Desde el selecto mundo de la gallofería madrileña de principios del siglo XX, nos llega el retrato amable de D. Julián García y Sánchez, alias “Cienhigos”; actor, literato, comediógrafo y limpiabotas. Otro de esos golfos con historia que animaban las calles de Madrid, como lo hiciera -entre otros-, el recordado borracho Garibaldi con sus arengas.
De todo ese universo pintoresco que cabalgó entre el XIX y el XX, destacaba este personaje coronado por Thalía y Melpómene que había nacido en Madrid y - según nuestra investigación-, habitaba la calle Sombrerete. Vivió en la villa y corte siempre; al menos él y un conde.
El fotógrafo Cortés lo retrataba hace cien años y la prensa lo citaba siempre; porque Cienhigos era el rey golfo de la tragicomedia, en sus obras literarias y en la vida misma. Muchas veces comparado con políticos, comediantes y escritores, se le otorgaba la virtud de ser superior a ellos por su insensatez, más sensata que la de los otros. Para algunos, Cienhigos era un filósofo.
Así, cuando en 1920 sentenciaron a Miguel de Unamuno a dieciséis años de prisión por injurias al rey, un periodista chistoso comentó:
Desafortunada criatura: actor en los escenarios del teatro y de la vida; poeta incomprendido; insigne hombre de las letras encerrado en la figura de un limpiabotas. Un portento del teatro madrileño ensombrecido por las envidias (según él) o los rigores del infortunio (según nuestra deducción).
Julián no era tonto sino crédulo; carecía de cualquier tipo de picardía y sus sentimientos eran nobles.
Como la mayoría de los golfos, ahogaba sus miserias en alcohol. Si bien el loco Garibaldi lo hacía con morapio, Cienhigos prefería libar aguardiente… y se notaba en su voz, y su perfume.
Siempre se lo veía por las calles del centro, paseando su caja de betunes y un manuscrito bajo el brazo. Figura casi grotesca, en fisonomía y andares, frecuentaba los Cafés donde se reunía la gente de teatro. Y a las puertas se ponía esperando algún “servicio” para limpiar botas o contar los altibajos de su última obra. Uno de estos templos era el Café Suizo, y su catedral el Café de Levante, donde la peña de Jacinto Benavente le ensalzaba.
Su fama callejera había comenzado en las verjas de la antigua Casa de la Moneda, cuando era un golfillo. Luchando contra las inclemencias del tiempo en el diciembre madrileño, y sufriendo el madrugón, un joven Cienhigos ocupaba los primeros puestos en la fila de los asistentes al sorteo del “Gordo”. Así se sacaba el aguinaldo, vendiendo su puesto por cuatro perras. Y también el alimento, acomodándose en la fila de los que recibían comida caliente donada por la entrañable marquesa de Squilache.
Con el tiempo, el artista del abrillantado trabajó de comediante en la Compañía de Chicote y Loreto, y allí se ganó la simpatía del público y las tiples. A la propia Loreto Prado le caía en gracia; algo que no gustaba a D. Enrique Chicote, quien lo puso de patitas en la calle.
Desde entonces Cienhigos dedicó su vida al arte de embetunar, limpiando, fijando y dando esplendor a cuantos zapatos paseaban la villa y corte. Y entre el frotar y dar al palique, el hombre de su Siglo del betún iba fraguando en la mente poesías, sainetes y obras de teatro.
A los “clientes” del mundo teatral los trataba de compañeros.
Poeta ortográficamente incorrecto
Cienhigos escribía a su manera, sin la menor consideración a las reglas ortográficas.
Censurar ese capricho del ilustrado personaje sería imperdonable. Nacido en un Madrid analfabeto, cómo no permitir esa licencia a un limpiabotas que sabía leer y escribir, y además creaba obras de teatro.
A este respecto, en la entrevista concedida al periodista Rogelio Pérez Olivares para Nuevo Mundo, Cienhigos decía:
Sin tan filosófica era su visión de la escritura, más profunda era su poesía:
Estrenos de Cienhigos
Hemos indagado sobre las obras teatrales de Cienhigos, que fueron varias, destacando dos, las más exitosas.
