Un nutrido grupo de curiosos se agolpa en rededor de un impresionante socavón. Trabajan con denuedo el benemérito Cuerpo de Bomberos de Madrid y los obreros municipales. La tarea es complicada y requiere destreza y esfuerzo.
Como si no hubiese en la Villa y Corte noticias de sobra, los periodistas asisten al espectáculo en busca de sensacionalismo. El fotógrafo Salazar, con ellos. Encaramado a un árbol, o venciendo la gravedad desde una cornisa, inmortaliza con su cámara esta impresionante vista del suelo madrileño.
Tremendo agujero de varios metros y de gran profundidad en la calle de Luchana, a escasos metros de donde hoy se encuentra el monumento a los chisperos. Un carro tirado por cuatro mulas y cargado de sacos de harina desaparece del horizonte urbano en un suspiro... un estruendoso suspiro. Desconocemos la identidad del carretero, quien habrá blasfemado como tal. El enorme socavón deja ver las entrañas de Madrid y sus tuberías, entre ellas una que mana agua sin cesar.
Liberado del riesgo que supone la primera vista, Salazar pone pie y trípode en tierra para captar esta otra. Es el momento en que los bomberos y obreros, validos de un rudimentario sistema de poleas que bien podemos llamar "grúa", -que era parte del equipo del Cuerpo de bomberos de entonces-, se afanan en extraer del foso una de las mulas muertas. Salvaron la vida un cuadrúpedo y el bípedo, aunque con magulladuras. De los sacos de harina, nada que apreciar; del carro, amasijos.
Un grupo de obreros nos observan desde primer término; olvidan por un momento la faena y posan para la eternidad. Costumbre muy habitual cuando había un objetivo cerca, algo que ya hemos comentado en nuestro artículo "Fotogénicos en la casa de Tócame Roque".
Por encima de las cabezas de esos "fotogénicos", más allá del grupo que trabaja sin cesar, un cartel nos indica que estamos frente a la "La Espiga", fábrica de harinas que pasamos a recordar.
Fábrica de harinas "La Espiga"
Símbolo de la actividad industrial y comercial del barrio de Chamberí, la fábrica de harinas se situaba, desde su fundación en el año 1870, en la calle de Luchana, número 30.
En 1886 se hace cargo de la fábrica el empresario D. Vicente Torres Llorente, quien, a base de esfuerzo y la introducción de la más moderna tecnología de la época, logra productos de gran calidad que convierten a "La Espiga" en una de las fábricas más importantes de España. Sumaba una sucursal denominada "La Trinidad", instalada en Talavera de la Reina, que producía 25.000 kilos de harina para el suministro de Talavera y Ávila.
La fábrica de Chamberí ocupaba una superficie de aproximadamente 9.000 metros cuadrados, repartidos en tres plantas y descomunales naves provistas de maquinas de vapor y electricidad, con fuerza de 100 caballos, procedentes de la Casa Buhler de Zúrich. Disponía, además, de una báscula de precisión y un potente ascensor para elevación y descenso de la harina procesada.
El 16 de diciembre de 1903, la alcaldía presidencia decreta autorizar una derivación subterránea en la calle de Hartzenbusch, para el suministro de electricidad a "La Espiga". Decía el documento:
En la "Lista de Profesiones por orden alfabético" de la "Lista de Señores Abonados", correspondiente a la Compañía Madrileña de Teléfonos-Red de Madrid del año 1908 (Julio, Agosto y Septiembre), aparece "La Espiga" entre otras siete fábricas de harina establecidas en Madrid.
"La Espiga" molturaba 35.000 kilos de trigo al día, que producían aproximadamente 28.000 kilos de harina y 7.000 de pienso y salvado.
En la fábrica trabajaban más de 40 empleados y disponía de sus propios carros y ganado para el transporte, lo que indica que el carro siniestrado era propiedad de la Sociedad.
Un dato sobre lo que ganaba un trabajador en la fábrica de harinas:
En 1921 la fábrica llegará a producir más de 40.000 kilos diarios, tendrá una plantilla de más de 50 obreros y dispondrá de tres camiones de cinco toneladas cada uno.
Más noticias
Además del reportaje gráfico del socavón, la fábrica ya había sido noticia en otras ocasiones.
En abril de 1908, dos obreros de "La Espiga", llamados Eugenio Diez Revuelta (21 años) y Ruperto Mazurra (27 años), que se tenían tirria por cuestiones del oficio, mantuvieron una fuerte discusión a la salida del trabajo, casi justo en el lugar donde diez años más tarde se haría el socavón.
El tal Ruperto, para dar término a la disputa, asestó una puñalada al joven Eugenio, quien rápidamente fue llevado por vecinos y compañeros a la Casa de Socorro de Chamberí. Allí se apreció que Eugenio tenía una grave y profunda herida en el costado derecho, por lo que fue trasladado con urgencia al Hospital Provincial. Por su parte, el agresor fue detenido y puesto a disposición del Juzgado de guardia.
