En nuestro anterior artículo hablamos de la situación actual de los porteros y conserjes, conocidos en su conjunto como Empleados de fincas urbanas. Supimos de sus necesidades más urgentes tras casi veinte años de olvido por parte de las instituciones y su férreo interés en conseguir ser escuchados. En este sentido, podemos decir que lo están consiguiendo gracias al empeño y compromiso de los profesionales del gremio, más unidos y organizados.
Las redes sociales están siendo su altavoz, principalmente Twitter (con el hashtag #urbanasfincas), desde donde reivindican la actualización del Convenio de Empleados de Fincas Urbanas e instan a medios de comunicación, sindicatos y partidos políticos para su implicación en esta situación que afecta a más de 20.000 trabajadores.
Tantos gremios han desaparecido que muchos de nuestros lectores se interesaron por este asunto. ¿Desaparecerán los porteros, como ocurrió con los serenos, los faroleros y otros tantos oficios?, se preguntaba uno de ellos. Otro denunciaba la situación de miles de porteros y conserjes de empresas multiservicio, para los que no existe un convenio colectivo.
Interesados por las historias que contamos, siempre asociadas a Madrid y los madrileños de antaño, una incondicional seguidora nos preguntaba: “¿En qué año también se incorporaban las porteras?”. Lo hacía por conocer algo más sobre la historia de su familia, porque su abuela había conseguido el puesto de portera “allá por 1945/46, a los pocos años de enviudar y venir a Madrid con sus cinco hijos”.
Pues bien, atendiendo a esta última, y en homenaje a las entrañables porteras de ayer y a las que hoy continúan ostentando ese puesto, os ofrecemos este nuevo artículo titulado…
El primer anuncio que encontramos en el que aparece una portera fue publicado en el Diario de Madrid del 1º de mayo de 1810.
No debemos confundirlas con las muy antiguas porteras de los Conventos ni tampoco con las llamadas porteras de Damas, encargadas estas de guardar las puertas de las criadas de la reina, princesa e infantas; aunque también lo hacían en aristocráticos palacios.
«En la calle del Sordo, casa del Herrero, al cuarto segundo, darán razón de una mujer de más de 40 años, que desea acomodarse por Ama de algún Señor Sacerdote, o en casa de poca familia, y en su defecto, para enfermera, o portera de Damas».
Muchos encargos tenía la portera que hubo en la casa número 7 de la calle de Alcalá, encargada de atender los avisos de la casa aneja, antigua propiedad del marqués de Illescas, numerada con el 6 (frente a la Aduna). Disponía de las llaves de un “quarto” en alquiler en la segunda planta; de otro en el principal con 13 piezas, guardilla, sótano y fuente, además de una tienda con “quarto” bajo, entresuelo independiente y sótano. Daba razón de la venta de un carro con ruedas y tres guarniciones para mulas y el alquiler de una cuadra para cuatro caballos, con pajar, patio, quarto para el criado y un pozo. También de otra curiosa venta, una partitura original, traducida al español, de la opereta titulada El marido soltero, del maestro L. Breton.
Como esta, otra de la calle San Miguel también estaba relacionada con familias aristocráticas; era la de la casa de la duquesa de Arion, señora que necesitaba a una mujer de buena educación para cuidar de una niña. Debía saber leer y escribir, coser y planchar a la perfección. Daba razón la portera.
