la villa y corte, en este caso a un espacio de recreo y espectáculo conocido con el nombre de Parque PEKÍN. 
 
Su andadura fue corta, como muchos de los circos y teatros que abundaron en la época estival madrileña. Por las noticias sabemos que durante los años 1922 y 1923 funcionó en la calle Covarrubias y en la de Churruca, respectivamente; después, desapareció. 
 
La calle de Covarrubias pertenece al distrito de Chamberí – Barrio de Trafalgar, en zona conocida antaño con el nombre de Campo del Tío Mereje, aneja a otra denominada la Era del Mico. 
Por su parte, la calle de Churruca pertenece al distrito Centro – Barrio de Justicia. Desemboca en la actual calle de Sagasta, a metros de la Glorieta de Bilbao, frente al Tío Mereje y cercana a la Era del Mico. 
 
Plano parcelario de Madrid. Carlos Ibáñez e Ibáñez de Ibero (1879)
 
Si en la calle Churruca vivió desde 1917 el poeta Manuel Machado hasta su fallecimiento y frente a la Era del Mico tuvo domicilio por un tiempo Pío Baroja en su infancia, otro literato, Don Benito Pérez Galdós, conoció estas zonas y las inmortalizó en sus obras. 
 
En el artículo titulado “Fortunata y Jacinta. Sin placa, pero con calle” (2018) encontramos claras referencias de lo que era Madrid más allá de los pozos de nieve y el Saladero: 
«La planicie de Chamberí, desde los Pozos y Santa Bárbara hasta más allá de Cuatro Caminos, es el sitio preferido de las órdenes nuevas. Allí hemos visto levantarse el asilo de Guillermina Pacheco, la mujer constante y extraordinaria, y allí también la casa de las Micaelas. (…) El caserón que llamamos Las Micaelas estaba situado más arriba del de Guillermina, allá donde las rarificaciones de la población aumentan en términos de que es mucho más extenso el suelo baldío que el edificado».

 
El Campo del Tío Mereje y la Era del Mico vistos por Galdós 
En el Episodio Nacional “Cánovas” (1912), Benito Pérez Galdós cita estas zonas de Chamberí: 
«-No -repliqué-. Vámonos calle arriba para que se me despeje la cabeza. Estoy un poco mareado de ver infolios y legajos, que a mi parecer no sirven más que para llenar de telarañas el entendimiento... Nos llegamos hasta la Era del Mico o el Campo del Tío Mereje, y confortaremos nuestros cuerpos ateridos con la benéfica luz del sol. No nos faltará espacio para pasear a gusto y charlar sabrosamente cuanto nos dé la gana. -Por esos lugares no me lleves, Tito -indicó mi Casiana un tanto medrosa-. Allí se reúnen las brujas, según me has dicho, y yo no quiero trato con esa caterva». 
CAP. XXII 
«Reparadas las fuerzas con el sabroso condumio, Casiana y yo seguimos paseando. Nuestra lenta y maquinal andadura nos llevó por los Pozos de Nieve y la antigua Ronda de Santa Bárbara hasta encontrarnos, sin saber cómo ni por qué, en el Campo del Tío Mereje, lugar asoleado y polvoriento que en verano suele ser invadido por los jayanes que apalean alfombras, y en todo tiempo es academia donde maestros de tambor enseñan a los quintos el paso redoblado, el paso lento, y demás fililíes del sonoro parche guerrero. Al llegar nosotros al ejido, que antaño debió de ser Eras de Madrid, vimos tan sólo unos hombres que machacaban cañas para tejer cañizos de cielo raso. Nos entreteníamos en contemplar aquella ruda faena…» 
CAP. XXIII
La calle de Covarrubias va desde la de Sagasta a la de Luchana, a pasos de la plaza de Alonso Martínez. Como indicamos, esa zona de Chamberí era conocida antiguamente como “Campo del Tío Mereje”. Más tarde se instalará allí la Real Fábrica de Tapices, hasta su demolición en 1882. Frente a ella, el Saladero.
 
Aquel campo famoso fue bautizado por el vulgo con el alias del cabrero del callejón de San Jacinto, llamado Hermenegildo, quien llevaba a pastar su ganado todas las tardes. Lo sabemos por un periodista de La Época que firmó con las iniciales J. M. J. la columna titulada «Paseos por Madrid – Chamberí y sus alrededores» (1902). 
 