Pero antes de estas, el limpiabotas tragicómico había probado suerte en el Teatro Zorrilla ¹ con el drama en cinco cuadros titulado “Los golfos desamparados”. Tres de los cuadros quedaron inéditos, porque en el segundo el público ya había tenido suficiente. La obra estuvo en cartel una noche.
Era habitual que con las obras de Cienhigos se desarrollasen grandes trifulcas en los coliseos, pero las arcas se llenaban y la gente seguía acudiendo a sus estrenos, aunque permaneciesen en cartel una o dos noches.
En 1913 se criticaba la intervención de personajes populares en la producción teatral. Esto había creado una crisis en el sector debido a los autores de renombre, quienes, ante tamaño despropósito, daban la espalda al escenario.
En un artículo de El Pueblo, diario republicano de Valencia, de agosto de 1913, se hablaba de esa crisis y se citaba a Cienhigos, quien ya era famoso:
En el Circo Price
El día de los Inocentes de 1915 se estrena en el Circo Price la obra de Cienhigos titulada “El limpiabotas ambulante”. El autor hizo de actor principal, acompañado por Rebull y las señoritas Domingo y Girón.
El mismísimo Jacinto Benavente escribió unas cuartillas a modo de prólogo, leídas el día del estreno por Sofía Romero. Benavente presentaba al autor de la obra como un comediógrafo de tantos, con la diferencia –decía- “de que Cienhigos divierte y además sabe lustrar botas”.
Dicen que “El limpiabotas ambulante” hizo reír a la concurrencia, flor y nata del pueblo matritense que se acercó al coliseo de la Plaza del Rey para recibir la inocentada.
Aquella noche, entre vítores y aplausos, Cienhigos alcanzó la gloria y su testa se cubrió con una corona de laurel y ajos.
Entre los regalos recibidos se contaron varias cajas de betún, cestas de flores, y el tradicional bastón con puño de hueso del cocido, obsequiado por el famoso D. Pascurcio (personaje del que hablaremos en otro momento).
En el Coliseo de Lavapiés
El 16 de enero de 1920, a las ocho y media de la noche, el Coliseo de Lavapiés estrenaba la obra largamente titulada “Los amores de Paco me tienen extraviada o al fin triunfamos los tres o a los pies de usted”.
No era la primera vez que estrenaba en aquel teatro; ya lo había hecho con la tragicomedia "Hombre libre", que se representó una noche.
Pero en este nuevo estreno el teatro se quedó sin localidades en cuanto fue anunciado el cartel, que decía:
El limpiabotas estrenaba obra y además interpretaba un monólogo de su cosecha para regocijo del público.
Difícil es encontrar alguno de sus libretos. La obra de Julián García Sánchez quedó perdida en los confines del tiempo y hay pocas referencias sobre ella.
"El cocido en el alero"
Nunca llegó a estrenarse esta obra que, según comentaban algunos "compañeros", era magistral.
En la sección de teatro de El Mentidero de 1 de abril de 1922, se cita esta obra de Cienhigos en una crítica a la obra "La rubia del Far-West", de los señores Romero y Germán, estrenada en el Apolo.
Decía el periodista teatral:
Al menos, gracias a los periodistas de otros tiempos que integran el brillante equipo de Historia Urbana de Madrid, pudimos recuperar los refranes de Cienhigos.
Refranero
La iluminada mente del ínclito limpiabotas enriquecía -si cabe, aún más- el vasto refranero español con metamorfosis como estas:
“Más vale maña… que un té del conde”
“No por mucho madrugar… no verás pobres en las calles”
“A palabras tontas…, aplausos en la mayoría”
“Dime como «andas» y te diré quién eres” (éste lo dedicaba al conde de Romanones).
“A mal tiempo…, turrón, peladillas y algún que otro panecillo”
Muerte de un ilustre limpiabotas
El pueblo madrileño, y el mundo del teatro y las letras, entristecieron cuando todos los periódicos de la época publicaron la triste noticia del fallecimiento de Cienhigos.
