domingo, 7 de diciembre de 2025

La Abacería del Príncipe. Remembranzas del Siglo XVIII

La historia de los comercios de Madrid forma parte de la identidad de nuestra ciudad. Afortunadamente, algunos perviven y otros continúan presentes en la memoria colectiva. Muchos desaparecieron en su totalidad o su fisonomía ha cambiado tanto que resulta difícil reconocer su ubicación. Es labor de los investigadores recuperarlos o redescubrirlos, como ocurre en este trabajo en el que se recupera la vida comercial de una arteria tan emblemático como la del Príncipe, situada en el Barrio de Las Letras.

Motivo de la investigación
El 15 de julio de 2025 en Historia urbana de Madrid se publicaba un artículo de investigación sobre la historia de La Taberna del Foro, comercio de reciente inauguración ubicado en la plaza de Antón Martín. Por su vinculación empresarial con La Abacería del Príncipe, nació la propuesta de recuperar la historia de esta y la del edificio donde se encuentra, otrora correspondiente a las casas 11 y 12 de la calle del Príncipe.

Fig. 1: LA ABACERÍA DEL PRÍNCIPE – Calle del Príncipe, 18
Fotografía: Captura de Google Maps ©2025Google

Situada en arteria tan antigua y emblemática, tiene por vecinos cercanos al Teatro Español (antiguo corral de la Pacheca), el de la Comedia y lo que fue en su tiempo convento e iglesia de religiosas carmelitas descalzas de Santa Ana (1586), hoy Plaza de Santa Ana. Estos y nobles edificios que aún perviven, además de la historia comercial de la calle del Príncipe, motivaron la investigación que se presenta a continuación.

Abacería
El Diccionario de la Real Academia Española define “abacería” como: «Puesto o tienda donde se venden al por menor aceite, vinagre, legumbres secas, bacalao, etc.». 

«Item, en fin, el poeta
que vendió en su abacería
coplas de aceyte y vinagre
con que no hizo buenas migas»
*
Torres Villarroel, Obras, ed. 1794, t. 8, p. 290. 
Tesoros de los diccionarios históricos de la lengua española. 

Entre sus sinónimos o afines, indica: «colmado, mantequería, puesto, pulpería, abarrotes, encomendería, abarrotería, abastecedor, ultramarinos, tienda, comercio».

El tendero o comerciante que la regenta es el “abacero”, término proveniente del árabe hispánico ṣaḥb azzád ‘el de los víveres’. 
En la segunda parte de Lazarillo de Tormes (1555) se cita en femenino:
«(…) mas en el mar no hay hija de abacera que si casasse con quien no sea oficial, no presuma, dende a ocho días, poner un don a la cola (…)».

Pero la etimología de abacería y abacero/a es mucho más compleja. Diversos estudios asocian a las abacerías medievales con las tiendas de venta de Coloniales o Ultramarinos por la añadidura de productos comestibles sumados a través del tiempo.

Citamos en este caso a José María de Pereda y su novela Los hombres de pro (1872), en la que recrea la “Abacería de San Quintín” donde Simón, su dueño, vendía «aceite, aguardiente de caña, hormillas, hilo negro, cordones de justillo y otras baratijas por el estilo». Sumamos al abacero como panadero o revendedor de pan y verduras; incluso, vendedor de especias.

También de antiguo y en su origen árabe, puede añadirse la venta de libros o manuscritos. Su igual francés será el épicier y épicerie, que adquiere a mediados del siglo XIX la condición de “vendedor y tienda de toda clase de géneros alimenticios”.

La fotografía muestra un detalle del interior de la abacería de don Felipe Nogueira, ubicada en la calle de la Ruda. (Fig. 2).

Fig. 2: Abacería de Noguera. Foto: Piortiz (1930)


La Abacería del Príncipe 
Este nuevo comercio de casi un lustro de vida, inaugurado en febrero de 2021, se autodefine como “Mercado urbano” y acierta, por su gran oferta de productos de la huerta; vinos a granel o de su variada bodega; pescadería; carnicería; charcutería; una amplia selección de quesos y productos gourmet; conservas; dulces; además de, por supuesto, aceites.


Su oferta gastronómica es variadísima, combinando exquisitos platos con suculentas tablas, maridados todos con buenos vinos o cervezas. Todo esto para disfrutarlo en un ambiente amplio en el que convive la restauración con el arte, presente en sus techos y paredes como compromiso con la cultura. Porque el buen yantar también es cultura.

El duende de Hans Christian Andersen estaría más que feliz y contento en La Abacería del Príncipe, porque… «La mayor parte de los hombres nos apegamos al abacero por el potaje».

Dicho esto, cumpliendo con el motivo de la investigación, comenzamos el recorrido histórico que culmina en la nueva abacería.

Calle del Príncipe
Esta arteria del primitivo Madrid lleva por nombre el de príncipe por Felipe, quien reinaría como segundo de su nombre de la Casa de Austria. Fue jurado en San Jerónimo el Real como heredero de los reinos en 1528.
En el plano topográfico de la Villa de Madrid, de Pedro Teixeira Albernaz (1656), podemos observar en detalle la configuración de la calle y sus casas; incluso las numeradas como 11 y 12, (Fig. 3) pertenecientes a la Manzana 212 de la Planimetría general de Madrid (Libro tercero).
En la Plaza de Santa Ana, donde hoy se encuentra la estatua de Federico García Lorca, frente al Teatro Español, existieron siete casas, llamadas popularmente «casillas»; construcciones ya visibles en el plano e identificadas en la Manzana 215.
La fila de edificios tenía fachada a la calle del Príncipe y lindaban con las tapias del convento de Santa Ana, de las religiosas carmelitas descalzas, entre las calles de la Lechuga (hoy de la Plaza de Santa Ana) y la del Prado.

Fig. 3: Topographia de la Villa de Madrid (Hojas 13 y 14)
Pedro Teixeira Albernaz, 1656.

Existieron varios comercios en aquella hilera de casillas; entre ellos una Hostería, posiblemente de un tal Santiago Boria, y una Aloxería, tienda donde se vendía ese brebaje hecho de agua, miel y especias llamado Aloja. También una Vidriería y la casa del vidriero; junto a esta, unas casas llamadas de San Ignacio, además de una Botica. Un local denominado «tienda del sordo», donde se confeccionaban bordados, lindando con una casa de Lotería. No podía faltar una Barbería y, haciendo esquina con la calle Lechuga, la «tienda de catalanes», más tarde Taberna. (Fig.: 4)

Fig. 4: Planimetría General de Madrid. Libro tercero. Manzana 215

Seis casas serán demolidas en la década de los 60 del siglo XIX, la séptima ya había sido integrada a otra parcela.

La Manzana 212
En tiempos de Carlos III, cuando la Villa se dividió en ocho cuarteles, don Juan Francisco González publicaba en 1770 “Madrid dividido en Ocho Quarteles, con otros tantos barrios cada uno…”, compuesta por sesenta y cuatro láminas y textos explicativos.
La zona que nos ocupa correspondía al barrio de La Cruz (Fig. 5), tercero de los que conformaban el sexto cuartel, es decir, el “Quartel de San Geronymo”.

La presente investigación se centra en la Manzana 212, comprendida por las calles de la Lechuga (actual plaza de Santa Ana), Gorguera (actual de Núñez de Arce), de la Cruz y del Príncipe.

Fig. 5: Madrid dividido en ocho Quarteles (Lámina 43), 1770.

Los edificios que ocupaban las Manzanas se identificaban por número de casa, como vemos en la obra de Juan Francisco González (1770) y en los planos pertenecientes a la Planimetría general de Madrid, con más detalles parcelarios en esta última.
Sobre la calle del Príncipe la Manzana 212 contenía 14 casas, coincidentes con la visita realizada para la Planimetría General de Madrid (Fig. 6). De ellas nos interesan las casas 11 y 12 por ser el espacio que ocupa La Abacería del Príncipe en su actual numeración.