 
Jardín de baile y recreo El Paraíso 
Campo del Tío Mereje, espacio polvoriento poblado por algunas casuchas, talleres, tejares y fábricas, fue tomando forma y, además de urbanizarse, tuvo por vecinos otros lugares de recreo, como el Circo de Colón (en la confluencia de Santa Engracia con Almagro), y antes que este al jardín de baile y recreo El Paraíso, inaugurado en junio de 1862. En realidad, el lugar llevaba el nombre de la Sociedad de baile que lo fundó, una de las tantas que hubo en Madrid desde mediados de 1840. 
 
El Reino. Sábado, 14 de junio de 1862.
 
El periódico El Museo Universal, del 13 de julo de 1862, nos cuenta cómo se las gastaba esta Sociedad bailonga gracias a su presidente, don Faustino Echevarría: 
«El Paraíso de la Puerta de Santa Bárbara dio el domingo último y creemos que se dispone a dar hoy una gran función de fuegos artificiales (fruta del tiempo) esplendente, amena y nutrida de combinaciones. Allí parece que se juega con fuego sin peligro, gracias a la destreza de dos famosos pirotécnicos valencianos que se llaman Minguet y Llorens, y que son dos salamandras».
El Museo de Historia de Madrid conserva el lienzo titulado “El jardín público de Madrid llamado ‘El Paraíso’, en noche de baile”, obra de Rafael Botella y Coloma. Los madrileños vieron este cuadro por primera vez en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1862, inaugurada el 1º de octubre en el pabellón norte de la Casa de la Moneda.
 

Existe cierta controversia sobre la ubicación de este jardín de recreo. Para algunos autores El Paraíso formaba parte de los famosos jardines de Campos Elíseos; sin embargo, las noticias de la época son determinantes. El diario de la tarde El Reino, del 7 de junio de 1862, anunciaba:
«El jardín de recreo que, como ya dijimos a nuestros lectores, va a abrirse en la puerta de Santa Bárbara, llevará por título El Paraíso. Están muy adelantados sus trabajos, a fin de abrirlo a la mayor brevedad». 
Una semana después, el sábado 14 de junio, quedaba inaugurado.
 
El Reino. Sábado, 14 de junio de 1862.
 
El Elíseo del paseo de Recoletos y El Paraíso, a pesar de tener otros rivales, eran los dos grandes competidores, proporcionando variadísimos espectáculos al público matritense. Así se refería a los competidores El Correo de Ultramar en 1863: 
«Hallándonos en Madrid, no tenemos más remedio para matar el ocio, que dirigirnos a los espectáculos nocturnos que nos regalan los que especulan con nuestro hastío: pueden reducirse a dos clases estos espectáculos: unos que se dan en el Elíseo y en el Paraíso al aire libre bajo la estrellada bóveda celeste, y otros que tienen lugar en el circo de Price y del Príncipe Alfonso. Los dos jardines citados luchan para atraer la concurrencia ofreciendo diarias novedades y mejoras. Bellas iluminaciones, fuegos, músicas y coros son los medios que se valen para conseguirlo».
Y añadía: «El Paraíso tiene un gran defecto, y es que faltan Evas y sobran Adanes». 
 
La Era del Mico 
El campo de la Era del Mico estaba situado en las inmediaciones de la Glorieta de Bilbao, delimitado aproximadamente por la calle de Sagasta (antigua de Carranza), la de Navas de Tolosa (hoy San Bernardo) y por la de Fuencarral (antiguo tramo denominado calle Real) hasta Bravo Murillo (antigua Mala de Francia). 
 
Ferrandiz firmaba la columna titulada “Callejeando – El Madrid de San Isidro”, publicada en La Época el 17 de mayo de 1907. Relataba el recorrido por la zona que nos ocupa, mostrándonos un Madrid con desvencijadas murallas y aún sin ensanchar. 
«Hay una parte de la Villa del Oso, para la cual en vano ha pasado el tiempo. 
Cuando vine a la corte, no era ésta ni sombra de lo que ahora. No existían el barrio de Salamanca, ni el de Pozas, ni Vallehermoso, ni Arguelles. El recinto de la población estaba comprendido aún entre murallas.
Por el Norte, desde la Montaña del Príncipe Pío, donde estaban edificando el cuartel que hoy vemos, corría el pobre y bajo muro por lo que ahora es calle de Alberto Aguilera [en aquel tiempo paseo de Areneros]; tenía un portillo que se apoya en el cuartel de guardias de Corps, otro al final de la calle de San Bernardo, al lado del entonces nuevo hospital de la Princesa, y siguiendo por lo que es ya calle de Carranza era otra vez interrumpido por la puerta de Bilbao, al fin de la calle de Fuencarral. 
La calle de Sagasta, así llamada desde 1891, era continuación de la ronda frente a la famosa era del Mico, y tras del muro se hallaba el corralón de la Villa con su reloj, que aún me parece estarlo viendo y su entrada por la calle de San Opropio. 
Al final estaba el portillo de Santa Bárbara, arrimado al Saladero, frente a la fábrica antigua de tapices y la huerta de Arango, en la que se hallaba el Ariel, con su juego de pelota al aire libre; allí bailaban sus zortzicos los vascongados jóvenes».

