sábado, 18 de abril de 2015

Monumento a Pérez Galdós. Parte 2: 1918, Victorio Macho

"En aquella época juvenil conocí a Galdós. El fue para mí un motivo más de aliento y orgullo, porque don Benito me quiso como a un nieto. Es tan interesante como oportuno decir aquí que el glorioso escritor era tan sencillo como los campesinos de mi Patria, y muchas veces me lo recordaba al contemplarle; sólo a través de su frente y su mirada homérica se percibían los destellos de su genio creador." [1]



Finalizaba la primera parte de Monumento a Pérez Galdós en "San Quintín", residencia de Galdós en Santander. Allí nacerá la idea del monumento del Parque de El Retiro, pero no como un proyecto sino como sentimiento del cariño profesado por el joven escultor Victorio Macho hacia el glorioso Galdós, a quien solía llamar "abuelo".
"En época ya remota de mi juventud hice el busto de Galdós. Iba por las mañanas a su finca de San Quintín, junto a la playa de la Magdalena, frente a la bella bahía santanderina y el fondo arcádico de la entrada del río Cubas." [2]

Aquella "época ya remota" en la que en sus "Memorias" Victorio Macho ubica en el tiempo la ejecución del busto bien podría ser las postrimerías del año 1914 o el inicio de 1915. La amistad de Galdós y Macho había comenzado en Santander, cuando estalló la primera guerra mundial.
Quizá en mayo o principios de junio de 1915, Macho da por finalizada la escultura y la envía desde Santander a Madrid, donde se encontraba Galdós. El escritor contesta a Macho alabando la obra, la califica de admirable, y le avisa que iba a ser publicada en portada de la revista "La Esfera", para darle la importancia que merecía. Y así fue; en el número del 12 de junio aparecerá en portada, y a todo color, el busto de Galdós realizado por Macho en "San Quintín".




El joven escultor atenderá los deseos de Galdós y viajará a Madrid; para ello modelará varios bustos que le pagarán a plazos, y al lograr reunir la triste suma de 500 pesetas se embarcará en un vagón de tercera clase rumbo a la Villa y Corte.
"Volví a ver al glorioso anciano, quien me cobró sincero cariño y a quien pagué con una fidelidad de mastín castellano metamorfoseado en artista. Fue tan generoso y paternal conmigo, que si no aparecía por su hotel, redactaba a su criado una breve epístola diciéndome: «Amigo Macho, tenemos mucho de qué hablar.»" [2]
Poco después Victorio Macho se instalará en Madrid, en un estudio ubicado en la plaza de las Vistillas desde donde podía observar "el soberbio palacio Real, construido con esa bella piedra de Colmenar, que entona tan bien con la luz del cielo madrileño, y a la izquierda el maravilloso fondo del río Manzanares y la Casa de Campo, El Pardo y la sierra guadarramera." [2]

Desde allí se dirigía Macho a visitar a Galdós en su casa de Hilarión Eslava, donde era recibido por el egregio escritor sentado en su butacón, con las piernas cubiertas por una manta y fumando, siempre fumando. El humo del tabaco deslucía toda la estancia, dejando vislumbrar al fondo un ventanal de vidrieras emplomadas donde rezaba: "Ars, Natura, Veritas". Prescindiendo del tabaco, tanto la figura del anciano sedente como la leyenda formarán parte del monumento.


Consolidación de la idea del monumento
Cuenta Macho en sus "Memorias" que un día le visitó Ramírez Ángel para pedirle que asistiera con Galdós a la inauguración de la Editorial y Librería Mateu (Calle Marqués de Cubas, 3). Fue en ese lugar donde el propio Ramírez Ángel, los hermanos Quintero y González Blanco expusieron al escultor la idea de que el busto que había hecho en "San Quintín" lo hiciese a mayor tamaño para instalarlo en la Rosaleda de El Retiro.
Allí mismo se tomó la decisión de formar una comisión y abrir una suscripción para la realización del monumento. [Ver "Monumento a Pérez Galdós. Parte 1: 1918, la idea"]

La suscripción popular abierta por la Comisión ejecutiva estaba abocada a cubrir únicamente los gastos del material para el monumento. Victorio Macho no cobrará nada por la ejecución de la escultura. Se consideraba suficientemente pagado con la noble satisfacción de contribuir a perpetuar la memoria a Galdós rindiéndole homenaje a través de un monumento. Así, cuando apenas se había reunido la cantidad de mil pesetas, comenzó a trabajar en un pequeño taller junto a su casa-estudio de las Vistillas.