Fig. 6: Planimetría General de Madrid. Libro tercero. Manzana 212 - Casas 11 y 12

En la segunda mitad del siglo XVIII los propietarios de las casas indicadas eran los siguientes:

Casa 11
Según la planimetría, el terreno que ocupaba esta casa estaba dividido en dos espacios no visibles en la medición. Uno correspondiente al Convento de las Carmelitas Descalzas de la Villa de Boadilla del Monte, que había sido de Juan Castellanos y Alonso Sacristán, privilegiado sin cargo por Castellanos el 6 de julio de 1613; y el otro, que había sido de Alonso Sacristán, Francisco de Salamanca, María de Quevedo y menores de Juan de Santa Cruz, privilegiado en 19 de diciembre de 1667 con 2.250 maravedíes por Joseph Villalovos y su mujer, Gregoria de Arze.

Casa 12
De Francisca Rodríguez Cantos, que había sido de Isabel Megía y antes de Juan de Paredes, quien la había privilegiado sin cargo el 20 de diciembre de 1589.

Como ejemplo del aspecto que pudo tener el edificio que aglutinó a las casas 11 y 12, ofrecemos el plano de fachada de las vecinas casas 9 y 10, mandadas a construir por don Rodrigo de Angulo, su propietario, en solicitud de licencia de 22 de mayo de 1871. (Fig. 7) El expediente fue aprobado el 2 de junio del mismo año, con indicaciones y firma de Ventura Rodríguez.

Fig. 7: Edificio de nueva planta - Casas 9 y 10 (Actual Príncipe, 16)
Expediente 1-49-45 Archivo de la Villa


Cambios de numeración
En el Plano Parcelario de Madrid de Ibáñez de Íbero, de 1877 (Fig. 8) vemos las casas 11 y 12 con la nueva numeración de la calle, correspondiéndole los numerales 18 y 20, respectivamente, desde el 6 de julio de 1874. Por un corto periodo de tiempo, desde el 1 de enero de ese año, la calle tuvo por nombre el de 23 de abril (23 de abril de 1873, nacimiento de la Primera República).

Fig. 8: Plano Parcelario de Madrid de Ibáñez de Íbero (1877) Manzana 212

A finales del siglo XIX o principios del XX se unen las dos parcelas conviviendo los números 18 y 20 en un mismo edificio. El colindante número 22 pasará a ser oficialmente el número 20 a partir del 21 de febrero de 1931 y el 24 corresponderá al 5 de la plaza de Santa Ana (antigua calle Lechuga).
La fachada del número 20, más estrecha que la del 18, albergó también algunos comercios en su único local y en el 18 quizás hubo dos locales, a pesar de las pocas referencias que permitirían ratificarlo.
Un fragmento de la ortofoto de 1941 y el plano de Catastro son la muestra gráfica de la unión de ambas propiedades y la configuración de la Manzana tal y como la conocemos en la actualidad. (Fig. 9)

A pesar de los derribos anteriores a la Guerra Civil y los daños provocados por esta, la calle del Príncipe mantuvo su configuración primitiva. En la casa 8 (actual número 14 del callejero) se construirá el Teatro de la Comedia, inaugurado el 18 de septiembre de 1875. Y así muchos edificios fueron cambiando su fisonomía sin perder la calle su condición de arteria comercial, de ocio y residencia.

Fig. 9: Ortofoto, 1941 - Plano de Catastro, 2025


La antigua Abacería de la calle del Príncipe
Las historias pueden repetirse y en ocasiones de forma imprevista, como ocurrió durante esta investigación con el siguiente resultado. Desde finales del Siglo XVIII, en la antigua y ya conocida casa 12 (actual número 18 del callejero) estuvo ubicada una especería y abacería.
El Diario de Madrid del 8 de junio de 1807, anunciaba: 


Juan, fundador de la nueva abacería, y sus socios, conocen hoy a su igual dieciochesco. Sorprendente casualidad por la que podemos afirmar que la moderna Abacería del Príncipe tiene recuerdos de un pasado de más de dos siglos. No resulta extraño que ambos ramos convivieran en una misma tienda. La Real Cédula de 17 de diciembre de 1802 sobre los Vales Reales (Contribución) incluía también a las mercerías.



La Historia comercial de Príncipe, 18
Si bien ya conocimos la evolución histórica del callejero y la existencia de la abacería dieciochesca, las dos numeraciones convivieron hasta su separación en 1931. Por otra parte, el edificio que hoy conocemos, con un portal central y dos comercios a cada lado, fue construido en 1950 según Catastro, aunque ese tuvo que ser el año de finalización de obra.
Prescindimos de los comercios correspondientes al número 20 para limitar la extensión de este trabajo, ya de por sí bastante detallado por los múltiples negocios que dieron vida al número 18 de la populosa calle.

Como nota curiosa, entre los vecinos del antiguo edificio encontramos a Pascuala Cabezas, actriz cómica y a José García, cómico del Teatro Novedades.
Ahora conoceremos la actividad comercial desde el siglo XIX.

Según el Anuario general del comercio, de la industria y de las profesiones, de la magistratura y de la administración (1862), en el número 18 estuvo el Ultramarinos de Esteban Fernández, compartiendo bajo con la botica de Saez de Montoya. En 1880 encontramos a Antonio Fernández como titular del Ultramarinos y en 1885 se suma Gerardo Fernández, lo que hace posible la existencia de la tienda de Ultramarinos como sucesora de la antigua abacería y especería.
Sin poder conocer el plano de planta del edificio, podemos suponer que ambos comercios estaban situados en el interior del portal.
Aun existen locales con esa distribución, como los de la fotografía, situados en un portal de la Carrera de San Gerónimo, anejo a Casa Mira.

Fotografía: Eduardo Valero (2025)
Historia urbana de Madrid ISSN 2444-1325


La botica y laboratorio de Constantino Saez de Montoya
Al menos desde la década de los 40 del Siglo XIX se conoce la botica de Mamerto Saez, y a partir de 1856 de su hijo, el ingeniero industrial Constantino Saez de Montoya, quien fue, además de boticario, consultor químico de la Dirección general de Aduanas, individuo de la Junta calificadora de los empleados periciales de dicha renta, catedrático del Real Instituto Industrial y autor de varios libros y tratados de física y química para productos naturales y artículos dedicados al comercio, metalurgia y minería.
Formó parte del Consejo de vigilancia de la Compañía general de Coches de Madrid; miembro de la Junta directiva del Congreso Cientifico-Farmacéutico Internacional celebrado en 1868; presidente de la Junta de Aranceles y Valoraciones - Clase 3 (1885-1886); profesor numerario de la Escuela Central de Artes y Oficios, además de ilustre conferenciante. Constantino Saez de Montoya falleció en Madrid el 19 de abril de 1891.

Desconocemos el momento en que la farmacia cierra sus puertas definitivamente, aunque podemos suponer que ocurrió hacia 1873 al conocer el anuncio de una abaniquería instalada en el mismo domicilio en 1874.

El Imparcial. Madrid, 21 de abril de 1874.


A la Camelia
En diciembre de 1875 se instala este establecimiento de camisería y género de novedades para señoras.

La Correspondencia de España. Madrid, 28 de diciembre de 1875.

Después de cuatro años de actividad, la tienda se traspasa a otro comerciante del mismo ramo.


Camisería Calleja (También escrito Callejo)
En 1879 se instala la Camisería del comerciante de tejidos don Bernabé Calleja Martín, también propietario de otra tienda de tejidos en la calle de Atocha, 102. En junio de 1882 se anunciaba la liquidación de existencias y traspaso del local.



La Diosa de Venus
El 11 de noviembre de 1882 se inauguraba esta tienda de sugerente nombre en la que podían encontrarse novedades en bisutería de oro, plata, doublé, níquel y luto; además de un gran surtido en petacas, carteras, porta monedas, álbumes y otros artículos de piel. También infinidad de objetos de capricho en plata, bronce, cristal y peluche propios para regalo.

El Siglo. Madrid, 26 de marzo de 1883.

Así se publicitaba en 1883:
«Dolores, que tiene amores
con Pepe, ha de suponer
que su Pepe ha de querer
obsequiar a su Dolores.
Y Pepe, largará un trepe
a Dolores, como es justo
si da a su Pepe el disgusto
de no obsequiar a su Pepe.
No se obsequia esta pareja
y uno y otro tiene queja
por no haber sido galantes,
y al cabo de dos amantes,
tronaron como arpa vieja»

Todo hace suponer que tuvo un rival comercial al que dedica estos versos. De no ser, el cajista de El Imparcial así lo interpretó y con mucho tino o mala baba, colocó justo debajo el anuncio de DOLORES, platería y joyería de José (PEPE) M. del Barco.


