Hace cien años el Madrid pueblo celebraba las Carnestolendas con desfiles de carrozas allá por la Castellana y Recoletos, rindiendo culto al dios Momo con alabanzas a lo ridículo y grotesco. Al anochecer se iniciaba el desfile por la calle de Alcalá.
La flor y nata de la sociedad, la más postinera y aristocrática, se sumaba a los festejos carnavalescos construyendo estrafalarias e ingeniosas carrozas a las que un Jurado -en el que participaba el Ayuntamiento- otorgaba jugosos premios en metálico. Aquella flor y nata también organizaba esplendorosos y muy sonados bailes de máscaras en los salones aristocráticos, sin embargo, durante el Carnaval de 1915 brillaron por su ausencia.
Quizá esta falta de alegría en los salones postineros venía dada por la cuestión surgida en meses anteriores sobre si era conveniente celebrar el Carnaval. Debemos tener en cuenta que Europa estaba sumida en una triste y descarnada guerra, y el pensamiento de muchos era la supresión del festejo, al menos por solidaridad a las naciones vecinas.
En un extenso artículo de la revista Mundo Gráfico, el escritor Antonio Zozaya se sumaba a ese pensamiento y explica con vehemencia las razones por las que no debía celebrarse el Carnaval en Madrid. (Recogemos sólo un fragmento del texto)
De hecho, después de grandes discusiones, el Ayuntamiento de Madrid por fin acordó la celebración del Carnaval en Pleno del viernes 15 de enero de aquel año. Ese mismo día, el Círculo de Bellas Artes se apresuraba a anunciar que abría concurso para la construcción de una Tribuna en el Paseo de la Castellana, y para la venta en la misma de confetti, flores, caramelos, etc. Dos días más tarde hacía lo propio el Casino de Madrid.
La flor y nata de la sociedad, la más postinera y aristocrática, se sumaba a los festejos carnavalescos construyendo estrafalarias e ingeniosas carrozas a las que un Jurado -en el que participaba el Ayuntamiento- otorgaba jugosos premios en metálico. Aquella flor y nata también organizaba esplendorosos y muy sonados bailes de máscaras en los salones aristocráticos, sin embargo, durante el Carnaval de 1915 brillaron por su ausencia.
"Ha pasado el Carnaval sin que en los salones aristocráticos haya tenido el menor eco. Con este motivo han exclamado muchas personas de sociedad:
—Es la primera vez que ocurre esto en Madrid en esta época.
Y tienen razón.
Aun en los años menos animados, menos brillantes, no faltó en la sociedad madrileña una fiesta, algunas fiestas de Carnaval. Los bailes de trajes, los banquetes, hasta algunos «bridges» con enmascarados jugadores hicieron siempre su aparición en los salones aristocráticos, con el contento y el regocijo naturales de cuantos a tales fiestas asistían, y hasta casas en las que no suelen abundar las reuniones en grande abrían sus salones en estas fechas en que impera la careta y el antifaz y en los que parece que hay la obligación de alegrarse.
Pero este año, en sociedad, el Carnaval ha pasado desapercibido; ni una fiesta, ni una reunión, ni un eco, cosa que la juventud ha considerado extremada."
[Heraldo de Madrid, 20 de febrero de 1915. Pág. 4]
Quizá esta falta de alegría en los salones postineros venía dada por la cuestión surgida en meses anteriores sobre si era conveniente celebrar el Carnaval. Debemos tener en cuenta que Europa estaba sumida en una triste y descarnada guerra, y el pensamiento de muchos era la supresión del festejo, al menos por solidaridad a las naciones vecinas.
EL ALEMÁN. -Ya voy estando harto de la careta que me ha regalado el Kaiser. EL FRANCÉS.-Y yo de la que me ha puesto M. Poincaré. [Semanario de la vida nacional ESPAÑA, 1915 Año I - Núm. 3] |
En un extenso artículo de la revista Mundo Gráfico, el escritor Antonio Zozaya se sumaba a ese pensamiento y explica con vehemencia las razones por las que no debía celebrarse el Carnaval en Madrid. (Recogemos sólo un fragmento del texto)
"Este año no debe haber en Madrid Carnaval.