La Correspondencia de España del 15 de febrero decía en una noticia sobre el monumento:
"El admirable escultor Victorio Macho tiene ya modelado el busto del maestro glorioso, y lo cede generosamente, de modo que la cantidad que se necesita para realizar la idea-gastos de fundición y pedestal-es de muy pequeña importancia."


El estudio de Macho y Galdós
Como hemos comentado, la casa-estudio de Victorio Macho estaba ubicada en las Vistillas, (Plaza de Miró, número 3). El edificio aún existe y fue ocupado en 1920 por el pintor Ignacio Zuloaga, quien allí murió y fue velado en 1945. 


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UBICACIÓN
EN EL MAPA

El pintor y escritor Francisco Pompey escribe en enero de 1918 un artículo sobre arte en La Nación. Hace referencia a la obra de Victorio Macho y lo maravillado que queda al ver sus trabajos en el taller que el escultor tenía en Las Vistillas (según F. Pompey) o en "la cuesta de 'Javalquinto', cerca del viejo palacio de la duquesa de Alba. [...] Por el ventanal se ven las señoriales lejanías de El Pardo, la sierpe de plata del arroyo aprendíz de río y las nieves de la sierra" (según Emilio Carrere).

Esto relataba Pompey:
"Un boceto algo grande (pues tiene más de un metro) de la estatua que algún día se colocará en San Quintín, de don Benito Pérez Galdós, me ha mostrado el escultor palentino; el boceto fué hecho con el natural, tiene un gran parecido y puedo ser una estatua preciosa; el autor tuvo la gran idea de hacer este retrato-boceto estando don Benito sentado en un gran sillón de respaldo corto, que deja aisladas la espalda y la cabeza; las manos están unidas, indicando reposo y meditación. Como obra escultórica es de una sencillez de planos admirable, digna de comparación con aquellas figuras hieráticas de los egipcios, que tan divinamente supieron interpretar la tranquilidad del pensamiento."

Lo cierto es que la estatua se colocaría en El Retiro, y no en la finca de Santander, como relataba Pompey tan alegremente.

Pacto secreto
El joven escultor y el anciano novelista concertaron un pacto secreto por el que éste último visitaría al primero en su taller sin que nadie conociese el motivo. Unas pocas mañanas acudió Galdós en coche llevado por su asistente Paco Menéndez y posó para el escultor.
Macho y Paco acompañaban al anciano ciego hasta unas gradas donde se había sujetado un sillón y lo sentaban en postura similar a la del boceto en barro. Macho estudiaba las huesudas manos y la forma del rostro y cabeza de Galdós.
Un pacto secreto entre tres que tanto al escritor como al escultor les resultaba divertido.

Cuenta Victorio Macho que las dimensiones del boceto en barro hacía casi imposible el trabajo:
"... al no tener espacio para mi obra hube de tirar un tabique para poder girar la estatua, y en vista de que tampoco aquello me daba espacio suficiente para contemplarla, alquilé una carreta con cuatro bueyes, donde se montó la figura de Galdós en barro y allá fue removiéndose y deformándose en el camino hacia la carretera de Extremadura..." [3]

Y a la carretera de Extremadura se dirigió el carro con la réplica de Galdós en barro hasta el amplio taller que había alquilado el escultor asturiano Manuel Álvarez Laviada, residente en Madrid desde el año 1901.

Finalizado el boceto, Macho invitó a la Comisión ejecutiva del monumento para ver el resultado de lo que iba a ser la estatua de Galdós en Parque de El Retiro:
"... y cuando abrí las puertas de par en par se quedaron suspensos ante la estatua del glorioso escritor..." [3]

Boceto en barro del monumento realizado por Victorio Macho.
Fotografía de Salazar.
La Esfera, marzo de 1918

En la actualidad, el boceto en barro se encuentra en el Museo Victorio Macho, en "Roca Tarpeya", la casa que fue del escultor (Toledo). Tiene una inscripción: "Homenaje de admiración y cariño a Galdós. Hombre sencillo y genial escritor que honró en su amistad a Victorio Macho. 1917. Natura veritas".
El sitio Escultura y Arte nos ofrece una vista de la obra final.

