En el Madrid de la Ilustración todo lo extraño, diferente o curioso, era motivo de examen e investigación. Carlos III, gran entusiasta de las ciencias naturales, quizá se interesó por conocer el suceso que vamos a narrar.
En el mes de septiembre de 1784, a dos años de la aprobación del proyectado Real Gabinete de Historia Natural y a cuatro del fallecimiento del monarca, entraba en la villa y corte una niña muy peculiar.
Del pueblo de Cantalejo (Segovia) llegaban el matrimonio de labradores Juana Sanz y Julián Zamarro con su única hija, de la que conocemos mucho pero no su nombre. Hasta el mes de octubre estuvieron en Madrid exhibiendo el cuerpo de la criatura al público.
Lo que asombró al pueblo madrileño y llamó la atención de los doctos señores que la examinaron, fue el tamaño de la pequeña, que contaba entonces un año y tres meses de edad.
La niña cantalejana pesaba “tres arrobas y cinco libras”, medida utilizada en aquellos tiempos y cuyo equivalente en kilos es 36,282 Kg.
Nacida con un peso y tamaño normal, a los tres meses de edad había comenzado la evolución de un crecimiento antinatural. Lo curioso es que no se le había dado “otro alimento mas que la teta”.
Si tenemos en cuenta que hoy el peso de una niña oscila a los quince meses entre los 8,4 y 12,5 kilogramos, los datos son asombrosos.
Los médicos, después de un pormenorizado análisis, dictaminaron que siendo sus proporciones normales y su aspecto saludable, la niña carecía de cualquier signo de monstruosidad. Su desarrollo extraordinario era genético a decir de las conclusiones a las que llegaron los galenos y que rezan en la noticia que publicamos: la “grosura no procede de monstruosidad, sino de robustez y buena complexion de sus padres ; lo cierto es, que estos manifiestan mucha sanidad, y confiesan que siempre han sido enemigos de manjares nocivos y licores ardientes.”
No era algo novedoso. Por todos es conocida la historia de la burgalesa Eugenia Martínez Vallejo, “la niña monstrua de los Austrias”, cuya fisonomía conocemos gracias a los retratos que Juan Carreño de Miranda le hizo por encargo de Carlos II.
A los seis años de edad, Eugenia pesaba “cinco arrobas y veinte y una libras”, es decir, 66,208 Kg. Estos datos los obtenemos de la descripción que el Museo del Prado hace sobre el óleo de Carreño [1] y donde cita al cronista Juan Cabezas y su “Relación verdadera en que se da noticia de los prodigios de la naturaleza que han llegado a esta Corte, en una Niña Gigante llamada Eugenia Martínez de la Villa de Barcena, del arzobispado de Burgos.” , aparecido, según consta en otras publicaciones, en 1680.
Cita el artículo:
No hemos conseguido el documento original, pero en nuestra investigación topamos con otro episodio publicado también en 1680 pero acontecido en 1679.
El lunes 13 de diciembre de aquel año, en Jaén, una tal Dionisia daba a luz “un portento, un prodigio, un Gigante, pues parecía tener mas de dos años, blanco, hermoso, sus miembros, aunque formidables, proporcionados en su grandor cada uno […] y en ocho meses que ya tiene de edad no se le ha visto llorar, antes si reir: es muy apacible, y afable, mama como las demás criaturas, y no le han nacido dientes […] que oy parece tiene de grandor mas que si fuera de diez años, y de grueso y robustez de treinta.”
El texto completo, lejos de ser científico, deriva a los aspectos astrológicos y religiosos: milagros, Justicia divina, entre otros.
Gregorio Marañón advirtió en 1945 que Eugenia Martínez Vallejo pudo ser el primer caso conocido de síndrome hipercortical. Por su parte, y para ambos casos, la medicina actual apunta al síndrome de Prader-Willi.
Cosas que ocurrían en la España de los Austrias. También en el ilustrado Madrid dieciochesco; el de Carlos III y sus avances hacia la modernidad, que lo eran, aunque las noticias nos resulten curiosas; hoy dignas de programas sensacionalistas o de misterios.
Eugenia Martínez Vallejo, desnuda. Juan Carreño de Miranda (1614-1685) Hacia 1680. Óleo sobre lienzo, 165 x 108 cm Museo Nacional del Prado. Número de catálogo: P02800 Colección real (Real Alcázar, Madrid, pinturas traídas de casa de Carreño a las bóvedas de Tiziano y cuarto bajo del príncipe, 1686, s.n.; Palacio de La Zarzuela, El Pardo-Madrid, retrete de la reina, 1701, s.n.; La Zarzuela, pieza primera, 1747, nº 3); Juan Gálvez; col. infante Sebastián Gabriel de Borbón; duque de Marchena; Museo del Prado (donación José Antonio González de la Peña, barón de Forna), 1939. ENLACE |
En el mes de septiembre de 1784, a dos años de la aprobación del proyectado Real Gabinete de Historia Natural y a cuatro del fallecimiento del monarca, entraba en la villa y corte una niña muy peculiar.
Del pueblo de Cantalejo (Segovia) llegaban el matrimonio de labradores Juana Sanz y Julián Zamarro con su única hija, de la que conocemos mucho pero no su nombre. Hasta el mes de octubre estuvieron en Madrid exhibiendo el cuerpo de la criatura al público.
Lo que asombró al pueblo madrileño y llamó la atención de los doctos señores que la examinaron, fue el tamaño de la pequeña, que contaba entonces un año y tres meses de edad.
La niña cantalejana pesaba “tres arrobas y cinco libras”, medida utilizada en aquellos tiempos y cuyo equivalente en kilos es 36,282 Kg.