Piensen en ello los centros artísticos, las sociedades de todo género, los particulares y las corporaciones que ostentan carácter oficial. La dificultad estriba en llevar á cabo la supresión. ¿Cómo—se nos dirá—evitaremos, aun prohibiendo la exhibición de carrozas y máscaras, que una muchedumbre enorme invada los paseos y celebre la fiesta? Si así ocurriera, que es posible que no haya tal, suprimiendo los atractivos de las fiestas, siempre habrían dado los gobernantes y los centros una prueba de humanidad y de solidaridad con los pueblos cultos que padecen el azote terrible de la guerra, que sería mirada en todas partes con simpatía; y no estamos tan sobrados de reputaciones y de afectos para que esta simpatía pueda sernos indiferente. Aun cuando hubiera fiesta, no sería oficial; faltarían en ella las clases directoras: bastaría tal vez un conciso bando, con una breve exposición de motivos para que las gentes sensatas que, por fortuna, están en mayoría, se percataran de la justicia de la suspensión. [...] Formulada queda la idea: este año, el Carnaval debe ser suprimido. Si así no se acuerda, se sabrá, por lo menos, que una parte de la opinión lo reclama y que en ese contraste macabro entre la tragedia y la bufonada, el heroísmo y la indiferencia, la grandeza moral y las pequeñeces saturnalescas, la responsabilidad no nos alcanza á todos."
De hecho, después de grandes discusiones, el Ayuntamiento de Madrid por fin acordó la celebración del Carnaval en Pleno del viernes 15 de enero de aquel año. Ese mismo día, el Círculo de Bellas Artes se apresuraba a anunciar que abría concurso para la construcción de una Tribuna en el Paseo de la Castellana, y para la venta en la misma de confetti, flores, caramelos, etc. Dos días más tarde hacía lo propio el Casino de Madrid.
Heraldo de Madrid, 18 de enero de 1915 |
El Imparcial, 18 de enero de 1915 |
Continuando con los galimatías a que tuvo que enfrentarse la Casa de la Villa, el alcalde emitió un bando donde quedaban prohibidas las carrozas y los disfraces alusivos a los países beligerantes, con la intención de evitar incidentes desagradables. El Ayuntamiento se había enterado que alguien tenía el propósito de construir una carroza de alemanes y otra de franceses.
El bando incluía otras tantas prohibiciones, y decía más o menos así:
"[...] Quedan prohibidos los disfraces ó mascaradas que menosprecien la consideración debida á las autoridades y á Estados extranjeros, y muy especialmente los que puedan ser alusivos á las Naciones beligerantes en la guerra actual.
Se prohíbe asimismo que las estudiantinas, comparsas ó máscaras lleven la bandera emblema de la Patria.
También quedan prohibidos los disfraces y mascaradas, á pie ó en carruaje, que simbolicen asuntos inmorales ó envuelvan representación de conceptos degradantes ó contrarios á la dignidad humana.
Los infractores de estas disposiciones, además de las multas y correcciones gubernativas en que incurran, serán inmediatamente entregados á los Tribunales.
No podrán circular por el centro de los paseos, y especialmente desde la Plaza de Colón al Hipódromo, las personas que no vayan enmascaradas. Los infractores de esta disposición incurrirán en la multa de cinco pesetas.
Se permitirá la venta y uso de serpentinas, siempre que éstas sean de las denominadas «inofensivas blandas», de 20 metros de largo (modelo aprobado), prohibiéndose en absoluto el uso de plumeros de papel, perfumadores y objetos análogos que puedan molestar al público en los paseos, calles, teatros, cafés y demás lugares de reunión pública."
Los comerciantes también se sumaban a los paganos festejos; algunos concursando, otros haciendo negocio. Así, la Sociedad Anónima de Ómnibus de Madrid, que estaba en el Paseo de los Pontones, 2, alquilaba coches y camiones con plataforma para las carrozas; y el famoso chocolatero Matías López vendía en su despacho de la calle de la Montera, 23, cajas con "cien caprichosos objetos con finísimos caramelos, surtidas en ocho asuntos diferentes, al precio de 8 pesetas caja de 100, y a 4,25 caja de 50...", para delicia de los festejantes. Por su parte, el empresario sombrerero González Rivas repartía miles de pequeños sombreritos muy vistosos y elegantes como reclamo publicitario.
A tenor de lo dicho, y estando cercanas las celebraciones, La Época del 4 de febrero se soltó con una broma carnavalesca:
Como hemos visto en el bando, el Ayuntamiento había prohibido anteriormente el uso de serpentinas por considerar que se trataba de armas arrojadizas que podían causar daño a las personas; sin embargo, viendo que el tema del Carnaval ya había creado bastante malestar en la ciudadanía, aprobó el uso de un sistema de serpentina inocuo, compuesto por papel muy frágil y de poco peso.
Después de todo lo leído hasta el momento, el Carnaval de 1915 tuvo sus pormenores y quebraderos de cabeza; digamos que fue un Carnaval diferente y especial, algo que le convierte en una fiesta digna de recordar después de cien años de su celebración.