En diciembre de 1917, un vagón de harina sale sin permiso de Madrid rumbo a Murcia. Era harina de segunda clase facturada por Hipólito Cámara, dependiente de "La Espiga", a quien se le impuso una multa de 500 pesetas, declarándose al propietario de la fábrica responsable subsidiario de esa cantidad. La penalización venía dada por una decisión tomada por la Junta de Beneficencia en aquellos tiempos en que la hambruna azotaba a España. El ente autorizaba la exportación interprovincial de la harina sobrante en Madrid para la panificación en otras provincias en parte proporcional al trigo que de aquellas se recibía.
En 1918, siete meses después del suceso del socavón, se inició un incendio en la fábrica por haberse inflamado el aguarrás de una vasija. El fuego pudo ser sofocado por los operarios que allí estaban antes de la llegada de la Brigada de Bomberos.
Peor suerte corrieron Ángel Monge y Alejandro Viñuelas que fueron detenidos al intentar vender dos sacos de harina sustraídos de "La Espiga" y de la Compañía de Panificación de la calle Príncipe de Vergara.
Ubicación
Hemos buscado alguna referencia actual sobre la ubicación de la fábrica. Ya sabemos que la piqueta ha destruido infinidad de edificios que conformaban el decorado urbano del Madrid de otros tiempos. Al menos, en este caso, uno se ha salvado: el edificio de la izquierda del detalle de la segunda fotografía de Salazar; ese desde donde una señora observa la escena asomada a la ventana.
Esta referencia nos ha servido para ilustrar con dos fotografías capturadas de Google Maps la fisonomía actual del lugar donde otrora hubo un enorme socavón y una fábrica de harinas.
Una vez más, a partir de viejas fotografías, recuperamos la breve historia y fisonomía de un comercio próspero cuya producción llegaba en forma de pan a los hogares madrileños. Recuerdo de papel de tantas historias olvidadas que forman parte de nuestro carácter y que a veces miramos de soslayo por dar protagonismo a otras historias más trilladas.
Como si no hubiese en la Villa y Corte noticias de sobra, los periodistas asisten al espectáculo en busca de sensacionalismo. El fotógrafo Salazar, con ellos. Encaramado a un árbol, o venciendo la gravedad desde una cornisa, inmortaliza con su cámara esta impresionante vista del suelo madrileño.
Tremendo agujero de varios metros y de gran profundidad en la calle de Luchana, a escasos metros de donde hoy se encuentra el monumento a los chisperos. Un carro tirado por cuatro mulas y cargado de sacos de harina desaparece del horizonte urbano en un suspiro... un estruendoso suspiro. Desconocemos la identidad del carretero, quien habrá blasfemado como tal. El enorme socavón deja ver las entrañas de Madrid y sus tuberías, entre ellas una que mana agua sin cesar.
Liberado del riesgo que supone la primera vista, Salazar pone pie y trípode en tierra para captar esta otra. Es el momento en que los bomberos y obreros, validos de un rudimentario sistema de poleas que bien podemos llamar "grúa", -que era parte del equipo del Cuerpo de bomberos de entonces-, se afanan en extraer del foso una de las mulas muertas. Salvaron la vida un cuadrúpedo y el bípedo, aunque con magulladuras. De los sacos de harina, nada que apreciar; del carro, amasijos.
Un grupo de obreros nos observan desde primer término; olvidan por un momento la faena y posan para la eternidad. Costumbre muy habitual cuando había un objetivo cerca, algo que ya hemos comentado en nuestro artículo "Fotogénicos en la casa de Tócame Roque".
Por encima de las cabezas de esos "fotogénicos", más allá del grupo que trabaja sin cesar, un cartel nos indica que estamos frente a la "La Espiga", fábrica de harinas que pasamos a recordar.
Fábrica de harinas "La Espiga"
Símbolo de la actividad industrial y comercial del barrio de Chamberí, la fábrica de harinas se situaba, desde su fundación en el año 1870, en la calle de Luchana, número 30.
En 1886 se hace cargo de la fábrica el empresario D. Vicente Torres Llorente, quien, a base de esfuerzo y la introducción de la más moderna tecnología de la época, logra productos de gran calidad que convierten a "La Espiga" en una de las fábricas más importantes de España. Sumaba una sucursal denominada "La Trinidad", instalada en Talavera de la Reina, que producía 25.000 kilos de harina para el suministro de Talavera y Ávila.
La fábrica de Chamberí ocupaba una superficie de aproximadamente 9.000 metros cuadrados, repartidos en tres plantas y descomunales naves provistas de maquinas de vapor y electricidad, con fuerza de 100 caballos, procedentes de la Casa Buhler de Zúrich. Disponía, además, de una báscula de precisión y un potente ascensor para elevación y descenso de la harina procesada.
