martes, 19 de noviembre de 2013

El Arco de Cuchilleros en tres vistas


Tres vistas que en el papel se recuerdan.

Cámara de Salazar. 1914
Sorprendente desnivel del Madrid de los Austrias que separaba a la plebe de las Cavas, la Morería y el Humilladero, de la grandeza de la plaza y sus autos de fe y fiestas de toros. Arco de Cuchilleros, empinada escalerilla de piedra que comunicaba la antigua ciudad con la nueva; zaguán de la añeja villa matritense a la también añeja plaza del Arrabal, que así se llamó antes de la moderna Plaza Mayor de Felipe III.

Conforma este arco una de las diez entradas a la monumental Plaza Mayor por donde discurrieron desde su fundación héroes y verdugos, hidalgos y gallofos, damas que tenían sus palacios o nobles casonas en la apacible calle del Sacramento, y daifas y manflas de los suburbios de las Cavas y de las pocilgas de los bajos de Cuchilleros o de la plaza de San Miguel.

El asentamiento de los menestrales de armas que durante el siglo XVI ocuparon aquellos contornos, dio nombre al arco y a la calle, y gran fama al oficio, ya que de los cuchilleros madrileños se decía en toda Europa "...que no había entre los de su oficio quien pudiera mirarles frente a frente como a iguales."

De todas partes venían sagaces miembros del agresivo gremio para conocer el secreto en que estribaba la bondad de las armas madrileñas, cuya reciedumbre y flexibilidad  era superior a todas las hojas tudescas o milanesas. Y dicen que se hicieron con grandes cantidades de agua y arena del maltrecho Manzanares pensando que de ahí venía la calidad de las armas.

Retrata Salazar el arco desde abajo en 1914. Especie de muralla con puerta de Cuchilleros donde ya no quedaban vestigios de los hombres de forja y temple sino el espacio que llenarían los vendedores de pavos y pollos. Aves a menor precio que en las alturas de la plaza, porque el desnivel en esto beneficiaba.

Fotografía de Salazar. La Esfera, 1914

Hoy, masificada zona de restauración que se extiende hasta la Plaza de la Cebada por las Cavas y, en sentido contrario, hasta el Mercado de San Miguel por la calle de la Cava de San Miguel. Un magnífico contrates entre el antiguo Madrid de los Austrias y el nuevo.

© 2013 Google Earth



Cámara de Cortés. 1930
Dice don Pedro de Répide en un artículo titulado Nueva visión y versión de Madrid ["La Libertad" Año XVI. Núm. 4.535. 1934]:
"Entra en la plaza Mayor por el callejón del Infierno y sale por el arco de Fortunata, como deberemos llamar a la bóveda de la escalerilla de piedra que empieza en el postigo del Púlpito y conduce a la hondura de Cuchilleros, el verdadero cavón que enlaza las Cavas, y el dédalo de las callejuelas históricas le brinda sus sorpresas."

En la parte superior de la escalera, cuyos peldaños llevan nombre de calle, existe un rincón desde muy antiguo que quiso la estética urbana no mover de su sitio. Se trata de la barandilla que daba acceso a la Taberna de El Púlpito, lugar de conspiradores, trajinantes y bandidos que allí llenaban la andorga y vaciaban sus pecados libando alcoholes, entre otras cosas. La plataforma de piedra, que hace un quiebro a la gastada escalera, muestra una barandilla de hierro que fue escenario de, seguramente muchas leyendas, entre las que destaca la arenga de un monje del Convento de San Gil aquel heroico y fatídico 2 de mayo de 1808.

El propio Ramón Gómez de La Serna advierte que la taberna no era la que figuraba a mitad de la Calle de la Escalerilla de Piedra:
"El Púlpito es el local casi desconocido que hay subiendo por una escalerilla que hay en el portal de El Púlpito vulgar."

Fotografía de Cortés. Mundo Gráfico, 1930

Hoy, una colorida maja goyesca se abanica desde el púlpito anunciando la entrada a "El Arco Artesanía", colorido espacio lleno de arte que una vez fue vecino de la Fortunata de Pérez Galdós.