La Diosa de Venus, desamorada de Mercurio, en septiembre de 1883 anunciará la liquidación y traspaso. El cierre definitivo se verificará en junio de 1884.


Mientras esto ocurría, otra tienda del ramo mucho más antigua también liquidaba. Se trataba de:

García de la Rosa y Los Sansones
La tienda de platería, relojería, bisutería y quincalla de Ladislao García de la Rosa se había inaugurado el 22 de julio de 1876 en el número 13 de la calle del Príncipe, frente al Teatro de la Comedia y junto a la farmacia de Garcerá.

«SI NIÑAS alhajas son
sin ser una misma cosa,
hagamos esta elección,
que para mí no es dudosa:
yo elijo la más preciosa
entre las de corazón,
y tú de la colección
de García de la Rosa»

A finales de 1884 se traslada a Príncipe, 18. Allí continuará vendiendo sus productos hasta julio de 1897, aunque en el Anuario general del comercio, de la industria y de las profesiones, de la magistratura y de la administración de 1900 continuaba dada de alta.
La tienda se traspasará, haciéndose cargo de las existencias la nueva marca Los Sansones. Estos anunciaban en marzo de 1906 la urgencia en liquidar existencias por tener que desalojar el local. 

 
Confitería y pastelería “La Providencia”
El 16 de diciembre de 1906 aparece el anuncio de La Providencia, primera casa de turrones, peladillas, cascas y melindres de Yepes, especializada en Imperiales y postres del día.


Es posible que la pastelería se instalase en el local del Ultramarinos y el que viene a continuación estuviera en el que había sido Farmacia de Saez de Montoya, después La Diosa de Venus y más tarde Los Sansones.


Óptica de Estévez y Jodra
Hacia 1908 se instala la tienda del óptico Estévez y Jodra, especialistas en el tratamiento de la miopía y presbicia. Allí trataban a sus clientes y vendían lentes higiénicos, gemelos de campo y teatro, otros aparatos ópticos, además de barómetros. De hecho, en la fachada habían instalado un barómetro que era utilizado por la Prensa para dar el parte meteorológico. Otros hubo y muy famosos desde el siglo XIX.


El Correo. Madrid, 7 de mayo de 1908

Con el tiempo cambiará de ramo, ofreciendo material completo para Laboratorios y Bacteriología. Estufas, microscopios, balanzas y hasta fabricación de vidrio eran algunos de los objetos y servicios. Además, se convertirá en Laboratorio químico de Bacteriología y Gabinete de Física.

En enero de 1917 se trasladará al número 7 de la misma calle, donde había estado la platería y establecimiento de metales blancos de Leoncio Meneses e Hijo desde 1878.

El Debate. Madrid, 20 de enero de 1917.


La gran reforma y el cambio de numeración
En marzo de 1918 se anunciaba en el Boletín de la Sociedad Central de Arquitectos y en la revista La Construcción Moderna la lista de licencias concedidas por el Ayuntamiento para modificación de la propiedad urbana. De las sesenta y tres licencias, solo una era de obra nueva; el resto correspondían a reformas, incluida la de Príncipe, 18.

Si hasta ese momento los numerales 18 y 20 eran independientes, la reforma realizada aglutinará a ambos en un mismo domicilio. Y si esto es significativo, lo fue más el nuevo aspecto de la finca, al parecer muy atractivo para muchas empresas que inauguraron o trasladaron allí sus oficinas.
Ese fue el caso de “El Crédito Español de Automovilismo S.A.”; la Redacción y Administración de la revista “La Humanidad”; “Ajurla y Aranzabal S.A.”, sucursal en Madrid de la fábrica de Vitoria; “Office Comercial Français”, oficina relacionada con el Ministerio de Comercio y Negocios Extranjeros de Francia para mejorar las relaciones comerciales de España con aquel país; la sastrería “La Moda”, de Ángel Martínez; “Comercial Internacional S.A.”, dedicada a la importación y exportación; la Agencia de Publicidad de “Urgoiti, Salas y Porrero”, después “OPUS”, y algunas otras relacionadas con el cinematógrafo y el teatro. Esta lista corresponde solo al año 1919. Ya en la década de los veinte, se suma la “Escuela Real de Cinematografía”.

La Acción. Madrid, 22 de marzo de 1924.

Años más tarde, el 18 de mayo de 1930, en el principal de Príncipe, 18 y 20, se inauguraba el nuevo espacio que ocuparía la Casa de Aragón.


Casa Σdox
El 6 de noviembre de 1918 se anunciaba en la Prensa la próxima inauguración de una tienda dedicada a la exposición y venta de calzado americano.


El lunes 11 abría sus puertas el lujoso establecimiento. Se anunciaban como los únicos que presentaban los calzados al estilo de los grandes centros de moda de Estados Unidos.
Una fotografía publicitaria es la única referencia histórica que queda de lo que había sido el espacio ocupado hoy por La Abacería del Príncipe.






En 1922 presenta su primera liquidación de existencias por cambio de dueño. En realidad, se trataba de un traspaso del local para un ramo distinto al del calzado.




Bar Príncipe
Este bar y cervecería, era además una especie de confitería y fiambrería, ajena a algunos productos que lo hubieran igualado a la abacería o Ultramarinos convencionales. Se inauguró en febrero de 1923, con gran éxito de clientela.

La Voz. Madrid, 21 de febrero de 1923.


Bar Asprón
En 1925 Bar Príncipe cambia de propietario, haciéndose cargo del negocio la reconocida firma Asprón Hermanos, dueños de varios bares, restaurantes y cafeterías del mismo nombre repartidos por la capital. La particularidad del de la calle del Príncipe fue su moderna remodelación y la celebración de conciertos de pianola. 
«… les obsequiaremos con un concierto de pianola, si tienen la bondad de esperarnos a la puerta del bar Asprón, donde hay una que suena bastante regularmente. Inútil es añadir que el concierto hay que oírlo desde la puerta. Pero si algún lector quiere convidarnos, lo podemos oír desde dentro».
Buen Humor. Madrid, 25 de diciembre de 1927
El Heraldo de Madrid. Madrid, 19 de noviembre de 1925.

En la fotografía, de 1916, vemos el primero de los Restaurantes-Café Asprón, situado en la Plaza de Santo Domingo, 18 (Planta baja y entresuelo). Hubo otros en las calles San Bernardo, Fuencarral, Amor de Dios y Plaza del Ángel.



Bar-Cafetería Dorín
Sabemos que fue inaugurado en 1932 a tenor de una noticia publicada en el diario Pueblo, del 8 de junio de 1982, en la que decía: «La popular cafetería-restaurante Dorín, de la calle del Príncipe, frecuentada por gentes del teatro, celebró el sábado al mediodía, con un gran coctel-almuerzo, el quincuagésimo aniversario».
La construcción del nuevo edificio en la década de los cuarenta cambió de forma radical la fisonomía de su fachada. Desde entonces, dos grandes locales comerciales compartirán la misma numeración y dos ubicaciones tendrá Dorín.

La fotografía, publicada en La Voz, del 6 de marzo de 1936, muestra el aspecto del local, con su elegante barra y mostrador.



Forma parte de un interesante publirreportaje en el que se daba a conocer la calidad de los productos que allí se consumían y sus marcas.



Entre sus particularidades, la disposición de un modernísimo asador eléctrico de pollos; una sección de charcutería y una selección de mariscos de gran calidad y tan afamados que eran distribuidos a la Asociación de la Prensa para celebraciones especiales.

Servilleta del Restaurante Dorín - www.cervezascolección.com

En 1936, para la tómbola del baile de esta Asociación, Dorín había participado con tres vales para pollos asados, otros tres para latas de almejas de un kilogramo y tres de otras tantas latas de mejillones. Pero si en algo destacó fue en la constante presencia de personalidades del teatro. Actores del Español, la Comedia y del Cinematógrafo acudían a tomar café, comer, o en busca de algún papel interpretativo.

En una entrevista a Tony Leblanc, publicada en ABC-Deportes del 22 de noviembre de 2008, el actor recordaba sus años de guardameta y sus días en el Dorín: «Inventé el equipo del Dorín y jugamos un año con otros no federados».