El 16 de diciembre de 1903, la alcaldía presidencia decreta autorizar una derivación subterránea en la calle de Hartzenbusch, para el suministro de electricidad a "La Espiga". Decía el documento:
"El Excmo. Sr. Alcalde Presidente, por decreto de 16 de diciembre de 1903, concede licencia al señor Marqués de Santillana para hacer una derivación de la canalización subterránea establecida en la calle de Hartzenbusch hasta la fábrica de harinas La Espiga, recorriendo la de Palafox y Luchana, con arreglo a las condiciones fijadas en la primitiva concesión."
En la "Lista de Profesiones por orden alfabético" de la "Lista de Señores Abonados", correspondiente a la Compañía Madrileña de Teléfonos-Red de Madrid del año 1908 (Julio, Agosto y Septiembre), aparece "La Espiga" entre otras siete fábricas de harina establecidas en Madrid.
"La Espiga" molturaba 35.000 kilos de trigo al día, que producían aproximadamente 28.000 kilos de harina y 7.000 de pienso y salvado.
En la fábrica trabajaban más de 40 empleados y disponía de sus propios carros y ganado para el transporte, lo que indica que el carro siniestrado era propiedad de la Sociedad.
Un dato sobre lo que ganaba un trabajador en la fábrica de harinas:
"Aunque las máquinas pudieran simplificar algunas partes del proceso de elaboración, necesitaban trabajadores a su cargo, que generalmente eran bien pagados y protegidos por sus empleadores.
Ramón de Miguel, de 44 años, era molinero en la Fábrica de Harinas La Espiga, por lo que decía cobrar 1.360 pesetas al año; era un simple artesano pero podía permitirse una vivienda en la calle Luchana de 37,50 pesetas de alquiler mensual, en uno de los paseos más codiciados del recién construido Ensanche Norte."
[PALLOL TRIGUEROS, Rubén. El Madrid moderno: Chamberí (el Ensanche Norte), símbolo del nacimiento de una nueva capital, 1860-1931. UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA-Departamento de Historia Contemporánea. Madrid, 2011.]
En 1921 la fábrica llegará a producir más de 40.000 kilos diarios, tendrá una plantilla de más de 50 obreros y dispondrá de tres camiones de cinco toneladas cada uno.
Más noticias
Además del reportaje gráfico del socavón, la fábrica ya había sido noticia en otras ocasiones.
En abril de 1908, dos obreros de "La Espiga", llamados Eugenio Diez Revuelta (21 años) y Ruperto Mazurra (27 años), que se tenían tirria por cuestiones del oficio, mantuvieron una fuerte discusión a la salida del trabajo, casi justo en el lugar donde diez años más tarde se haría el socavón.
El tal Ruperto, para dar término a la disputa, asestó una puñalada al joven Eugenio, quien rápidamente fue llevado por vecinos y compañeros a la Casa de Socorro de Chamberí. Allí se apreció que Eugenio tenía una grave y profunda herida en el costado derecho, por lo que fue trasladado con urgencia al Hospital Provincial. Por su parte, el agresor fue detenido y puesto a disposición del Juzgado de guardia.
En diciembre de 1917, un vagón de harina sale sin permiso de Madrid rumbo a Murcia. Era harina de segunda clase facturada por Hipólito Cámara, dependiente de "La Espiga", a quien se le impuso una multa de 500 pesetas, declarándose al propietario de la fábrica responsable subsidiario de esa cantidad. La penalización venía dada por una decisión tomada por la Junta de Beneficencia en aquellos tiempos en que la hambruna azotaba a España. El ente autorizaba la exportación interprovincial de la harina sobrante en Madrid para la panificación en otras provincias en parte proporcional al trigo que de aquellas se recibía.
En 1918, siete meses después del suceso del socavón, se inició un incendio en la fábrica por haberse inflamado el aguarrás de una vasija. El fuego pudo ser sofocado por los operarios que allí estaban antes de la llegada de la Brigada de Bomberos.
Peor suerte corrieron Ángel Monge y Alejandro Viñuelas que fueron detenidos al intentar vender dos sacos de harina sustraídos de "La Espiga" y de la Compañía de Panificación de la calle Príncipe de Vergara.
Ubicación
Hemos buscado alguna referencia actual sobre la ubicación de la fábrica. Ya sabemos que la piqueta ha destruido infinidad de edificios que conformaban el decorado urbano del Madrid de otros tiempos. Al menos, en este caso, uno se ha salvado: el edificio de la izquierda del detalle de la segunda fotografía de Salazar; ese desde donde una señora observa la escena asomada a la ventana.
Esta referencia nos ha servido para ilustrar con dos fotografías capturadas de Google Maps la fisonomía actual del lugar donde otrora hubo un enorme socavón y una fábrica de harinas.
VER EN EL MAPA |
Una vez más, a partir de viejas fotografías, recuperamos la breve historia y fisonomía de un comercio próspero cuya producción llegaba en forma de pan a los hogares madrileños. Recuerdo de papel de tantas historias olvidadas que forman parte de nuestro carácter y que a veces miramos de soslayo por dar protagonismo a otras historias más trilladas.
© 2014 Eduardo Valero García - HUM 015-002 RECUPAPEL
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