Vista de la calle de Cuchilleros desde el púlpito
© 2013 Historia Urbana de Madrid 20131117-133717

Vista del púlpito desde la calle de la escalerilla de piedra
y entrada a la antigua taberna.

Junto al farol que hay en lo alto de la escalera, a la izquierda del arco según se baja, una placa identifica la calle con peldaños con el nombre de "Escalerilla de Piedra". Arteria empinada que atraviesa el muro de contención de la plaza, con sus gastados escalones que fueron y son testigos de no pocas historias.

Placa de la Calle de la Escalerilla de Piedra
© 2013 Historia Urbana de Madrid 20131117-133758


Cámara de Albero y Segovia. 1936
Clave de grises que no son tonalidades de la fotografía sino la tristeza de una ciudad en guerra; con miedo, con hambre, con muerte.
Lo ha dicho Pedro de Répide en el texto anterior, "...el arco de Fortunata, como deberemos llamar a la bóveda de la escalerilla de piedra que empieza en el postigo del Púlpito y conduce a la hondura de Cuchilleros..."; porque allí sitúa la casa de Fortunata don Benito Pérez Galdós en su obra "Fortunata y Jacinta: (dos historias de casadas)."

Desde allí, peldaño tras peldaño se va a las Cavas, no sin sentir antes la presencia de Luis Candelas, y su poco recomendable cuadrilla, reunidos todos en la Taberna de Cuclillo, muy cerca de las gastronómicas "Cuevas de Luis Candelas".

Un poco más allá de la curva que trazan los edificios sobre la calle de Cuchilleros, recibe al paseante la antigua "Hostería Botín", posada fundada por Jean Botin en 1725 que hoy da fama gastronómica a la Cava de San Miguel con el nombre de "Sobrino de Botín".

Fotografía de Albero y Segovia. El Siglo Futuro, 1936

"Pues por el orden siguiente, he ido descubriendo estos hechos: Que Fortunata no se ha muerto, que está en Madrid, que vive cerca de la Plaza Mayor, que vive en la Cava de San Miguel, en la casa de los escalones de piedra, que está fuera de cuenta desde hace un mes, y que D. Francisco de Quevedo la asiste". 
[Pérez Galdós, Benito. "Fortunata y Jacinta: (dos historias de casadas) Cap. V. La razón de la sinrazón. Parte III - http://bib.cervantesvirtual.com/FichaObra.html?Ref=4584&portal=57 ]

Lugar donde Pérez Galdós sitúa el domicilio de Fortunata

Recuerdos de papel en viejas fotografías que cuentan historias de un rincón de la villa y corte. Arco famoso de Cuchilleros y su escalinata de piedra; túnel que nos transporta a otro Madrid de profesiones y costumbres ya olvidadas.


© 2013 Eduardo Valero García - HUM 013-019 RECUPAPEL
ISSN 2444-1325


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domingo, 17 de noviembre de 2013

Estampas. Madrid pueblo: Café de barrio


Café de barrio en el Madrid de los años treinta. Cálido ambiente de estufa y tumulto humano en aquellos establecimientos de luz mortecina, altos techos y decoración palaciega. 
Mesas de mármol con pedículo de hierro, acompañadas de variopintos estilos de sillas, creaban los diferentes mundos en que se repartía el amplio salón. Más allá, la zona reservada a todo tipo de pecados.

La orquesta ameniza el bullicio. Unas damas de dudosa reputación camelan a su víctima. Unos comen, otros beben, y la gran mayoría habla a gritos sobre la conversación del resto. Un bohemio artista tiene cita con alguna de sus imaginarias musas. Los camareros pasean de un lado al otro mientras la patrona decide a quien se le fía. Los clientes, en su mayoría viejas glorias del siglo XIX que reniegan de todo lo moderno, añorando los tiempos galdosianos. Y los modernos, que viven la juerga de sol a sol y entre "sol y sombra".
El cerillero y el colillero hacen negocio, como lo hizo don Alfonso en el Café Gijón.


