lunes, 25 de abril de 2016

El alcázar de Madrid y el incendio de 1734

La noche de hoy se reanuda la emisión de la serie El Ministerio del Tiempo en TVE. Hace unas semanas nos avanzaban que en el siguiente capítulo, además de otros asuntos, una misión les llevaría al Madrid de Felipe V y el incendio del primitivo alcázar. Y del desaparecido edificio regio contaremos su historia hasta el momento de su destrucción.

El espectáculo del fuego devorando ya el último piso de la llamada Torre Dorada, espléndida construcción de Felipe II, dejó a todos los presentes desolados. El humo y las llamas escapaban ya por las mansardas de su empinado chapitel de pizarra."
María José Rubio [1]

Con esta cita de la novela El cerrajero del rey, de María José Rubio, recordamos el incendio que acabó con el antiguo alcázar de Madrid la Nochebuena de 1734. Especular sobre las circunstancias que lo provocaron no será el cometido de la historia que vamos a contar.

María José Rubio será una de las autoras invitadas en las Primeras Jornadas Madrileñas de Novela Histórica que se celebrarán en la Casa del Lector, de Matadero Madrid, el 6 y 7 de mayo de 2016.


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Orígenes
Dejando para un estudio más pormenorizado a carpetanos y romanos, es necesario mencionar la primera alcazaba fundada entre 850 y 886 por el emir de Córdoba Muhammad ben Abd al-Raahman en el recinto militar de la islámica Mayrit. Levantada de forma estratégica y dominante hacia Poniente, Norte y Levante, este bastión será defensivo y de vigilancia aprovechando el desnivel hacia Oriente.

Poco podemos contar de su fisonomía, ni afirmar categóricamente ningún supuesto ya que las excavaciones entre la plaza de Armas del Palacio Real y la Catedral de la Almudena han cambiado de forma radical la historia hasta ahora conocida.

Para varios autores [2], el Alcázar Real se levantará sobre las ruinas del musulmán. Por su parte, Federico Bravo Morata indica que ambos se construirán sobre un antiguo puesto de defensa carpetano [3].
Lo cierto es que hallazgos arqueológicos podrían situar un asentamiento carpetano cerca de la calle Bailén. Lo afirma Esther Andréu Mediero, directora de la campaña arqueológica de las excavaciones para el futuro Museo de las Colecciones Reales, en una interesantísima entrevista concedida a Isabel Gea, una eminencia en Madrid y su historia, para La Gatera de la Villa.

Dice Andréu Mediero que en la zona II apareció un pequeño arroyo canalizado en época islámica, y al excavarlo “aparecieron fragmentos de cerámica datados en el siglo I antes de Cristo. Estos estaban muy rodados por lo que se deduce que fueron arrastrados. Algunos encajaban –eran del mismo recipiente- pero otros son piezas sueltas. Además apareció una piedra ovalada de granito que servía para moler a mano. A la vista de estos fragmentos, no se puede decir que en ese punto zona occidental de la Catedral de la Almudena- hubiera un pequeño asentamiento carpetano ya que no aparecieron restos de estructuras de casas, pero sí podría haber habido uno más alejado (más cerca de la calle de Bailén) y que fueran arrastrados por dicho arroyo hasta que quedaron depositados en el lugar donde aparecieron.

La cita es un pequeño detalle entre los muchos que salen a la luz sobre los orígenes de Madrid revelados en las intervenciones arqueológicas. Así, Andréu Mediero puede asegurar que nuestra ciudad fue musulmana pero sólo como emplazamiento militar, la población se formará en el siglo XIII y descartará con rotundidad que hubiese nacido en el siglo IX.
"Madrid como campamento es fundación islámica pero como ciudad, es cristiana porque cuando llegan los cristianos ese campamento se reconvierte en ciudad. ¿Qué argumento tengo yo para decir que era una ciudad islámica si no tengo ninguna estructura de casa ni de nada islámico y lo que tengo es precisamente zona vacía, zona de basureros? Si tengo toda esta zona de basureros yo pienso entonces: las casas tienen que estar alejadas, si esto es tan pequeño y están tan alejados es que había muy poca gente, no es una ciudad, hay cuatro ahí viviendo, los militares.”
Finalizada la entrevista Isabel Gea prepara el artículo publicado en La Gatera de la Villa; transcribe en detalle lo expuesto por la arqueóloga y concluye:
“Tras tres horas de intensa y apasionada charla, me despedí de Esther Andréu. Me había convencido y no tengo argumentos con qué rebatirla.”
Dicho esto, suponiendo que el primitivo castillo musulmán estuviese enterrado bajo los cimientos del actual Palacio Real, y entendiendo entonces la imposibilidad de salir de dudas, todo lo que podamos decir se basa en distintas opiniones.

