sábado, 23 de abril de 2011

Las fiestas en Palacio

Que mejor recomendación para acompañar la lectura de este artículo que los acordes de El Danubio azul; el vals de Strauss que sonaría en más de una ocasión en el lujoso Salón de baile desde la tribuna de los músicos.





El palacio de Cerralbo quedó inaugurado el 15 de junio de 1893 y, como no podía ser de otra manera, siguiendo las costumbres de la sociedad madrileña de alto vuelo, se organizó un baile para tal celebración.

En aquellos años Madrid había visto cerrarse los palacios de Osuna, de Santoña y de Fernán Núñez y ahora era testigo de este nuevo y no menos opulento palacio del que hemos dado detalles en nuestro artículo "Construcción de un legado. El palacio de Cerralbo"

El marqués de Cerralbo fue, como ya sabemos, representante del pretendiente a la Corona D. Carlos de Borbón y un aristócrata de antigua raza, un entendido en materias artísticas y un romántico de épocas pasadas. Esa imagen del marqués era vista por algunos como la de un ser arcaico que no podía hacer otra cosa que construir un vetusto caserón del siglo XVI, ostentoso e incómodo.

Menudo chasco se llevaron aquellos que pensaban estas barbaridades. La sorpresa fue mayúscula al ver la residencia levantada por D. Enrique, moderna y con todas las comodidades, decorada con el más refinado gusto y alumbrada por luz eléctrica.

La revista “Última moda” del 25 de junio de 1893 da su visión de aquella aristocrática inauguración y la grata impresión que causó el interior del palacio.


Aquel evento fue el comienzo de una extensa lista de reuniones y fiestas a los que lo más granado de la sociedad madrileña acudía sin falta. En poco tiempo los bailes del palacio Cerralbo fueron tan famosos como los celebrados antaño en el Palacio Gaviria.

Hasta una invitación para el té era bien recibida si venía del palacio de la calle Ventura Rodríguez. La música y el baile animaban los salones y la profusa iluminación llenaba de esplendor las joyas artísticas que decoraban las estancias. Una escogida orquesta se situaba en la tribuna del salón de baile y en el salón comedor se servían suntuosas cenas. Excelentes celebraciones que podían prolongarse hasta altas horas de la madrugada.



Muerte y resurrección de los bailes en Palacio
La muerte de la marquesa de Cerralbo, acontecida el 21 de junio de 1896, hizo cerrar las puertas del palacio. El soberbio edificio quedó silencioso y triste, como un museo en clausura, ocultando todas sus riquezas bajo el luto.



Será en junio de 1902 cuando llegue el renacimiento de los famosos bailes. En aquella ocasión la fiesta fue completa, animada y suntuosa. Pocas veces se había reunido allí una concurrencia tan selecta y numerosa.

Dejamos constancia de la trascendencia de aquel baile con el reportaje realizado por el Diario “La Época” del 8 de junio de 1902. A pesar de tratarse de un texto muy extenso merece la pena echarle un vistazo por los detalles que aporta sobre la moda y costumbres de la época:


En 1905 se conmemoraba en España el aniversario de la publicación de “El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha”. En Madrid se celebrarán fiestas en Salones; se darán conferencias en Círculos y Ateneos; y, por supuesto, se organizará un baile en el palacio de Cerralbo.

El periódico “La Época” del 12 de mayo de 1905 publicará un artículo, sátira de los guateques de postín y de la persona del marqués, titulado “Fiesta en el castillo del marqués de Cerralbo”, que relata la llegada de Quijote y Sancho al baile organizado en su honor.



Pero las fiestas del Palacio eran algo más que las bacanales aristocráticas de la noche madrileña. El marqués de Cerralbo abrirá las puertas a sus invitados para que disfruten de sus atenciones, sus salones y la exposición de sus magníficas colecciones. En ocasiones, y para una selecta y elegida concurrencia, el marqués organizaba tertulias sobre sus obras y hallazgos arqueológicos o para enseñar algunos de sus tesoros artísticos.


Así los periódicos de la época publicaban noticias como la siguiente, con esta de “Siglo futuro” en la que el de Sr. D. Eduardo Dato elogia la exposición organizada por nuestro marqués coleccionista en 1914.


En la fotografía inferior podemos ver a Eduardo Dato -tercero desde la izquierda- junto al marqués de Cerralbo -marcado con una X por el fotógrafo-.