Página de humor, por Bellón
"Café de barrio"
Crónica, 1934



© 2013 Eduardo Valero García - HUM 013-031 ESTAMPAS MAD


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jueves, 14 de noviembre de 2013

Arco de la calle de la Pasa





Arco del "triunfo" para la modistilla soltera que el 13 de junio depositaba alfileres en la pila de San Antonio y agujereaba la palma de su mano con unos cuantos de ellos en la esperanza de encontrar novio formal. Triunfante cruzó una mañana aquel arco cogida del brazo de un joven pasante que conquistó su corazón.
Amparito y Pepe caminaron por la calle Pasa y atravesaron el arco rumbo a la Vicaría; porque "el que por la calle de la Pasa no pasa, no se casa" o "El que no la pasa no se casa..."
Dicho popular que relacionaba la estrecha calle con los casamientos, ya que antes de existir el matrimonio civil, todas las parejas tenían que pasar por el número 3 de esta calle y casarse por lo eclesiástico en la Vicaría del Arzobispado de Madrid. Arco triunfal para solteras y solteros madrileños que, después de no pocos desengaños, conseguían esposa o esposo.


Fotografía de Salazar. La Esfera, 1914
CALLE PASA


Dice Mesonero Romanos en su "Manual de Madrid. Descripción de la Corte y de la Villa" [1833; Cap. V. Administración civil, militar y eclesiástica de Madrid y su provincia. Pág. 135]:



Calle de la Pasa, nombre recibido porque existió hace tiempo la sana y benéfica costumbre de repartir puñados de pasas a los mendigos desde una puerta del palacio episcopal que daba a esta calle; costumbre suprimida más tarde por el alboroto que se formaba en los alrededores.
Misma costumbre existió con los panecillos que el cardenal-infante y arzobispo de Toledo, Luis de Borbón y Farnesio, daba como limosna desde una ventana sobre el pasadizo que dio nombre al de los panecillos, antes de San Justo.





© 2013 Eduardo Valero García - HUM 013-018 RECUPAPEL


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martes, 12 de noviembre de 2013

Especial: 101º Aniversario de la muerte de Canalejas


Hoy se celebra el 101 aniversario de la muerte de José Canalejas. Historia Urbana de Madrid reproduce la crónica del trágico suceso que conmocionó a Madrid la mañana del 12 de noviembre de 1912.



Últimos momentos de vida
La mañana del 12 de noviembre de 1912 salió el señor Canalejas de su casa encaminándose hacia la Puerta del Sol, probablemente rumbo al Ministerio de la Gobernación. Poco antes de llegar a la desembocadura de la calle de Carretas paró el coche, se apeó y fue directo a la librería San Martín, donde quedó examinando los libros del escaparate. A una distancia prudencial, como de costumbre, seguía a Canalejas el policía de los de la Presidencia, Sr. Borrego.

A las once y veinticinco
El asesino que seguramente venía vigilando los pasos de Canalejas, sacó una browning del bolsillo y a muy corta distancia disparó a quemarropa contra Canalejas. Otro disparo atravesó la puerta de la librería.

Fotografía de Vilaseca que muestra a D. Roberto San Martín, hijo del conocido librero de la 
Puerta del Sol, que estuvo a punto de ser herido por los disparos. 

La confusión que se produjo fue enorme. El número de personas que a las once y veinticinco pasaba por aquella acera era considerable y los disparos causaron el pánico consiguiente.
El Sr. Canalejas, herido de muerte por el proyectil, no hizo más que dar unos cuantos pasos vacilantes, desplomándose al suelo, en el que quedó en decúbito supino.



El asesino
El asesino se llamaba Manuel Pardiñas, de 22 años de edad, natural de Grados (Huesca).
Una vez cometido su crimen, intentó huir, impidiéndole este propósito el policía Sr. Borrego, quien pudo alcanzarle con un bastonazo, al que contestó el criminal con un disparo que no hizo blanco. A unos diez pasos de la acera donde fue cometido el crimen, puso el asesino fin a su vida disparándose otro tiro.
Inmediatamente después, el Sr. Borrego abandonó el cadáver del criminal, al que rodeó en seguida un número considerable de curiosos, y con la browning que había arrancado de las manos de aquél, se dirigió a donde yacía el Presidente.
—¡A Gobernación!... ¡A Gobernación!; llevémosle a Gobernación!—gritó el policía,—puede que aún viva. El Presidente, desgraciadamente, había muerto.