Fragmento del plano de Juan Noguera (1848)

En el Tomo tercero de Historia de las sociedades secretas antiguas y modernas en España (1874-1882), nos cuenta Vicente de la Fuente, su autor: 
«Entre los movimientos de tierra que entonces se hicieron, apareció, junto al sitio llamado la era del mico, una faja de terreno movedizo, negruzco, sucio y grasiento, como que por muchos años había sido el basurero de la antigua Villa y Corte de Madrid y depósito de sus nauseabundas mareas, comparadas por los poetas a las aguas de la laguna Estigia. Antojósele a un pretendido anticuario decir que aquellas tierras eran las cenizas del antiguo quemadero o brasero de Madrid, y el Ayuntamiento lo consignó así en un Boletín que publicaba lleno de verdades por el estilo de ésta. Ciertamente que no se pudo buscar sitio mejor que la era del mico, para dar este ídem (permítaseme tan progresista expresión) a los protestantes, francmasones, carbonarios, racionalistas, impíos y demás gente ordinaria de Madrid». 
 
Un inciso: el “Ariel” 
Aunque un poco más allá del Campo del Tío Mereje, en el paseo de la Castellana, el citado “Ariel” era un salón de baile que contaba con jardín, juego de pelota, restaurante y confitería; además de otros entretenimientos, como el billar y el tiro de pistola y carabina. Fue muy popular desde la década del 50 y hasta los 80 del siglo XIX. 
 
La Correspondencia de España, 20 de octubre de 1859

En la revista La América – Crónica Hispano-Americana, del 8 de enero de 1859, se publicaron los interesantísimos relatos de Antonio Flores titulados Los gritos de Madrid en 1800 (pág. 10 y 11) y Los gritos de Madrid en 1850 (pág. 11 y 12). En el primero de los títulos se cita al “Ariel”: 
«He aquí lo que eran los mancebos de las tiendas antes de soñar en que algún día podían llegar a llamarse dependientes y a comer en la fonda, y a bailar en el Ariel…» 
En El Contemporáneo, del 18 de noviembre de 1862, al referirse a las modas, decía: 
«La gente elegante ve con placer que las crinolinas y los peinados monumentales van perdiendo el pleito. Los aros de acero y de ballena, aparte de las grandes soirées [Sic] en que se deben usar, como adorno de calle, pasan a poder de doncellas y cocineras, que los lucen los domingos en el Ariel, el Paraíso y otras sociedades públicas».
Pero no todo era baile, juego y diversión. En febrero de 1862 se suicidaba en el patio de tiro del Ariel el joven dramaturgo Hipólito Plaza, autor del drama La penitente, estrenado en el Teatro Novedades en diciembre de 1861. 
 
La Correspondencia de España. Viernes, 7 de febrero de 1862
 
En abril de 1864 se anunciaba que el marqués de Salamanca construiría una casa para las siervas de María en la Fuente Castellana, “junto al sitio que ocupó el Ariel”. 
Poco después, en julio, el Ayuntamiento aprobaba la apertura de tres nuevas calles paralelas, “partiendo de la ronda de Recoletos, irán la una con 12 metros de ancho a la plazuela de las Salesas, la otra con 15 metros de latitud a la calle Barquillo y la otra, tan ancha como la primera, dará frente a la costanilla de Santa Teresa”. 
Las nuevas vías atravesaban los solares del antiguo convento de Santa Bárbara para mejor comunicación con el barrio que se construía a la izquierda del paseo de la Castellana, “en los sitios donde estuvieron el hipódromo y el Ariel”. El entrecomillado corresponde a la noticia publicada en La Correspondencia de España del 30 de julio de 1864. 
 