Orgulloso subió al parnaso de la mano de Anatole France; porque el domingo 12 de octubre de 1924 los dos decidieron dejar de pensar. Anatole por el desgaste de la edad, Cienhigos por la tuberculosis que padecía desde hacía tiempo.
El Heraldo de Madrid publicó en portada una elegía al ilustre limpiabotas. La firmaba E. Ruiz de la Serna, quien decía en uno de sus párrafos:
Años antes, en 1915, con motivo del sonado estreno de “El betunero ambulante”, el periodista y escritor sevillano Rogelio Pérez Olivares había pensado en un epitafio para la tumba del glorioso limpiabotas:
Desde el cielo del poeta brillante que daba brillo, fauna pintoresca de otro Madrid igual de imperfecto, Cienhigos escribe cuartillas. Estrena cada noche, frente a un infinito público de estrellas, una obra bufa que bien puede llevar por título: El teatro de la vida..., o La vida es puro teatro.
De todo ese universo pintoresco que cabalgó entre el XIX y el XX, destacaba este personaje coronado por Thalía y Melpómene que había nacido en Madrid y - según nuestra investigación-, habitaba la calle Sombrerete. Vivió en la villa y corte siempre; al menos él y un conde.
“En Madrid viven dos vivos
Que parten los corazones.
El limpiabotas Cienhigos
Y el cojo de Romanones.”
J. García Sánchez “Cienhigos”, 1915
Retrato de "Cienhigos" Fotografía de Cortés. Madrid, 1915 ARCHIVO HUM © 2015 Eduardo Valero García-HUM 015-016 FOTOTECA © 2015 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
El fotógrafo Cortés lo retrataba hace cien años y la prensa lo citaba siempre; porque Cienhigos era el rey golfo de la tragicomedia, en sus obras literarias y en la vida misma. Muchas veces comparado con políticos, comediantes y escritores, se le otorgaba la virtud de ser superior a ellos por su insensatez, más sensata que la de los otros. Para algunos, Cienhigos era un filósofo.
Así, cuando en 1920 sentenciaron a Miguel de Unamuno a dieciséis años de prisión por injurias al rey, un periodista chistoso comentó:
“Lo que él escribe [Unamuno] lo puede escribir cualquiera: con un frasco de tinta, una pluma en buen uso y papel blanco delante, lo hace Cienhigos y queda como las propias rosas, ahora que Cienhigos tiene el suficiente talento para no escribir y no escribe esas cosas, porque dice que la vida de presidio no es para un turista como él.”
[El Mentidero, 19 de septiembre de 1920]
Desafortunada criatura: actor en los escenarios del teatro y de la vida; poeta incomprendido; insigne hombre de las letras encerrado en la figura de un limpiabotas. Un portento del teatro madrileño ensombrecido por las envidias (según él) o los rigores del infortunio (según nuestra deducción).
Julián García Sánchez "Cienhigos" Fotografía de Cortés. Madrid, 1915 ARCHIVO HUM © 2015 Eduardo Valero García-HUM 015-016 FOTOTECA © 2015 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Julián no era tonto sino crédulo; carecía de cualquier tipo de picardía y sus sentimientos eran nobles.
Como la mayoría de los golfos, ahogaba sus miserias en alcohol. Si bien el loco Garibaldi lo hacía con morapio, Cienhigos prefería libar aguardiente… y se notaba en su voz, y su perfume.
Siempre se lo veía por las calles del centro, paseando su caja de betunes y un manuscrito bajo el brazo. Figura casi grotesca, en fisonomía y andares, frecuentaba los Cafés donde se reunía la gente de teatro. Y a las puertas se ponía esperando algún “servicio” para limpiar botas o contar los altibajos de su última obra. Uno de estos templos era el Café Suizo, y su catedral el Café de Levante, donde la peña de Jacinto Benavente le ensalzaba.
Bohemios a la puerta del Café Suizo Fotografía de Goñi Nuevo Mundo, 1903. ARCHIVO HUM © 2015 Eduardo Valero García - HUM 015-016 FOTOTECA © 2015 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Su fama callejera había comenzado en las verjas de la antigua Casa de la Moneda, cuando era un golfillo. Luchando contra las inclemencias del tiempo en el diciembre madrileño, y sufriendo el madrugón, un joven Cienhigos ocupaba los primeros puestos en la fila de los asistentes al sorteo del “Gordo”. Así se sacaba el aguinaldo, vendiendo su puesto por cuatro perras. Y también el alimento, acomodándose en la fila de los que recibían comida caliente donada por la entrañable marquesa de Squilache.