En estas otras fotografías podemos apreciar momentos del baile organizado por el marqués y su hijastra la marquesa de Villa-Huerta la noche del 1º de junio de 1908, con la concurrencia, entre otras muchas figuras de la aristocracia, de los condes de la Oliva del Gaytán y la marquesa viuda de Flores-Dávila (hermanos del marqués).




Testigo de aquellos bailes y eventos es el mobiliario que hoy se expone en el Museo; sus paredes; la preciosa bóveda pintada por Máximo Juderías Caballero, en la que el propio marqués recibe a sus visitas vestido de frac rojo; las estatuas, lámparas, cuadros, jarrones; y un objeto muy particular, el llamado reloj misterioso, "cuyo péndulo realiza su giro al ritmo de la música, inmutable y feroz, se presenta como advertencia moral del memento mori, tanto para los que disfrutan de una vida de eterna fiesta, como para los más desfavorecidos". (Fragmento de la descripción de la visita virtual de la página web del Museo)




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martes, 19 de abril de 2011

Una única Procesión en la Semana Santa de 1805

Eran aquellos tiempos en que Carlos IV ostentaba la corona de España y Napoleón Bonaparte revoloteaba amenazante sobre Europa.

Era el año en que la flota española se fue a pique junto a la francesa en la Batalla de Trafalgar. Poco antes de aquel acontecimiento, en abril de 1805, Madrid tuvo una única Procesión de Semana Santa.

"Procesión de disciplinantes" Pintado por Francisco de Goya entre 1812 y 1919 - Real Academia de B. A. de San Fernando, Madrid

La única que se salvó fue la Procesión de la iglesia de Santo Tomás de Padres Domínicos, pero con una condición: “...y que haya de salir precisamente a las quatro de la tarde, para que pueda retirarse a la misma iglesia antes de que haya acabado de anochecer”.

Estas son las imágenes –o “Efigies”- que participaron en aquella única Procesión:
  • La de “La Oración del Huerto”, del gremio de hortelanos, “que existe en la Capilla de Santa María de Gracia, en la plazuela de la Cebada.
  • La de “Jesús atado a la columna, de la Congregación de los Porteros de Vara de la Sala de Alcaldes, que se venera en la Iglesia de Carmelitas Calzados”
  • La de “Jesús Nazareno del Convento de Trinitarios Descalzos”
  • La del “Santísimo Cristo de la Fe de la Iglesia Parroquial de S. Sebastián”
  • La de “El Santo Sepulcro del Convento de Santo Tomás”
  • La de “la Soledad de María Santísima de la Capilla del Convento de Padres Mínimos de S. Francisco de Paula”

El Diario de Madrid del Domingo de Ramos -7 de abril de 1805, Día de San Epifanio- anunciaba la curiosa noticia.


La Real Resolución fue firmada en Madrid el 4 de abril de 1805 siendo Secretario de Cámara del Rey el Sr. D. Ignacio Antonio Martínez y Gobernador de la Sala el Sr. D. Bartolomé Muñoz.

Pero la Resolución no quedaba en esa reducción. Existieron muchas indicaciones y prohibiciones que desmembraban por completo las tradicionales y devotas Procesiones. Así, por ejemplo, la Real Resolución expresaba en el punto 3º que no se permitía llevar en la Procesión “Efigies duplicadas”, es decir, aquellas que representaban un mismo Misterio o que fuesen relativas a objeto de devoción no autorizados por la “Santa Madre Iglesia”.

El punto 5º era radical: “Que no se permita el uso de Palio alguno” y el punto 13º dejaba claro que a la Procesión asistiría una Compañía de Granaderos que “...además de que servirá para mantener el buen orden, aumentará en gran manera el decoro y gravedad de este acto de religión, llevando consigo este Cuerpo de tropa la música lúgubre de sordinas correspondiente a aquel día".

El punto 10º establece que aquellos que quieran ir en la Procesión alumbrando, a excepción de los militares y otros con uniforme concedido por el Rey, lo hagan vestidos de negro, y “...sin que se permita la concurrencia de mujer alguna...”

El punto 14º, último de la Real Resolución, destaca la importancia de que “...se divida la concurrencia del pueblo en muchos puntos...”, para lo que establece el siguiente recorrido:

 
 
Al menos, parece que aquel día no llovió en la villa y corte.


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