Volviendo a la Era del Mico, podríamos llenar una buena parte de este trabajo con el relato de sucesos varios. En la zona eran frecuentes las riñas, robos y asesinatos; también los incendios de talleres y almacenes, y los litigios con el Ayuntamiento por arrendamiento de terrenos y/o apertura de calles, además de algunos chanchullos. 
Una noticia publicada en La Época, del 19 de abril de 1886, daba cuenta de los trastornos que causaba en el Paseo de Areneros el desmonte de la Era del Mico. Diez años más tarde, Don Benito Pérez Galdós tendrá domicilio en aquel paseo hoy llamado calle de Alberto Aguilera. 
 

Otra noticia de febrero del mismo año indicaba que se había pedido licencia al Ayuntamiento para construir en los terrenos de la Era del Mico un teatro de verano destinado a representar zarzuelas. Edificado en madera, llevó por nombre el de Teatro Maravillas y estuvo ubicado en la litigiosa calle Sandoval. 
 
 
En agosto de 1891 se anunciaba el cambio de ubicación y denominación del teatro. La noticia decía: 
«El teatro de Maravillas, que así se llamaba mientras estuvo en la continuación de la calle Fuencarral, antiguo punto de chisperos en las inmediaciones de la Era del Mico y ahora se llama del Tívoli, porque ha sido trasladado, tabla por tabla, a la espalda de la plaza donde se encuentra el obelisco a los mártires del Dos de Mayo, en el Prado…». 
También se llamó por un tiempo "Madrid Cinema" y tuvo otros domicilios hasta el definitivo de la calle Manuela Malasaña. 
 
Poco a poco, desde mediado de la década del 80 del siglo XIX, los desmontes fueron dando paso a las bonitas edificaciones que conforman el chamberilero barrio de Trafalgar. 
 
Con este anuncio del Diario oficial de avisos de Madrid, de 29 de septiembre de 1885, llegamos al final de esa Era, la del Mico. 
 

 
PEKÍN en la calle Covarrubias 
El domingo 11 de junio de 1922 comenzaba la actividad del Parque PEKÍN en la calle Covarrubias, 2. Los periódicos daban cuenta de su frenética actividad. 
 
 
Además de los “colosales bailes” para el público general, amenizados por una banda militar, también se celebraban bailes campestres y verbenas organizadas por asociaciones como el Centro Asturiano, el Fomento de las Artes, la Casa del Pueblo Radical y el Liceo de Madrid, entre otras. Los guiñoles, el cinematógrafo, los certámenes y variadas atracciones lo convertían en un espacio de recreo familiar. 
 
Según fueron avanzando los días y los meses, el precio de la entrada fue disminuyendo; eso sí, para los caballeros siempre sería una peseta más que para las damas. 
 
 
El fotógrafo Alfonso inmortalizó al grupo de señoras y señoritas que lucieron sus mantones de Manila y su belleza en aquel certamen. Desconocemos sus nombres, sus domicilios, estatus social y profesión.
Orgullosas de saber que saldrán en la prensa, nos miran y nos sonríen desde su presente de hace cien años.
 
 
El mes de agosto el PEKÍN organizó varias “fiestas de la moda”, como denominaba a los concursos en los que las damas mostraban su belleza y sus mejores vestidos. 
También se celebró un concurso de narices perfectas, anunciadas como “Las mejores narices de Madrid”. 
 
El concurso de belleza femenino y masculino del jueves 24 de agosto tuvo que ser apoteósico. El jurado estuvo formado por La Ninón, cupletista y “divette” del Teatro Romea; la vedette y cupletista Luisita Esteso y su padre, el actor Luis Esteso; el polifacético Álvaro Retana y el famoso caricaturista y escritor K-Hito. 
 
 
Para rememorar el festivo ambiente de aquel jueves, recuperamos las voces de los artistas principales y una composición de Retana. Pueden escucharlas clicando sobre los títulos.

Luisita Esteso

La Ninón

Luis Esteso

Álvaro Retana
Composición "La flor del Turia" (Jota) Interpretada en pianola.

 
También intervino como jurado el dramaturgo Alfonso Vidal y Planas, quien en marzo del año siguiente asesinaría al escritor Antón del Olmet en el Teatro Eslava. ¡Cuántas historias! 

