sábado, 2 de enero de 2021

1863. El primer Año Nuevo del joven Galdós en Madrid.

    En septiembre de 1862 había llegado a Madrid un jovencísimo Benito Pérez Galdós. Estudiante en la Universidad Central, su mayor aprendizaje lo encontrará en la geografía de la urbe matritense y en las costumbres de la sociedad; entre ellas, la celebración del Año Nuevo. 
 
 



    Entrado diciembre los comercios anunciaban la disponibilidad de regalos para vísperas del Año Nuevo; eran los “etrennes”, costumbre antigua que en España se conocía como el juego o sorteo de “dar los años y estrechos”. Para este juego se vendían tarjetas en blanco y vulgares versos impresos en vistosas cartulinas al grito de “motes nuevos para damas y galantes”. En esencia, tenía similitud con el actual “Amigo invisible”, porque en las tarjetas en blanco se escribían los nombres de las personas invitadas a la celebración y luego se hacía un sorteo. 
 
    Las tarjetas con los nombres de las mujeres se colocaban en una urna y la de los hombres en otra. En el sorteo se anunciaban los nombres de los afortunados que les había “caído el año”. Es razonable suponer que se hacía trampa, porque seguramente algún galán pretendía a una dama y su interés estaba, como marcaba la costumbre, en hacerle un obsequio y cortejarla. 
Estos regalos consistían mayoritariamente en cajas con dulces. Estas cajas, además de su elegante manufactura, eran multiuso. 
 
 

 
Mi niña morena,
la chica más mona
que barre las calles
con bata de cola,
con años y estrechos
me espera afanosa. 
 
 
    Las cartulinas con versos se habían puesto muy de moda en la sociedad madrileña del siglo XVII. Don Basilio Sebastián Castellanos contaba en 1866: 
«En la Corte del Buen Retiro, en tiempo de Felipe IV y del conde-duque de Olivares, que se desvivía por presentar a su soberano objetos de diversión, se celebraron reuniones sorprendentes de estrechos, en que los poetas de la época pusieron en prensa su talento, puesto que se improvisaban los motes o poesías las más veces, como indica Vargas cuando hablando de este asunto, dice en un romance: 
 
Una dama del palacio
Me ha tocado por estrecho,
Que me hizo improvisarla
Tres cuartetas de un soneto.
Otras dos me mandó el rey,
Una décima mi dueño,
Y si no llega un poeta
Que me sacó del aprieto,
Desde el duque al canciller
Y desde el amo al portero,
Me convierten en poeta
A puro pedirme veros, etc. 
 
En la actualidad ha quedado reducida esta costumbre a ser una diversión de familia, en la que suelen cruzarse los regalos y las intrigas amorosas al través de los motes de malísimos versos, que hacen los copleros para estos días, y que se venden por las calles pregonándose motes nuevos para damas y galantes». 
 
    Por su parte, así definía los años y estrechos M. Ossorio y Bernard en 1891:
«El principio de un año siempre despierta ideas fatalistas: buena prueba de ello el juego de los años y estrechos, en que admitimos como exactas las predicciones de algunos vates desconocidos, que en favor nuestro se han tomado previamente el trabajo de llenar de ripios monstruosos unos cuantos renglones, en los que nos ofrecen algunas vulgaridades, por el corto interés de diez céntimos el pliego. En semejantes predicciones se vienen perpetuando las gracias inocentes de nuestros abuelos y las trampas que eran su complemento, para que una bella señorita caiga con el mono de la casa de fieras y un enamorado con su futura suegra; pero estas mismas trampas suelen ser recibidas a disgusto por las personas formales, obstinadas en decir que este es asunto por demás serio, y que puede acarrear disgusto el violentar la suerte».

 
    Los regalos comestibles se ponían a la venta en los comercios del ramo, como los dulces que ofrecía la fábrica de la calle del Sordo, siempre con el característico toque francés. 
 