Tal fue el vínculo del Dorín con los actores que, en junio de 1982, Ramón Gómez, su gerente, anunció la convocatoria de dos nuevos premios de teatro que llevarían el nombre del establecimiento.


Para aquellos años, los cafés en el Dorín subían de precio al llegar la medianoche. Pasados un segundo de las doce ya costaba 10 pesetas más, sumando un total de 100.

Las dos ubicaciones del Dorín
Iniciadas las obras del nuevo edificio, Dorín cerrará sus puertas. Las reabrirá a finales de 1956 o principios de 1957 en el local contiguo a la actual Abacería del Príncipe.
En el plano de catastrones podemos identificar los edificios de nueva construcción o reforma integral practicadas en la década de los 40 y 50. Es visible la separación definitiva de los números 18 y 20.


Dos noticias de ABC del 7 y 8 de febrero de 1957 dan cuenta de la reapertura. Si tenemos presente que Dorín continuó apareciendo en las guías de restaurantes hasta 2001 en el domicilio de Príncipe, 18, resultaría contradictorio situarlo donde estuvo la Óptica Cottet.



Restaurante San Remo
El 8 de abril de 1940 se inauguraba el Restaurante “San Remo” en el local contiguo a La Abacería del Príncipe. Lo podemos asegurar gracias a una publicación de julio del mismo año anunciando el bar Dorín como uno de los puntos de recogida de las tarjetas para el homenaje a Loreto y Chicote a celebrarse en la Peña Fleta. Esto indica que Dorín continuó en su primitivo local hasta finales de la década de los 40 y su reapertura la hará en el local del San Remo. Pero de este restaurante poco más sabemos.


Captura de Google Maps (2025)


Centros de Óptica Cottet
En junio de 1974 quedaba inaugurado el sexto de los locales que hasta entonces tenía la firma en Madrid. El primero de ellos estaba situado en Príncipe, 15, muy cerca del recién inaugurado.
Cottet ocupaba la planta baja y principal, con la fisonomía que tuvo hasta su cierre en 2019. Esta sucursal quedará integrada a la de Príncipe, 15, que aún pervive.

Captura de Google Maps (2019)





Conclusión
Con un pasado de abacería dieciochesca y a pesar de la presencia de diversos comercios dedicados a la farmacia, moda, calzado, bisutería y óptica, predominaron en el número 18 de la calle del Príncipe los dedicados a la gastronomía.
Quizás Juan, Juan Carlos y Julián, socios de varios locales de restauración además de La Abacería del Príncipe, atinaron sin saberlo en instalar en lugar tan privilegiado esta donde ya había existido otra y varios espacios dedicados al “comercio y el bebercio”.

De aquel Madrid del Siglo XVIII viene la Historia de La Abacería del Príncipe, casi idéntica por los pocos cambios urbanísticos que hubo en la calle que recuerda a Felipe II. 
Y de la vida de los diversos negocios que allí hubo se mezclan hoy las voces del pasado con la charla distendida mientras se disfruta de una copa y algo para comer. Ya no suena la pianola del Asprón, ni el bullicio del Dorín… pero están.

Nota del autor
Este trabajo de investigación no tiene ningún interés publicitario. Como la historia de los muchos comercios de otros tiempos que traigo al presente en mis redes sociales, el caso de los comercios que hemos conocido cumple ese cometido a través de La Abacería del Príncipe.
Eso sí, hablando en moderno, puedo considerarme un "Foodie Lovers" de mesón, de taberna y ahora de Abacería, espacios donde disfruto de la calidad, la innovación, los buenos vinos y el trato amable. Además, la Abacería del Príncipe suma las Bellas Artes pictóricas y escultóricas.


© 2025 Eduardo Valero García - HUM 025-003 ABACERÍA DEL PRÍNCIPE
Historia Urbana de Madrid
ISSN 2444-1325


Bibliografía y Cibergrafía
 
Fuentes:
Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.
Biblioteca Nacional de España - Hemeroteca digital.
Biblioteca digital memoriademadrid.
Hemeroteca La Vanguardia.
Hemeroteca ABC.
Sede Electrónica del Catastro.

Instagram La Abacería del Príncipe: https://www.instagram.com/labaceria_del_principe/?hl=es

De las fotografías:
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martes, 7 de octubre de 2025

Las cigarreras de la Fábrica de Tabacos de Madrid y su asociación con el lesbianismo. Contestación a un "divulgador".

ENSAYO RESPONDÓN

Introducción
El 28 de mayo de 2017 publicamos un artículo en homenaje a Valentina Alonso de Espinosa (“tía Viva”), la cigarrera más vieja de la Fábrica de Tabacos de Madrid en 1930. Su descarnada historia de vida representaba al común de las cigarreras; mujeres aguerridas, luchadoras, tipo popular madrileño de las que Don Benito Pérez Galdós había escrito: “… alegría del pueblo y espanto de la autoridad”.

Y así fue desde el siglo XIX hasta bien entrado el XX, como modelo de la lucha obrera y de asociación solidaria y combativa. Pretender ahora separarlas por identidad de género, como pregonan en un vídeo, no es más que un esnobismo.


Por Gonzalo Bilbao Martínez - Fotografía propia, Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=74909004

La utilización de estas mujeres trabajadoras, minimizando su realidad para fabular desde una mirada arcaica, poco se acerca a lo que en su beneficio se reconocía en otros tiempos. Valga el siguiente texto para ilustrar el espíritu de las cigarreras más allá de los estereotipos.

«A las cigarreras se les llama alborotadoras y rebeldes; se las parodia o se las pone en solfa para los efectos del teatro; se las considera un poco a lo frívolo y a lo pintoresco, siendo como son acaso la única colectividad que tiene el corazón en su sitio. […] ¡Benditas sean! Su adorable espontaneidad representa, más que un consuelo, una esperanza. Saber que unos millares de mujeres del pueblo se preocupan de los afanes renovadores del país, y en vez de perder el tiempo en cuchicheos tradicionales, emplean el que les deja libre su trabajo en llevar al ánimo de los presos la alegría de la calle y en alentar los modernos anhelos penitenciarios es esperar con cierta confianza en el auxilio de las colectividades populares, el día de mañana. Las mujeres lo pueden todo, como elemento de impugnación social. Y delante de esos ejércitos posibles empiezan a marchar ya las cigarreras. Ni el sainete ni la tonadilla; el amor a la justicia y a la libertad. ¡Benditas sean!». El Liberal. «Run-Run». Madrid, 9 de octubre de 1929. 




Motivo de este trabajo 
Circula por las redes el vídeo de un divulgador de contenidos hablando de las cigarreras madrileñas como el sumun del safismo en la Fábrica de Tabacos, y la cercanía de esta con una taberna ya desaparecida (según autores a los que parafrasea), en la que dice se reunía el lesbianismo tabacalero. 

Contestación 
La contestación al contenido no se basa en la opinión del autor/editor de esta publicación seriada, sino en el exhaustivo estudio y trabajo de investigación necesarios para confirmar o rebatir, como lo hice para desmontar la denigrante leyenda que atribuía el adjetivo malsonante “gilipollas” a las hijas de Gil Imón de la Mota.

Justamente por estos y otros trabajos, el doctor en Historia Juan Carlos González Morales me envió el vídeo donde se coloca a las cigarreras y el entorno de la fábrica como el epicentro del lesbianismo.

Transcribo la narración casi en su totalidad.


Rumores 
El divulgador, arqueólogo, escritor, youtuber y artista drag ꟷsegún reza en Wikipediaꟷ, con su verborragia facundia viene a asegurar lo siguiente en forma de pregunta:

“ꟷ ¿Sabías que en el siglo XIX había tantas lesbianas y bisexuales en la Tabacalera de Madrid que se llegó a rumorear que su orientación sexual era provocada por el polvo del tabaco?”

 Lo de “rumorear” parece indicar que estaba en boca de toda la villa y corte; sin embargo, ꟷafortunadamente lo citaꟷ, se basa en el libro La mala vida en Madrid (1901), de Constancio Bernaldo de Quirós y José María Llanas Aguilaniedo, reeditado por el Instituto de Estudios Altoaragoneses en 1997, con edición y notas de varios autores.