Advertimos que en este artículo hablaremos únicamente de las principales reformas del palacio que afectan a su estructura y fisonomía. En algún momento puede hacerse referencia a los recintos amurallados construidos en las diferentes épocas y sus puertas, más prescindiremos de los edificaciones colindantes como el jardín de la Priora, el juego de pelota, la Casa del Tesoro, Real Biblioteca, etc.


El castillo musulmán
Nuevamente citamos a Esther Andréu Mediero como una de las autoras que ubican la fortaleza islámica en el mismo emplazamiento que el alcázar cristiano, siendo éste una ampliación y remodelación del anterior. Coincide en esto con los cronistas clásicos y con Pavón Maldonado, Gerard, Zozaya, Montero Vallejo, entre otros.
Isabel Gea Ortigas y José M. Castellanos Oñate, en su libro Las murallas medievales de Madrid [4] citan a otros autores y sus diferentes opiniones.



El castillo cristiano
El primitivo alcázar medieval nace como fortaleza defensiva aprovechando parte de la muralla que a la vez va ampliando su perímetro. Esta muralla cristiana se comenzará a construir a finales del siglo XI y principios del XII.

Siguiendo los estudios realizados por J. M. Castellanos, describimos la edificación con un recorrido que comienza por el Sur, donde la fortaleza contaba con dos torreones rectangulares y otro semicircular. Por uno de los primeros se accedía al recinto.

Sobre el lienzo que marcaba una abrupta pendiente hacia el Manzanares, se levantaban cuatro torreones semicirculares, dos de ellos esquineros y más robustas, visibles en muchas de las ilustraciones y planos conocidos.
Al norte la muralla era más corta y al parecer, según Castellanos Oñate, sin torres ni cubos.

Cerramos el recorrido con el muro oriental, oblicuo y compuesto por dos torreones semicirculares.
Dentro de este perímetro, apoyado en los muros del lado occidental y septentrional se encontraba el primitivo castillo con un gran patio de armas. La desaparecida iglesia de San Miguel de Sagra quedaba fuera del recinto.



Aunque durante la Alta Edad Media se acometen obras de remodelación al ya deteriorado castillo, pero más como baluarte defensivo, será a partir del siglo XIV cuando los reyes se interesen por este enclave como residencia. Pedro de Castilla y posteriormente Enrique II adecuarán la edificación como “mansión” de la Corte de Castilla.

Dice el doctor Enrique Castaño Perea [5] que Juan I, también aficionado al uso del alcázar por su proximidad a la Sierra de Guadarrama y El Pardo, hizo Señor de Madrid al rey armenio León V (1383-1391), a quien atribuye cronológicamente la construcción de torres que “hermoseasen” el alcázar y le dieran forma de palacio.

Otros autores indican que será Enrique III, hijo de Juan I, quien “hermosee” el alcázar con una estética de residencia regia, construyendo, además, las torres del Homenaje y del Bastimento sobre aquellos torreones rectangulares del lado sur.

Por su parte, Azcona apunta a que:
León de Armenia, señor de Madrid, partió ele Segovia, y vino á tomar posesión, que le fué dada tranquilamente, permaneciendo aquí dos años; en cuyo tiempo se dice reedificó las torres del alcázar real, que con su antigüedad estaban algo deterioradas. Paréceme que hay en esta noticia alguna inexactitud. Las obras nuevas del alcázar se empezaron por D. Enrique Segundo. El de Armenia continuaría tal vez lo que halló principiado.” [6] 

Volviendo a Enrique III, este rey también tuvo que acometer obras debido a un importante incendio y eligió el alcázar madrileño para celebrar su casamiento con Catalina de Lancaster, contraído en la catedral de Palencia.