 
 
 
    Una famosa tienda de juguetes de la calle de la Montera publicitaba sus productos para “etrennes”. Era la tienda de C. P. Schropp, también conocida como “Almacén de los Alemanes”. Galdós lo inmortalizará en sus novelas y en los Episodios Nacionales; también en cuentos como La mula y el buey y La princesa y el granuja, aunque en este último no lo cita, pero sí lo utiliza para la ambientación. 
 

 
    Los libros eran otra forma de regalo y también para el aguinaldo, quizás más orientado a aquellos que no andaban cantando villancicos por las casas o presentando sus tarjetitas de oficios. En la Puerta del Sol, la Librería Española y Extranjera del señor Moro ponía a disposición de sus clientes un gran surtido de libros, almanaque y otros objetos. 
 
 
 
    También lo hacía la famosa librería de Carlos Bailly-Bailliere, de la plaza del príncipe Alfonso (Santa Ana). 
 

 
    En las librerías de Duran, Moya y Plaza, la Publicidad, Dochao, Leocadio López, Hernando, en los almacenes de papel de la calle del Horno de la Mata, 19, y en la imprenta de Manuel Galiano de la plaza de los Ministerios, 3, se vendía a dos reales el calendario para 1863 El Inseparable, que ya iba por su segunda edición. Se trataba de un calendario general para toda la familia, con 200 páginas y tamaño de cartera. Incluía la nueva división municipal y judicial de Madrid que entraba en vigor ese año. 
 
    Por otra parte, las señoras y los caballeros podían aprovechar las gangas puestas a la venta en el Cisne de la calle de la Sal o en el almacén Esposición de Londres de la calle de la Montera. 
 

 

    Y así podríamos continuar con gran variedad de comercios que hacían su agosto en el crudo invierno de 1862. 
 
    Como en la actualidad, la gente se desplazaba a sus ciudades de origen para celebrar con los familiares estas fiestas tan señaladas. Para tal fin, trenes y diligencias ponían servicios especiales. 
 
 

    Recordemos que las líneas ferroviarias estaban en plena construcción, pero muchos tramos debían hacerse en diligencia. Así le había ocurrido al joven Galdós cuando hizo su viaje a Madrid. Desde Cádiz viajó hasta Sevilla en un tren de la Compañía de los Ferrocarriles de Sevilla a Jerez y Cádiz; en Sevilla, otro de la Compañía del Ferrocarril de Córdoba a Sevilla (CS) hasta Córdoba; después, un largo viaje en diligencia hasta Alcázar de San Juan, donde cogió el tren de la red de ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante (MZA) con destino a Madrid. 
 
    Como vemos, en aquellos tiempos no se festejaba la entrada a un nuevo año como hoy lo conocemos; ni uvas ni fiesta en la Puerta del Sol. El mayor jolgorio se montaba en vísperas de reyes. 
 
    El último día de 1862, que fue miércoles, los teatros dieron variadas funciones y el Circo de Price de la calle Recoletos anunció función para el 1º de enero de 1863 con la actuación en exclusiva para cuatro días de la compañía angloamericana Las Maravillas de las Montañas Peñascosas, «el non-plus-ultra de la audacia, de la fuerza y de la agilidad humana». Por su parte, en el Circo de Paul se reunieron la noche del 31 las sociedades de baile La Constante y La Juventud Española para celebrar un gran baile de máscaras. 
 
    En el Teatro Real, a las 20:30 h, se estrenó la ópera en tres actos Zampa, con música de Louis Joseph Ferdinand Hérold y libreto de Mélésville.
 
  
 
 
    En el de la Zarzuela se representó El secreto de una dama, zarzuela en tres actos y en verso, con letra de Luis Rivera y música del maestro Francisco Asenjo Barbieri.
 
  
 
 
    Para el día siguiente se anunciaba la representa de Los Magyares, zarzuela en cuatro actos, de Luis de Olano, con música del maestro Joaquín Gaztambide.  
 