Con el tiempo, el artista del abrillantado trabajó de comediante en la Compañía de Chicote y Loreto, y allí se ganó la simpatía del público y las tiples. A la propia Loreto Prado le caía en gracia; algo que no gustaba a D. Enrique Chicote, quien lo puso de patitas en la calle.
Loreto Pardo y Enrique Chicote en 1907 ARCHIVO HUM © 2015 Eduardo Valero García - HUM 015-016 FOTOTECA © 2015 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Desde entonces Cienhigos dedicó su vida al arte de embetunar, limpiando, fijando y dando esplendor a cuantos zapatos paseaban la villa y corte. Y entre el frotar y dar al palique, el hombre de su Siglo del betún iba fraguando en la mente poesías, sainetes y obras de teatro.
A los “clientes” del mundo teatral los trataba de compañeros.
Cienhigos con el periodista Rogelio Pérez Olivares. Fotografía de Cortés. Madrid, 1915 ARCHIVO HUM © 2015 Eduardo Valero García-HUM 015-016 FOTOTECA © 2015 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Poeta ortográficamente incorrecto
Cienhigos escribía a su manera, sin la menor consideración a las reglas ortográficas.
Censurar ese capricho del ilustrado personaje sería imperdonable. Nacido en un Madrid analfabeto, cómo no permitir esa licencia a un limpiabotas que sabía leer y escribir, y además creaba obras de teatro.
A este respecto, en la entrevista concedida al periodista Rogelio Pérez Olivares para Nuevo Mundo, Cienhigos decía:
“El genio es libre. Tiene vuelos de águila caudal. Pretender sujetarlo a la estrechez de unas de unas reglas mezquinas, es lo mismo que intentar esconder la luz del sol en un sombrero.
Si yo escribo verbigracia: “¡Dios mío!”, lo mismo da que lo ponga con h que sin ella. Sobre que yo sé donde ponérsela, cosa que no sabrán muchos seguramente.”
Sin tan filosófica era su visión de la escritura, más profunda era su poesía:
"Mañana no habrá repique,
que se ha muerto el sacristán
que se llamaba Felipe."
Estrenos de Cienhigos
Hemos indagado sobre las obras teatrales de Cienhigos, que fueron varias, destacando dos, las más exitosas.
Pero antes de estas, el limpiabotas tragicómico había probado suerte en el Teatro Zorrilla ¹ con el drama en cinco cuadros titulado “Los golfos desamparados”. Tres de los cuadros quedaron inéditos, porque en el segundo el público ya había tenido suficiente. La obra estuvo en cartel una noche.
¹ No queda claro si “Los golfos desamparados” fue representada en el Teatro Zorrilla de Valladolid, puesto que el intrépido limpiabotas intentó estrenar en otros lugares, como Tarancón y en Colmenar de Oreja.
Era habitual que con las obras de Cienhigos se desarrollasen grandes trifulcas en los coliseos, pero las arcas se llenaban y la gente seguía acudiendo a sus estrenos, aunque permaneciesen en cartel una o dos noches.
En 1913 se criticaba la intervención de personajes populares en la producción teatral. Esto había creado una crisis en el sector debido a los autores de renombre, quienes, ante tamaño despropósito, daban la espalda al escenario.
En un artículo de El Pueblo, diario republicano de Valencia, de agosto de 1913, se hablaba de esa crisis y se citaba a Cienhigos, quien ya era famoso:
“Antes, en la república de las bellas artes, los escritores constituían una especie de aristocracia; ahora se ha socializado tanto esta profesión que no es extraño ver cómo la hacen compatible con la suya los mondongueros, los guardias municipales y hasta los respetables limpiabotas ¿Quién no conoce en Madrid al eximio Cienhigos? En el cajón, entre los betunes, lleva unas comedias magníficas que suele leer a sus clientes… A Jacinto Benavente le ha colocado todo el repertorio… Benavente le protege.”