Una arroba= 11,339 x 3= 34,017 Kg.
Una libra= 0,453 x 5= 2,265 Kg.
Nacida con un peso y tamaño normal, a los tres meses de edad había comenzado la evolución de un crecimiento antinatural. Lo curioso es que no se le había dado “otro alimento mas que la teta”.
Si tenemos en cuenta que hoy el peso de una niña oscila a los quince meses entre los 8,4 y 12,5 kilogramos, los datos son asombrosos.
Los médicos, después de un pormenorizado análisis, dictaminaron que siendo sus proporciones normales y su aspecto saludable, la niña carecía de cualquier signo de monstruosidad. Su desarrollo extraordinario era genético a decir de las conclusiones a las que llegaron los galenos y que rezan en la noticia que publicamos: la “grosura no procede de monstruosidad, sino de robustez y buena complexion de sus padres ; lo cierto es, que estos manifiestan mucha sanidad, y confiesan que siempre han sido enemigos de manjares nocivos y licores ardientes.”
Memorial literario instructivo y curioso de la Corte de Madrid. 11/1784, página 94 © BNE-HD © 2017 Eduardo Valero García-HUM 017-001CARLOS III © 2017 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
No era algo novedoso. Por todos es conocida la historia de la burgalesa Eugenia Martínez Vallejo, “la niña monstrua de los Austrias”, cuya fisonomía conocemos gracias a los retratos que Juan Carreño de Miranda le hizo por encargo de Carlos II.
A los seis años de edad, Eugenia pesaba “cinco arrobas y veinte y una libras”, es decir, 66,208 Kg. Estos datos los obtenemos de la descripción que el Museo del Prado hace sobre el óleo de Carreño [1] y donde cita al cronista Juan Cabezas y su “Relación verdadera en que se da noticia de los prodigios de la naturaleza que han llegado a esta Corte, en una Niña Gigante llamada Eugenia Martínez de la Villa de Barcena, del arzobispado de Burgos.” , aparecido, según consta en otras publicaciones, en 1680.
Cita el artículo:
“Es -escribía- blanca y no muy desapacible de rostro, aunque le tiene de mucha grandeza. La cabeza, rostro, cuello y demás facciones suyas son del tamaño de dos cabezas de hombre, con poca diferencia. La estatura de su cuerpo es como de mujer ordinaria, pero el grueso y buque como de dos mujeres. Su vientre es tan desmesurado que equivale al de la mayor Mujer del Mundo, quando se halla en días de parir. Los Muslos son en tan gran manera gruesos y poblados de carnes que se confunden y hacen imperceptible a la vista su naturaleza vergonzosa. Las piernas son poco menos que el Muslo de un hombre, tan llenas de roscas ellas y los Muslos, que caen unos sobre otros, con pasmosa monstruosidad, y aunque los pies son a proporción del Edificio de carne que sustentan, pues son casi como los de un hombre, sin embargo se mueve y anda con trabajo, por lo desmesurado de la grandeza de su cuerpo. El qual pesa cinco arrobas y veinte y una libras, cosa inaudita en edad tan poca.”
No hemos conseguido el documento original, pero en nuestra investigación topamos con otro episodio publicado también en 1680 pero acontecido en 1679.
El lunes 13 de diciembre de aquel año, en Jaén, una tal Dionisia daba a luz “un portento, un prodigio, un Gigante, pues parecía tener mas de dos años, blanco, hermoso, sus miembros, aunque formidables, proporcionados en su grandor cada uno […] y en ocho meses que ya tiene de edad no se le ha visto llorar, antes si reir: es muy apacible, y afable, mama como las demás criaturas, y no le han nacido dientes […] que oy parece tiene de grandor mas que si fuera de diez años, y de grueso y robustez de treinta.”
El texto completo, lejos de ser científico, deriva a los aspectos astrológicos y religiosos: milagros, Justicia divina, entre otros.
Gregorio Marañón advirtió en 1945 que Eugenia Martínez Vallejo pudo ser el primer caso conocido de síndrome hipercortical. Por su parte, y para ambos casos, la medicina actual apunta al síndrome de Prader-Willi.
Cosas que ocurrían en la España de los Austrias. También en el ilustrado Madrid dieciochesco; el de Carlos III y sus avances hacia la modernidad, que lo eran, aunque las noticias nos resulten curiosas; hoy dignas de programas sensacionalistas o de misterios.
Eduardo Valero García, autor-editor de Historia Urbana de Madrid,
también participa en el blog de las Jornadas Madrileñas de Novela Histórica
Bibliografía | ||||||
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor. [1] Museo del Prado. Texto extractado de Álvarez Lopera, J. en: El retrato español en el Prado. Del Greco a Goya, Museo Nacional del Prado, 2006, pp. 114-115 En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2017) "La niña monstruosa en tiempos de Carlos III", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325 [VER: "Uso del Contenido"] • Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación. • En todas las citas se ha conservado la ortografía original. • De las imágenes:Muchas de las fotografías y otras imágenes contenidas en los artículos son de dominio público y correspondientes a los archivos de la Biblioteca Nacional de España, Ministerio de Cultura, Archivos municipales y otras bibliotecas y archivos extranjeros. En varios casos corresponden a los archivos personales del autor-editor de Historia Urbana de Madrid. La inclusión de la leyenda "Archivo HUM", y otros datos, identifican las imágenes como fruto de las investigaciones y recopilaciones realizadas para los contenidos de Historia Urbana de Madrid, salvaguardando así ese trabajo y su difusión en la red. Ha sido necesario incorporar estos datos para evitar el abuso de copia de contenido sin citar las fuentes de origen de consulta. |
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