En el Madrid de cien años atrás se fraguaba la idea de construir un paso peatonal subterráneo con galería comercial en la plaza de Canalejas. La intención de aquel proyecto era descongestionar el tránsito de viandantes en una zona atestada de tráfico rodado.
La confluencia de la Carrera de San Jerónimo con las calles de Sevilla, de la Cruz y del Príncipe, en la antigua plaza de las Cuatro Calles, proporcionaba un caos de circulación poco regulado e incrementado a su vez por la afluencia de peatones. El arquitecto e ingeniero de Caminos D. José María Sáinz tenía la intención de acabar con ese problema ofreciendo al Ayuntamiento una solución elegante y rentable.
La rotonda “Reina Victoria”
Los primeros días de noviembre de 1916, en la sección “Panorama de Madrid” del periódico matutino La Nación, aparecía el siguiente titular:
En septiembre el arquitecto José María Sáinz, apoyado por el industrial santurziano D. Mauricio Albaniz Echevarría, había presentado al Ayuntamiento un proyecto de rotonda subterránea de dimensiones iguales a la plaza de Canalejas y con tres accesos a nivel. La galería circular dispondría de locales comerciales, oficinas, baños públicos y un café-bar.
Sin duda un proyecto interesante que pasamos a describir.
El proyecto
El radio interior de la galería circular citada sería de 22 metros y una altura 6,47 metros desde la rasante de la plaza hasta la solera.
Quedaría dividida en tres coronas: una exterior de 8 metros de ancho destinada a tiendas de lujo y oficinas; otra central de 6 metros de ancho para el uso de los peatones, y una interior de 6,50 metros con el mismo uso que la primera. La zona de café-bar ocuparía 153,75 m² bajo la calle de Sevilla.
Doce locales conformarían la corona exterior y cuatro la interior, con un aprovechamiento absoluto de la superficie.
Todo estaba pensado y adaptado con proporcionalidad al flujo de gente que transitaba a nivel, especialmente la que venía de la Puerta del Sol por la Carrera de San Jerónimo y desde Alcalá por la calle de Sevilla.
El acceso al paso subterráneo se haría por tres escaleras situadas en las zonas de mayor afluencia, siendo una de ellas de doble sentido. Estos accesos se ubicarían estratégicamente, obstaculizando lo menos posible la circulación en las aceras al utilizar 2 metros de ancho de los 5 existentes.
En este sentido, el autor del proyecto indicaba que ya se había cedido parte del ancho de las aceras sobre las calles de Alcalá y Sevilla para la instalación de sillas y mesas, “las primeras para el servicio visual de sus socios y las segundas para el despacho al aire libre”, por lo que no se incumpliría ninguna ordenanza.
Dos escaleras estarían situadas en las esquinas más próximas a la Carrera de San Jerónimo, con espacios reservados para puesto de flores y servicio de limpiabotas, respectivamente.
Una tercera se ubicaría en la esquina más próxima a la calle Sevilla, con espacio para los baños públicos.
En el centro de la plaza, y a modo de glorieta, se colocaría una imponente farola coincidente con el punto central de la rotonda subterránea. El plano de corte realizado por el arquitecto José María Sáinz sirve de referencia para ilustrar lo que contamos.
Para la construcción de la elegante galería circular se tenían en cuenta como opción dos materiales: el hormigón armado y el acero. Para cada uno de ellos se explicaban los pros y contras relacionados en todo caso con el tiempo de ejecución de la obra y la carga que hubiere de soportar la estructura. La utilización del hormigón armado no era conveniente debido al tiempo de fraguado, algo que retrasaría la ejecución de la construcción, que estaba prevista para la temporada estival por la menor afluencia de tráfico.
Utilizando uno u otro material, la bóveda sería plana, con vigas en cajón para las radiales y viguetas apoyadas en aquellas o sobre muros de ladrillo que servirían de división en la zona exterior. Entre el paramento exterior y los muros del recinto existiría una cámara para un colector circular y las cañerías de agua y electricidad, limitando así el radio de la rotonda a 22 metros.
En cuanto a la profundidad, era similar a los sótanos de los edificios de nueva construcción que circundaban la plaza, incluso menos profunda que las del entonces Banco Hispano-Americano, y no afectaban al alcantarillado, que pasaba 9,30 metros bajo nivel.