    En el Teatro de Lope de Vega se representó la comedia en tres actos Lo positivo, arreglada del francés por Joaquín Estébanez; había sido estrenada en este teatro el 25 de octubre de 1862.  También se representó un disparate cómico en un acto y en prosa arreglada del francés, en este caso por Manuel García González, titulada Los Misterios de la Calle del Gato.  
Para el día siguiente, 1º de enero, se anunciaba la representación del melodrama en tres actos y un prólogo La Aldea de San Lorenzo, también arreglado del francés; había sido estrenado el 21 de diciembre de 1860 en el Teatro de Variedades.  
 
    En este teatro de Variedades hubo función a las 16:30 y a las 20:30 horas. En la primera se representó A Madrid me vuelvo, comedia en tres actos de Manuel Bretón de los Herreros; el baile titulado Las Mollares Sevillanas y para finalizar, la comedia en un acto La idea feliz.  En la segunda función se representó La Corte de los Milagros, comedia en tres actos y en verso de José Picón; el baile titulado Cada cual con su cada cual, y el sainete La Comedia de Maravillas, de Ramón de la Cruz.  
 
    El Teatro de Buenavista (Calle de Silva, 46) ofreció una función especial del Nacimiento a las 19:30 horas. Para el 1º de enero anunciaban tres funciones del concurrido espectáculo que se repetía cada año al menos desde 1846. Antes se había representado en las calles de Tudescos y de Mesón de Paredes. 
No puedo precisar cuál fue el programa de aquellos días, aunque sí se habían añadido algunos cuadros al primitivo Nacimiento, como La degollación de los inocentes y La presentación del niño de Dios en el templo; ambos muy aplaudidos. 
El espectáculo se dividía en varios cuadros representativos de la vida del hijo de Dios dispuestos en escenarios artísticamente decorados. Intervenían actores reales y autómatas, coros y orquesta, acompañados de juegos de agua y otras genialidades mecánicas. El siguiente anuncio nos ofrece una idea clara de lo fantástico que debió ser.
 

 
    La noche de San Silvestre se celebraba en los palacios más postineros de la villa y corte. Destacó la Nochevieja de 1862 el baile celebrado en el palacio de Daniel Weisweiller, banquero que llevaba todos los asuntos de la Casa Rothschild en España desde 1835. Hombre poderoso, en 1855 fundará la Weisweiller & Baüer Cía. junto con el conocido banquero Ignacio Salomón Baüer Landauer. [Ver palacio Baüer
Al baile asistieron las infantas Isabel y Amalia, con el marido de esta última, el príncipe Adalberto de Baviera y Sajonia- Hildeburghausen. 
 
Adalberto de Baviera y su esposa Amalia de Borbón

 
    De ahí para abajo, estuvo presente la flor y nata de la aristocracia y la sociedad matritense, como la duquesa de Fernán-Nuñez y la princesa Pío; la condesa de Vilches; la marquesa de Molins y otras tantas condesas. Entre los personajes de la política estaban el marqués de la Habana; los señores Mon, Llorente y Castro. También muchas jovenzuelas y jovenzuelos de alta alcurnia, destacando el marqués de la Vega de Armijo y el vizconde del Pontón. 
Todos bailaron hasta finalizar el año y lo continuaron haciendo en el recién estrenado 1863. En el baile se sorteaban los años y estrechos con las citadas tarjetas acompañadas de cajas de dulces y bombones. 
 
    Era costumbre dedicar el primer día del año a los niños y así lo hicieron en el palacio de Fernán-Nuñez con una matineè dansante a la que fueron invitados al menos sesenta pequeñuelos de alto copete. Todos iban disfrazados. La fiesta, con banquete incluido, acabó a las siete de la tarde. 
 
    Finalizó el 1º de enero de 1863 con otro suntuoso baile en la embajada de Inglaterra. Dos plantas del edificio fueron utilizadas para la ocasión; en una se celebró el banquete y en la otra el baile. 
Otra vez la flor y nata ya citada en el baile de los Weisweiller más otros cuantos, entre ellos, Leopoldo O’Donnell, quien entraba en su último año del llamado “Gobierno largo”. 
De entre todas las damas destacaba la anfitriona: Victoria Balfe, más conocida como Victorie Crampton, por se la esposa del entonces embajador inglés en Madrid, Sir John Fiennes Twisleton Crampton. Victoria era una famosa cantante francesa que había debutado en 1857 en el Lyceum Theatre.
 