 
Hubo ese jueves grandes sorpresas, atracciones y el regalo de monedas de oro. ¡Hasta estrenaron su propio chotis!, pieza original de Álvaro Retana Ramírez de Arellano. Fue interpretado por Luisita Esteso. 
 
Y si esto fuera poco, el miércoles 30 de agosto se celebró el “Gran festival del chiste madrileño”. El popularísimo imitador y artista cómico Pepe Medina, además de amenizar las noches del PEKÍN con sus creaciones humorísticas, fue el encargado de leer los mejores chistes presentados al concurso, otorgándose a los más graciosos tres fabulosos premios. 
 
Pepe Medina en Parque PEKÍN (1922)

La Biblioteca digital de la BNE atesora monólogos de Medina de los años 1929 y 1930. Pueden escucharlos clicando sobre los títulos. "Consejos a las madres - Economía doméstica". "El eco de la medina - Pregón de pueblo". "Ensalada futbolística - Los ahorros de Elsa"
 
Llegó septiembre y con él la despedida de los espacios de recreo hasta la siguiente temporada. Algunos regresaban, otros quedaban en el recuerdo; todo dependía del éxito obtenido y de los competidores futuros. 
 
 
De los Pozos de Nieve a la calle Churruca 
La zona que ahora nos ocupa, colindante a los campos citados, ya aparece en el plano de Marcelli-De Wit (circa 1622-1635) y en el de Teixeira (1656). En ambos queda definido el lugar donde siglos después se trazará la calle de Churruca. Allí encontramos la única puerta autorizada para la entrada de nieve, la Puerta de los Pozos de Nieve, situada cerca de lo que hoy es la Glorieta de Bilbao, y el extenso terreno donde estaban los pozos. 
 
Como hemos comentado, en 1923 el PEKÍN se instalará en la calle Churruca, trazada noventa y ocho años después de la división administrativa por la que Madrid se fragmentaba en ocho cuarteles y sus barrios (1768). 
En los planos del libro Madrid dividido en ocho Quarteles con otros tantos barrios cada uno, de Juan Francisco González (1770) quedaba trazada la Manzana 341, desde la Puerta de los Pozos hasta el Hospicio, correspondiente al Barrio de Guardias Españolas del Cuartel del Barquillo, en el que se incluía la fábrica de Tapices. 
 

 
El Barrio llevaba el nombre del Cuartel de Infantería que hubo en la Manzana 335. En la Manzana que nos ocupa, la 341, estuvo la Casa de los Pozos de la Nieve. Como los espacios de recreo que ya hemos visto, en esta zona existió en el siglo XIX un local destinado al juego de bolos. 
 
El Circo Reina Victoria. Del Polo Norte a la calle Churruca 
En abril de 1917 se instalaba en las calles Churruca y Apodaca, muy cerca de la Glorieta de Bilbao el ya popularísimo Circo Reina Victoria (También publicitado como “Circo Reina Victoria Eugenia”) que había estado el año anterior en el “Polo Norte”, cinematógrafo al aire libre ubicado en la Glorieta de Atocha. 


El Polo Norte, situado en un solar de Atocha al menos desde el verano de 1909, disponía de restaurante, cervecería y heladería. Además de un espectáculo cinematográfico, con dos secciones diarias (a las 20:30 y a las 22:30 h.), celebraba conciertos interpretados por una banda compuesta por “distinguidos profesionales”. 
Por su parte, el Circo Reina Victoria ofrecía un numeroso programa de atracciones en el cual participaban los notables acróbatas Andréu y el Trío Rivels con su espectáculo de trapecios volantes y la intervención de un “Charlot”, acróbata y gimnasta cómico popularísimo en Madrid por ser superior a todos los conocidos. 
Aquel “Charlot” no era otro que el famoso payaso José Andréu (1896-1983), conocido mundialmente después por el seudónimo “Charles Rivel”. 
 
Decía un columnista en el periódico La Semana del 15 de julio de 1916:
«Y al fin, cuando después de pasar por varios números curiosos o divertidos llegamos al final en pleno número de los Rivel's, cuando con limpieza y concisión extraordinarias surgen como humanas flechas el espacio, surge Charlot. El tipo de Charlot es un tipo ultramoderno, y, sin embargo, enormemente ingenuo. Es el tipo cómico del tiempo actual. Un tipo no se crea, surge inopinadamente igual en pintura, que en literatura, que en el teatro. Cuando Champlin (Sic) creó a Charlot, creó, quizás sin saberlo, el tipo cómico del momento presente. Y este Charlot aturdido e irónico, torpe y habilísimo, apático y voluntarioso, dócil e incorregible surge y vive en el circo Reina Victoria». 
En 1918 el Circo Reina Victoria, con la troupe Andréu-Rivel’s andará por Sevilla y en 1921, nuevamente en Madrid, se instalará en la calle Atocha, 60. 
 