El problema de la ventilación, que resultaba escasa a pesar de los huecos de las tres escaleras, se solventaría con la instalación de un extractor “Sturtevant”, con tomas de aire instaladas en el techo y salida al exterior por la tubería hueca diseñada para tal fin dentro de la farola de superficie.
Para la iluminación se utilizarían elegantes candelabros de latón con dibujos modernistas. Al no poder colocarse un techo de cristal sobre el pavimento de la plaza, y siendo escasa la luz que penetraría por las escaleras, no quedaba otra opción que la utilización de luz eléctrica.
Vistos estos aspectos técnicos nos ocupamos ahora del elegante decorado, de un sencillo estilo renacentista francés, con poca pompa, para no restar importancia a la sólida estructura de hierro que conformaría la galería circular.
Galería peatonal
Los soportes de hierro estarían revestidos con columnas de 25 centímetros de diámetro en el fuste, capiteles formados por ménsulas unidas por guirnaldas y ábaco sencillo. Mismo modelo de columnas irían adosados a los muros divisorios de los locales.
Sobre estas columnas descansaría un arquitrabe y sobre él una moldura cóncava (escocia) de 2 metros de desarrollo, cortada por ménsulas a plomo de las columnas. Entre ménsulas se dividía la escocia en recuadros por pilastras figuradas y rosetones.
Todas las vigas irían revestidas, simulando un techo de artesonado con aspecto regio y elegante.
Locales y oficinas
Como hemos comentado, en los muros divisorios de los locales irían las columnas. También estarían ellas en la fachada de cada tienda, quedando una parte para escaparate y la otra para escaparate y puerta de entrada. Además, otra de estas columnas estaría situada en el centro de cada local.
Los escaparates serían de madera, vistosos y elegantes, al estilo propio de aquella época.
En el caso del gran local destinado a café-bar, en su fachada dobles puertas de madera de caoba y tiradores de latón. A lo largo de todas las paredes zócalo de caoba, espejos sencillos de 1,50 metros de altura y decoraciones con motivos alusivos. Las columnas se revestirían de madera fina y en los techos un precioso artesonado combinando las vigas de hierro con otras figuradas, buscando simetría.
Escaleras
Los muros de las escaleras de servicio estarían decoradas con cerámicos similares a los que hoy podemos ver, por ejemplo, en la estación de Metro de Tirso de Molina. El resto de paredes tratadas al estuco y figurando mármol blanco.
Los peldaños y mesetas serían de mármol blanco de Italia, de 4 centímetros de ancho en las huellas y 2 en los frentes. Las barandillas de hierro forjado, con elegantes incrustaciones de bronce y las columnas con capiteles jónicos, circulares desde su base.
Baños, salón limpiabotas y puestos de flores
Todas las paredes de estos locales, así como los techos, irían revestidos de azulejos blancos, con pequeñas cenefas y collarines de color. Se contaría con los más modernos y funcionales sanitarios.
En general, toda la decoración de la rotonda y sus locales se realizaría en blanco.
Presupuesto
Llegados a este punto es interesante conocer el coste de tan singular obra. Para ello debemos considerar que en esos años parte de Europa estaba sumida en la terrible Gran Guerra, por lo que los precios de algunos materiales se habían encarecido. En este sentido, resulta curioso saber que a pesar del conflicto bélico, se construían en Madrid muchos edificios particulares. Y es que existía un pensamiento positivo que se prolongó en el tiempo hasta el final de la contienda; así, era muy frecuente leer el siguiente comentario que acompañaba a cualquier actuación: “El conflicto europeo felizmente no puede prolongarse mucho”.
Parece que todos olvidaban el gasto interior que provocaba la guerra de Marruecos, en la que se llevaban gastados más de 700 millones de pesetas. Ese asunto fue motivo de discusión en la sesión del Congreso del 4 de noviembre de hace cien años, durante el estudio del Presupuesto extraordinario presentado por el Gobierno.
En el caso de la rotonda, algunos materiales se habían valorada al alza para prevenir esa inestabilidad en los precios. Para las vigas y viguetas se había signado un valor de 550 pesetas por tonelada de acero; cantidad baja en relación al fluctuante coste de mercado.