La mala vida en Madrid
En esencia, el libro es un estudio psicológico y de antropología criminal basado en la sociedad del siglo XIX, integrando un amplio abanico de personajes y sus patologías, sesudamente clasificadas, estudiadas y comparadas. El capítulo III está dedicado a la prostitución y dentro de este incluye la inversión sexual como forma homosexual de aquella. Al referirse a los “Polisexuales” incluye al Uranismo y el Tribadismo.


Recuerdo haber utilizado este libro en mis artículos sobre los barrios bajos madrileños y en la charla titulada ‘Ilustres golfos de Madrid’, impartida en la Biblioteca Regional de Madrid en noviembre de 2023, con motivo de la séptima edición de las Jornadas madrileñas de novela histórica.
Aquella charla fue amena y simpática, ofreciendo al público la visión más amable sobre unos golfos madrileños de vidas miserables que destacaron entre otros y fueron ilustres, muy a pesar de sus desequilibrios. Todo lo contrario hace el divulgador convirtiendo en anécdota la historia de un colectivo de mujeres que, en el conjunto del libro, son tratadas de enfermas mentales.

En el prólogo de la edición de 1997, José Manuel Reverte Coma, fundador del Laboratorio de Antropología Forense y el Museo Universitario de Antropología Forense y Criminalística, hacía esta síntesis de la parte que nos ocupa y que el divulgador sigue a pies juntillas:

«Dentro del complejo mundo de las desviaciones sexuales dedican un buen espacio al tribadismo o lesbianismo, del que encuentran casos frecuentes en la Fábrica de Tabaco y que atribuyen a la aspiración del polvillo de las hojas secas. Mencionan el caso de una taberna que había en Madrid especial para lesbianas y señalan los celos sáficos que con frecuencia padecen éstas…». (Reverte, 1997, p. XXVI)

Paupérrima investigación si el interés del vídeo está en resaltar la figura del lesbianismo en el proletariado, porque la mirada de los autores de La mala vida en Madrid corresponde a la de su tiempo, ajena al feminismo tal y como hoy lo entendemos.

Cigarreras saliendo de la fábrica. Madrid, 1931. Foto: Cámara


Generalizar
Al decir “tantas lesbianas y bisexuales en la Tabacalera de Madrid”, parece aglomerar al conjunto de trabajadores, que eran muchos y en diferentes secciones dentro de la fábrica. En definitiva, comete un error común: la generalización.

Veámoslo desde otro ángulo. 
En julio de 1909 el semanario satírico y anticlerical El Motín publicaba la columna titulada ‘Célibes forzosos’, crítica de los modos y enseñanza en colegios religiosos y conventos. Después de un profuso análisis de la educación laica y los vicios de la iglesia, exponía:

«… antes de la explosión de la pubertad, el hombre (y la mujer) son indiferentes a los amores hetero o homosexuales, y todo depende de la educación, principios, derroteros o sugestión que se dé a las inclinaciones naturales. Esto explica el desarrollo ingente de la inversión sexual en los colegios y conventos, y del tribadismo entre monjas y alumnos. De modo que los corruptores religiosos cuentan ya de antemano con esta complicidad inconsciente de la naturaleza, que luego utiliza y amplía hasta llegar al crimen su desbordada lujuria».

Ni tanto ni tan calvo. No todo ser es hetero u homosexual, aunque hoy pretendan despertar conciencias a través de “enseñanzas”, ni los colegios religiosos y conventos son y tampoco han sido un antro de lujuria. Lo mismo se pretende ahora con el gremio de las cigarreras, intentando generalizar sobre su sexualidad. Entonces, visto así, podemos preguntarnos: ¿Acaso ocurría lo mismo con las verduleras; las operarias de la fábrica de lámparas; las modistillas? ¿Quizás no, por ausencia de polvo de tabaco? ¿O sí, porque trabajaban juntas? ¿Alguna pudo ser lesbiana? ¡Pues claro!

Cigarreras madrileñas de 1931 en la Escuela de Capacitación Social.
Crónica (Año IV – Núm. 128. Madrid, 24 de abril de 1932.

Un estudio sociológico titulado ‘El contagio moral en el ambiente escolar’, de C. Berneri, publicado en La Revista Blanca, del 15 de junio de 1928, habla en estos términos de diversos contagios morales, entre ellos el onanismo y el tribadismo:

«El doctor Garnier afirma que basta que una pensionista esté instruida sobre el vicio del tribadismo para que, aproximándose a sus compañeras, abrazándolas y, sobre todo, durmiendo juntas, lo revele y lo comunique a otras. A otras, muy bien; pero ¿a muchas otras o sólo a las predispuestas? Ahí está el problema». (p. 10-15). 

En definitiva, para los autores de La Mala vida en Madrid y la comunidad médica de entonces, el safismo era una enfermedad, una “epidemia contagiosa”. 
Cuántas historias “queer” de otros siglos hubieran sido mejor ejemplo y no el de las cigarreras, interesadas ꟷcomo hemos vistoꟷ, a otras luchas sociales ajenas a su intimidad sexual.


La taberna lésbica
Después de presentarse y citar al portal de internet que solicitó su colaboración, el divulgador asegura:

“ꟷ Hace más de 130 años aquí estaba uno de los primeros bares lésbicos de Madrid. Bueno, la dirección exacta no la sé, pero sí que estaba al lado de la Tabacalera”.

Lo sabe porque lo citan Bernaldo de Quirós y Llanas al hablar del tribadismo en el capítulo dedicado a las formas de inversión sexual. Pero no investiga, añade de su propia cosecha que fue “uno de los primeros bares lésbicos de Madrid”. Este tipo de aseveraciones son frecuentes en contadores de historietas que desvirtúan la realidad histórica de nuestra ciudad.
Esto de “bares lésbicos” o “Taberna” volverá a citarlo más adelante en su discurso. 

Cita el libro como su fuente de consulta (más bien de lectura), parafraseando este texto:

“Cerca de la fábrica de Madrid hubo, hasta hace poco tiempo, cierta taberna a la cual, si su dueño hubiera conocido algunas otras figuras y pasajes mitológicos que los relativos a Baco, hubiera podido titular con esta advocación pagana: «A la isla de Lesbos»”. (p. 275-276) 

Nada dicen sobre la antigüedad de la taberna ni que haya sido una de las primeras.

Autores como Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós y Pío Baroja, entre otros, visitaron lo más profundo de la sociedad madrileña: los barrios bajos, hábitat de las mayores miserias y el desamparo. Los escenarios y situaciones que describen en sus novelas difieren mucho del ambiente de diversión que el divulgador recrea en las supuestas cigarreras lesbianas, como si aquellas disfrutaran de unos chatos de morapio en la mismísima taberna de Antonio Sánchez.

Los barrios de las Injurias, las Cambroneras, las Peñuelas, y más allá la Perejilera; todos lugares insalubres, miserables, y en ellos la casa del Cabrero, la Tinaja, el caserón del Mellizo, las chozas de la Alhóndiga y la taberna del Manzaneque en el distrito de la Inclusa, donde convivían pobres y proletarios en comunión con ladrones, asesinos, prostitutas y todo lo más bajo de la humanidad.


Plano de Madrid, por José Palouzie (1895) Archivo de la Villa.

Pío Baroja, en La Busca, nos describe la fisonomía de las tabernas propias de los lugares citados; en este caso se refiere a la taberna de La Blasa:

«Cruzaron todos la vía y pasaron por delante de unas casas blancas hasta entrar en el barrio de las Injurias. Se acercaron a una casita baja con un zócalo oscuro; una puerta de cristales rotos, empañados, compuestos con tiras de papel, iluminados por una luz pálida, daba acceso a esta casa. En la opaca claridad de la vidriera se destacaba a veces la sombra de alguna persona. Abrió la puerta Leandro, y entraron todos. Un vaho caliente y cargado de humo les dio en la cara. Un quinqué de petróleo, colgado del techo, con pantalla blanca, iluminaba la taberna, pequeña y de techo bajo. Al entrar los cuatro, todos los concurrentes se les quedaron mirando con expresión de extrañeza; hablaron entre ellos y después siguieron unos jugando, otros viendo jugar».