esculturayarte.com (cc) 2009-2015

En marzo de aquel año, el escritor y periodista José García Mercadal describía el boceto en barro en un artículo para La Correspondencia de España:
"El boceto es admirable. Se ha huido en él de toda ridícula representación de motivos, pues D. Benito tiene valor propio bastante para que sea preciso rodearle de alegorías. Sentado en un sillón y cubiertas las piernas con una manta, según la postura habitual en su refugio de escritor, el patriarca de las letras españolas guarda una actitud de reposo, enlazadas sus manos sobre las piernas y alzada su cabeza, como si los ojos, velados por la ceguera, tratasen de seguir en el aire el desfile de las inmortales figuras creadas por su inteligencia.
No es un busto, como algunos, escribiendo un tanto ligeramente, han dicho, sino un monumento lo que la devoción de sus admiradores regalará al Ayuntamiento de Madrid en honor y para memoria del ilustre Galdós, en cuyos libros tantas páginas memorables pueden encontrase consagradas al pueblo de Madrid y a sus héroes. Y este monumento, al propio tiempo que enaltezca la figura de un escritor insigne, será tal que consagrará el valer de un artista que supo labrar en el silencio la excelsitud de su arte."

En efecto, como decía García Mercadal, en "su refugio de escritor" Galdós reposaba en postura casi idéntica a la reflejada por Macho en su obra. Prueba de ello son las siguientes fotografías, tomadas por Alfonso el 17 de abril de 1918. En una de ellas la afamada actriz Margarita Xirgu, gran amiga del escritor.






Pedro de Répide y el monumento
El 10 de agosto de 1918, Pedro de Répide rendirá homenaje a Pérez Galdós y ensalzará la altruista y sentida contribución de Victorio Macho. Lo hará en el artículo del diario republicano autonomista "El Progreso", titulado «La estatua de Galdós - El tributo de la piedra», y que reproducimos a continuación.



Répide ya había publicado en El Liberal de 28 de julio el mismo artículo pero más extenso. En él añadía referencias al monumento que de Joaquín Dicenta proyectaba el escultor Mateo Fernández de Soto.
Con el título «Dos monumentos - El tributo de la piedra y el homenaje del bronce», se sumaba el siguiente texto, ausente en el artículo de El Progreso:
"Como cumple al temperamento original y recio del autor del monumento funerario al doctor Llorente en el cementerio de San Isidro, lo único bello y en todos sentidos serio que se muestra entre la opulenta vulgaridad de nuestros camposantos, donde tanta nota grotesca y de mal gusto quebranta la majestad del reino de la muerte, Victorio Macho ha conseguido un supremo acierto en la estatua galdosiana. Dos bloques de granito forman el pedestal, de escasa altura. Luego, la figura enorme, con algo de retrato y mucho de símbolo, en la postura sedente que es habitual en el glorioso viejo, sobre un sillón, que es a modo de un trono fabuloso y cubierto en su parte inferior como con un manto que salva estéticamente innecesarios detalles de indumento, extraños en lo que debe tener un alto e inactual carácter de eternidad.
Y en el rostro del maestro esa expresión serenamente augusta del que, guiado por la divina luz del genio, ha leído en almas de los hombres y de los pueblos."


Galdós frente a Galdós
"Y fue entonces cuando labré su estatua en piedra para rendirle el homenaje que me había inspirado su trato íntimo y la lectura de su obra formidable... Allá quedó su efigie en el Retiro, de Madrid, sobre un pedestal en el que grabé con letra de grandes caracteres: «Episodios nacionales. Novelas contemporáneas. Teatro», y en la parte posterior recogí aquel lema predilecto de Galdós: «Ars, natura, veritas». " [1]

Conseguida la cantidad de dinero necesaria para los materiales y el espacio que el Ayuntamiento cedía en el Parque de El Retiro, Victorio Macho, comenzará a cincelar la piedra de la que nacerá la figura augusta y serena del anciano Galdós.

Finalizada la escultura, cuando aún quedaban restos del material sobrante, andamiaje y herramientas, Benito Pérez Galdós deseará "verla"-algo que él decía a pesar de su ceguera-; y allí lo llevarán Macho, Emiliano Ramírez Ángel y Andrés González Blanco, quizá rodeado del mismo secretismo con que acudía al estudio de Macho para posar.