Siglo XV
En el siglo XV el perímetro del alcázar se expande hacia el exterior por el norte, este y sur con la construcción de un antemuro, foso y puente. El antiguo templo de San Miguel de Sagra queda integrado a la fortaleza.

La imagen más antigua que se conoce del primitivo castillo cristiano la realiza Ian Cornelius Vermeyen entre 1534 y 1535, ya en época de Carlos I y durante la gran reforma y ampliación. El aspecto que muestra es más o menos el que había conseguido durante las reformas acometidas durante los siglos anteriores y especialmente las realizadas por los Trastámara.

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Juan II y Enrique IV
Con Juan II y Enrique IV el alcázar se consolidará como una de las más relevantes residencias de los reyes de Castilla y adquirirá la condición de “Alcázar o Castillo Real”.

Juan II lo adaptará al gusto del siglo XV, convirtiéndolo en regio palacio donde reunirse las Cortes de Castilla y para residencia por largas temporadas. Acometerá grandes reformas, dotando al palacio de más espacio aunque manteniendo su planta con patio central y torres.

De esos tiempos es la Capilla Real (1434), levantada en el muro oriental del patio de armas. Dice Begoña Alonso Ruiz que “Su cabecera y una nave rectangular (de 19,5 m x 7,8 m) estaban cubiertas por una cúpula dorada de mocárabes y una armadura de par y nudillo.” [7]

A este monarca se atribuye la construcción de la torre “Cuadrada Dorada”, en la zona de nueva construcción dedicada a sala protocolaria llamada “Sala Rica”, que tenía una longitud aproximada de 22,5 m., y conservaba su primitiva decoración mudéjar, pavimentada con ladrillo, estructura de par y nudillo, pintada de blanco, oro y carmesí.

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Por su parte, Enrique IV tuvo predilección por este remodelado alcázar y también celebró allí una gran fiesta por su casamiento con Juana de Portugal.

A pesar de no ser su residencia permanente –no lo era en esos tiempos para ningún monarca- a Enrique le gustaba Madrid y fue él quien le concederá el título de “noble” y “leal”.

Recordemos que en 1462 nació en el alcázar su hija Juana la Beltraneja, presente en la historia del regio edificio durante la guerra de sucesión entre ésta e Isabel la Católica.

A Enrique IV le tocará hacer nuevas obras después del terremoto de 1466 que afectó parte de la estructura del edificio.


Los reyes Católicos
Recuperado el alcázar por los reyes Católicos en 1477, pasarán allí largas temporadas; “algo más de mil días”, asegura Castellanos Oñate [8], destacando una estancia que se postergó por ocho meses.
Y al ser lugar de residencia también a ellos les tocará realizar varias obras de mejora, siendo la primera conocida la acometida el año de 1493 por un valor de 300.000 maravedíes.

En 1502 destinarán 60.000 maravedíes para obras de carpintería y posteriormente otras inversiones, incluso después de fallecida la reina Católica (1504), residiendo de forma esporádica el rey Fernando, dando cuenta de un desembolso total de 154.174 maravedíes para reparaciones del casi desvencijado edificio en el periodo comprendido entre 1510 y 1511.

En esos tiempos el alcázar denotaba el paso del tiempo, con muros y dependencias completamente derrumbadas, lo mismo que techumbre y puente. El alcázar cristiano era insalubre.


Carlos I, Felipe II y la trasformación del alcázar
En los primeros años de residencia del monarca de la Casa de Austria se continuarán las obras de rehabilitación. Estas reparaciones se llevarán a cabo en los años 1525, 1527 al 28, 1529 y 1531.

Entre 1525 y 1526 residirá el César por un corto periodo de tiempo en la casa de Fernando Luján, pasando luego al alcázar, donde estuvo preso Francisco I de Francia. Seguramente el incendio producido a principios de 1526 obligará a buscar otra residencia para el monarca francés, apuntando la voz popular y algunos autores a la casa de los Lujanes, y otros como Marías y Gerard, a la casa de campo de los Vargas.