En resumen, el presupuesto de ejecución material ascendía a 787.677,57 pesetas, y el de contrata a 905.829,21. Esta última cifra se deducía de igual forma que en los presupuestos de obras del Estado, añadiendo un 15% al presupuesto de ejecución material que comprendía un 1% de imprevistos, 5% por dirección y administración, y el 9% de beneficio industrial.
La solicitud al Ayuntamiento
A finales de septiembre de 1916 se entregaba al Ayuntamiento toda la información del proyecto conforme a los requeridos para obras del Estado. Estos eran: Memoria, planos, pliegos de condiciones y presupuesto. Se aclaraba en la Memoria la denominación de la rotonda:
Firmaba el proyecto el arquitecto José María Sáinz y era entregado al Ayuntamiento por el industrial santurziano D. Mauricio Albaniz Echevarría, quien solicitaba la concesión y pedía se le otorgase la explotación durante cincuenta años del arriendo de los locales dedicados a tiendas y oficinas. Pasado ese tiempo la rotonda pasaría a ser propiedad del Municipio.
El arquitecto José María Sáinz explicaba en la Revista de Obras Públicas [(LXIV) 2.140, pp. 495-500. Madrid, 1916] la finalidad del proyecto:
El Ayuntamiento de Madrid no aceptará y el proyecto pasará al olvido. La idea de una rotonda subterránea parecía no tener interés a pesar de su práctica utilidad.
Sólo hubo una crítica a la actuación del Ayuntamiento; provenía del único medio que puso interés en dar a conocer el proyecto, el ya citado periódico La Nación. Decía una nota de la redacción:
Por otra parte, y a tenor de una entrevista que le realiza para Nuevo Mundo el periodista José María Carretero Novillo (“El Caballero Audaz”), parece que el alcalde tiene a la plaza de Canalejas entre ceja y ceja:
Y así quedaron las cosas.
Años más tarde, a finales de octubre de 1957, se anunciaba el proyecto de estacionamiento subterráneo en la calle Sevilla y Plaza de Canalejas. Se pasaba de la descongestión de peatones a la del alivio para el tráfico rodado.
Como es obvio, nunca se llevó a cabo la construcción del paso peatonal subterráneo y galería comercial diseñados al estilo de la época; pero existió la idea, que era buena, y en parte representaba la añoranza por aquellos paseos comerciales caídos en desuso, como los pasajes Iris, de Matheu, de San Felipe o el de Murga, entre otros.
Madrid pintoresco donde los poderes públicos decidían y deciden qué se hace, y lo peor… qué se destruye.
La confluencia de la Carrera de San Jerónimo con las calles de Sevilla, de la Cruz y del Príncipe, en la antigua plaza de las Cuatro Calles, proporcionaba un caos de circulación poco regulado e incrementado a su vez por la afluencia de peatones. El arquitecto e ingeniero de Caminos D. José María Sáinz tenía la intención de acabar con ese problema ofreciendo al Ayuntamiento una solución elegante y rentable.
La rotonda “Reina Victoria”
Los primeros días de noviembre de 1916, en la sección “Panorama de Madrid” del periódico matutino La Nación, aparecía el siguiente titular:
En septiembre el arquitecto José María Sáinz, apoyado por el industrial santurziano D. Mauricio Albaniz Echevarría, había presentado al Ayuntamiento un proyecto de rotonda subterránea de dimensiones iguales a la plaza de Canalejas y con tres accesos a nivel. La galería circular dispondría de locales comerciales, oficinas, baños públicos y un café-bar.
Sin duda un proyecto interesante que pasamos a describir.
El proyecto
El radio interior de la galería circular citada sería de 22 metros y una altura 6,47 metros desde la rasante de la plaza hasta la solera.
Quedaría dividida en tres coronas: una exterior de 8 metros de ancho destinada a tiendas de lujo y oficinas; otra central de 6 metros de ancho para el uso de los peatones, y una interior de 6,50 metros con el mismo uso que la primera. La zona de café-bar ocuparía 153,75 m² bajo la calle de Sevilla.
Doce locales conformarían la corona exterior y cuatro la interior, con un aprovechamiento absoluto de la superficie.