Una taberna del Paseo de las Acacias.
Foto: Benítez-Casaux (1930)

Después hablará de la clientela que allí había:

«Al otro lado de donde estaban Roberto, Fanny, Leandro y Manuel, un corro de unos veinte hombres se amontonaban alrededor de una mesa jugando al cané. Cerca de ellos, acurrucadas en el suelo, junto a la estufa, recostadas en la pared, se veían unas cuantas mujeres feas, desgreñadas, vestidas con corpiños y faldas haraposas, sujetas a la cintura por cuerdas.
-¿Qué son estas mujeres? -preguntó la pintora.
-Son golfas viejas -contestó Leandro-, de esas que van al Botánico y a los desmontes.
Dos o tres de aquellas infelices llevaban en sus brazos niños de otras mujeres que iban a pasar allí la noche; algunas dormitaban con la colilla pegada en el extremo de la boca. Entre la fila de viejas había algunas chiquillas de trece a catorce años, monstruosas, deformes, con los ojos legañosos; una de ellas tenía la nariz carcomida completamente, y en su lugar, un agujero como una llaga; otra era hidrocéfala, con el cuello muy delgado, y parecía que al menor movimiento se le iba a caer la cabeza de los hombros».

En cuanto a los hombres, todos borrachos y pendencieros. 

El incendio de la Fábrica ocurrió en 1890, lo que quiere decir que el bar o taberna lésbico debía llevar un tiempo en funcionamiento y, muy probablemente, no tan cerca de allí.
En un momento del vídeo se sitúa en la calle Provisiones, 26 (Antiguo 16). ¿Intenta decir que allí pudo estar la taberna? ¿Quizás porque en la fachada del edificio hay una bandera LGTBIQ+?

Poco después aparece en la intersección de esta calle con la de Mesón de Paredes, donde dice lo de "la dirección exacta no la sé, pero sí que estaba al lado de la Tabacalera". Digamos que no estaba al lado, sino enfrente.

Por la calle de Embajadores existieron unas cuantas tabernas, pero aproximadamente desde la calle de la Huerta de Bayo hasta la plaza de Cascorro. Lo mismo ocurría en la calle Mesón de Paredes, desde Sombrerete hasta Duque de Alba. En la de Provisiones hubo alguna cercana a la calle del Amparo. 

Tengamos en cuenta que en casi todas las casas había una tahona o una taberna; en esta última, siguiendo las crónicas de la época, eran frecuentes las reyertas, robos y asesinatos. Parece que no era el mejor ambiente para el flirteo.

En Mala hierba, Pío Baroja nos dice: 

«De Casa Blanca, Ortiz y Manuel se dirigieron hacia las Peñuelas, y Ortiz echó un largo párrafo con el sereno. Después recorrieron algunas tabernas del barrio, en donde había gente, a pesar de tener las puertas cerradas».

Misteriosas tabernas estas, quizás revolucionarias, como los cafés, o más bien de malhechores y contrabandistas; de timba clandestina; dedicadas a la prostitución o utilizadas como fumaderos. De “invertidos sexuales” —por ir acorde con la visión de los autores de La mala vida en Madrid— seguro que las hubo, pero no como selecto club del lesbianismo.

En el amplio y variado Universo del Uranismo, enumerados concienzudamente según sus características físicas y mentales, citan en el número 13 de la lista a un tal “Concha”, de Madrid, quien había sido tabernero y después mozo de comedor. ¿Pudo regentar Concha una taberna lésbica? Quizás sí, aunque todo apunta a que no era pansexual.



Juntas y empolvadas
Un tanto melindre y en ocasiones gazmoño, el divulgador sigue con su relato: 

“ꟷ Estas fábricas y talleres solían estar separados entre hombres y mujeres, y uno de los centros más importantes era este, la Tabacalera, donde trabajaban más de 6000 mujeres. Y aunque sólo sea por estadística o por pasar mucho rato juntas, la fábrica de tabaco se convirtió en el Tinder sáfico de la época. De hecho, había tantas sáficas aquí que se empezó a rumorear que el lesbianismo era provocado por el polvillo desprendido al liar los cigarros. Así que ya sabes, no compres de liar, porque puede provocar lesbianismo”.

Hecha la gracia, lo que viene a decir es lo escrito por los citados autores:
 
“Estos medios homogéneos son muy variados: el colegio, el taller, etc. En las fábricas de tabacos abundan las parejas sáficas. Se ha aludido, para explicarlo, a otra nueva causa, a saber: la irritación producida por el polvillo desprendido del tabaco”. (p. 275) 

Esta aseveración sobre el polvillo del tabaco no está comprobada científicamente; por el contrario, sabemos lo nocivo que era y los muchos operarios que desarrollaron cáncer y otras afecciones pulmonares. ¿Le queda claro señor divulgador? 

Debemos asociarlo con el aristocrático rapé, ya casi en desuso, pero que a la reina Catalina de Medici le aliviaba el dolor de cabeza. 
En el capítulo XXXII de La Tribuna (1882), Emilia Pardo Bazán escribe: 

«No sabiendo qué hacer, quiso enseñar a Amparo cómo se fumaba, a lo cual ella se prestó con repugnancia, alegando que las cigarreras no fuman, que casualmente están «hartas de ver tabaco», y que este sólo era bueno para ponerse parches en las sienes cuando duele la cabeza». 
 
En la Marineda, nombre dado por doña Emilia a la ciudad en la que recrea la Fábrica de Tabacos de La Coruña, es posible que las cigarreras no fumasen; sin embargo, sus colegas madrileñas sí lo hacían, aunque no todas. Eso sí, esconder algún pitillo para el marido o amante lo hacían la mayoría en cada una de las fábricas españolas y del extranjero, a riesgo de ser pilladas.

Continúo con La Tribuna y retrocedo al capítulo X para recrear una escena en los talleres donde se confeccionaban los cigarros comunes y los cigarrillos.

«Entre el taller de cigarros comunes y el de cigarrillos, que estaba un piso más arriba, mediaba gran diferencia: podía decirse que este era a aquel lo que el Paraíso de Dante al Purgatorio. (…) Sentábanse las tres amigas juntas, no lejos de la ventana que daba al puerto. Al través de los sucios vidrios, barnizados de polvo de rapé, que se había ido depositando lentamente, y en cuyos ángulos trabajaban muy a su sabor las arañas, se divisaba la concha de la bahía, el cielo y la lejana costa. La zona luminosa de un rayo de sol, bullendo en átomos dorados, cortaba el ambiente, y el molino de la picadura acompañaba las conversaciones del taller con su acompasado y continuo tacatá, tacatá. Agitábanse las manos de las muchachas con vertiginosa rapidez: se veía un segundo revolotear el papel como blanca mariposa, luego aparecía enrollado y cilíndrico, brillaba la uña de hojalata rematando el bonete, y caía el pitillo en el tablero, sobre la pirámide de los hechos ya, como otro copo de nieve encima de una nevera».

Taller de cigarros en la Fábrica de Tabaco de Madrid.
Fotografía de Company (1898)

Taller de cigarrillos en la Fábrica de Tabaco de Madrid.
Fotografía de Company (1898)

Si alguien ꟷincluso el divulgadorꟷ pretendiera asociar los efectos del polvillo con las tres amigas sentadas juntas, les aconsejo leer la novela para no dejar volar tanto la imaginación.

Recuerdo un artículo titulado ‘La betunomanía’, publicado en El Debate (1922). Hacía referencia al placer experimentado por los usuarios de salones de lustre al respirar aquella atmósfera de betún que envolvía todo el recinto. Eso y la fricción del cepillo sobre los calcos provocaba cierto éxtasis que llevaba al parroquiano a hacer varias visitas al día.
Comentaba el articulista en tono humorístico: 

«(…) he observado que en determinados momentos un salón de limpiabotas tiene algo parecido a un fumadero de opio (…) uno llega a pensar que la crema Eclipse es una verdadera creadora de paraísos artificiales en este valle de lágrimas, semejante al opio, a la morfina o al hatchis (sic)… Y que el betún engendra placer».

Por la regla de tres que aplica el divulgador, todos los que nos lustramos los zapatos debemos ser unos faloperos. Y no va esto con sorna ni para hacer la gracia, sino para abrir un poco las mentes.


De un polvo al otro
Dicen que la expresión “echar un polvo” viene de la costumbre del hombre dieciochesco y decimonónico de inhalar rapé y apartarse a otra habitación con la intención de no molestar, aprovechando así la excusa para encuentros íntimos. Llamemos a esa habitación el típico salón para fumar, presente en el Palacio Real, el de Aranjuez y el Museo del Romanticismo, entre otros edificios aristocráticos.