En Cédula Real del 3 de abril de 1536 el emperador ordena la transformación del edificio y en 1537 nombrará maestros mayores y directores de obra de los Reales Sitios (Alcázares de Sevilla, Toledo y Madrid) a Luis de Vega y Alonso de Covarrubias.

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La mayor reforma realizada por Carlos I será la construcción del Patio de la reina y la torre Bahona, reforzando todos los muros, además del reacondicionamiento y remodelación de la Capilla Real mandada a construir por Juan II.

El doctor Enrique Castaño Perea, en su estudio ya citado, enumera cronológicamente las principales obras encargadas por el rey Carlos.

Así, citando estos datos, entre 1536 y 1539 se reformará el antiguo patio de armas, que pasará a llamarse Patio del Rey, y se construirán dos cisternas abovedadas (fundamentales para el autoabastecimiento).

En 1536 (el 3 de mayo) se firmará el contrato para la construcción de la nueva escalera trazada por Covarrubias, que rompía el esquema tradicional con un diseño de estructura claustral y en forma de H.

En 1540 se construirá el ala oeste del que se llamará Patio de la Reina, coincidiendo con las obras de la escalera que separaba un patio del otro. Castaño Perea indica que esta obra debió acabarse en el 24 de junio de 1541 y debidamente inspeccionada el 22 de diciembre de 1542. De misma época es la reestructuración del ala sur, zaguán y sala de la emperatriz.

Entre 1547 y 1554 se procede a la demolición de la antigua muralla que impedía la construcción del Patio de la Reina. En 1552 se firma el contrato para finalizar las tres galerías que faltaban, con el compromiso de entregarlas en dos años. De esta época debe ser la construcción de las nuevas cocinas.
Entre 1555 y 1556 se construyen dos nuevas cisternas en este patio.

En 1560 se dan los últimos retoques y se decora ese ala, acabando así la construcción del patio de la soberana.

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Otras obras realizadas por Carlo I están directamente relacionadas con el antiguo alcázar Trastámara. Ya hemos citado la Capilla Real de Juan II, pero, además, se centrará en la torre “Cuadrada Dorada” construyendo un corredor llamado del Jardín, más tarde “Corredor del Cierzo”, sobre el lado noroccidental; y una galería sobre el muro occidental, entre ésta y el primer torreón semicircular.

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También reconstruirá el torreón semicircular anejo a la torre del Homenaje, transformándolo en una torre cuadrada de dos plantas. Más tarde Felipe II situará allí la famosa Torre Dorada.

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Por otra parte, por ser un estorbo para las obras realizadas por Carlos I, el mencionado templo de San Miguel de Sagra será demolido con autorización papal. Juan Gómez de Mora diseñará otra iglesia, ahora bajo la advocación de San Gil, que será construida más al este.

Felipe II seguirá los pasos de su padre, practicando obras de ampliación y mejora en el interior del recinto, dotándolo de una estética más renacentista y lujosamente decorado. Así, se reformarán las estancias del rey y de la reina, llegando estas últimas hasta la torre del Bastimento, desde entonces “Torre de la Reina”.



En la parte sudoeste de la fachada erigirá la “Torre Dorada”, donde tendrá su despacho. También mandará construir la Armería Real, en el espacio que hoy ocupa la Catedral de la Almudena y enfrentada al palacio.

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Las obras comenzarán en 1561 y se postergarán hasta la muerte del monarca, interviniendo en ellas Gaspar de Vega y Juan Bautista de Toledo.



Siglo XVII
Será en este siglo cuando el alcázar cambie su fisonomía de forma radical, olvidando su carácter defensivo y dotándole de una decoración más acorde con la época.
Las obras comenzarán en 1608, siendo rey Felipe III, y se prolongarán hasta 1636, con Felipe IV como principal impulsor de las remodelaciones.

Si bien este edificio no era del agrado del monarca, se empeñó en convertirlo en un regio palacio, poniendo mayor interés en la fachada sur.