Plano de planta de la rotonda © CICCP-ROP (LXIV) 214, 1916 © 2016 Eduardo Valero García-HUM 016-001 PLAZALEJAS © 2016 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Todo estaba pensado y adaptado con proporcionalidad al flujo de gente que transitaba a nivel, especialmente la que venía de la Puerta del Sol por la Carrera de San Jerónimo y desde Alcalá por la calle de Sevilla.
El acceso al paso subterráneo se haría por tres escaleras situadas en las zonas de mayor afluencia, siendo una de ellas de doble sentido. Estos accesos se ubicarían estratégicamente, obstaculizando lo menos posible la circulación en las aceras al utilizar 2 metros de ancho de los 5 existentes.
En este sentido, el autor del proyecto indicaba que ya se había cedido parte del ancho de las aceras sobre las calles de Alcalá y Sevilla para la instalación de sillas y mesas, “las primeras para el servicio visual de sus socios y las segundas para el despacho al aire libre”, por lo que no se incumpliría ninguna ordenanza.
Dos escaleras estarían situadas en las esquinas más próximas a la Carrera de San Jerónimo, con espacios reservados para puesto de flores y servicio de limpiabotas, respectivamente.
Una tercera se ubicaría en la esquina más próxima a la calle Sevilla, con espacio para los baños públicos.
Situación de las escaleras según el plano sobre fotografía panorámica actual © Archivo HUM © 2016 Eduardo Valero García-HUM 016-001 PLAZALEJAS © 2016 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
En el centro de la plaza, y a modo de glorieta, se colocaría una imponente farola coincidente con el punto central de la rotonda subterránea. El plano de corte realizado por el arquitecto José María Sáinz sirve de referencia para ilustrar lo que contamos.
Plano de corte de estructura y ubicación de la rotonda © CICCP-ROP (LXIV) 214, 1916 © 2016 Eduardo Valero García-HUM 016-001 PLAZALEJAS © 2016 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Para la construcción de la elegante galería circular se tenían en cuenta como opción dos materiales: el hormigón armado y el acero. Para cada uno de ellos se explicaban los pros y contras relacionados en todo caso con el tiempo de ejecución de la obra y la carga que hubiere de soportar la estructura. La utilización del hormigón armado no era conveniente debido al tiempo de fraguado, algo que retrasaría la ejecución de la construcción, que estaba prevista para la temporada estival por la menor afluencia de tráfico.
Utilizando uno u otro material, la bóveda sería plana, con vigas en cajón para las radiales y viguetas apoyadas en aquellas o sobre muros de ladrillo que servirían de división en la zona exterior. Entre el paramento exterior y los muros del recinto existiría una cámara para un colector circular y las cañerías de agua y electricidad, limitando así el radio de la rotonda a 22 metros.
En cuanto a la profundidad, era similar a los sótanos de los edificios de nueva construcción que circundaban la plaza, incluso menos profunda que las del entonces Banco Hispano-Americano, y no afectaban al alcantarillado, que pasaba 9,30 metros bajo nivel.
El problema de la ventilación, que resultaba escasa a pesar de los huecos de las tres escaleras, se solventaría con la instalación de un extractor “Sturtevant”, con tomas de aire instaladas en el techo y salida al exterior por la tubería hueca diseñada para tal fin dentro de la farola de superficie.
Cortesía de www.gracesguide.co.uk/Sturtevant_Engineering_Co |
Para la iluminación se utilizarían elegantes candelabros de latón con dibujos modernistas. Al no poder colocarse un techo de cristal sobre el pavimento de la plaza, y siendo escasa la luz que penetraría por las escaleras, no quedaba otra opción que la utilización de luz eléctrica.
Vistos estos aspectos técnicos nos ocupamos ahora del elegante decorado, de un sencillo estilo renacentista francés, con poca pompa, para no restar importancia a la sólida estructura de hierro que conformaría la galería circular.
Galería peatonal
Los soportes de hierro estarían revestidos con columnas de 25 centímetros de diámetro en el fuste, capiteles formados por ménsulas unidas por guirnaldas y ábaco sencillo. Mismo modelo de columnas irían adosados a los muros divisorios de los locales.
Sobre estas columnas descansaría un arquitrabe y sobre él una moldura cóncava (escocia) de 2 metros de desarrollo, cortada por ménsulas a plomo de las columnas. Entre ménsulas se dividía la escocia en recuadros por pilastras figuradas y rosetones.