Como curiosidad, os dejo algunas noticias relacionadas con el “polvillo”. 
Entre las varias especies de polvos que se producían en las fábricas de Cuba, estaban el exquisito con color o sin él; verdín primero y segundo con color o sin él; negrillo, encarachero, polvo de palillos y venas, entre otros.

Una noticia publicada en El Español, del 24 de diciembre de 1835, decía: 
«TABACOS. ꟷ Tenemos entendido que ha llegado a esta corte hace pocos días procedente de Alicante D. Luis Vasallo, vecino y del comercio de aquella ciudad; se nos ha asegurado que posee un secreto para restaurar el tabaco rapé y las demás clases de este género que se da por perdido y se quema en las fábricas del reino, y que le anima el deseo de hacer proposiciones al gobierno sobre este particular».

Al leer esta noticia veo que el polvo perdido se quemaba. Asociándolo al efecto que dicen producía en las cigarreras, me viene a la memoria aquella secuencia de la película británica El jardín de la Alegría (SavingGrace), en la que se quema un criadero ilegal de marihuana causando un gracioso colocón en el jardín de la casa.

El Jardín De La Alegría Película Completa En Español (minuto 1:10:25)
(Clicar sobre la imagen)

Como veremos más adelante, en 1890 hubo un gran incendio en la fábrica, lo que lleva a preguntarnos: ¿Toda la zona Sur de Madrid sufrió un ataque repentino de lesbianismo?

En Fray Gerundio, de 21 de septiembre de 1837, aparecía un extenso artículo titulado ‘El polvo’, del que recojo estos párrafos:

«El polvo del tabaco colorado fue también en otro tiempo un distintivo de sabiduría. Cuando yo anduve la primera vez por el mundo, el P. Maestro que no traía escapulario forrado con una coraza de polvo encarnado, era tenido por un pelafustán, por un lector adocenado; no había maestro de campanillas sin su cota de malla de tabaco de polvo […] Andando el tiempo cayó en desuso el polvo anaranjado, y se introdujo el rapé, más decente y menos manchadizo, pero también menos activo. Para hacerle más grato se inventó después rociarle con algunas aguas de olor ¡Con qué lentitud, y con qué suavidad se hacían antes las reformas!».


Extrapolando
Ya que antes he citado a doña Emilia Pardo Bazán, y en relación con el tema que se trata, no puedo obviar la estrecha amistad que tuvo con una famosa lesbiana de la alta sociedad madrileña. Me refiero a Gloria Laguna (María de la Gloria del Collado y del Alcázar), marquesa de Requena.


Fiesta en casa de Emilia Pardo Bazán.
Gloria Laguna, segunda de la izquierda, sentada en el suelo.

El mismísimo Pedro de Répide le dedicó un poema del que recojo estos versos:

Oh, Condesa de Requena,
Condesa de gracia llena,
llena de risa y de sol.
Alegre flor de verbena,
flor picaresca que llena
nuestro jardín español.

La vida de Gloria ofrece mucho material para contar su historia. ¿No interesan al divulgador otros estratos sociales? Si habla de estadísticas, no debemos obviar las relaciones homosexuales de las casas burguesas y aristocráticas. Mire que por allí había mucho rapé y otros polvos y sustancias.

Y qué tal si mejor nos acercamos a los años 20 y 30 del pasado siglo. Al Círculo sáfico, de carácter clandestino, creado por la artista Victorina Durán. Sus predecesores fueron la Residencia de Señoritas y el Lyceum Club Femenino, aunque en estos espacios el lesbianismo no fue siempre bien recibido.

En todo caso, podría interesarle al divulgador leer el trabajo de la poetisa, escritora y traductora feminista argentina Noni Benegas, titulado ‘Corpus lesbiano’, publicado en la revista LETRA el otoño de 1994.


La taberna y el incendio de la fábrica
Después de la gracia esa de no comprar tabaco de liar, “porque puede provocar lesbianismo”, espeta: 

“ꟷ Pero claro, al salir de la fábrica, estas mujeres querían pasar un rato juntas”. 

O sea que estaban todo el día trabajando juntas y finalizada la jornada querían seguir juntas. Vale. 

Quizás algunas de ellas hasta vivían juntas, y no por amor ni atracción sexual, sino por necesidad. O al modo “matrimonio bostoniano”, aunque difícil de alcanzar por las cigarreras en aquellos tiempos en que el divulgador sitúa la historia.

¿Qué se iban de bares después de trabajar a destajo? Las menos disfrutarían de ese beneficio. Ya veis la escena pintada por Gonzalo Bilbao que encabeza este trabajo, donde una cigarrera amamanta a su niño en el taller.

A las cuatro me levanto,
a las cinco el chocolate,
a las seis lío el petate,
a las siete a trabajar, 
y entero en un jornal saco
de cigarros un millar.
Pues pa repique San Ginés,
me sale ya a mí el tabaco
por las plantas de los pies.

Lo más habitual era que sus maridos frecuentaran las tabernas, principalmente los sábados, y volviesen al hogar para propinar a la esposa una buena paliza. De ahí que muchas cigarreras no estaban de acuerdo con el matrimonio.

Continúa el divulgador con su relato:

“ꟷ En 1890, la Tabacalera sufrió un incendio y tuvo que parar durante un tiempo. El bar perdió su clientela y acabó cerrando. Pero esas obreras sáficas no se fueron a ningún sitio. Siguieron ligando, currando y, seguramente, fumando, en las calles de Madrid”.

Destruido el “Tinder sáfico”, para el divulgador la taberna echó el cierre, aunque pudo ser traspasada, que era lo habitual. Según él, las mujeres de la fábrica continuaron en su ambiente laboral y festivo, de encuentros y ligue. Esta fantasía en que coloca a las cigarreras difiere mucho de la realidad que vivían. 
De noviembre de1890 es esta noticia publicada en El Demócrata

«Algunas piadosas señoras de esta corte vienen trabajando con incansable celo en la fundación de un asilo para las operarias de la fábrica de Tabacos. En dicho asiló se dará hospitalidad y descanso a las cigarreras ancianas inútiles para el trabajo, a las cigarreras convalecientes que salen del hospital hasta que adquieran fuerzas suficientes para dedicarse al trabajo, y a los hijos de las cigarreras, dándoles gratuitamente una sana instrucción, para que el día de mañana sean útiles a Dios y a la patria».

Días después de esa noticia, el 11 de noviembre, como si aquella buena intención hubiese sido premonitoria, se conocían las primeras noticias del incendio de la fábrica. Lejos de seguir “ligando, currando y, seguramente, fumando”, la realidad de las cigarreras fue otra.

«Un gentío inmenso ocupaba las calles inmediatas a la Fábrica, causando gran pena ver debatirse a las infelices cigarreras que, vertiendo amargas lágrimas, veían a través del aterrador aspecto del incendio los fantasmas de la miseria y del hambre». El Diario español, 1890.

La Ilustración Española y Americana
(Año XXXIV – Núm. XLII. Madrid, 15 de noviembre de 1890)
Biblioteca Nacional de España - Hemeroteca digital

Mucho perdió la empresa arrendataria y sus accionistas. Mucho más los miles de trabajadores de la fábrica. La propia reina Cristina, el Gobierno y el Ayuntamiento, además de los estudiantes y el pueblo entero, se volcaron en la ayuda y socorro de las indefensas cigarreras. Ellas desfallecieron y lloraron, pero también renovaron sus fuerzas para manifestarse; como lo habían hecho antes ꟷincluso ese mismo añoꟷ, y como lo hicieron después.

Cigarreras madrileñas en Barcelona.
Mundo Gráfico (Año XX – Núm. 977) Madrid, 23 de julio de 1930. Foto: Casariego

El divulgador parece ajeno a esa realidad y banaliza la figura de estas mujeres que se ganaban el pan diario liando cigarros. Modernísimo, extrovertido y de género definido, transmite el pensamiento arcaico de los autores del libro sin pararse a reflexionar si ha utilizado la mejor fuente para contar la historia de las cigarreras, asociándolas ꟷcon calzadorꟷ al lesbianismo madrileño.