El Garden Cinema 
Como reza en el anuncio, el 15 de junio de 1918 se inauguraba un “hermoso parque de verano” en el espacio que había dejado el Circo Reina Victoria. Las proyecciones eran diarias y las sillas costaban 15 y 25 céntimos. Al parecer no obtuvo el éxito deseado, porque no se conocen noticias posteriores al 19 de julio del mismo año. 


 
PEKÍN en la calle Churruca 
El 14 de junio de 1923 volvía la diversión a la calle Churruca. En el número 8 se inauguraba la temporada el Parque PEKÍN anunciando una gran verbena madrileña, concurso de mantones de Manila, proyecciones cinematográficas y diversas atracciones. Consuelo Portela (“La Chelito”) fue la encargada de entregar el premio al mejor mantón.
 
 
 
 
El parque había sido profusamente decorado y contaba con una espléndida iluminación. El precio de la entrada para caballeros era de 1,50 pesetas y de 0,50 para las damas. También podían adquirirse abonos al aprecio de 25 pesetas para ellos y 8 pesetas para ellas. 
 
El miércoles 11 de julio se celebró el festival humorístico de los “Niños Góticos”, con la actuación del célebre JULIANO (el del Tío Roque), “el rey de la ventriloquia”, junto con su compañía de artistas autómatas. Hacia 1912 se sumó al elenco su hija, Julita Salcedo, notable artista musical. 
 
A JULIANO se lo conocía en Madrid al menos desde 1904. Actuó en Proyecciones animadas (calle Fuencarral, 125), Recreo Salamanca (calle Ayala y paseo de la Castellana), Cinematógrafo Franco-español (Duque de Alba), Salón Nacional (Corredera Baja de San Pablo), Teatro Madrileño (calle de Atocha), Parisiana, Salón Chantecler (Plaza del Carmen), Salón Madrid (calle Cedaceros), Lux Edén (Plaza de Chamberí), Salón Regio (Plaza de España), Coliseo Imperial (Concepción Jerónima), Polo Norte (Atocha), Magic-Park (Paseo de Rosales), Salón Olimpia (Plaza de Lavapiés), entre otros. 
También actuó por las tardes en la Brasserie del Palace Hotel, además de otros salones postineros de las provincias españolas y en Cuba. 
 
«Juliano es un portento: la habilidad que posee de poder modificar la voz a su gusto y hacerla que parezca venir de lejos, de cerca, del techo o del sótano, es un verdadero prodigio. Juliano imita varias voces y sonidos…», decía la prensa en 1908. 
 
 
La víspera de San Juan se celebró un concurso de Tango y el día del Santo una gran verbena. Dos días más tarde, con el eslogan “¡A PEKÍN, pollos, a PEKÍN! se celebraba el “Gran festival de la pepitoria”. 
 
El PEKÍN no solo miraba por el entretenimiento y la diversión, sino también por la beneficencia. Allí se celebraron verbenas y festivales para ayudar a los desamparados, como la fiesta del 18 de julio a beneficio del Colegio de huérfanos de funcionarios de Correos. Asistió la infanta doña Isabel y se recibieron donativos para la tómbola enviados por personalidades de la política, la banca y el Comercio. 
 
En agosto, una novedad propicio el entusiasmo del público. Se trataba del Festival deportivo para ciclistas profesionales y aficionados que consistía en unas carreras de cintas en bicicletas; el premio, una copa de plata obsequiada por la empresa Lluch y Castillo, concesionaria del PEKÍN. 
 
El último día del mismo mes se celebró un festival a beneficio de los pobres del distrito del Hospicio. Hubo baile, juegos florales y la proclamación de la reina de la belleza. La afortunada, acompañada por su corte de amor, recorrió las calles del distrito en una artística carroza.
 
Acabó la temporada, y con ella la definitiva desaparición del PEKÍN. Dos años de intensa actividad quedaban en el recuerdo grato del pueblo madrileño.





 
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© 2023 Eduardo Valero García - HUM 023-001 PARQUE PEKÍN
Historia Urbana de Madrid
ISSN 2444-1325