El encargado de realizarlas será Francisco de Mora, y a la muerte de este las continuará su sobrino, Juan Gómez de Mora.

Dice Ramón de Mesonero Romanos en el Semanario pintoresco español [9] que durante el reinado del cuarto Felipe:
“[…] y como emblema de su esplendorosa y poética corte, es cuando el Alcázar de Madrid llegó al apogeo de su brillante existencia; cuando la fábrica material del edificio, obra de los arquitectos Covarrubias y Vega, Toledo, Herrera y Mora, recibió nuevo esplendor en manos de Crescenti y otros célebres artistas; cuando sus regios salones, pintados por Lucas Jordán, y decorados con los magníficos lienzos de Velázquez y Murillo, de Rubens y del Ticiano, reflejaban la grandeza de los monarcas españoles, á quien tales artistas servían; cuando sus altas bóvedas resonaban la voz de los Lopes y Calderones, Tirsos y Moretos, Quevedos y Saavedras; cuando sus regias escaleras y suntuosas estancias sentían la planta del príncipe de Gales después el desgraciado Carlos I, y otros potentados que venían á visitar al monarca español ó á solicitar su alianza.

Las citadas escaleras de tiempos de Carlos I han sido recreadas virtualmente por Carmen García Reig (Departamento Ideación Gráfica Arquitectónica, Escuela Técnica Superior de Arquitectura de la Universidad Politécnica de Madrid) y las mostramos ahora como complemento de otro excelente trabajo.







También Carmen García Reig publica en el portal elmuseoimaginado.com unas vistas del palacio de Felipe IV, reformado por Gómez de Mora, con la nueva fachada y torre de la Reina, símil de la Dorada mandada a construir por Felipe II. [ACCESO A LAS VISTAS]




Continuando con el relato de Mesonero Romanos, añadimos:
Conviene advertir que el Alcázar real era bastantemente estenso para dar habitación al monarca y su familia, y para contener también en el todos los Consejos de Castilla, de Aragón, de Portugal, de Italia, de Flandes y de las Indias; y á propósito de esto, no queremos dejar de aprovechar la ocasión de transcribir aquí una noticia que hallamos hace tiempo, revolviendo mamotretos en el Archivo de la villa de Madrid; noticia curiosa que no echarán, como suele decirse, en saco roto, los poetas que anden á caza de incidentes dramáticos de la mansión real. Dice así: — «En el antiguo palacio ó Alcázar, mandó el rey D. Felipe IV en 1622 abrir unas ventanillas que se llamaban escuchas y daban á las salas donde se reunían los consejos, y desde allí oía sus discusiones.»

Otra de las mejoras fue el derribo de la torre del Sumiller, conocida como del Homenaje, que afeaba considerablemente la fachada sur.

Dice el arquitecto Antonio Sáseta Velázquez [10]:
No sólo fue una buena idea en lo arquitectónico, sino en lo económico, ya que la venta de la piedra berroqueña, producto de la demolición, sufragó parte de las nuevas obras posteriores.

En su lugar se construiría la pieza Ochavada y una escalera que comunicara las diferentes plantas del edificio en la zona de las dependencias reales.

Pero como España siempre ha ido bien, en plena remodelación del palacio menospreciado por este Felipe, se inicia la construcción de otro en el Buen Retiro diseñado por Alonso Carbonell.

En el plano de Marcelli (1622) podemos apreciar una fachada con cuatro torres coronadas por chapiteles, dos de ellas inexistentes en grabados posteriores y en el plano de Texeira (1656).

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Por su parte, Carlos II, que andaba un poco “hechizado”, hizo también algunos retoques y finalizó las obras que quedaban de su antecesor.
Cronológicamente parece corresponder a este monarca la colocación de un chapitel en la torre de la Reina, para así igualarla con la estética de la Dorada levantada por Felipe II. También la construcción de nuevas cocheras, y la reforma de la capilla, sustituyendo la antigua cúpula por otra más alta que se decoró con frescos de Luca Giordano. Carlos II fallecerá antes de verla concluida.


Y llegó Felipe V
De la corte francesa llegaba “el animoso” nuevo rey Felipe V, primero de la Casa de Borbón. Habiendo habitado en Versalles, su concepto de la estética y la decoración diferirá mucho de lo existente en aquellos palacios heredados de los Austria.