El escultor acompañó al anciano hasta la pétrea figura y guió sus huesudas y largas manos hacia el rostro helado de la efigie. Galdós lo recorrió con sus dedos y luego dijo: "Magnífica, amigo Macho. Y ¡como se parece a mí!". 
"Después se sentó sobre las gradas del pedestal y alguien nos hizo una fotografía, que aún conservo con orgullo." [4]




Una descripción del monumento
El 13 de diciembre de 1918, el Heraldo de Madrid publicaba en su columna "Arte y Artistas", el artículo titulado «La estatua de Pérez Galdós», firmado por el pintor José Blanco Coris.
"Cerca de la rosaleda, sobre los mazizos de la derecha del paseo de coches, del Retiro, se ha colocado el monumento que por suscripción pública ha ejecutado el notable y joven artista Victorio Macho, esculpido para perpetuar la memoria del insigne Pérez Galdós.
Un viejo almendro sirve de fondo y foro a la estatua, obra de grandes vuelos, en la que el escultor ha puesto todos sus cariños y entusiasmos, para ofrecernos alabada y perfecta escultura en la que todos los elementos de detalle, se han sacrificado al espiritualismo del arte.
Labrada en piedra dorada de las canteras de Floresta, de Lérida, aparece la hierática figura del príncipe de las letras españolas, sentado sobre el sencillo trono de dos bloques de granito en cuyas caras figuran los rótulos siguientes: «Episodios Nacionales», «Teatro», «Novelas contemporáneas» y el nombre del insigne escritor que con las manos cruzadas sobre las piernas y en actitud de beatífica tranquilidad, reposa sobre un sillón formado por dos leones de gran carácter clásico.
Un paño de la cintura a los pies cubre la figura de D. Benito, en la que se han salvado, con un acierto plausible, todos los detalles, a fin de no distraer la atención del espectador, del objetivo principal del monumento; la cabeza y las manos de la estatua, resueltas con una precisión de planos geométricos admirables, y que desde todos los puntos de vista acusan la grandiosidad de proporciones, además de la representación fiel del maestro, a quien todo el mundo verá retratado, sin los arrumiacos simbólicos de la Lira, la Pluma, los Libros y demás chirimbolos, con la sobriedad, la naturalidad y el carácter del ilustre hombre público y popular."


Final de la segunda parte
Este ha sido el episodio de la gestación del monumento y la historia de amistad entre el joven escultor y el anciano escritor. Los fragmentos de las "Memorias" contadas por Victorio Macho en los años sesenta, y transcritas en este artículo, son, sin lugar a dudas, una muestra del gran afecto que sentía por don Benito Pérez Galdós, del que revela su personalidad y su estado en las postrimerías de la vida.

Una serie de artículos publicados en la prensa han ilustrado el proceso previo a la inauguración del monumento; las primeras noticias, el boceto en barro y sus peripecias, la instalación de los bloques de piedra en El Retiro y el posterior trabajo de Macho que dará por resultado un simbólico monumento.

Macho nos relata el instante en que Galdós se encuentra con su igual pétreo; momento que queda inmortalizado en las dos conocidas fotografías que acompañan la narración.
Y ahora, del escultor palentino recuperamos estas palabras a modo de colofón:
"Y yo pregunto: ¿Cómo se puede ser un hombre tan grande a la vez tan modesto? ¡Oh, admirado maestro! ¡Humanísimo y conmovedor anciano, que por inmortal retornaste a la niñez en las postrimerías de tu vida! Cuanto yo había aprendido de las sencillas gentes del agro me lo confirmaste tú también, pero sublimado ya por tu sencillez, la belleza de tu estilo literario y la hondura de tu genial pensamiento."


FIN DE LA
SEGUNDA PARTE
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Bibliografía

[1] Macho, Victorio. Memorias (1972) Madrid. Editorial G. del Toro. Capítulo VI: "El arte, la razón de mi existencia", pp.183-184
[2] Ibíd., Capítulo IX: "Mis amigos: Galdós", pp. 296-298.
[3] Ibíd., Capítulo IX: "Mis amigos: Al Retiro", pp. 299
[4] Ibíd., Capítulo IX: "Mis amigos: Los cinco pensamientos", pp. 303


· Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación
· En todas las citas se ha conservado la ortografía original


© 2015 Eduardo Valero García - HUM 015-007 MADGALDOS

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