Victoire, Lady Crampton by Herbert Watkins albumen print, arched top, late 1850s 7 1/2 in. x 6 in. (191 mm x 152 mm) Purchased, 1985 Primary Collection NPG P301(57)

Contrajo matrimonio en 1860 con Twisleton Crampton, pero a finales de 1863 solicitó la anulación por impotencia del tal Sir. 
Curiosamente, al codearse con la aristocracia madrileña, en 1864 se casará con José Bernardin Fernández de Velasco, duque de Frías. 
 
    Cotilleos aparte, el 1º de enero de 1863 aparece el primer número del diario La Democracia, fundado por Emilio Castelar, en el que en 1865 publicará el famoso artículo “El rasgo”. 
 
    Desde las postrimerías del año 1862 y a partir de 1863, Benito Pérez Galdós será protagonista de los sucesos políticos y sociales de una España revolucionaria y cambiante; muchas veces con epicentro en Madrid. La cuarta serie de los Episodios Nacionales son preámbulo y relato de cuanto aconteció en esa década y posteriores, acercándonos a los sesenta con el episodio Aita Tettauen
 
    Nada más queda por decir del estrenado año de 1863. Entrar en detalles sobre la situación política quitaría todo el encanto que tiene recordar aquellos tiempos pasados y sus costumbres. Una idea más o menos clara de lo que acontecería nos lo cuenta el gracioso poeta que en el Folletín de La Iberia del 1º de enero escribió:
 
Sobre tu tumba hoy levanta
el año nuevo la faz, 
y a año nuevo, vida nueva,
que así lo dice el refrán. 
Presidirá el año entrante
Júpiter, dios contumaz,
con su rayo amenazando 
al ambicioso mortal. 
El que en la Gigantomaquia
guerra atroz, supo triunfar; 
el que en cuestión de amoríos 
fue, aunque dios, muy inmoral, 
pues se casó y descasó 
sin aflijirse jamás, 
por aquello de que el gusto 
estriba en la variedad; 
ese dios calaverón el año presidirá, 
y habrá cada tremolina 
que el más frío ha de bailar. 
El Júpiter de la unión, 
el que no puede ser más 
que presidente, ahí es nada, 
del belén ministerial, 
encorvado bajo el peso 
de su talla colosal, 
se irá doblando, doblando, 
y partido rodará 
murmurando indiferiencia
que es elocuente al hablar, 
veremos muchas comedias 
que en silbas acabarán, 
muchos neos en berlina, 
machas beatas rezar 
que dieron su cuerpo al diablo; 
habrá muchos thes dansants
y literatos sin blanca, 
muy ricos de vanidad. 
Habrá lances muy estraños 
en la Zarzuela y el Real, 
artistas que canten bien 
y cómicos que hablen mal. 
En el teatro de Lope 
Joaquín galaneará, 
por más que nunca haya sido 
don Joaquinito galán. 
Seguirá echando su chorro 
la fuente monumental, 
y en el verano las calles 
tan regadas estarán, 
que parecerá cada una, 
más que calle, un barrizal. 
No se ensanchará Madrid, 
que aquí lo que importa más 
se hace siempre mal y tarde, 
o más claro, tarde y mal. 
Los chicos a Calderón 
por las calles seguirán 
gritando: «ahí va el grande hombre 
que a la Europa hace temblar.» 
Y aquí termino, diciendo 
al que quiera saber más, 
que espere a que acabe el año 
y de ese modo podrá 
satisfacer por completo 
su mucha curiosidad.

 
 
Dedicado a todos vosotros, con la esperanza de que todo mejore.

Eduardo Valero García
Madrid, 1º de enero de 2021



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