En el Circo Price
El día de los Inocentes de 1915 se estrena en el Circo Price la obra de Cienhigos titulada “El limpiabotas ambulante”. El autor hizo de actor principal, acompañado por Rebull y las señoritas Domingo y Girón.
El mismísimo Jacinto Benavente escribió unas cuartillas a modo de prólogo, leídas el día del estreno por Sofía Romero. Benavente presentaba al autor de la obra como un comediógrafo de tantos, con la diferencia –decía- “de que Cienhigos divierte y además sabe lustrar botas”.
Dicen que “El limpiabotas ambulante” hizo reír a la concurrencia, flor y nata del pueblo matritense que se acercó al coliseo de la Plaza del Rey para recibir la inocentada.
Aquella noche, entre vítores y aplausos, Cienhigos alcanzó la gloria y su testa se cubrió con una corona de laurel y ajos.
Entre los regalos recibidos se contaron varias cajas de betún, cestas de flores, y el tradicional bastón con puño de hueso del cocido, obsequiado por el famoso D. Pascurcio (personaje del que hablaremos en otro momento).
En el Coliseo de Lavapiés
El 16 de enero de 1920, a las ocho y media de la noche, el Coliseo de Lavapiés estrenaba la obra largamente titulada “Los amores de Paco me tienen extraviada o al fin triunfamos los tres o a los pies de usted”.
No era la primera vez que estrenaba en aquel teatro; ya lo había hecho con la tragicomedia "Hombre libre", que se representó una noche.
Pero en este nuevo estreno el teatro se quedó sin localidades en cuanto fue anunciado el cartel, que decía:
"Gran velada, homenaje al notable dramaturgo y brillante limpiabotas Julián García (Cienhigos), en la noche del 16 de enero de 1920."
El limpiabotas estrenaba obra y además interpretaba un monólogo de su cosecha para regocijo del público.
Orden de la velada.1º Sinfonía.2º El entremés de Julián García (Cienhigos) denominado Hombre libre (reestreno), representado por la Srta. Liz, Sra. Armendáriz y el Sr. D. Francisco Rodríguez.3º El monólogo del popular Cienhigos, “La suerte del dominó”, interpretado por su autor.4º Estreno del emocionante drama, de palpitante actualidad, en un acto y varios cuadros, original del eximio e ilustrado Julián (Cienhigos), obra postuma, pues rompe las plumas para coger el cajón de la crema, titulado “Al fin triunfamos los tres”. ¡Gran suceso! ¡El suceso del mes!
Difícil es encontrar alguno de sus libretos. La obra de Julián García Sánchez quedó perdida en los confines del tiempo y hay pocas referencias sobre ella.
"El cocido en el alero"
Nunca llegó a estrenarse esta obra que, según comentaban algunos "compañeros", era magistral.
En la sección de teatro de El Mentidero de 1 de abril de 1922, se cita esta obra de Cienhigos en una crítica a la obra "La rubia del Far-West", de los señores Romero y Germán, estrenada en el Apolo.
Decía el periodista teatral:
"Pero sí hemos de dar a la publicidad unos cantables que demostrarán a todos la inmensa injusticia que se cometió con Cienhigos cuando no se quiso estrenar su magnífica obra titulada El cocido en el alero."
Al menos, gracias a los periodistas de otros tiempos que integran el brillante equipo de Historia Urbana de Madrid, pudimos recuperar los refranes de Cienhigos.
Refranero
La iluminada mente del ínclito limpiabotas enriquecía -si cabe, aún más- el vasto refranero español con metamorfosis como estas:
“Más vale maña… que un té del conde”
“No por mucho madrugar… no verás pobres en las calles”
“A palabras tontas…, aplausos en la mayoría”
“Dime como «andas» y te diré quién eres” (éste lo dedicaba al conde de Romanones).
“A mal tiempo…, turrón, peladillas y algún que otro panecillo”
Muerte de un ilustre limpiabotas
El pueblo madrileño, y el mundo del teatro y las letras, entristecieron cuando todos los periódicos de la época publicaron la triste noticia del fallecimiento de Cienhigos.