Con tal fin Historia Urbana de Madrid recopila de las publicaciones de época algunas estampas de Madrid pueblo. Ilustraciones y fotografías que rememoran el Carnaval celebrado entre los días 14 y 17 de febrero de 1915, en un popurrí integrado por las secciones "Estampas. Madrid pueblo", "Efemérides 1915" y "Recuerdos de papel".
Carnaval de 1915
El 14 de febrero fue domingo, día en que se celebró el inicio del Carnaval organizado por el Ayuntamiento. Festejo muy esperado por el pueblo madrileño, quien soportó un intenso aguacero con rachas de viento helado.
Aquel día, domingo de Carnaval, la carroza de un rey Momo de cartón piedra inauguró el desfile de carrozas y coches en el Paseo de la Castellana. El pobre rey quedó muy deteriorado debido a los efectos del agua y el viento, lo que obligó a restaurarlo para desfilar los días siguientes.
Sendas y decoradas tribunas se levantaron a lo largo del paseo; eran las habituales de las Casas de Socorro, Círculos y Casinos, con todos sus participantes disfrazados acorde al decorado que identificaba a cada una de ellas. La novedad de aquel año fue la incorporación de las tribunas de Asilos municipales, entre las que se encontraba la del Asilo de la Paloma.
Desfilaban las carrozas y los coches, y también las comparsas y máscaras de a pie, entre animadas batallas de confetti. Cuentan, quienes lo vivieron, que las comparsas y máscaras fueron pocas y de mal gusto. Sin embargo, la batalla de confetti tuvo hasta una vencedora, la "notable y bella actriz" Mercedes Pardo. Así la retrató el afamado fotógrafo Alfonso.
En el Teatro de la Zarzuela se celebró el baile "Los Chisperos", con concurso de disfraces incluido. Las Cortes cerraron sus puertas hasta el día siguiente al final del Carnaval después de haber existido grandes debates entre las diferentes bancadas sobre esas "vacaciones carnavalescas". El conde de Romanones, opuesto a la idea de cerrar las Cámaras, había dicho: "-Esto es la primera broma de Carnaval."
El miércoles de Ceniza se celebró la tradicional fiesta del Entierro de la Sardina en la Pradera del Corregidor. Hubo concurso de comparsas, recibiendo premio aquella que mejor representó la alegórica fiesta. A diferencia de años anteriores, no hubo concurso de disfraces infantiles.
Carroza del rey Momo
Ya hemos citado la carroza del dios Momo, rey de lo carnavalesco, que, a pesar del deterioro sufrido por las inclemencias del tiempo, fue muy aclamada. Era la presentada por el Ayuntamiento y la Subcomisión de espectáculos, cuyo proyecto había sido diseñado por el arquitecto municipal Sr. Pablo Aranda y el ilustre artista don Manuel Marín, catedrático de la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
Representaba un dragón de escamas bronceadas y fauces abiertas. Sobre el inmenso bicho iba montado a caballo el rey Momo, figura modelada por el joven escultor Rafael Vela. Lucía Momo un traje de raso y terciopelo, con una enorme copa de espumoso vino en la mano derecha y refrenando con la izquierda el ímpetu del dragón con una fuerte cadena de eslabones dorados. Su porte y expresión eran maravillosos.
Delante de la carroza, en amorosa actitud, "Colombina" y "Arlequín", representados por dos bellas féminas, se juraban amores rodeadas de una Corte de pequeños pierrots blancos. A los costados se veían dos displicentes bufones vestidos de gran propiedad.
Circundaba la carroza un piso escultórico de fondo dorado por el que asomaban reproducciones de las cabezas de los borrachos de Velázquez. La guardamalleta llevaba la franja azulada y las estrellas plateadas del escudo de Madrid, dando marco a unos osos comiendo madroños.
Cuatro briosos caballos, montados por palafreneros, ostentaban riquísimas gualdrapas moradas con el escudo de la Villa de Madrid.
El Ayuntamiento organizó un festejo titulado "Entrada del Carnaval" para presentar la fabulosa carroza del rey Momo. Comenzó a las siete de la tarde del día 13 de febrero, partiendo la el cortejo desde las Escuelas Aguirre. Acompañaban a Momo una escolta de polichinelas, payasos y cuarenta pierrots, con tirsos en forma de girasoles con lámparas eléctricas. Como si esto fuese poco, se sumaban al cortejo bandas de música, estudiantinas, timbales y clarines. Todo ello iluminado con bengalas.