Sirviendo al duque de Abrantes, pero en el corralón que este tenía en la calle de la Greda, la portera daba razón de la venta de una berlina de cuatro ruedas para cuatro mulas y un coche de camino. Y la del marqués de Villena, casa que estaba frente al convento de San Martín, daba razón de la venta de un venado de dos años muy domesticado y del alquiler de una cuadra con tres pesebres y pajar o cuarto para el cochero. Esta misma portera también atendía otros encargos, como este:
Cumpliendo con estas y otras obligaciones hubo en la villa y corte muchas más, como las de las siguientes casas y calles. La lista corresponde a las porteras desde 1810 hasta 1840:
La de la calle de San Bernardo, casa número 2, inmediata a la plaza de Santo Domingo; de la calle Cedaceros, esquina a la del Sordo; la de Caballero de Gracia, número 1, y la del número 11; de la casa del marqués de Perales, en la calle Magdalena; la de Bordadores, 5; la de la casa del conde de Ofalia, en la calle del Prado, frente a la del León; de la casa del marqués de Portazgo, en la calle de Atocha; en la casa llamada “del Patriarca” de la calle de la Inquisición; la de la portería del teatro del Príncipe y las del número 13 y 7 de la calle homónima; la de la casa del marqués de Casa-Sarria y conde de Guaqui, en la calle de Atocha; la de la calle de la Reina, 10; la de Leganitos, 4, frente a la fábrica de cerveza; la de la casa número 2 de la calle Carretas; la de la casa llamada de Toledo, en la Puerta de Moros; de la calle de San Agustín; de la carrera de San Gerónimo, 4; la de la casa del marqués de Bélgica, en Puerta Cerrada; la de la Cuesta de Santo Domingo, casa número 8; la que vivía en el patio de la casa 38 en la calle de Silva; la de la casa número 6 de la plazuela de Santa María; la de la casa de Balmaseda, en Atocha, 32; la de la fábrica de alfombras de la calle de la Reina (plazuela de Altamirano); la de las casas 16 y 18 de la calle Huertas; la de la casa número 8 de la calle San Martín; la de la calle de la Amnistía, esquina con la de Unión; la de la calle de la Flor, que vivía en la guardilla; , etc., etc.
Sería una exageración asegurar que la situación de los empleados de fincas urbanas de hoy es idéntica a la de sus iguales de los siglos XIX y principios del XX; sin embargo, en muchos aspectos existen similitudes, principalmente por la precariedad salarial a la que se han visto sometidos.
Portera automática
La ausencia del sereno, quien en Madrid y otras ciudades de España acudía al golpe de palmas para abrir los portales, las parisinas disponían de una cuerda para esa función. Estaba situada en la portería y conectada con la puerta de acceso al edificio. Al tirar de ella se levantaba el cerrojo que mantenía la puerta atrancada y la abría; al cerrarse esta por su propio peso, la portera liberaba la cuerda y el cerrojo volvía a atrancarla. El mecanismo era sencillo, pero tediosa la vigilia.
Refiriéndonos a las vigilias, quizás podamos comprender que en los grabados antiguos las porteras aparezcan siempre leyendo un libro, un periódico o conversando con alguna criada; distracción nocturna para las que sabían leer y las que no.
«En esta pérdida de personajes de un Madrid que se fue, se encuentra la portera. La leyenda la sitúa a caballo entre la cotilla-fisgona y la bruja maledicente. Su labor residía en pasar por individuo de tercera categoría frente a los señores del principal o de los restantes pisos. Se sabía vida, costumbres y milagros de los vecinos, incluidos los trapichondeos que no tardaba en propalar cuando la propina era escasa o nula. Sin embrago, la “tradición oral" olvidó reflejar de este entrañable personaje su labor de prestadora de servicios, donde acudían irremediablemente todos los vecinos cuando algún problema nublaba su pacífica existencia. Hoy, los más jóvenes no saben de esa mujer, pues se encuentra sustituida por un artilugio mecánico, siempre estropeado [telefonillo], que no posee el gracejo castizo de nuestro personaje.Portera de día, portera de noche, sin horarios de ocho horas, sueldo base ni seguros sociales, esta esclava de señoras de poca monta desaparece en la niebla de un tiempo pasado».
Esto fue motivo de duras críticas, no sólo por la autoridad que se les daba a los porteros en vez de contratar más agentes u organizar mejor el servicio de vigilancia policial, sino también porque eran muchísimas las casas de vecindad madrileñas que preferían o ya disponían de porteras.
Afortunadamente, porteras y porteros continuaron ejerciendo sus funciones con mayor o menor celo y hasta el momento de su jubilación o más. Las noticias de la época daban cuenta de los avatares de su trabajo y los saineteros, escritores y dibujantes, a su manera, rendían homenaje a estas y otras figuras urbanas tan pintorescas.