Orgulloso subió al parnaso de la mano de Anatole France; porque el domingo 12 de octubre de 1924 los dos decidieron dejar de pensar. Anatole por el desgaste de la edad, Cienhigos por la tuberculosis que padecía desde hacía tiempo.
El Heraldo de Madrid publicó en portada una elegía al ilustre limpiabotas. La firmaba E. Ruiz de la Serna, quien decía en uno de sus párrafos:
“¡Pobre «Cienhigos»! Muchos grafómanos te deben—además de algunos «servicios»—una alta lección: la de que aunque se haya estrenado un drama conviene aprender a limpiar botas..., por si acaso.
¡Adiós, «Cienhigos»! Al saber que te has ido al tiempo mismo que Anatole France, no puedo menos de imaginarte, con tu traza deforme, tu caja de betunes y tu manuscrito de siempre corriendo tras la sombra gloriosa para alcanzar al maestro y, dándole una palmadita en el hombro, decirle con tu voz aguardentosa y carraspeante:
-¡Hola, compañero!”
Años antes, en 1915, con motivo del sonado estreno de “El betunero ambulante”, el periodista y escritor sevillano Rogelio Pérez Olivares había pensado en un epitafio para la tumba del glorioso limpiabotas:
“En los cuarteles de tu escudo pondremos los símbolos de tu nobleza, que serán: una pluma rampante en campo de oro y una caja de «Eureka» lisada, con el lema siguiente: «Artes, ciencias, literatura: este Julián García Sánchez, vuestro preclaro cultivador, fué más que ninguno esplendor y lustre del atormentado oficio. Fué la crema brillante.»”
Cienhigos escribiendo "El cocido en el alero" Fotografía de Cortés. Madrid, 1915 ARCHIVO HUM © 2015 Eduardo Valero García-HUM 015-016 FOTOTECA © 2015 Historia Urbana de Madrid ISSN 2444-1325 |
Desde el cielo del poeta brillante que daba brillo, fauna pintoresca de otro Madrid igual de imperfecto, Cienhigos escribe cuartillas. Estrena cada noche, frente a un infinito público de estrellas, una obra bufa que bien puede llevar por título: El teatro de la vida..., o La vida es puro teatro.
Bibliografía | ||||||
En la investigación sobre la vida y obra de Julián García Sánchez "Cienhigos" hemos contado con la narración de quienes lo conocieron y de quienes lo recordaron después de su fallecimiento. Entre unos y otros no varían en absoluto los detalles de su historia, por lo que podemos asegurar que no hemos contado una leyenda sino la biografía incompleta de uno de los pintorescos golfos que vivió en Madrid. En 1910 comienza a aparecer "Cienhigos" en los periódicos, sea como noticia o simple referencia. Periodistas como Ruiz de la Serna y Pérez Olivares, ya citados, y otros anónimos, escribían sobre el limpiabotas en La Correspondencia de España, Nuevo Mundo, Heraldo de Madrid, La Época, El Imparcial, The kon leche, La Acción, El Mentidero, El Día, La Nación, entre otros periódicos de la época; fuente de consulta todos ellos. García Parra, Julián. (1916) El Betunero ambulante: sainete cómico-dramático en un acto y en prosa de Julián García "Cien Higos". Editor: R. Velasco. Existe ejemplar impreso en la Biblioteca Nacional de España Registro del catálogo: El Betunero ambulante [Texto impreso] : sainete cómico-dramático en un acto y en prosa García Parra, Julián Editor: R. Velasco Fecha de pub: 1916 Páginas: 16 p.; 8º mlla. (21 cm) Info de item: 1 ejemplar disponible en Sede de Recoletos. Fondos: Sede de Recoletos: T/22681 Código de barras: 1459182-1001 Tipo de préstamo: Fondo antiguo (anterior a 1958) Localización: Sala Cervantes En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2015) "Fototeca: "Cienhigos", literato y limpiabotas", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ · Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación. · En todas las citas se ha conservado la ortografía original. |
© 2015 Eduardo Valero García - HUM 015-016 FOTOTECA
ISSN 2444-1325
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