Todas las vigas irían revestidas, simulando un techo de artesonado con aspecto regio y elegante.
Locales y oficinas
Como hemos comentado, en los muros divisorios de los locales irían las columnas. También estarían ellas en la fachada de cada tienda, quedando una parte para escaparate y la otra para escaparate y puerta de entrada. Además, otra de estas columnas estaría situada en el centro de cada local.
Los escaparates serían de madera, vistosos y elegantes, al estilo propio de aquella época.
En el caso del gran local destinado a café-bar, en su fachada dobles puertas de madera de caoba y tiradores de latón. A lo largo de todas las paredes zócalo de caoba, espejos sencillos de 1,50 metros de altura y decoraciones con motivos alusivos. Las columnas se revestirían de madera fina y en los techos un precioso artesonado combinando las vigas de hierro con otras figuradas, buscando simetría.
Escaleras
Los muros de las escaleras de servicio estarían decoradas con cerámicos similares a los que hoy podemos ver, por ejemplo, en la estación de Metro de Tirso de Molina. El resto de paredes tratadas al estuco y figurando mármol blanco.
Los peldaños y mesetas serían de mármol blanco de Italia, de 4 centímetros de ancho en las huellas y 2 en los frentes. Las barandillas de hierro forjado, con elegantes incrustaciones de bronce y las columnas con capiteles jónicos, circulares desde su base.
Baños, salón limpiabotas y puestos de flores
Todas las paredes de estos locales, así como los techos, irían revestidos de azulejos blancos, con pequeñas cenefas y collarines de color. Se contaría con los más modernos y funcionales sanitarios.
En general, toda la decoración de la rotonda y sus locales se realizaría en blanco.
Presupuesto
Llegados a este punto es interesante conocer el coste de tan singular obra. Para ello debemos considerar que en esos años parte de Europa estaba sumida en la terrible Gran Guerra, por lo que los precios de algunos materiales se habían encarecido. En este sentido, resulta curioso saber que a pesar del conflicto bélico, se construían en Madrid muchos edificios particulares. Y es que existía un pensamiento positivo que se prolongó en el tiempo hasta el final de la contienda; así, era muy frecuente leer el siguiente comentario que acompañaba a cualquier actuación: “El conflicto europeo felizmente no puede prolongarse mucho”.
Parece que todos olvidaban el gasto interior que provocaba la guerra de Marruecos, en la que se llevaban gastados más de 700 millones de pesetas. Ese asunto fue motivo de discusión en la sesión del Congreso del 4 de noviembre de hace cien años, durante el estudio del Presupuesto extraordinario presentado por el Gobierno.
En el caso de la rotonda, algunos materiales se habían valorada al alza para prevenir esa inestabilidad en los precios. Para las vigas y viguetas se había signado un valor de 550 pesetas por tonelada de acero; cantidad baja en relación al fluctuante coste de mercado.
En resumen, el presupuesto de ejecución material ascendía a 787.677,57 pesetas, y el de contrata a 905.829,21. Esta última cifra se deducía de igual forma que en los presupuestos de obras del Estado, añadiendo un 15% al presupuesto de ejecución material que comprendía un 1% de imprevistos, 5% por dirección y administración, y el 9% de beneficio industrial.
La solicitud al Ayuntamiento
A finales de septiembre de 1916 se entregaba al Ayuntamiento toda la información del proyecto conforme a los requeridos para obras del Estado. Estos eran: Memoria, planos, pliegos de condiciones y presupuesto. Se aclaraba en la Memoria la denominación de la rotonda:
Y es que aquel año de 1916 se había cumplido el décimo aniversario de la boda trágica.“Propónese dar á esta obra la denominación Rotonda Reina Victoria, como homenaje de respeto y simpatía á nuestra Augusta Soberana.”
Firmaba el proyecto el arquitecto José María Sáinz y era entregado al Ayuntamiento por el industrial santurziano D. Mauricio Albaniz Echevarría, quien solicitaba la concesión y pedía se le otorgase la explotación durante cincuenta años del arriendo de los locales dedicados a tiendas y oficinas. Pasado ese tiempo la rotonda pasaría a ser propiedad del Municipio.