Y si el ministro de la Cierva optaba por dar autoridad policial a los porteros y prescindía de las porteras, estas supieron demostrar su valía. Así quedaba plasmado en una noticia publicada el 14 de septiembre de 1908 en La Correspondencia de España:
Había excepciones, como las porterías de los hoteles u hotelitos particulares del Paseo de la Castellana. Ponemos como ejemplo la del número 12, que era un pequeño pabellón de dos plantas, compuesta la superior de un dormitorio y salita. Esta portería, al igual que otras similares, disponían de un botón de alarma que comunicaba con el hotel.
En el fragmento del plano de planta de los Grandes Almacenes Sederías Carretas (1935) vemos la vivienda del portero, ubicada en la última planta del edificio. Disponía de dos habitaciones, cocina comedor y baño, además de dos terrazas. La sala de máquinas estaba pegada a la vivienda.
El concepto de portería fue cambiando con la creación de nuevos núcleos urbanos y la reedificación. La casa habitación comienza a entenderse como un elemento común privativo para uso del portero que debía cumplir con las normas básicas de habitabilidad; es decir, una casa dotada de los elementos y espacios necesarios para vivir con decoro. Así, las porterías comienzan a establecerse en la planta baja o en los áticos, aunque continuarán existiendo edificios decimonónicos en los que no se cumple con estas necesidades.
De las primeras noticias del siglo XX en las que podemos hacernos una idea de cómo eran, traemos la que da cuenta de un incendio en la casa número 3 de la calle de la Montera. Como veréis, se habla de cajón y de caseta, especie de chiscón que hacía de casa habitación.
Aunque los ejemplos que veremos son lamentables, como nota curiosa os comentamos que en algunas casas nobles existía un “tubo acústico” que conectaba con la portería; primitivo intercomunicador de los que aún existen.
«La casa número 18 de la calle de Toledo es una vieja finca de antiquísima construcción, cuyo portal estrecho lo hacen aún más angosto dos tiendas que se han aprovechado allí. A continuación, y en el fondo del obscuro, más bien que portal, pasadizo, existe un chiscón hecho con unas tablas, sin respiración alguna, que sirve de vivienda a la portera».
«Del aspecto de la fachada, portal y escalera puede juzgar quien lo vea. La portera carece de retrete y está guisando en una especie de anafre».
«En la Tenencia de Alcaldía del distrito de Buenavista ha sido denunciada la casa número 63 de la calle de Diego de León. El fundamento de la denuncia es el mal estado en que se hallan los patios, la suciedad de la escalera, no pintada, sin duda, desde que se construyó la finca, y las pésimas condiciones de habitabilidad del cuarto que ocupa la portera».
La composición fotográfica muestra la pequeña habitación y el retrato de Petra Martín del Barrio, portera de la casa número 7 del pasaje Anastasio Aroca, en el barrio de Prosperidad. Petra, de setenta y siete años, había fallecido por inhalación de los gases provenientes de un brasero. Su hija, Juana Castaño Martín, de cuarenta y cinco años, estaba grave en el momento de ser encontradas por la Guardia civil. Infame espacio sin ventanas donde vivían madre e hija.
«Base 11ª. En caso de enfermedad que no exceda de dos meses dentro del año, el propietario vendrá obligado a poner un substituto de su cuenta, siempre que las necesidades del servicio lo requieran y el propietario lo crea oportuno, sin descuento del sueldo del portero, y si la enfermedad excediera de dos meses, el substituto será de cuenta del propietario, quedando en este caso relevado de pagar al portero, bien entendido que al substituto únicamente tendrá obligación el propietario de abonarle el sueldo que disfrute el portero».
«El cancerbero de la casa era la portera, la Alfonsa. Ella vigilaba, tomaba nota; no le pasaba nada por delante de los ojos sin que lo averiguase. Era un juez de Instrucción. Tenía un olfato de sabueso para descubrir los líos de la vecindad. El que iba a empeñar, el que iba a comer, el que preguntaba por el médico especialista, la muchacha del tercero o del cuarto que tenía mal aspecto, nadie pasaba sin dejar en la portería algo de su secreto. Al licenciado Latorre le protegía porque le consideraba como a un infeliz. Еl prestamista don Félix hablaba con ella y le daba propina; "Pastelillos" hacía lo mismo. La Pepa y sus hijas decían que la Alfonsa era una mujer de pronóstico reservado, de aviesas intenciones, capaz de jugar una mala pasada a cualquiera. Tenía odio a todos los que no se rendían a su poder. El marido de la Alfonsa, un cero a la izquierda, estaba empleado en unas dependencias del Ayuntamiento de Chamberí».