Rapapolvo decimonónico
A este joven arqueólogo, al que he llamado divulgador, el rapapolvo le llega del mismísimo siglo XIX, con estas palabras del periodista, escritor y biógrafo Manuel Ossorio y Bernard, publicadas en La Correspondencia de España del 16 de noviembre de 1890:

«Hay formado un concepto tan grosero como erróneo de las cigarreras de Madrid: articulistas y poetas cómicos nos las presentan como las herederas directas de la manola de fines del siglo XVIII, hermosas, jóvenes, osadas, rebeldes a toda autoridad, armando broncas por un quítame allá esas pajas, burlándose de los agentes de orden público y más o menos accesibles a los requiebros y al amor; pero todo esto no pasa de ser una pintura convencional para conseguir determinados efectos en la escena o en el periódico. Claro que allí donde se cuentan cerca de seis mil mujeres, ha de haber de todo, hasta de lo que sueñan los escritores; pero la inmensa mayoría no es así.
Hijas, esposas o madres de jornaleros, acuden a la Fábrica para ganar un jornal exiguo, teniendo muchas de ellas que confiar a sus tiernos hijos a cuidados ajenos; víctimas de la pobreza en sus casas, víctimas de la usura en la Fábrica, su trabajo incesante suele servir solamente para ganar el pan del mismo día; pero nunca el del siguiente, y hay muchas, muchas, que con su trabajo suplen las deficiencias del de sus maridos, pues ellas marchan directamente a sus casas cuando salen de la Fábrica, mientras que ellos… ¡Hay tantas tabernas por el camino, sobre todo los sábados! Por eso las pobres cigarreras, viendo arder su querida Fábrica, creían que los altos techos se derrumbaban sobre ellas con inmensa pesadumbre, que aquellas llamas lamían sus cuerpos y que aquella densa humareda, apoderándose de sus gargantas, las asfixiaba».

Aquellas manolas jóvenes, osadas y rebeldes, eran en 1934 las ancianas que vemos en la fotografía. ¿Quién hubiera sido capaz de preguntarles por su inclinación sexual? Con suerte, al atrevido le hubiesen enviado a freír espárragos.

Cigarreras después de abandonar una huelga de brazos caídos a las 12 de la noche.
Fotografía de Almazán (1934)


Reflexión preguntona
Hablemos de las cigarreras en su conjunto. Muchos fueron sus amotinamientos y huelgas dentro de la Fábrica de Tabacos en los siglos XIX y XX. Ancianas casi centenarias; jóvenes madres: solteras unas y otras casadas; mujeres desamparadas: viudas o maltratadas; lesbianas algunas, sí: unas por convicción, otras por la genética, ninguna por el polvillo del tabaco. Manolas de armas tomar todas ellas.

Acostumbrados a eso de la manida pregunta “¡¿Sabías qué…?!”, quizás al divulgador le interesaría saber más de las cigarreras, de todas ellas, incluidas las lesbianas.

¿Sabías, divulgador, que en 1916 las cigarreras coruñesas lograron asociarse con fines mutualistas creando la primera sociedad de obreros tabaqueros de España y en qué derivó esa iniciativa?
Siguiendo los pasos de sus compañeras gallegas, las de otras fábricas se asociaron y en 1918, en Madrid, celebraron su primer Congreso en la Casa del Pueblo con la consolidación de la Federación Tabaquera Española.

¿Sabías, divulgador, que las cigarreras formaron parte de la Junta de Accionistas de la Compañía Arrendataria de Tabaco en 1924?
Interesadas en la manera de hacer mayor fuerza con sus reivindicaciones, desde la consolidación de la Federación buscaron la mejor de todas: juntar la cantidad de cien mil pesetas para adquirir en Bolsa acciones de la Arrendataria. El escándalo fue monumental al ver los capitalistas en la Junta a las cigarreras como sus iguales. Mucha fue la lucha y tiranteces entre los capitalistas y las trabajadoras. Con su voz y voto consiguieron el reingreso de sesenta mujeres que habían sido despedidas por huelgas anteriores. También lograron mejoras intervencionistas dentro de la empresa y, fundamentalmente, limar asperezas y llegar a la cordialidad absoluta entre el capital y el trabajo.

¿Sabías, divulgador, que en la calle de Embajadores estuvo la Escuela de Capacitación Social para cigarreras?
En marzo de 1932 se inauguraba esta Escuela, creada por la Federación Tabaquera Española para formar a las delegadas de la fábrica de Madrid y provincias. Estas delegadas, convertidas en profesoras, formaban a las compañeras de sus respectivas fábricas.



Y así podría estar preguntándote y respondiendo hasta la llegada del 2000, año en que la fábrica cerró sus puertas definitivamente.
Muchas de las últimas cigarreras viven, algunas pertenecientes a antiguas sagas de cigarreras y obreros de la fábrica. No creo que ellas, ni las lesbianas en su conjunto, estén muy satisfechas con el contenido de tu vídeo.

Conclusión 
Como ocurre hoy con Miguel de Cervantes, parece que las suposiciones se convierten en tajantes certezas. Palabras antónimas imposibles de asociar sin un indicio lo suficientemente sustentado, ajeno a conjeturas, sospechas o imaginaciones.
Utilizar unos pocos párrafos de un libro para fabricar una realidad incontestable basada en el supuesto efecto del polvillo del tabaco como transmisor del lesbianismo a las cigarreras o pretender que eso, además del hecho de trabajar juntas, lo propiciaba, se asemeja más a una falacia.

Es una certeza que en la sociedad de todos los tiempos existió la homosexualidad, así como inútil el intento de reivindicar el lesbianismo a partir de banales suposiciones involucrando a las cigarreras.

Existe otra realidad en estas obreras más asociada a sus pésimas condiciones laborales y al pensamiento machista de otros tiempos no tan lejanos. Si aquellas mujeres reivindicaron sus derechos en el siglo XIX, no fueron menores sus esfuerzos después de la Guerra Civil, tanto en el ámbito laboral como en el social.

No había nacido aún el divulgador cuando el lesbianismo comenzó a buscar su lugar en la sociedad. Fue difícil, incluso frente a otros géneros, además de los heterosexuales. Fue difícil para todos los colectivos, incluso en aquellos años en que más se los estigmatizó por la presencia del SIDA.
Ni polvos ni gracietas, la Historia es otra y no debemos mancillarla.

En los archivos de RTVE Play podemos ver la serie documental "Nosotrxs somos", relato de cuatro décadas de activismo LGTB+ en España, que recorre el sinuoso camino histórico entre la época en la que los homosexuales iban a la cárcel por el mero hecho de serlo hasta la derogación de la Ley de Peligrosidad Social. De sus siete episodios publico el dedicado al colectivo de lesbianas.

Capítulo 6: Violeta. La revolución lesbiana.

Para la conclusión, no hay mejor ejemplo que la Historia y voz de las cigarreras.

Por cierto, divulgador, las cigarreras de las fábricas de tabaco no fueron la “Carmen” de Prosper Mérimée, su colega arqueólogo.

Pódcast | Las últimas Cigarreras de la Fábrica de Tabacos de Madrid 

Fotografías y vivencias | Las últimas Cigarreras de la Fábrica de Tabacos de Madrid 

Fábricas de Andalucía | Las cigarreras, mujeres trabajadoras y el mito de Carmen 

CC.OO. de Madrid: Las Cigarreras (Historia)



Para la contestación:
Eduardo Valero García 
madridblog@gmail.com


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Bibliografía y Cibergrafía
 
Fuentes:
Biblioteca Virtual de Prensa Histórica.
Biblioteca Nacional de España - Hemeroteca digital.
Biblioteca digital memoriademadrid.
Hemeroteca La Vanguardia.
Hemeroteca ABC.
YouTube.

De las fotografías:
En los casos que ha sido posible, se citan los autores.

Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor.

Sobre el vídeo citado: 
Corresponde a una colaboración de Miquel Herrán Subiñas con el portal Madrid Secreto, subido el 28 de junio de 2025. No se reproduce el vídeo por su falta de rigor y coherencia. Pueden localizarlo en Instagram: https://www.instagram.com/madrid_secreto/  
 
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En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2025) "Las cigarreras de la Fábrica de Tabacos de Madrid y su asociación con el lesbianismo. Contestación a un "divulgador".", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325


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