El arquitecto José María Sáinz explicaba en la Revista de Obras Públicas [(LXIV) 2.140, pp. 495-500. Madrid, 1916] la finalidad del proyecto:
El Ayuntamiento de Madrid no aceptará y el proyecto pasará al olvido. La idea de una rotonda subterránea parecía no tener interés a pesar de su práctica utilidad.
Sólo hubo una crítica a la actuación del Ayuntamiento; provenía del único medio que puso interés en dar a conocer el proyecto, el ya citado periódico La Nación. Decía una nota de la redacción:
Quizá la propuesta de construir una rotonda subterránea con galería comercial no era de interés para el alcalde, D. Martín Rosales Martel, duque de Almodóvar del Valle, pues su atención estaba puesta en la aprobación del empréstito municipal. El día 13 de noviembre, en Junta de asociados, se aprobaba por votación de 55 contra 18. El duque se mostró muy satisfecho y contento, igual que sus concejales y vocales asociados; sin embargo, pasaron los meses y nunca llevó a cabo el empréstito.“El autor del proyecto nos ha visitado, y nos manifestó que encuentra en el Ayuntamiento cierta resistencia, cuando él creía que todo serían facilidades.
Comprendemos que se examinen las condiciones técnicas y se hagan las advertencias que justificadamente se deban hacer; pero sería muy de lamentar que se insistiese en (…) sistema de pequeños obstáculos que caracterizan á la Casa de la Villa, y que conducen á aburrir á todo el que á ella se acerca sin una eficaz recomendación, aunque vaya con tan recomendable propósito como es éste de hacer un bien á Madrid sin que cueste dinero.”
Por otra parte, y a tenor de una entrevista que le realiza para Nuevo Mundo el periodista José María Carretero Novillo (“El Caballero Audaz”), parece que el alcalde tiene a la plaza de Canalejas entre ceja y ceja:
En la siguiente imagen, del fotógrafo Caballero, vemos al estirado alcalde inspeccionando unas obras en 1916.“Periodista: —¿Entonces, ya hay que desistir de la prolongación de la calle de Sevilla hasta la de la Magdalena?
Alcalde: —En absoluto... En vez de la Gran Vía debió hacerse esa reforma, pero ya la plaza de Canalejas la ha matado por completo... Mi idea al ensanchar y prolongar la calle de Jovellanos es precisamente iniciar una calle ancha que, después, continuada por San Agustín puede ir a parar a la Ronda de Embajadores y por medio de ella poner en comunicación los barrios bajos con el centro de la población.”
Y así quedaron las cosas.
Años más tarde, a finales de octubre de 1957, se anunciaba el proyecto de estacionamiento subterráneo en la calle Sevilla y Plaza de Canalejas. Se pasaba de la descongestión de peatones a la del alivio para el tráfico rodado.
Como es obvio, nunca se llevó a cabo la construcción del paso peatonal subterráneo y galería comercial diseñados al estilo de la época; pero existió la idea, que era buena, y en parte representaba la añoranza por aquellos paseos comerciales caídos en desuso, como los pasajes Iris, de Matheu, de San Felipe o el de Murga, entre otros.
Madrid pintoresco donde los poderes públicos decidían y deciden qué se hace, y lo peor… qué se destruye.
Fotografía: cortesía de unserenotransitandolaciudad.com |
Bibliografía | ||||||
Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor. En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2016) "La Rotonda Reina Victoria de la Plaza de Canalejas. Madrid, 1916", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325 [VER: "Uso del Contenido"] • Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación. • En todas las citas se ha conservado la ortografía original. • De las imágenes:Muchas de las fotografías y otras imágenes contenidas en este artículo son de dominio público y correspondientes a los archivos de la Biblioteca Nacional de España, Ministerio de Cultura, Archivos municipales y otras bibliotecas y archivos extranjeros. En varios casos corresponden a los archivos personales del autor-editor de Historia Urbana de Madrid. La inclusión de la leyenda "Archivo HUM", y otros datos, identifican las imágenes como fruto de las investigaciones y recopilaciones realizadas para los contenidos de Historia Urbana de Madrid, salvaguardando así ese trabajo y su difusión en la red. Ha sido necesario incorporar estos datos para evitar el abuso de copia de contenido sin citar las fuentes de origen de consulta. |
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Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325
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