«TRIBUNAL DE URGENCIA – ATESTADOEn la Sección primera, constituida en Tribunal de Urgencia, se celebró esta mañana la vista contra Francisco Mondéjar y su esposa Felisa Díaz, porteros de la casa número 11 de la calle del Nuncio.Ocurrió, al parecer el día 1º de junio actual que un individuo, estando embriagado, comenzó a promover escándalo a la puerta de uno de los cuartos en el que viven dos señoritas solas. Una de ellas llamó al portero en demanda de auxilio, mientras la portera requería la presencia de un guardia de Asalto, inquilino de la referida casa, quien se excusó de intervenir por no estar de servicio. Sobre esta respuesta promovióse discusión entre el guardia y la portera, resultando aquel con un arañazo en la cara y ésta con erosiones en diversas partes del cuerpo. Aunque no aparece clara la intervención del portero, también éste fue procesado, pidiendo para ambos la pena de tres años, cinco meses y un día de prisión por atentado a la autoridad.El defensor, el culto y experto abogado don José de Gregorio, niega que en aquel momento concurriese en el guardia la condición de autoridad, y, alternativamente, que se les considere autores de una falta leve de resistencia a la autoridad.El Tribunal dictó sentencia de conformidad con el señor Gregorio y condenó a los procesados a quince días de arresto y quince pesetas de indemnización. Como ya llevan en la prisión más tiempo del a que fueron condenados, el Tribunal los puso en libertad inmediatamente».
El prototipo de portera anciana entrada en carnes o delgada y seca, con pocos estudios o ninguno, iba desapareciendo. Nuevas generaciones ocupaban sus puestos; entre ellas, mujeres jóvenes, señoras viudas, con estudios básicos algunas o bien preparadas otras. Un ejemplo de estas últimas era Carmen Varela, poeta y cantante.
Como hemos visto, en el siglo XIX y, después, en los inicios del XX, las porteras ocuparon gran parte de las noticias de sucesos, y no fueron menos en las décadas de los 50 y 60. La sociedad estaba acostumbrada a verlas como complemento del paisaje urbano y en las columnas de los tabloides relatando sus aventuras y desventuras.
Bibliografía y Cibergrafía | ||||||
Fuentes consultadas: ARROYO ABAD, Carlos. "La relación laboral del empleado de fincas urbanas". Anuario Jurídico y Económico Escurialense, XLII (2009) 99-116 / ISSN: 1133-3677 BOE (Boletín Oficial del Estado) GAZETA https://www.boe.es/diario_gazeta/ Biblioteca Nacional de Francia - GALLICA Archivos municipales. Memoriademadrid. Todo el contenido de la publicación está basado en información de prensa de la época y documentos de propiedad del autor-editor. Todo el contenido de Historia urbana de Madrid está protegido por:
En todos los casos cítese la fuente: Valero García, E. (2021) "Los Porteros madrileños (II) Dará razón la portera (1810 - 1960)", en http://historia-urbana-madrid.blogspot.com.es/ ISSN 2444-1325 o siga las instrucciones en Uso de Contenido. [VER: "Uso del Contenido"] • Citas de noticias de periódicos y otras obras, en la publicación. • En todas las citas se ha conservado la ortografía original. • De las imágenes:Muchas de las fotografías y otras imágenes contenidas en los artículos son de dominio público y correspondientes a los archivos de la Biblioteca Nacional de España, Ministerio de Cultura, Archivos municipales y otras bibliotecas y archivos extranjeros. En varios casos corresponden a los archivos personales del autor-editor de Historia Urbana de Madrid. La inclusión de la leyenda "Archivo HUM", y otros datos, identifican las imágenes como fruto de las investigaciones y recopilaciones realizadas para los contenidos de Historia Urbana de Madrid, salvaguardando así ese trabajo y su difusión en la red. Ha sido necesario incorporar estos datos para evitar el abuso de copia de contenido sin citar las fuentes de origen de consulta. |