El itinerario fue el siguiente: Escuelas Aguirre - Plaza de la Independencia (Puerta de Alcalá) - Calle de Alcalá - Puerta del Sol - Calles Mayor y Bailén - Plazas de Oriente y de España - Calles de Ferraz, Quintana, Buen Suceso, bulevares, Génova, Goya, Velázquez y hasta el punto de partida.
Fotografías
Carrozas
Puestos a repasar fotografías del Carnaval de 1915, las hubo del mentado Alfonso y también de Salazar y Campúa. En ellas quedan retratados los coches y carrozas con sus respectivos integrantes; caras anónimas de madrileñas y madrileños de entonces dispuestos a divertirse como mejor podían.
Las carrozas llevaron los siguientes títulos: "Metidos en un puño", "Salón moro", "La bella Holanda", "Los payasos", "Margaritas", "Al campo, con Nuño, voy", "Cerezas", "Carmen", "Alma gitana", "Hola, hola, holandeses", La suerte de Pierrot", "Caracolada", "A Roma por todo", "Flores de los Pirineos", "Hortensias", "Las más frescas", "A falta de caballo", "¡Miau!", "Bajo la parra", "Peponas incansables", "Colombina, Colombina bella", "Pierrots amarillos", "Centro de mesa", "¿Te la digo, resalao?", "Sport vasco", y "Así se trabaja".
Se llevó el segundo premio, valorado en 2.000 pesetas, la carroza titulada "Juego de bolos", de don Rafael Moya. El primer premio, de 4.000 pesetas, quedó desierto, y el tercero, de 1.000 pesetas, fue adjudicado a la carroza "Salón moro".
Coches
Los coches-mecánicos o tirados por caballos-iban profusamente decorados, cargados de bellas señoritas y floripondios; la postinera sociedad había puesto en ellos toda la creatividad posible. Llevaban los siguientes títulos: "Cesta blanca y amarilla", "Cesta de amapolas", "Entre hortensias", "La alegría de las rosas", "Coche encarnado", "¡Eh, a la plaza!", "Molineros holandeses", y "A su olivo".
Fueron merecedores de premio los siguientes coches: "Una lámpara" (Primer premio); "En busca de aviador" (Segundo); "Girasoles y mariposas" (Tercero); "Mariposas" (Cuarto); "Ideal" (Quinto); "Rosas" (Sexto); "Razzia" (Séptimo), y "Segoviano" (Octavo). Hubo otros cuatro premios a los coches "Al son del pandero", "Margaritas", "Canarios", y "Centro de mesa".
Disfraces
La Última Moda, revista de moda por y para la mujer, ofrecía una interesante colección de disfraces para la celebración del Carnaval en los bailes de teatros y salones.
La articulista "Clementina" describía lo último de lo último, los disfraces sorpresa.
"Se trata de un disfraz de payaso, que puede ser adoptado indistintamente por un caballero ó una señorita, que cambia tres veces de color á la vista del público, sin más que meter las manos en los bolsillos del calzón y tirar con disimulo de unos delgados cordones de seda.
El milagro se consigue con un ardid que consiste en hacer el disfraz con anchas cintas de seda Liberty color de naranja, verde esmeralda y blanco, fruncidas con auxilio de diminutas anillas interiores por las que se pasan los cordones antes citados. Estos están combinados de suerte que al tirar de uno de ellos se aglomeran unas sobre otras las tiras de seda, de modo que sólo queden al descubierto las de un color. Los botones que adornan la blusa y el puntiagudo sombrero del disfraz citado, son de cristal y cuando menos se piensa aparece iluminado por pequeños focos eléctricos, alimentados por una pilita de bolsillo. Son bromitas del traje, que tienen sobre las demás la indiscutible cualidad de no ser pesadas."
Estampas
Después de tantos recuerdos en grises recuperamos el color a través de las estampas publicadas en las más afamadas revistas de la época.
Disfrazados de Polichinela, y de medio luto por la pobre sardina, deseamos os haya resultado amena esta reseña sobre el Carnaval de Madrid de hace cien años.
FIN
Fuentes consultadas
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Periódicos y semanarios - Heraldo de Madrid - La Correspondencia de España - El Imparcial - La Época - España 1915. Semanario de la vida nacional - El Liberal - El Mentidero Revistas - La Esfera
- Mundo Gráfico
- Nuevo Mundo
- La Gran Vida
- La Última Moda
· Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación. En todas las citas se ha conservado la ortografía original |
© 2014 Eduardo Valero García - HUM 015-001 CARNAVAL MAD
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