El cadáver de Canalejas
El fotógrafo Campúa logró esta instantánea momentos después del asesinato, cuando el cadáver de Canalejas fue llevado al salón principal del Ministerio de la Gobernación.




Funerales
Desde las doce y media de la noche quedó expuesto al público en el salón de conferencias del Congreso, convertido en capilla ardiente, el cadáver de D. José Canalejas y Méndez.
Cubrían los muros negros paños, elevándose en los cuatro extremos de la estancia sencillos altares. Rodeaban el túmulo muchos candelabros con blandones encendidos, dando guardia al cadáver dos alabarderos y dos maceros de la Cámara, que se relevaron periódicamente hasta la hora del entierro.


El entierro del infortunado jefe del Gobierno se verifico el día 13 con extraordinaria pompa y solemnidad, constituyendo una imponente y sentida manifestación de duelo, en la que tomaron parte desde el Soberano y los Infantes, hasta el más humilde obrero. Fue un general testimonio de público pesar al que se asoció con el jefe del Estado que, en su noble deseo de honrar a su primer ministro, asesinado en pleno desempeño de sus altas funciones de gobernante, presidió el duelo todo el elemento oficial, todas las representaciones de las clases sociales y el pueblo entero.
El cadáver del ilustre político fue conducido al Panteón de Hombres ilustres.


12 y 13 de noviembre de 1912
En el siguiente vídeo puede verse la recreación del asesinato, algunas escenas del cortejo fúnebre, imágenes del funeral y la tumba del prócer en el Panteón de Hombres Ilustres. [Errata: Donde dice "110º ANIVERSARIO ... 12 de noviembre, 1912-1913", debe decir "101 ANIVERSARIO ... 12 de noviembre, 1912-2013"]






© 2013 Eduardo Valero García - HUM 013-011 ESP CANALEJAS


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lunes, 11 de noviembre de 2013

Fotografía al minuto en la Plaza Mayor





Fotografía al minuto en la Plaza Mayor, mejor dicho "Plaza de la Constitución", un día de 1933. El fotógrafo manipula su caja de sorpresas mientras tres soldados permanecen tiesos como estatuas.
-¡No te muevas, Teófilo, que te se va a emborronar la cara!, grita uno.
Un paseante atraviesa la plaza y mira a los retratados, por curiosidad, por si conoce a alguno, o vaya uno a saber con qué pensamientos de admiración... o todo lo contrario.
La pareja de enamorados espera su turno con anhelo y, por qué no, con cierto temor. Aquello de posar frente a la misteriosa caja infundía respeto.
Otros dos militares aparecen en la escena. Uno se marcha, a Capitanía, al bar, o quizá en busca de una moza capturada por su radar dominguero. El otro, con la sonrisa petrificada en el momento, era el autor de la frase dirigida a Teófilo.

El escenario de la bucólica estampa es la Plaza Mayor con sus viejos soportales y ventanas. Vetusta imagen adornada de coníferas, palmeras y otras especies que se asemejaba más a la "del arrabal" que a la hoy conocida.
A la izquierda, el enrejado que rodea la zona más regia de la plaza. Pedestal donde reza que Isabel II mandó colocar allí la efigie del hacedor de la plaza en 1848. Dentro, un robusto andamiaje hace el relevo a la estatua ecuestre de Felipe III, que en esos tiempos se estaba restaurando.

Archivo gráfico de revista Crónica, 1933


NOTA:
La estatua ecuestre de Felipe III, obra realizada por los escultores Juan de Bolonia y Pedro Tacca, fue un regalo del gran duque de Florencia Cosme de Médicis al monarca español. Originariamente estuvo colocada frente al antiguo palacete de la Casa de Campo.
El 22 de marzo de 1848, a propuesta del concejal Mesonero Romanos, fue colocada en su actual emplazamiento.
El andamiaje al que hacemos referencia, visible en la fotografía, corresponde a la segunda retirada de la estatua en 1931 al ser derribada por grupos de republicanos la madrugada del 14 de abril. La primera retirada ocurrió en 1873 tras la proclamación de la República. La estatua permanecerá en un almacén hasta la subida al trono de Alfonso XII.





© 2013 Eduardo Valero García - HUM 013-017 RECUPAPEL


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