El palacio del Buen Retiro no le agradaba en absoluto y en el monasterio de El Escorial debía deprimirse mucho, por eso se hizo construir el palacio versallesco de La Granja de San Ildefonso.

En cuanto al palacio de Madrid, por muchos intentos que hizo por remozarlo no consiguió eliminar su aspecto castrense, vetusto; y mucho menos los vestigios de las dinastías anteriores. Aún así se interesó por acabar la capilla que había comenzado a reconstruir Carlos II y entre 1709 y 1711 construirá el Gran Salón Nuevo junto a la pieza ochavada de Felipe IV.

Adecentó el edificio en interior y exterior para intentar convertirlo en un palacio Borbón, afrancesado y lujoso, pero casi siete lustros después de su coronación frente al edificio, la Nochebuena de 1734 todo lo hecho desde el siglo XI.

Hay varias versiones sobre cómo se desarrollaron los acontecimientos que derivaron en un incendio monumental. Sabido es que muchas de las obras que adornaban los muros del palacio y otros objetos las había mandado retirar el monarca con anterioridad, quien, por esas casualidades de la vida, se encontraba en el Buen Retiro.

Dijo en sus memorias el marqués de Torrecilla y Valdeolmos, testigo presencial del suceso, que Felipe V había comentado al enterarse del incendio:

"Paciencia; si Dios lo hace, yo haré otro mejor."

Dicho esto, no encontramos mejor relato de los hechos que el ofrecido por la Gaceta de la época:





Bibliografía

[1] Rubio, María José. El cerrajero del Rey. (2012) Madrid. La esfera de los libros, p. 327

[2] Cita de Begoña Alonso Ruiz (5) “Para Tormo, Martín González, Díez del Corral, Gerard o Barbeito, el alcázar cristiano hunde sus orígenes en el mismo edificio musulmán.”

[3] Bravo Morata, Federico. Historia de Madrid. (1984) Madrid. Fenicia. Vol. 1. V Edición.

[4] Gea Ortigas, Castellanos Oñate. Las murallas de Madrid. (2008) Ediciones La Librería, p. 285-286. Citan a Valdés Fernández; Fernández Ugalde; Ugorri Casado; Retuerce Velasco; Segura Graiño; Caballero Zoreda; Malalana Ureña.

[5] Cataño Perea, Enrique. Pervivencia de los elementos defensivos medievales en el Real Alcázar de Madrid del siglo IX a 1734. IV Congreso de Castellología. Madrid, 7 al 9 de marzo de 2012

[6] Azcona, Agustín. Historia de Madrid desde sus tiempos más antiguos hasta nuestros días. (1843) Madrid, p. 216

[7] Alonso Ruiz, Begoña. El Alcázar de Madrid. Del castillo Trastámar al palacio de los Austrias (Ss. XV-1543). (2014) Archivo Español de Arte, LXXXVII, 348, pp. 335-350. ISSN: 0004-0428

[8] José María CASTELLANOS OÑATE, «Las estancias de los Reyes Católicos en la villa de Madrid», Anales del Instituto de Estudios Madrileños, 28, 1990, p. 535-553, p. 535.

[9] Ladero Quesada, M. Á., "La receptoría y pagaduría general de la Hacienda regia castellana entre 1491 y 1494 (De Rabí Meír Melamed a Fernán Núñez Coronel)", En la España Medieval, n.º 25, 2002, pp. 425-506.

[10] Sáseta Velázquez, Antonio. (2013) GENIUS LOCI. Anaparástasis del Alcázar viejo de Madrid a partir de la reconstrucción tridimensional de Las Meninas. Cuadernos de los Amigos de los Museos de Osuna, n.º 15. ISSN 1697-1019, p. 141


Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2016) "Madrid, cien años atrás. Centenario de Cervantes", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325 [VER: "Uso del Contenido"]

Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación.
En todas las citas se ha conservado la ortografía original.

© 2016 Eduardo Valero García - HUM 016-009 CERVANTES IV CENTENARIO
Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325

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